miércoles, 30 de junio de 2010

Un relato sobre "Las Moradas" de la Virgen del Carmen en Salvatierra, Gto.



Una crónica del memorable Horacio Larrea Tinoco
sobre las obras de los frailes carmelitas descalzos
en Salvatierra, Gto.

En Salvatierra se comprende el trazo de la ciudad siguiendo el libro de oraciones de santa Teresa de Jesús 

por Pascual Zárate Avila

El papa Juan Pablo II visitó México y nombró a la Virgen de Guadalupe "Patrona de América", recorrió los caminos de lo que fue la conquista espiritual y justificación de la colonización española, y nombró a nuestras tierras americanas como el “Continente de la Esperanza".
El Papa recordó que el Nuevo Mundo se convirtió en una utopía social para las órdenes mendicantes, -las de los votos de pobreza: franciscana, agustina, dominica y carmelita descalza-, que fueron alentadas a realizar la evangelización a partir de los dogmas y autos de fe de la Contrarreforma Católica.
La misión espiritual desde los primeros religiosos que llegaron al valle de Guadzindeo, franciscanos y agustinos, fue construir conventos con dimensiones monumentales para que fueran la atracción de la concentración poblacional indígena: los agustinos en Yuriria y Salamanca; los franciscanos en Celaya y Acámbaro, pero los carmelitas descalzos, en Salvatierra y Celaya, levantaron conventos pequeños, austeros y, sin embargo, de gran belleza arquitectónica.
Para la ciudad de San Andrés de Salvatierra, la consolidación del imperio español marcó el inicio para forjar una urbe civilizada que tomara como lugar central a la cultura religiosa, que debería dirigir el sentido de la vida humana siempre hacia Dios.
Salvatierra es, en el estado de Guanajuato, la primera ciudad con cédula real y la única fundada empleando los recursos científicos y las doctrinas humanistas más avanzadas de su época, que fue la Europa del Renacimiento.
El incipiente capitalismo industrial promovió el sueño de fundar una ciudad, basada en el enriquecimiento de la población española y criolla, gracias a la producción de la harina de trigo a través de la fuerza del agua de tres canales que movían las ruedas de cinco molinos: La Esperanza, de la Ciudad, El Mayorazgo, San Buenaventura y Los Batanes, formando el primer emporio económico con una gran diversidad de ofertas de trabajo para los vecinos del valle, que unidos a las haciendas, vaquerías y comerciantes, lograron poblar y edificar la primera ciudad en la ruta de la plata Zacatecas- México.
El ideal del Imperio Español y de la Iglesia Católica tuvo una concretización sobresaliente en la traza y edificación de la ciudad de San Andrés de Salvatierra, pero en ésta ciudad, las Ordenanzas reales para la fundación de ciudades españolas se perfeccionaron con la ciencia psicológica y espiritual de la obra de santa Teresa de Jesús.
Fray Andrés de San Miguel, el principal arquitecto de los carmelitas descalzos en la Nueva España, vino a Salvatierra hacía el final de su vida y, con la experiencia de haber trazado y edificado seis conventos novohispanos, dejo la impronta del Carmelo teresiano en toda la ciudad.
A las ordenanzas del Rey de construir centros urbanos que albergaran los edificios de la alcaldía, el templo mayor, los portales, la plaza principal y las casonas de los vecinos principales, la psicología del Carmelo teresiano introdujo la ciencia arquitectónica para la mejor educación espiritual de los vecinos:
Al convento de San Ángelo Mártir le dio el cuerpo de la obra teresiana, que refiere al alma como un castillo interior, por lo que el templo conventual tiene muros almenados logrando producir una remembranza de los castillos medievales, es de altura y extensión armoniosa, exenta de adornos labrados en cantera, empleando recursos helénicos de manera arbitraria con la finalidad de resaltar en las puertas un mensaje de humildad pero con sobria belleza manierista.
Para mantener la virtud en el comercio, la recreación y el trabajo, cuya vida cobra lugar en los portales de las ciudades novohispanos, los carmelitas intervinieron para que se materializara el principio de trabajo y oración, procurando que estuvieran cerca de su misión predicadora: en la hacienda de San José del Carmen, en los cinco mesones del portal de la Columna y en los portales de los tres jardines del convento.
Para la vida familiar, la virtud de los padres y el buen trato a los hijos, los principios psicológicos de soledad y comunidad quedan reflejados en los amplios patios de las casonas señoriales, las grandes habitaciones y los corredores domésticos, tal como el sabio renacentista, fray Andrés de San Miguel, les enseño a trazar a las familias de los fundadores.
La meditación personal es considerada por santa Teresa, como flores de los pensamientos propios, por lo que la atmósfera social de los jardines de la ciudad, siguiendo el espíritu teresiano, debieron de responder al principio psicológico de combinar habitación y campo, dando un ambiente de tranquilidad y reflexión humana con las zonas arboladas de la ciudad.
Para la Santa de Ávila el templo debe figurar a la contemplación como siendo una bodega de vino, donde el alma añeja una actitud de trabajo y caridad con el prójimo, bajo el fermento de los predicadores del evangelio; por lo que el interior del templo carmelita es austero y pequeño pero de una gran belleza en sus proporciones y el equilibrio de su perspectiva visual.
Las visiones intelectuales e imaginarias relatadas en “El Castillo Interior”, tienen en los dos relicarios laterales del templo principal, la materialización visible para reflexionar: en no esta la imagen de Cristo Crucificado para motivar la meditación del papel de la Pasión de Cristo para la historia y la cultura del mundo; en el otro relicario esta la imagen de la Virgen de Guadalupe para motivar la reflexión sobre la visión imaginaria que motiva la creencia en las cualidades de protección de los símbolos religiosos.

Es en el retablo mayor donde quedó la síntesis del sendero teresiano, pues las calles se trazaron haciendo que
fueran amplias avenidas cuyo final es el encuentro de la persona con las puertas del templo de la Virgen del Carmen, donde los retablos simbolizan artísticamente la aspiración teresiana de la unión del alma con la Trinidad.
La estatua de tamaño natural de la Virgen del Carmen preside el camarín central del retablo mayor, y con sus atuendos representa los valores culturales de la feligresía salvaterrense, -legada por las generaciones pasadas-: trabajo, meditación, paz y obediencia, que están simbolizados por el escapulario, el bordado con hilo de oro, el Niño Jesús en su mano y su vestimenta de color café.

En este mes de julio vive las tradiciones de Salvatierra, visita las fiestas del Carmen compuesta de peregrinaciones, verbenas, platicas espirituales, fieles vistiendo el escapulario; y date un espacio para la convivencia familiar en la explanada de Carranza y Salcedo.












Comprender los símbolos arquitectónicos de la ciudad, es conocernos a nosotros mismos.


El retrato de san Juan de la Cruz se encuentra en la pechina de la cúpula del oratorio del Niño de Praga en el templo de la Virgen del Carmen en Salvatierra, Gto.
La mirada del Místico doctor de la Iglesia es de una bien lograda expresión de ternura contemplativa. Completa la expresión el arrullo de los brazos a la figurilla de Cristo crucificado en una cruz de madera, arropado con la túnica blanca del Santo, a quién le rodea una aura de luz sobre su cabeza, como símbolo del conocimiento poético.
Comprender la poesía del máximo poeta del siglo de oro español es una tarea que implica la conjunción de conocimientos sobre psicología, retórica, filosofía, teología y espiritualidad. La influencia actual de la poética sensual y sacra del Poeta español esta de manifiesto en la cultura del "Homo videns" de los medios tecnológicos actuales, que sólo comunican con imágenes despertando sensaciones y emociones para llegar a los espectadores, donde la sensualidad es el recurso mejor empleado.
La decima musa sor Juana Inés de la Cruz, símbolo de identidad nacional, tiene una influencia marcada por el poema "Noche oscura", de san Juan de la Cruz, del cual hizo su original versión en el poema mayor "Primero sueño", y que contiene conocimientos de fisiología, zoología, astronomía, mitos nahuatls y griegos, filosofía patrística y escolástica, teología, espiritualidad y psicología.
Los dos poemas, tanto el de sor Juana de la Cruz como el de san Juan de la Cruz, se explican comprensiblemente a través de la filósofa alemana santa Teresa Benedicta de la Cruz en su obra "La ciencia de la Cruz", en la cual señala tres momentos de la obra místca de san Juan de la Cruz: el primer momento la fe como cualidad sobrenatural del hombre; segundo momento, el dolor de lo sentidos y pesares del mundo guiados por la esperanza de alcanzar a Dios, y el tercer momento, el triunfo del espíritu al unirse espiritualmente el alma con la Santísima Trinidad. Los dos poemas referidos, uno de nuestra sor Juana y el otro del Místico español, están compuestos por esas tres etapas de la ciencia de la Cruz.

