La casona salvaterrense esta diseñada como un espacio para fomentar la virtud, con transparencia de la convivencia entre los integrantes de la familia, y con los sirvientes y visitantes, donde los padres no permitían la mención a la sexualidad. Por la cercanía de los templos, las familias eran muy temorosas de Dios, además de ser, a su vez, facilmente visibles en el cumplimiento de sus deberes religiosos.
Santa Teresa de Jesús traslada los lugares de oración hacia las casas de los devotos, considerando a la familia como una iglesia donde se enseña la virtud y el temor de Dios, así lo expresa en la descripción de la tercera morada en su obra "Castillo Interior":
"son muy deseosas de no ofender a Su Majestad ni aun de los pecados veniales se guardan, y de hacer penitencia amigas, sus horas de recogimiento, gastan bien el tiempo, ejercítanse en obras de caridad con los prójimos, muy concertadas en su hablar y vestir y gobierno de casa, los que las tienen."
Para los salvaterrenses devotos de la Virgen del Carmen, la casa es un templo, un santuario de formación en la virtud y en la fuerza para no caer en el pecado, sobre todo en los veniales.
Los oratorios familiares son una forma de seguir la vida espiritual de las enseñanzas de los carmelitas que fundaron la ciudad.
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