martes, 13 de abril de 2010

La utopía de la Orden Franciscana de los Hermanos Menores en Salvatierra.


La Orden de los Hermanos Menores de san Francisco de Asís edificaron el convento de San Buenaventura siguiendo la concepción de su Hermano fundador, que hoy denominamos de visión ecológica. Una concepción austera del interior del templo y convento, jardines en el frente donde predicar el Evangelio para que lo escuchen las plantas y aves del cielo y extensas huertas para la meditación durante el trabajo. Como podemos apreciar en la imagen, se encuentra la estatua del san Francisco con el hermano lobo detrás de la puerta. Al fondo, la torre de la capilla de san Antonio, cuya sacristía fue el segundo templo, que en su orientación primitiva estaba la puerta hacia uno de los costados de la actual, pues hacía allá se asentaba la primera población de españoles, llamada el Pueblito, y que habían sido traídos de Valladolid, para que hicieran funcionar los tres molinos de trigo, pues la mano de obra indígena carecía de esas competencias de trabajo industrial. Luego, cuando se trazó la ciudad, la capilla fue reorientada hacia la plaza mayor. El templo mayor de San Buenaventura, cuya torre se alza imponente, se terminó de construir hacia 1710.
Propiamente, los franciscanos se dedicaron a dirigir la parroquia de Salvatierra, tuvieron una pequeña hacienda agrícola, llevando sus principales tareas sociales dedicadas a la enseñanza de la instrucción elemental y administrando los asuntos del santo tribunal de la Inquisición.
La utopía de los pueblos-hospitales de don Vasco de Quiroga,  primer obispo de Michoacán, y de fray Juan de San Miguel, definieron la tarea de los franciscanos en Salvatierra, donde en un inicio, en 1560 construyeron un convento, como lugar de descanso, cura y reparación de las fatigas de la vida, de manera hopitalaria y pacífica, para los indígenas del valle de Guatzindeo, cuyo funcionamiento concluyó en 1595, con la defunción del hermano lego fray Juan Lozano, conocido como "fray gallina"; así llamado por el llanto constante que derramaba al ver cómo llegaban de maltrechos y lacerados los indígenas al puesto donde los curaba y alimentaba, en el convento hospitalillo de la hacienda de San Buenaventura.
Francisco Agustín Esquivel y Vargas, nacido en 1715, en la casa que está retratada en la contra esquina de la del templo franciscano, fue uno de los más sobresalientes alumnos de los Hermanos Menores, llegando a ser doctor en Teología por la Real y Pontificia Universidad de México, rector del seminario de Valladolid y fundador de la parroquia del Señor de la Piedad, en Michoacán.
La guerra religiosa convirtió en mártires a tres de sus frailes, cuyo museo se encuentra en el convento y, en las bóvedas del recibidor, iniciaron las tareas de impresión de los documentos evangelizadores para toda la provincia de franciscana de San Pedro y San Pablo de Michoacán, siendo dirigida por notables escritores que animaron el ambiente cultural de la ciudad, en los años cincuenta y sesenta del siglo XX.
La utopía franciscana de crear comunidades semejantes a las comunidades primitivas del cristianismo en Salvatierra, fue un ejercicio inicial que cimentó el significado social que simboliza la estatuilla indígena de la Virgen de la Luz, que se venera por su papel de estandarte conciliador y pacificador de la ciudad, y de México en varios episodios de la historia nacional.

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