Mi interés por san Juan de la Cruz fue suscitado por la experiencia vivida en la sala de terapia intensiva del sanatorio Aranda de la Parra de León, Guanajuato, en año 2000. Sufrí un paro respiratorio a los quince días de una operación de corazón abierto, de higado e intestino grueso y drenaje de pulmones.
Un accidente automovilístico en la carretera de San Miguel Allende-Dolores Hidalgo, me había llevado al quirófano, pues el cinturón de seguridad rompió mi caja toráxica.
El paro respiratorio, que ya para entonces era el tercero, me sobrevino porque con la lengua retiré el tubo de oxígeno del aparato de respiración artificial. Recuerdo que fue como una noche oscura, esos minutos fueron una total ausencia de cualquier percepción de luz en mis ojos, y en ese episodio sobrevino a mi pensamiento la palabra vida como un acontecimiento real, espiritual, sobrenatural. Pero revivieron mi corazón y oxigenaron mis pulmones, y al parpadear de nueva cuenta, por el estímulo de la lámpara de la sala de terapia intensiva, el joven camillero que auxilió al Médico neumólogo, gritó con voz estresada: "don Pascualito, no que no existía san Juan de la Cruz", o al menos eso sigo creyendo que escuche entre la gran cantidad de sedantes que alucinaban mi imaginación.
La presencia en el convento de San Ángelo Mártir de Salvatierra, Gto., del sacerdote carmelita Alberto de la Sagrada Familia, para el mundo Mario Pérez Monroy, filósofo especialista de Edith Stein, redobló mi interés, pues bajo su guía me introduje en la comprensión del pensamiento de san Juan de la Cruz y, por tanto, también, de sor Juana Inés de la Cruz, --de quien realice en 1979, un estudio buscando los elementos de la filosofía cartesiana, fue un trabajo realizado para obtener el título de licenciado en Filosofía,-- y de paso una nueva revaloración de nuestra poeta Ana María de López Tena, que como salvaterrense de pura cepa, acusa una marcada influencia carmelita en su poesía.
El sentido del triunfo en medio de los problemas y caídas, es un elemento psicológico que compone la mentalidad de los salvaterrenses, lo cual es explicable por medio de la comprensión de la filosofía de la cultura imperante en los tres siglos de historia de la ciudad de San Andrés de Salvatierra.

martes, 29 de junio de 2010

San Juan de la Cruz en Salvatierra, Gto.

Nicho de san Juan de la Cruz en el retablo mayor del templo de la Virgen del Carmen en Salvatierra, Gto.
San Juan de la Cruz tiene una marcada influencia en los poetas religiosos de Salvatierra, particularmente sobre José Luz Ojeda López. La poeta Ana María de López Tena le dedica algunos breves poemas aludiendo a su expresión sobre el juicio final a las almas, que serán juzgadas no por los males cometidos sino por las obras de amor realizadas. El árcade Federico Escobedo es considerado por Alfonso Méndez Plancarte en su libro "San Juan de la Cruz en México", como uno de los más importantes poetas mexicanos influidos por la poesía mística del Santo carmelita descalzo.
El padre Alberto Pérez Monroy, que pasó una breve temporada en el convento de San Ángelo Mártir de Salvatierra, es uno de los principales estudiosos de san Juan de la Cruz en México.
La trascendencia del místico español para la cultura clásica de Salvatierra es parte de la gran devoción popular por la Virgen del Carmen.
Ya ilustraremos con los poemas de los salvaterrenses el apego del alma comunitaria de la ciudad con sus símbolos más preciados.

lunes, 28 de junio de 2010

Origen espiritual de la edificación de la ciudad de Salvatierra con la impronta de fray Andrés interpretando a santa Teresa

Pintura del papa Inocencio III que está en una pechina, a la derecha si la persona está mirando de frente al retablo mayor, en la cúpula del templo de
la Virgen del Carmen.
Tiene en la mano derecha un cáliz con tres hostias, que significan las tres órdenes mendicantes a las que autorizó su creación, a saber: Monte Carmelo, Predicadores y Hermanos Menores, conocidos como Carmelitas, Dominicos y Franciscanos.
En la mano izquierda tiene la vara de una cruz de Caravaca entre los dedos, que significa su promoción y autorización de conformar una cruzada para el rescate del Santo Sepulcro en Jerusalén, todo hacia el siglo XII.
Tiene una capa blanca símbolo de la pureza, una gorra pontificia, papal, como símbolo de ser la cabeza de la Iglesia Católica, y viste el color café de los carmelitas descalzos, que simboliza subordinación y obediencia, además de ser el color permanente en los vestidos de la Virgen María, en todo su periodo de vida conocido como de la Soledad.
Pintura del arribo a la Nueva España de la Orden Reformada del Monte Carmelo, conocida como Carmelitas Descalzos. Ilustra, en el templo del Carmen de Salvatierra, la llegada preñada de esperanzas, al valle de Guatzindeo para construir un convento dedicado al fundador de la Orden, san Ángelo Mártir.
Llegaron a edificar una ciudad en un lugar donde sólo había la licencia para su fundación. Los carmelitas descalzos encontraron a un puñado de españoles y criollos con los mejores deseos de trazar y levantar una ciudad, pero sin conocimientos de arquitectura, ni de desagües, ni de bombas hidráulicas, ni aclimatación de plantas europeas al suelo del valle de Guatzindeo. Y pusieron manos a la obra, enseñando a los vecinos a trazar planos arquitectónicos, levantar arcos y columnas y darle simetria a los patios, habitaciones, fachadas y jardines de las señoriales casonas que hoy existen en Salvatierra.

Fray Andrés de San Miguel, maestro de obras de arte y albañilería, un sabio renacentista que enseñó a los vecinos de San Andrés de Salvatierra a construir casonas siguiendo las ideas psicológicas y espirituales que santa Teresa de Jesús describe en su libro "Moradas", y que están materializadas como las ideas centrales del convento carmelita que edificó en Salvatierra, siguiendo las Ordenanzas del libro de las Fundaciones, donde están los estatutos para construir conventos pequeños, pobres y austeros.
En la pintura, que está en la capilla del Niño de Praga, vemos los retratos de la Santísima Trinidad, santa Teresa de Jesús y san Juan de la Cruz en una celda del convento separados por una barda de piedra, pero elevados en los cielos, indicando la pintura que están teniendo el arrobamiento de una Boda Espiritual con Dios.
Salvatierra aún hoy tiene el influjo urbano de ser un espacio material para los valores y principios del alma descrita en las "Moradas", tal como trazó fray Andrés de San Miguel, el convento de San Ángelo Mártir, siguiendo a Platón: "En Cuerpo Sano, Alma Sana", comprendiendo que los edificios son el cuerpo, lo material, para explayar el alma comunitaria.

domingo, 27 de junio de 2010

El Convento del Carmen de Salvatierra por Eduardo Báez Macías

Nos encontramos, finalmente, con el último ejemplo de arquitectura religiosa que dejó el gran arquitecto: el convento del Carmen de Salvatierra.
En esta ciudad, llamada así en honor del virrey García Sarmiento de Sotomayor, marqués de Salvatierra, se fundó por título expedido el 9 de febrero de 1644, en tierras del Valle de Guatzindeo, Tarimoro y Chichimecas, que había cedido de su mayorazgo don Gabriel López de Peralta, en un lugar denominado San Andrés Chochones.
De nuevo el velo poético de la leyenda acompaña a los escasos datos que sobre la fundación del convento se pueden encontrar; dice fray Manuel de San Jerónimo que en ese Valle de Guatzindeo vivió, en un antiguo convento franciscano, fray Juan de Lozano, célebre por sus bondades con los naturales, quien mirando hacia los montículos vecinos, caía con frecuencias en profundos arrobamientos, en los que solía decir:

Vendrá tiempo cuando en aquel lugar se observarán grandes cosas. Allí habrá unos varones divinos grandes siervos de Dios y entre aquellos pedregales depositará Su Majestad un tesoro de soberanos bienes.

Y se fundó la ciudad, y sin dilación el convento de los descalzos, que con insistencia solicitaban los vecinos, el cabildo y la justicia. La licencia de la autoridad civil se obtuvo en cédula expedida por el Virrey el 25 de mayo de 1644, ordenando al regimiento y cabildo que asistieran a los religiosos encargados de la fundación; la de las autoridades de la Orden, se obtuvo en la reunión celebrada el 11 de mayo de 1644. Como en ese momento se tenía proyectada una fundación en Tlaxcala, considerando que se obtendrían mayores ventajas haciéndola en Salvatierra, se dejó aquella en suspenso y se realizó la segunda, colocándola bajo la advocación de San Ángelo Mártir.
El convento, la segunda obra que se conserva más o menos completa, es descrito, a grandes rasgos, como sigue:
La iglesia tiene planta de cruz latina, con brazos cortos; tres tramos entre el crucero y el coro, según las plantas dibujadas en el manuscrito; la boveda es de medio cañón, empleando siempre los típicos soportes del de San Ángel, auqnue me inclino a creer que, originalmente, el templo de cubrió de madera. A los lados del presbiterio se encuentran dos camarinos o relicarios, y sobre el crucero, montado en pechinas, un tambor octogonal cargando la cúpula de ocho gajos. La fachada es sobria, con la misma distribución que hemos visto en otros templos, reduciéndose a la puerta de ingreso, de arco de medio punto; sobre ésta se eleva un frontón que se abre dando cabida al nicho de la Virgen, y un poco más alta se abre la ventana para iluminar el coro. Para el inteior, fray Andrés anotó en su memorial los siguientes datos:

Tiene de ancho ocho varas y de largo doce, y por los brazos tiene el crucero dieciocho varas de largo y el presbiterio cinco varas. Acabóse de cubrir y d perfeccionar y el primero domingo después de la Candelaria se dedicó la iglesia.

En el largo, por un descuido, se equivoca y asienta erróneamnete doce varas. La medida de los brazos del crucero se ciñe a la proporción preestablecida, de darles de profundidad la mitad del ancho de la nave, lo mismo que el presbiterio, al que señala cinco varas.
El claustro es únicamente bajo, semejante a los de Puebla, Atlixco y San Ángel, en sus bóvedas y soportes, con la única diferencia de ser ligeramente más pequeño, con una pilastra menos por cada lado. Una espaldaña de tres cuerpos, que como la de Valladolid tiende a convertirse en torre, remata el conjunto.
En una anotación de veracidad dudosa, agrega al final de unos documentos relativos a la Virgen de la Luz, existentes en la Parroquia de Salvatierra, se dice que en el arco bajo del coro del templo estuvo la siguiente inscripción:
Fray Andrés de San Miguel, lego carmelita matemático, arquitecto, erigió este templo en el año de 1644 y dirigía el puente de esta ciudad cuando murió en el mismo año.
Esta inscripción (que tiene el dato erroneo del año en que murió el arquitecto) se borró con seguridad durante alguna de las reparaciones que se hicieron en el coro, con el objeto de darle mayor extensión de la que originalmente había tenido.
Concluía la edificación del convento, cuando los religiosos tomaron a su cargo la construcción de un puente que cruzaría el río Lerma o río Grande, como entonces le llamaban, para unir en este punto a la Nueva Galicia y Zacatecas, con Michoacán y la ciudad de México.
Los carmelitas harían el puente, financiando los gastos de su edificación, según escritura pública de 8 de mayo de 1650, debido a que la ciudad no disponía de los medios indispensables para hacerlo. Las autoridades de Salvatierra dieron en garantía sus propios y arbitrios, y dejaron convenido que los frailes cobrarían un derecho de pontaje a los viajeros que lo utilizaran, para amortizar la inversión.
Obviamente, la dirección de la obra la asumió Andrés de San Miguel, dejándola terminada para 1652, porque para esa fecha ya estaban instalados los frailes en los extremos del puente, recaudando el pontaje estipulado.
La importancia de esta obra y los méritos de fray Andrés quedaron plenamente reconocidos poco después de su muerte, según una Real Cédula dada en Aranjuez el 15 de abril de 1655, en la que el monarca solicitaba del virrey, duque de Albuquerque, una información para resolver sobre una petición de fray Diego de Cristo, procurador general de la Provincia de San Alberto, que exponía ante el soberano los siguientes hechos:

...pues por haberse dispuesto el desagüe de esa ciudad (México) cuando estuvo inundada y tan a peligro de perserse, por orden y disposición de fray Andrés de San Miguel, religioso de su Orde, gran artífice de obras, y haber asistido a e´l con su persona algunos años, y a otras obras y reparos, que por su buena disposición se hicieron en otras partes, en orden a atajar ríos, para que se entrasen en la laguna, por haberlo pedido a la religión en mi nombre el virrey, Marqués de Cerralvo, y ella acudió a esto con gran voluntad, con que se remedió esa ciudad que estuvo muy a peligro de perderse y despoblarse...
... y que en la fundación nueva de la ciudad de San Andrés de Salvatierra, que por orden mía hizo en ese reino mi virrey, Conde de Salvatierra, por donde pasa el río Grande, que es el mayor que hay en esa Nueva España, siendo tan dificultoso de pasar en tiempo de aguas por las grandes avenidas que trae y muchos arroyos y ríos que en él entran, eran muchísimos los que cada año se ahogaban, y la hacienda que se perdía, y muchos los que quedaban sin oír misa en días de fiesta, ni sermones ni en los de cuaresma, y los que morían sin administración de sacramentos, por haber de la otra parte de dicho río muchas y muy grandes haciendas fundadas, así de labor como vaquería, por la imposibilidad de pasar el río, sino con gran riesgo, compadecía la religión y convento que allí se fundaba, de tantas calamidades y desgracias, dispuso hacer un puente en dicho río, y aunque pareció el intentarlo acometer un imposible, pudo más la piedad y compasión de los eligiosos, y así la comenzó y acabó de cal y canto y de arquería, con catorce ojos, doscientas y catorse varas de largo, en tan breve tiempo, que más se puede atribuir a milagro que a fuerzas humanas, pues en menos de seis meses se vió acabada una obra que a muchos pareció, con bastante fundamento, que les sobraría mundo para verla acabada y en la perfección que tiene; pues tiene de ancho más de cinco varas sin casi dos que ocupan los pretiles, que tienen de alto una vara, con sus troneras y desagües tan fuertes, que con estar tan recién hecha y haber sido las avenidas y crecientes de los años siguientes tan grandes, que derribaron torres muy fuertes, en ella no ha hecho mella alguna; porque está toda fundada sobre peña viva y por haber corrido por la religión y su cuidado, pues asistió y la dispuso el mismo religioso artífice que se empleo en el desagüe de esa ciudad de México, no llegó la dicha puente a diez mil pesos, que gastó el convento de las limosnas que para su obra le daban, empeñándose y tomando a daño lo demás, por sólo hacerme este servicio y bien a esa república, que ha dicho, de los que han visto la obra, si corriera por otras manos, pasara de cincuenta mil y durara muchos años, porque en esa Nueva España no hay obra como ella, y que en estos reinos habría muy pocos que la igualen, de que la religión hasta ahora no ha tratado de que se le recompense a aquel convento lo que allí gastó, dejando de emplearlo en la obra del que labraba con el edificio de dicha puente, se ha abierto y dado paso franco, libre y sin peligro para el trajín y comercio de toda aquesta tierra y de la Nueva Galicia, provincias de Jalisco, Michoacán, Zacatecas, San Luis y otros pueblos que por evitar estos peligros rodeaban muchas leguas, y hoy hacen por allí camino derecho, han crecido las alcabalas y mi hacienda, pues no pasando antes de sesenta o setenta pesos, hoy casi llegan a quinientos, hase aumentado la ciudad y va cada día creciendo más...

El estilo de fray Andrés de San Miguel por Eduardo Báez Macías

Para definir el estilo del arquitecto carmelita, hemos de considerar el Convento del Carmen de San Ángel como el elemento fundamental; Salvatierra, Puebla, Atlixco, los muy inciertos detalles de Morelia y los planos y dibujos del manuscrito. Su ubicación cronológica, principios del siglo XVII, indica desde luego la influencia renacentista, particularmente herreriana. Y para una arquitectura que por prescripciñón estaba obligada desnudarse de toda ornamentación, ningún influjo podía ser mejor recibido que el adusto escuralense, a cuyo geometrismo agreóse en la colonia el empobrecimiento, no sólo el que hallamos en cuanto estilo cruzó el Atlántico, sino aquel que derivó de la Orden misma.
Retrospectivamente, queda en fray Andrés la influencia impersonalizante de El Escorial, que después de podar las exuberancias platerescas, afloja su dictadura y principia a diluirse en composiciones manieristas.
Desprendido de un arte renacentista, amó la proporción, buscando en sus secretos la belleza, como los maestros europeos la enseñaban; conoció los cinco órdenes clásicos y terminó rindiéndose al toscano, dándole cuerpo en sus monasterios y acariciándole con delectación en sus escorzos. Como su contemporáneo fray Lorenzo de San Nicolás, prefería la robustez toscana, más concordante con la vida de los frailes descalzos, y casi llegó a prescindir de los cuatros órdenes restantes.
Pero igual que sucede a los cincuecentistas europeos, fray Andrés se desliza, suavemente, en la ilusión de pertenecer a un mundo clásico, cuando en relaidad principiaba a abandonarlo. El conocimiento de Vitrubio, Alberti, Vignola, de la relación entre las partes de la columna, de los capiteles y de las plantas, podría conducir a un dogmatismo y a la fijación de un estilo, pero no necesariamente a una realización clásica.
Nacido en plena época de la Contrarreforma, bajo la influencia del Concilio de Trento y muy cerca de los éxtasis de Santa Teresa, participó de un mundo de tensión y sin sosiego, que si bien le procuró un ambiente de atracción por los modelos clásicos, le contagió de sus graves contradicciones y de su desequilibrio espiritual. Su arquitectura fue una resultante, no por sus elementos, sino por su concepción, de un espíritu manierista.
Por más que la proporción constituye su fundamental preocupación, esta proporción, una vez que la adopta, lo lleva a planear plantas estrechas y largas, cada vez más lejanas de la planta centralizada, clásica, modelo de equilibrio, y concebir la unidad espacial como profundidad, solución propia del manierismo.
En San Ángel, las grandes pilastras que flanquean la fachada y sostienen en lo alto el frontón, cierran el espacio y lo fijan, como unidad perfectamente mensurable; pero, al proceder a la distribución de su paño, eluden la simetría y en lugar de un conjunto armónico, eu´ritmico, logra con el uso del pórtico vestibulo un contraste de luz y sombras, de volumen y huecos, entre el extenso y severo plano superior y la profundidad de los arcos de ingreso.
Manierista es también la concepción de sus pequeños claustros: sus pilastras y sus arcos derivan de modelos renacentistas, pero muy lejanos estan de representar los espacios despejados, racionales, integrados al mundo circundante. Todo lo contrario, sus pilastras se aproximan entre si y crecen verticalmente, no para limitar racionalmente el patio, sino para aprisonar al espectador, envolviéndole en su recinto de piedra, arrojando su angustiosa mirada hacia Dios, ajena al otro mundo que vive detrás de las paredes del claustro lejano y próximo a la vez
Estos patios pruducen una sensación de extrañeza, una visión por entero subjetiva de la realidad, una actitud introspectiva en el sujeto; una síntesis de de la vida contemplativa. Fray Andrés tuvo el genio, elevándose muy por encima de sus hermanos de comunidad, de repetir en piedra la necesidad espiritual del fraile contemplativo de parapetarse dentro de las murallas del yo, conjurando con el arte de la arquitectura el peligro del mundo profano, del que lo sbstrae y aleja.
Mucho sentido encierran estos pequeños claustros, pobres en su ejecución, apenas construidos en sillarejo, para quien quiera acercarse al fondo de la Reforma del Monte Carmelo. Hoy aguardan su destrucción, serenos y resignados, soportando un destino muy diferente al que les asignó el arquitecto, con excepción del de San Ángel: el de puebla se ha convertido en Hospital, el de Salvatierra en gallinero y el de Atlixco en cuartel para un escuadrón de caballería.

sábado, 26 de junio de 2010

Biografía de fray Andrés de San Miguel arquitecto edificador de la ciudad de Salvatierra, Gto.


Fray Andrés de San Miguel, arquitecto de la Nueva España

Por Eduardo Báez Macías

Su nombre completo fue Andrés de Segura de la Alcuña, y el lugar de su nacimiento Medina Sidonia, en tierra andaluza, en 1577.
De su infancia, sólo podemos inferir que transcurrió con mucha estrechez, en el seno de una familia compuesta de ocho hermanos, incluyéndolo a él, y de padres honrados pero pobres.
A la par que en inteligencia crecería en inquietudes, siempre bajo limitaciones de carácter económico, que terminaron por arrojarlo hacia la gran escapatoria de las aventuras allende el mar. Apenas a los quince años merodeaba por Sevilla, enlace entre el Viejo y el Nuevo Mundo, y al año siguiente zarpaba hacia la Nueva España, en la flota del año 1593.
Le tocó en suerte embarcar en la nave escogida para almiranta, la Santa María de la Merced, propiedad y orgullo de un rico espadero sevillano, que por ser acomodado y por haberla él mismo armado, la hizo muy bien enjaezada, y tanto, que la gallarda nave despertó la admiración y cariño del joven Andrés, que le dedica uno de los párrafos más bellos del manuscrito, como por ejemplo, cuando describe sus gallardete:
Eran tan largos los gallardetes, que cuando no había viento era menester
anudarlos, porque alcanzaba mucha parte de ellos a la mar.
Más de sesenta velas componían la flota, que durante la travesía sufrió percances y aventuras que con toda exactitud refiere en unos de los capítulos, arribando finalmente a San Juan de Ulúa, para hacer su comercio y recoger la plata que México remitía a la metrópoli.
En el mes de julio de 1594 emprendieron el regreso a la península, y en la misma nao que lo había traído reembarcaba Andrés, quien por lo visto aún no se decidía a quedarse en la colonia.
Hicieron la primera escala en La Habana, en la que invernaron hasta el mes de marzo del año siguiente, izando las velas hacia la península con una remesa de veintidós millones en plata. Iba de comandante don Francisco de Coloma, que ordenó partir de la isla en forma apresurada, porque la estación propicia para internarse en el peligroso canal de las Bahamas, paso obligado para todas las armadas, estaba por concluir. El suspicaz Andrés atribuyó el apresuramiento de la partida a maniobras urdidas por el almirante, para especular con la venta de las licencias de navegación, con tan funestas consecuencias que la flota no pudo alcanzar a buen tiempo el canal, y apenas comenzaba a navegarlo cuando fue sorprendida por una violenta tempestad.
Una de las primeras victimas fue la Santa María de la Merced, que desde el primer embate perdió el timón y el trinquete, flotando a la deriva y a merced de los golpes de mar que le abrían los costados. En vano, el artillero disparó varias piezas demandando auxilio, que las otras embarcaciones no quisieron o no pudieron darle, ya que ellas luchaban a su vez por su propia salvación.
Condenada a zozobrar, la tripulación no tenía otro camino que abandonar la nave, lo que algunos hicieron en forma malévola y ruin, robando la chalupa de a bordo y llevándose con ellos el carpintero y las herramientas, privando a los restantes de toda esperanza de salvarse, si algunos de mayor temple no hubieran emprendido en circunstancias adversas la construcción de una segunda chalupa, siendo precisamente Andrés quien le dio principio, a pesar de ser un adolescente; aunque al terminarla, después de muchos trabajos, confiesa él mismo que, más que chalupa, merecía el nombre de caja. Treinta hombres entraron en ella, abandonando la desventurada capitana, que en el mar encontró sepultura.
Doce días velejaron agobiados por el hambre, por el temor a los tiburones que merodeaban voraces y por la agotadora sed, tan despiadada, que cuando no tenían lluvia necesitan beber sus propios orines.
El cronista fray Manuel de San Jerónimo, escribe que se debió a este peligroso trance que el autor hiciera votos de ingresar a la Orden Reformada del Monte Carmelo, si se salvaba del peligro, aunque el mismo fray Andrés no menciona, en ningún párrafo la relación del viaje, ni en parte alguna del manuscrito, haber prestado semejante juramento.
Lo cierto es que los náufragos, pasados veintidós días de navegar en la maltrecha chalupa, avistaron la playa limpia y mansa de la Florida, encontrando varios pueblos de naturales sujetos al cacique del reino de Asao, lugar localizable entre los estados de Florida y Georgia. Poco tiempo después fueron recogidos por un bergantín, que para su rescate había mandado el gobernador de la Florida, don Martín de Avendaño, conduciéndolos hasta la ciudad de San Agustín, plaza clave del dominio español, en donde permanecieron treinta días aguardando la primera oportunidad para reembarcarse.
Llegado el momento de abandonar el inhóspito territorio, más conveniente al conquistador y al evangelizador que al hombre de estudios que era Andrés, embarcó con sus compañeros de infortunio en una fragata que los conduciría hasta La Habana, sin que con esto cesaran sus desventuras, ya que el navío fue asaltado por el inglés Francisco Rangel, quien bondadosamente se limitó a despojarlos de algunos bienes, antes de dejarlos en libertad de continuar con rumbo a La Habana, donde arribaron el 29 de junio, día de San Pedro y San Pablo, "tocando las avemarías".
Estaba en el puerto don Luis Fajardo, esperando conducir la flota a España, pero según parece muy escaso de gente, porque entre los alistados, casi por fuerza, se embarca una vez más Andrés, que en esa forma y después de tantas vicisitudes retornaba a la península.
Todavía relata haberse encontrado a bordo de la flota anclada en Cádiz, en el año de 1596, cuando sobrevino el asalto que sobre el puerto dieron los ingleses, y que culminó con el saqueo de la ciudad y la destrucción de muchos de los navíos que en sus correrías había conocido.
Hasta aquí alcanzan las noticias biográficas de que disponemos, antes de su ingreso en la religión, porque con ellas termina la relación de su viaje, que ha sido la fuente principal para la reconstrucción de su vida secular.
Cuatro años después, el 24 de septiembre de 1600, ingresó a la Orden de Carmelitas Descalzos, tomando el hábito en el convento de la ciudad de México. Recibió la profesión del vicario, fray Pedro de San Hilarión, el 29 de septiembre de 1601.
A la vida azarosa sucedieron los años de quietud dentro del claustro; a las pintorescas
aventuras marinas la frugalidad y la disciplina de la vida monástica, y al espacioso mar el recogimiento dentro de la celda. ¿Cómo se verificó este cambio tan determinante para la vida del inquieto Andrés de Segura?
Ya he citado la versión de fray Manuel de San Jerónimo, de que el ingreso en la religión lo hizo para cumplir la palabra empeñada en el momento de mayor peligro, cuando naufragaba en el canal de las Bahamas. Pero ya he señalado, asimismo, que existe la circunstancia de que fray Andrés, en ninguna parte del manuscrito, hace referencia a dicha promesa, que consecuentemente debe tomarse con duda.
Sin desconocer, desde luego, cierta inclinación de su espíritu hacia lo religioso, común a su época, me parece prudente hacer mención de otras raíces, menos devotas, que seguramente contribuyeron en su determinación de ingresar a una Orden mendicante: el claustro significaba, hacia 1600, los beneficios de una vida tranquila, y en muchas ocasiones cómoda, que sabemos de sobra fue el incentivo para que muchos se acogieran a la religión. Por otra parte, los conventos constituían importantes centros de cultura, y sus bibliotecas atesoraban no solamente libros de teología, sino también de ciencia y arte. Estas perspectivas, creo, determinaron al joven Andrés, pobre y carente de protectores poderosos, a tomar el hábito religioso, que le proporcionaba el acceso a toda suerte de estudios, ofreciéndole medios no fáciles de alcanzar en otras circunstancias.
Así inició su vida monacal, dejando su tiempo en las bibliotecas y en el cuidado material de los conventos, más inclinado a la literatura científica que a la religiosa, siguiendo siempre a Vitruvio y Alberti, con tanto entusiasmo y provecho que sus superiores, sin apreciar claramente su talento, pretendieron elevarlo hasta la ordenación sacerdotal, lo que él rehusó, prefiriendo conservar la categoría inferior de los legos. Este acto fue estimado por los biógrafos de fray Andrés como una demostración de humildad, porque los legos, respecto de los sacerdotes, eran tenidos en muy inferior jerarquía; pero a mi me parece que esa conformidad encubría, bajo la apariencia engañadora de la humildad, la verdadera vocación de Andrés: penetrar por el amplísimo campo de la arquitectura, con exclusión de cualquier otra actividad.
Su primera intervención como maestro de arquitectura data del año de 1606, al planear y dirigir el edificio para el Santo Desierto de Cuajimalpa, en que trabajó hasta el año de 1611, lo mismo trazando planos que asistiendo al levantamiento de muros y pilares. Fue durante estas labores que le ocurrió un accidente, que lo dejó lisiado para el resto de su vida, al caerle encima una pesada viga desprendida de la obra.
Por la misma época, hacia 1607, los carmelitas habían progresado bastante en la edificación del nuevo convento de San Sebastián, en la ciudad de México, pero el Definitorio no parecía muy conforme con la obra y la forma en que se había conducido, porque el hermano fray Andrés fue llamado a continuarla, haciéndole previamente minuciosas indicaciones.
Al principiar la segunda década del siglo, un acontecimiento vino a señalar el sendero por el que había de caminar la arquitectura carmelita, cuando menos durante algunos lustros: la Orden recibía sus nuevas constituciones, uno de cuyos capítulos prescribía las reglas con las dimensiones elementales que se habrían de guardar en los conventos, y como fray Andrés era encargado, pocos años más tarde, de la construcción del edificio para el Colegio de San Ángel, trasladó a sus planos las ordenanzas de las constituciones, con una sabiduría y una proporción tan bien concebidas, que dejó sentado en este monasterio el paradigma de los conventos carmelitas.
En los años siguientes, ninguna autoridad se aventuraría en obra arquitectónica alguna, sin haberlo consultado previamente con el lego arquitecto.
Hacia 1618, se inició la edificación del convento de Querétaro, obra suya también, según las crónicas, pero que muy poco aporta a nuestro estudio, por haberse perdido el original bajo posteriores reconstrucciones.
En 1629 se le ordenó emprender nuevas reparaciones, esta vez en Celaya y Valladolid, con muy poco intervalo entre una y otra.
En 1631, en plena madurez y en su completa capacidad de trabajo, se le empleó en la colosal tarea del desagüe de la capital, trabajando activamente en ello hasta 1642. Cabe suponer la redacción de sus manuscritos para esa misma década, pues los únicos que, por estar fechados, proporcionan alguna referencia, son lo informes sobre el desagüe, escritos entre 1631 y 1636, y una mención a fray Esteban de San José, en el folio 4v, de cuando fue general, que remite al mismo periodo.
En 1644 dejó los trabajos en el desagüe y se marcho a Salvatierra, para emplear los últimos años de su vida en una fecunda labor al servicio de la religión y del virreinato: la primera obra en ese lugar fue la construcción del monasterio de la Orden, cuya fundación tenían recientemente autorizada.
En 1646, durante la secuela de procedimiento judicial iniciado por la ciudad de Salvatierra contra el mayorazgo de López de Peralta, para precisar cuáles tierras del segundo quedaban comprendidas en la escritura de donación para fundar la ciudad, el Justicia Mayor, don Francisco Ceballos Bustamante, acudió a fray Andrés de San Miguel, para que hiciera la medición exacta de las tierras en litigio, en compañia del vecino Jerónimo Escamilla.
Y en 1650, siviendo con sus conocimientos al interés público, dirigió la construcción de un puente, financiado por la religión de los descalzos, para comunicar las dos orillas del río Lerma, falleciendo casi al tiempo de terminarlo, en 1652.

jueves, 24 de junio de 2010

Al encuentro con Cayetano Andrade

A propósito del 6° Encuentro de Escritores en Salvatierra

Al encuentro con Cayetano Andrade


Miguel Alejo López
Cronista de la Ciudad de San Andrés de Salvatierra


Salvatierra a través de su existencia ha sido pródiga en dar a la patria y al mundo escritores en todos los ámbitos de la literatura, desde la narrativa hasta la poesía, pero más pródigo ha sido su ambiente cultural que a la sombra de sus viejas casonas y apacibles conventos, cobija a todos aquellos que por alguna razón llegan para quedarse entre nosotros, y con el tiempo, se vuelven hijos adoptivos y predilectos de esta tierra, entre ellos, no pueden faltar los que ya traen en la sangre la vena de escribir, encontrando aquí el ambiente propicio para hacerlo y desplegar en todo su esplendor su arte y talento. Tal es el caso del Dr. Cayetano Andrade López

Nació en Moroleón, Gto. el 7 de agosto de 1890. A muy temprana edad radicó en Morelia, Mich. Hijo del Sr. Ramón Andrade y de la Sra. Francisca López. Ingresó a la escuela primaria en Morelia en 1896. Estudió en el Colegio de San Nicolás y obtuvo el título de Doctor en Medicina el 23 de enero de 1914. Como estudiante de la Facultad de Medicina se inició en el periodismo combativo al editar el periódico Policromía. En su vida profesional atendió varias cátedras en lengua y literatura en la Escuela Normal de Morelia y en el Colegio de San Nicolás. Su carrera política la inicio al ser nombrado concejal en el estado de Michoacán de Venustiano Carranza y posteriormente Diputado Constituyente en 1917. Diputado federal en las XXVII, XXXI y XLII legislaturas del Congreso de la Unión, en esta última se desempeñó por dos ocasiones como presidente de la cámara de diputados. Fue diputado también las XXXII y XXXIII legislaturas del estado de Guanajuato.

Como servidor público, fue supervisor de las escuelas de Morelia durante la administración del general Gertrudis Sánchez. Posteriormente fue nombrado director general de la Beneficencia Pública del D.F. y luego subsecretario de Salubridad. Durante el gobierno del presidente Adolfo López Mateos fue director de información de la Secretaría de Gobernación para pasar después al Diario Oficial de la Federación como director, puesto que desempeñó hasta su muerte en 1962.

El Dr. Andrade se ligó para siempre a Salvatierra al obtener su primera diputación federal por este distrito electoral. Nunca dejó a los salvaterrenses de la mano y las puertas de su despacho en la capital de la República estuvieron siempre abiertas para nuestros coterráneos. Los salvaterrenses tuvieron siempre en él, al gran benefactor desinteresado y leal, como nunca lo hubo. Diputado constituyente, miembro de varias legislaturas federales y locales, orador, poeta, médico insigne, profesor y periodista. Actividades que ejerció dignamente y sobresalió en todas ellas donde pudo saborear el triunfo del que nunca hizo vana ostentación.

Su obra bibliográfica está comprendida en sus libros: Antología de Escritores Nicolaitas, Remanso y Tramonto, y Anecdotario Nicolaita, publicados por la U.M.S.N.H. entre 1940 y 1941. Para los salvaterrenses escribió en las revistas Cauce y San Andrés, la primera auspiciada por el club de Zorros y la segunda por el Círculo de Salvaterrenses radicados en México, y en los periódicos locales Antena, El Puente y El Zorro. Escritor prolífico en temas de política, fue también el poeta más destacado de su generación en cuyos versos armoniosos se refleja su temperamento misántropo, raro e intensamente desencantado por las luchas con el amor, que clava sus flechas en su corazón.


Uno de sus poemas consentidos era:



ENMENDARÉ MI VIDA

Este soñar eterno de cosas imposibles,
esta larga cadena de inútil divagar
por todas las comarcas del país fantasía
me han mantenido a flote sobre la inmensidad,
donde bogan las nubes como ágiles bajeles
y no he estado en la tierra, donde debiera estar.

He perdido mi vida persiguiendo fantasmas,
de todas las quimeras caminando detrás.

De aquellos que conmigo iniciaron el viaje
hacia el ignoto rumbo del lejano ideal,
todos han arribado al edén presentido,
y han plantado la audacia de su enseña triunfal.

Sólo yo me he quedado al margen del camino
como objeto que arroja la corriente al pasar,
sólo yo me debato en fútiles tanteos,
extraviado en la noche, son bordón, ni fanal.

¡Enmendaré mi vida! ¡Dejaré los ensueños
y haré que la corriente me conduzca a la mar!

¡Enmendaré mi vida! Si el ensueño es la fuerza
que me mantiene a flote sobre la inmensidad,
donde bogan las nubes como ágiles bajeles
y no estoy en la tierra donde debiera estar,
a mis píes con bramante, fijaré fuertemente,
como hacen con un muerto que lanzan al mar,
una pesada piedra. –la prosa de la vida -.
que me sujeta al fondo de la realidad

1925

miércoles, 23 de junio de 2010

HISTORIA SALVATERRENSE: AÑADIDURAS Y RECONSIDERACIONES por Jesús García y García

Nuestro mercado Hidalgo y el primer centenario del grito de independenciaPor J. Jesús García y García

Cuando se aproximaba la celebración del primer centenario de la proclamación de la independencia de México, el régimen porfirista, inspirado en su tácito eslogan Conmemorar construyendo, preparó un ambicioso programa de inauguración de obras que incluía, en la capital del país, entre otras, el manicomio de la Castañeda en Mixcoac, sendas escuelas normales para maestras y maestros, la columna de la Independencia en el paseo de la Reforma (“El Ángel”), y el hemiciclo a Benito Juárez en el lado sur de la alameda central. Pero el programa se hizo extensivo a muchas localidades provincianas, de acuerdo con su importancia, sus recursos y el grado de compromiso de sus respectivas autoridades.
En ese contexto, a principios de 1909, el mayor de caballería don Enrique Montenegro, jefe político del distrito de Salvatierra, se puso la meta de construir un mercado en lo que era la plazuela Hidalgo, sacrificando la popular “fuente de los perros”, y al efecto encargó el proyecto arquitectónico respectivo al arquitecto Guillermo de Alba (tapatío, 1874-1935), autor en Guadalajara y Chapala de edificios ahora conservados por su valor artístico e histórico.
En la sesión que el Ayuntamiento celebró el 8 de febrero se presentó el proyecto, el cual fue turnado a las comisiones de Salubridad y Mercados unidas, integradas por el doctor Ramón Ruiz y don Rafael Nieto, respectivamente, las cuales dos semanas después solicitaron la aprobación incondicional.
A mediados de 1909 el arquitecto mencionado (aquí se le denominaba ingeniero) ya estaba dirigiendo la construcción. El Ayuntamiento obtuvo de la Secretaría de Gobierno de la entidad, con fecha 16 de ese julio, la autorización para invertir en la obra del mercado todos los sobrantes presupuestales que se obtuvieran hasta el día del centenario patrio.
Durísimo compromiso se echó a cuestas Montenegro en tiempos en que las fuentes de ingresos municipales eran tan exiguas. Y se quería que la inauguración del mercado fuera precisamente el l6 de septiembre de 1910.
Mucho del material necesario (especialmente piedra y arena) fue allegado a la obra mediante el sistema de “faenas” organizado por el Jefe Político, y hasta se cuenta que, por férrea disposición de éste, toda persona que entraba a la ciudad —montada o a pie— debía hacerlo llevando en la mano una piedra de un tamaño cercano a cierta medida previamente señalada.
Señalo aquí algunas de las incidencias ocurridas en la financiación, construcción, estreno y denominación del edificio de marras. La principal fuente de información de primera mano es el libro de actas de las sesiones del H. Ayuntamiento, correspondiente al año de 1910.
En la sesión ordinaria verificada a las 12 doce del día el 14 catorce de mayo de 1910, bajo la presidencia del ciudadano Enrique Montenegro, jefe político del distrito, con asistencia de los ciudadanos munícipes Lic. Antonio R. Villagómez, Dr. Ignacio Manríquez, Rafael Nieto, Dr. Joaquín Castillo, Rosalío Lira y Eliseo Zamudio, “el Ciudadano Presidente manifestó que están ya muy próximas las fiestas que deben celebrarse con motivo del Centenario de la Yndependencia Nacional, y que convendría se inaugurara entonces el Mercado en construcción, lo cual sólo podrá verificarse obteniendo un empréstito de $ 15,000.00 ¢ de alguna Ynstitución de Crédito, con cuya suma quedará terminada dicha obra, pues sólo falta la techumbre, el pavimento y una parte de la fachada principal. Puesto al debate lo anterior, desde luego fue aprobado por unanimidad, y después de prolongada discusión recayó el acuerdo siguiente: ‘El Ciudadano Lic. Don Joaquín Obregón González, Gobernador Constitucional del Estado, siempre ha trabajado con empeño por el progreso y engrandecimiento del mismo; a su decidida protección y poderoso influjo débense las magníficas mejoras materiales llevadas a cabo bajo su recta y sabia administración: algunas de ellas son verdaderamente colosales y otras de menor categoría, pero todas importantísimas. En el orden material esas obras, cuya magnificencia admiran propios y extraños, son los testimonios más elocuentes y tangibles del genial espíritu de progreso de tan ilustre Gobernante.- En Salvatierra también se ha dejado sentir su benéfica y valiosa ayuda: a él se debe el Mercado que actualmente se construye en esta ciudad y que estará terminado muy pronto; pero, como está exhausto el Erario Municipal, no es posible concluir dicha obra para que se inaugure en las próximas fiestas del Centenario de la Yndependencia Nacional, y deseando esta Corporación que se inaugure en esas fiestas, respetuosamente suplica al Primer Magistrado del Estado se digne otorgarle la autorización necesaria para solicitar del Banco de Guanajuato un empréstito en cuenta corriente hasta la suma de $ 15,000.00 ¢, quince mil pesos, con cuya cantidad podrá terminarse la obra de que se trata; bajo el concepto de que dicho crédito será pagado dentro de un plazo de dos años, quedando autorizado el C. Enrique Montenegro, Jefe Político del Distrito y Presidente del H. Ayuntamiento para representar a éste y aceptar en su nombre el empréstito mencionado; en la inteligencia de que si fuere necesaria otra firma para el documento respectivo, quedan autorizados todos y cada uno de los señores Munícipes para firmar, indistintamente a elección del Banco, en representación del H. Ayuntamiento.- Transcríbase este acuerdo al C. Gobernador del Estado’”.
Durante la sesión ordinaria del 16 de julio del mismo año se dio a conocer al Ayuntamiento el siguiente asunto: el tesorero municipal, “en oficio fecha 30 de junio último acusa recibo de dos mil pesos que se le remitieron por cuenta del Banco de Londres y México, Sucursal en Guanajuato, cuya Ynstitución abrió una cuenta corriente al H. Ayuntamiento de esta ciudad hasta por quince mil pesos, bajo la responsabilidad del C. Gobernador del Estado, con cuya cantidad se terminará el Mercado que está construyéndose en esta población”.
El 13 de septiembre, durante la sesión ordinaria, se leyó un oficio del tesorero municipal, por el que manifestaba “haber recibido por cuenta del Banco de Londres y México, Sucursal en Guanajuato, la cantidad de $ 2,000.00 ¢ dos mil pesos, para los gastos del Mercado en construcción”. Y luego se dio a conocer otro comunicado, también del tesorero municipal, “en el que acusa recibo de las suma de $ 11,000.00 ¢, once mil pesos, por saldo de los $ 15,000.00 ¢, quince mil pesos, que el Banco de Londres y México, Sucursal en Guanajuato, facilitó a esta H. Corporación para los gastos del Mercado en construcción”. Y en los asuntos de trámite de este mismo día, “el C. Presidente manifestó que, estando para terminarse el Mercado en construcción, propone se acuerde el nombre que deberá llevar.- Oída y aprobada sin debate alguno la proposición anterior, por unanimidad se acordó lo siguiente: ‘En virtud de los grandes servicios que ha prestado al Estado el integérrimo Gobernante C. Lic. Joaquín Obregón González, y de la valiosa ayuda que en particular ha impartido a esta ciudad impulsando de una manera decidida las mejoras materiales, como un homenaje de gratitud al ilustre Señor Gobernador, se acuerda por unanimidad que el Mercado lleve el nombre siguiente: «Mercado Joaquín Obregón González». Mándese fijar una placa conmemorativa, para su debido cumplimiento. Comuníquese al Primer Magistrado del Estado’”.
En la sesión ordinaria del 18 de noviembre de ese 1910 se dio lectura al siguiente documento: “Del C. Secretario de Gobierno: Su oficio fecha 24 de septiembre próximo pasado, girado por la Sección de Gobernación, en el que comunica que, enterado el C. Gobernador del acuerdo de esta H. Corporación, relativo a que el Mercado de esta ciudad lleve el nombre de tan ilustre Gobernante, da las más expresivas gracias por esta muestra de adhesión y simpatía”.
Sesión ordinaria del 3 de diciembre siguiente: “A continuación el C. Presidente manifestó que, siendo necesaria la mayor vigilancia a las carnicerías y tocinerías, propone que éstas sean trasladadas al Mercado Joaquín Obregón González, de esta ciudad, próximo a inaugurarse, y se modifique la Tarifa no. 4 del Presupuesto, en lo relativo a los ramos mencionados, para que empiece a regir desde el mes de enero de 1911.- Aprobada por unanimidad dicha proposición, se acordó pedir al Congreso del Estado la reforma de la precitada tarifa […] Siguiendo el C. Presidente con el uso de la palabra, manifestó que a fin de cubrir algunos documentos importe de lámina y otros útiles para el Mercado, y estando, como es sabido, sin fondos la Tesorería Municipal, propone también se solicite del C. Gobernador del Estado su aprobación para ampliar hasta $ 2,000.00 ¢ el adeudo de $ 15,000.00 ¢ que se tiene en cuenta corriente con el Banco de Londres y México, sucursal en Guanajuato, y pedir al Supremo Gobierno la autorización para remitir como abonos al expresado Banco los sobrantes de la Tesorería, toda vez que el Mercado en breve se pondrá al servicio público y aumentarán las rentas del Erario Municipal.- Aprobado por unanimidad, se acordó hacer al Gobierno del Estado la solicitud correspondiente para su sanción”.
Doy la última transcripción del libro de referencia: “Sesión ordinaria verificada el 30 de diciembre de 1910 [...] la Secretaría dio cuenta con los asuntos siguientes: [Oficios mandados pasar al archivo] De la Sucursal del Banco de Londres y México, en Guanajuato. Su carta fecha 13 del actual en la que acompaña el pagaré por $ 20,850.00 ¢ a cargo de esta H. Corporación, para que sea requisitado debidamente y se le devuelva.- Su carta fecha 27 del propio mes, en la que remite cancelado el pagaré por $ 15,000.00 ¢ y una carta-aviso de la nueva cuenta por $ 20,000.00 ¢ .- Asuntos de trámite.- Del C. Secretario de Gobierno. Su comunicación fecha 23 del mes en curso, girada por la Sección de Gobernación, en la que manifiesta que el Gobierno tuvo a bien ampliar hasta $ 20,000.00 ¢ el adeudo de quince mil que tiene esta H. Corporación con la Sucursal del Banco de Londres y México en Guanajuato, así como autorizar a esta misma Corporación, para que haga los abonos correspondientes con cargo a los sobrantes de la Tesorería de esta ciudad.- Enterado y transcríbase a la Tesorería”.
Pero la revolución había estallado y para el 13 de junio de 1911 aún no se inauguraba el mercado. En esa fecha un conjunto de ciudadanos dirigió al C. Presidente del H. Ayuntamiento el siguiente escrito: “Los que suscribimos, todos vecinos de los cuarteles 1º., 2, 4 y 5 de esta Ciudad, ante esa Honorable Asamblea respetuosamente exponemos: que en virtud de no estar terminadas las obras del Mercado ‘JOAQUÍN OBREGÓN GONZÁLEZ’ y de estar las vendimias en calles harto estrechas, nos permitimos llamar la atención de esa Respetable Corporación a fin de que cambie los puestos que contienen dichas vendimias a donde anteriormente estaban, es decir, a la ‘Plaza de la Constitución’ todos o parte de ellos cuando menos, para contrarrestar el inmenso perjuicio que en ese cambio ha sufrido todo este vecindario, así como las negociaciones en él establecidas.- Como lo que solicitamos es de estricta justicia, a la Docta Asociación suplicamos se sirva proveer de conformidad.- Protestamos lo necesario.- Sufragio efectivo, no reelección. Salvatierra, 13 de junio de 1911.- Jesús Soto, E. Mosqueda, B. Ledesma, A. Mercado, P. Ramírez, Francisco de la Mora, Remigio Villafuerte, Ramón Soriano M., Rafael Nieto, Ciro F. Niño, F. Gómez, E. Galván, M. Alcántar, B. Soriano F., F. Almanza, Francisco Moreno, J. Jesús Gracián”. La autoridad anotó a mano al margen de este escrito el acuerdo relativo: “Contéstese que habiendo cambiado las vendimias a la plazuela del Carmen y estando próxima la inauguración del mercado, no es conveniente el cambio que solicitan”.
Para entonces había ya otro problema: surgió el repudio a los hombres del régimen porfirista, y, aunque la ayuda de Joaquín Obregón González ciertamente fue determinante en el caso que nos ocupa, muchos no querían que el mercado llevara su nombre, máxime que había sido una obra concebida para conmemorar el centenario de la proclamación de la independencia nacional. Así, ocho días después del escrito copiado en el párrafo anterior, fue dirigida al C. Presidente Municipal doctor Francisco Díaz Barriga (el primero de la época revolucionaria) este otro: “Todos los que suscribimos, ante Ud. con el debido respeto, suplicamos se sirva mandar, en lo que sus atribuciones le concedan, dado el carácter a que lo ha elevado la voluntad del pueblo ansioso de libertad, cambiar el rótulo de Mercado Joaquín Obregón González que por fraude exclusivo del representante de la extinta dictadura tan mala nota da, por el legítimo de Mercado de la Independencia, Centenario o Hidalgo, esto a juicio del Municipio.- Esperamos de sus relevantes cualidades: honradez y patriotismo, no desoirá nuestra justa demanda.- Sufragio Efectivo. No reelección.- Salvatierra, junio 21 de 1911.- Elpidio Ruiz, Rafael Reséndiz, Socorro Pérez, José Díaz, J. C. Martínez, Jesús Martínez, Antonio Granados, Elías Rocha, Juan Benet

, Donaciano Guevara, Jesús Ledesma, F. Zavala, J. Refugio Gómez, Agustín Rodríguez, Diego Ruiz Nieto, Trinidad Ortega, Pedro Pérez, Antonio Arredondo González, Juan Ocampo, J. J. Castillo, R. Malagón, José G. Lagunas, Abundio Macías, Zacarías Martínez, Pantaleón Ruiz, M. Romero, R. M. Albarrán, J. J. Ramírez Sosa, F. Martínez, Ciro F. Niño, M. Alcántar, D. Coyt, J. F. Galván, P. Ramírez, P. O. Mejía, Octaviano Páramo, J. G. Ruiz P., Elías G. Rodríguez, J. Nieto, J. Martínez Soto, J. R. Mendizábal, P. Ramírez, Cayetano Ramírez, J. Jesús Ortiz, Ramón Soriano M., Rafael Ortiz, F. Almanza, Jesús A. Ruiz, J. N. Anguiano, José Serrano, I. Zamudio, A. Zamudio, R. Villafuerte, Juvencio Guzmán, Manuel A. Aguilar, Aurelio Zavala, J. J. de la Mora, José Thomas, R. Calderón, Rafael García, B. Aguilar, Ramón Murillo, E. Lira, G. Carrillo, Eulalio Jurado, Manuel Figueroa, J. Refugio Álvarez, Francisco de la Mora, Rafael Villagómez, Emerenciano Guzmán, J. Trinidad Ruiz, J. Rosillo R., Francisco Calderón, Isidoro Rentería, Guadalupe Medina, Narciso Pérez, José D. Vega, J. Z. Martínez, J. Nicanor Carrillo, Juan N. del Río, Jesús Vera, Mariano Vélez, J. Carmen Yáñez, Francisco de la Torre, Antonio Rojas, Isidro Rojas, Esteban Guevara, Basiliso Vázquez, Carlos Quintana, Marcos Rosillo, Miguel Quintana, Román Canchola, Genaro Pérez, A. de P. Pérez, José Castillo, Miguel Rodríguez”.
Por fin, el mercado fue inaugurado en 1912 en forma discreta. Entre los primeros locatarios estuvieron: Ángel García con una peluquería; Federico Aguilera con un tendejón; Jesús Nava con un tendejón; Leopoldo Villagómez con un tendejón; Trinidad Pérez, Severiano Velarde y Vicente Arenas con sendas zapaterías; J. Carmen Martínez con una talabartería; Roberto Pérez Vargas con un tendejón; Miguel Chimés con una tienda, y Luciano Valle y Reyes Corona con relojerías. Entre los más antiguos carniceros establecidos en el interior encontramos a Antonio Pérez, Gregorio Aguilar, Marcos Rosillo, Bruno Pérez, Rafael Lanuza, Martín Pérez, Romualdo Hernández, Miguel Quintana, Emilio Morales, Mucio Flores y Nemorio Loé.
La suerte no me ayudó para hallar el proyecto original de la obra multicitada. No se sabe cuándo el arquitecto de Alba dejó de intervenir en la construcción ni si ésta se ajustó finalmente a la concepción original. No se ha hallado, tampoco, presupuesto alguno y mucho menos un cálculo del valor total de la obra incluyendo aquellos materiales por los que el municipio no emitió pago en efectivo. El mercado costó más de veinte mil pesos, pero nunca se sabrá qué tanto más.

martes, 22 de junio de 2010

Literatos, comerciantes, profesionistas y promotores culturales estatales y municipales en el 6ª Encuentro de Escritores de Salvatierra, Gto.

El encuentro de escritores en Salvatierra hoy está siendo publicitado. En la mañana apareció este banner sobre el evento de literatura, y un carro de sonido recorre las calles anunciando que las actividades del viernes y sábado serán en el patio de la escuela de música del municipio.
Los empresarios de la ciudad son especialmente señalados como artífices que han hecho posible el encuentro de escritores, sin embargo, la presión para que el director del Instituto de la Cultura de Guanajuato, Juan Alcocer, aceptara su realización provino de un grupo de escritores encabezados por Pablo Paniagua y que fueron dados a conocer en el blog de La Rana Culta en el mes de marzo.
Por la rebelión de los escritores inconformes, en su mayoría radicados en Guanajuato capital, Juan Alcocer recompuso la expulsión que tenía de los encuentros de escritores en su plan anual de actividades. Incluso será el funcionario público de mayor rango que inaugure el encuentro el próximo viernes.
Herlindo Velázquez aceptó organizar las jornadas poéticas a pesar de que sus compañeros de otros años rechazaron participar porque el presupuesto público se redujo a $11,000.00, cuando en el último encuentro recibieron un financiamiento de $300,000.00.
La franciscana labor literaria de Herlindo recibió apoyo de comerciantes y prestadores de servicios, con un financiamiento de $20,000.00 al que le agregó $5,000.00 de su bolsa pecunaria particular. Las finanzas están débiles y decaídos los ánimos, como lo indica el banner que lleva todo el día sin ser arreglado en el cruce de las calles de Madero e Hidalgo.
Ahora que el apoyo de los recursos financieros del presupuesto fiscal del Estado se limita al otorgado por el IEG, bajo presión del gremio cultural, es de felicitar a Herlindo por su compromiso con los escritores de Guanajuato, por haberle tomado positivamente el ofrecimiento que por teléfono le hiciera Raúl Bravo, quien le preguntó que si harían el encuentro de escritores, pregunta con la que ha logrado la distención del clima de protesta motivado por el abandono del IEC en el fomento a la lectura y promoción de los autores literarios del estado.
Los autores que acepten la invitación de venir a Salvatierra a leer su nuevos materiales literarios, les deseámos las mejor experiencias estéticas con el público, y que reciban la más esmerada atención de los prestadores de servicios turísticos de la ciudad.
Y un reconocimiento a los comerciantes y profesionistas salvaterrenses solidarios con esta jornada cultural, que en otras tareas de identidad comunitaria, también han apoyado.
Y que no se canse Herlindo, la promoción cultural es así, lo insólito y extraordinario fue que tuviera presupuestos tan altos en los encuentros anteriores de escritores.

lunes, 21 de junio de 2010

La etnobiodiversidad de la fiesta del Buen Temporal de Salvatierra, Gto., decaída en su riqueza cultural

Las fiestas del Buen Temporal dedicadas al Señor del Socorro en el barrio de San Juan Bautista en Salvatierra, son una celebración emblemática del regocijo por la biodiversidad del Valle de Guatzindeo.
El barrio indígena levanta seis arcos adornados, colocan la imagen de Cristo crucificado en la parte superior donde culmina el ornato de los pilares de madera y el semicírculo cubierto de arbustos, flores, frutas, verduras y granos que se cultivan en los campos de la localidad.
Una interpretación teológica apunta hacia la expresión didáctica del argumento del obispo franciscano san Buenaventura sobre las seis iluminaciones del itinerario de la mente a Dios. La primera iluminación de la prueba de la existencia de Dios son las flores y frutos del campo. Los indígenas del barrio de San Juan fueron evangelizados por los franciscanos y el casique fundador Juan Miguel, cooperó generosamente con las finanzas para los materiales y los trabajos de construcción del convento de San Buenaventura.
La interpretación se complementa con el origen de la rica biodiversidad de los frutos de la naturaleza que adornan los arcos del buen temporal. Los carmelitas descalzos trajeron, de su convento de San Joaquín, las diversas plantas europeas que aclimataron, para el nuevo continente, en sus extensas huertas de Coyoacán.
Los arcos de frutas de la fiesta indígena sorprendían a los visitantes al contener como adorno uvas, fresas, chayotes, calabazas, mazorcas de maíz rojo, amarillo, blanco; trigo, cañas de azúcar, dátiles, granadas chinas, higos, granadas rojas, jícamas, melones, piñas, papayas, sandías, cacahuates, cebollas, jitomates, tomates, ajos, guayabas, limones, naranjas, mandarinas, lechugas, nueces, aguacates, ciruelas, chiles, vainas de mezquites, guanabanas, zapotes, mangos, zanahorias, camotes, garambullos, tejocotas, capulines, zarzamoras, tunas, rábanos, flores de girasol, rosas, claveles, margaritas, zempanzuchil y todos los frutos eran presentados como productos que crecían en el valle de Guatzindeo.
La expresión que acuñaron los agricultores del valle simplemente decía: "Todo lo que se siembra en Salvatierra se dá". Todas las plantas que trajeron los sabios carmelitas descalzos crecieron abundantemente en los campos del municipio, en los grandes patios y en las pequeñas huertas de las casonas de la ciudad.
Las guayabas eran abundantes en su diversidad genéticas, la cual se refleja en los nombres que existen para designar las variedades: puerqueras, de algodón, de leche, de agua, rosadas, peruanas y otros veinte nombres más. Los injertos de la guayabas fueron una actividad de investigación especial de los frailes carmelitas, dadas las propiedades medicinales de las guayabas, sobre todo por ser curativas de las enfermedades gastrointestinales tan difundidas en una época de insalubridad del agua.
El aprecio de nuestro patrimonio cultural etnobiológico debe ser conservado en todo su esplendor, y una de las manifestaciones estelares lo representan los arcos de frutas en las fiestas del Buen Temporal, por lo que se debe cambiar la forma de recolectar frutos, que en estos tiempos han sido proporcionados por la caridad de los locatarios del mercado Hidalgo para las familias que tradicionalmente los tejen y los arman, reduciendo la riqueza de adornos que proporciona la diversidad de frutos en los arcos, pues por otro lado el comité organizador, ha aumentando la cantidad del dinero de las cooperaciones en el pago de las bandas de viento para promover una mayor consumo de cervezas y vinos durante la alborada, olvidando el sentido místico de la fiesta que nace por la necesidad de pedir el buen temporal y agradecer las cosechas habidas en el año mediante rezos cantados en la adoración nocturna del Señor del Socorro.
Una fiesta más a la tricentenaria celebración del Señor del Socorro.

sábado, 19 de junio de 2010

Las fiestas de la Virgen del Carmen son tricentenarias para la ciudad y las más concurridas.


El próximo mes de julio es la fiesta de la Virgen del Carmen en Salvatierra. El convento de San Ángelo Mártir y la explanada Agustín de Carranza y Salcedo, son el espacio de la más grande celebración dentro de las calles de la ciudad. La tradición sigue el precepto del carmelo teresiano: coro y recreación, luego del novenario, las peregrinaciones, la Eucaristía viene la verbena popular por las noches, con un gran derroche de recursos musicales, tanto bandas de viento como mariachis y grupos modernos, financiando la algarabía los devotos carmelitanos, particularmente compuesto por los comerciantes del centro.

La concurrencia a las festividades del novenario es multitudinaria, por ello debe reforzarse el sentido artístico de la celebración patronal con la música y la poesía de los místicos españoles que tanto influyeron en los poetas religiosos de Salvatierra: José Luz Ojeda, Federico Escobedo y Ana María de López Tena.

Pongo como ejemplo tres videos de youtube que ilustran cómo se puede aprovechar de manera congruente el arte carmelitano de todos los tiempos.

La película de san Juan de la Cruz se puede proyectar un día en la explanada del Carmen bajo la metodología de cine club, con presentación técnica de la producción, análisis de la trama y sesión de comentarios, he aquí la dirección:


La música de los trovadores místicos se puede presentar dentro del templo dedicado a san Ángelo Martir, el "Cántico Espiritual" de san Juan de la Cruz es un ejemplo inmejorable de un arreglo musical realizado por el trovador Amancio Prada, y contiene una potencialidad multicultural de goce estético atractivo tanto a devotos teresianos como a personas estudiosas de poesía y filosofía que abundan en la región del Bajío:


La ciudad en si misma, en su traza urbana colonial, contiene rincones arquitectónicos apropiados para ser escenario cinematográfico de videos recreando los poemas del carmelo teresiano. Aquí en Salvatierra, muy bien se pueden producir de manera doméstica e incluírlos en la promoción de las fiestas de la Virgen del Monte Carmelo a través de los programas de las nuevas tecnologías de la información, un ejemplo de cómo en la Ciudad de México tomaron imagenes de sus monumentos para realizar un video del poema mayor de la Santa de Ávila, "Sólo Dios Basta":


El propósito de incorporar estos elementos de cultura clásica será atraer visitantes a las fiestas de julio y concientizar sobre la importancia del patrimonio cultural intangible de la ciudad, y la obligación comunitaria de restaurar el oratorio del Niño de Praga y rescatar lo que fue en la época colonial el claustro mayor, para convertirlo en un espacio de sociabilidad cívica y meditación sobre la conservación de la identidad comunitaria del municipio de Salvatierra.