martes, 13 de julio de 2010

Crónica del teatro Ideal

El demolido teatro Ideal

Por J. Jesús García y García


    No era feo, era horrible, a mi juicio. Quizás me lo pareciera así porque su estilo —si es que podía hablarse de alguno— desarmonizaba tajantemente con todo aquello que físicamente le quedaba cercano. Hoy que han pasado los años lo considero una temprana —y fallida— prefiguración del “estilo Disneylandia”.

    Pero, además, el “Ideal” atentaba contra la traza urbana que para nuestra ciudad dictaron los fundadores. Véase, a este respecto, lo que nos relata Vicente Ruiz Arias en su “Historia civil y eclesiástica de Salvatierra”: que en 1651 el corregidor don Diego Bracamonte Dávila, el alguacil mayor don Agustín de Carranza Salcedo y los alcaldes ordinarios Cristóbal Estrada Balbín y Miguel Piña y Molina tomaron el acuerdo de que se formaría una plaza en el solar frente al atrio del convento [del Carmen], el cual se había entregado a don Antonio Macín (actualmente corresponde a la plaza Agustín de Carranza Salcedo) y otro solar que se le había entregado a doña María de Carranza Carriedo, hija legítima del alguacil mayor, quien tenía el sitio de la plaza que fue del antiguo jardín de Zaragoza; y como se les quitó la mayor parte de estos predios, se les dio al lado poniente otros solares con el frente a la calle principal (Hidalgo) y de fondo hasta el río, para lo cual se les dio posesión y testimonio ante el escribano público don Antonio Guerra. Dicho asunto ha sido vuelto a tratar en este blog por el cronista de la ciudad Miguel Alejo López, bajo el título “La visión de los Religiosos Carmelitas sobre traza urbana de la ciudad de Salvatierra”.

    Gracias al cielo tuvimos un gobernador estatal de nombre Juan José Torres Landa, quien durante su gestión (1961-1967) implantó su, con toda justicia famoso, “Plan Guanajuato”, que incluyó la remodelación, con meritoria visión estética, de los principales centros urbanos de la entidad. Y abajo fue a dar el teatro Ideal, al que para entonces ya le dolía irreversiblemente toda su estructura.

    La demolición del adefesio se hizo en 1964 y el estreno oficial de la flamante plaza Agustín de Carranza Salcedo fue el 9 de febrero de 1965. El discurso inaugural corrió a cargo del ilustre salvaterrense fray Eliseo Ruiz González, quien, al par que encomiaba los méritos del gestor de la fundación de Salvatierra, contó la historia de la compra-venta de un lote urbano (podemos suponer que el mismo que había poseído don Antonio Macín), según escritura fechada en 1663, operación en la cual se especificaba que ese lugar estaba destinado única y exclusivamente para plaza pública. Y terminó su alocución afirmando que con la demolición del teatro Ideal “se restituyó a la plazuela su prístino estado, cumpliéndose así la condición impuesta de que en el solar nunca se ha de fabricar casa ni otra cosa. Por consiguiente, debe continuar siendo plaza mientras la ciudad exista”.
Pero, a fuer de justicia, debemos reconocer que el adefesio nos prestó innegable utilidad. En él pudo el público salvaterrense conocer el cine (primero mudo, después parlante y ampliamente sonoro), recrearse con representaciones teatrales y otros espectáculos de salón, así como asistir a festivales conmemorativos, convenciones políticas, etcétera. Don Luis Castillo Pérez (“Recuerdos gráficos de mi tierra”) nos informa que el recinto “se inauguró el 14 de octubre de 1914 con la compañía de María Caballé, presentándose la obra ‘El encanto de un vals’, continuando las funciones de estreno una semana”.

    Las gestiones para la construcción del edificio las empezó don Flavio Gómez el 19 de octubre de 1912, cuando el doctor Francisco Díaz Barriga era el Jefe Político (el primero de la era revolucionaria), y el acuerdo favorable fue emitido por el Ayuntamiento el 21 de noviembre del mismo año citado. Seguramente el peticionario habrá invocado el beneficio que tendría Salvatierra con el establecimiento de un centro de pública diversión, ésta como una manera planeada para el refresco terapéutico del cuerpo y la mente, ya que el entretenimiento es importante porque ayuda a mantener un equilibrio en la vida entre los deberes y ocupaciones, y una salud física y mental. Pero también jugaba en aquel empeño la perspectiva de un negocio jugoso.

    El 12 de febrero de 1913, ante el ciudadano licenciado Agustín Lira, Juez letrado del Partido, encargado del Protocolo Municipal, comparecieron de una parte el ciudadano don Flavio Gómez, y de otra los ciudadanos concejales doctor Joaquín Castillo, profesor don Juan Ocampo y don Mariano Juárez, con el fin de formalizar la concesión que el H. Ayuntamiento local previamente acordó otorgar al señor Gómez para la construcción y explotación de un salón de espectáculos. De entre muchas cláusulas condicionantes propias de un contrato de esta especie destaco las cinco expresadas al inicio: “Primera. El Ayuntamiento de esta Ciudad cede a Don Flavio Gómez, por el término de veinte años, el uso gratuito de una extensión de terreno en la superficie que forma la plazuela del Carmen, siendo la forma de esta extensión un cuadrilátero de diez y siete metros de base por treinta y tres de altura, trazada esa figura geométrica de oriente a poniente, con vista al primer punto mencionado sirviendo de límite sur a ese cuadrilátero una línea recta paralela a la que une a la casa del Señor Olace a la esquina del portal de ‘La Puerta del Sol’, trazada aquella a un metro de distancia de ésta. Segunda. Don Flavio Gómez se compromete a construir en el sitio indicado, por sí mismo o por medio de la Compañía que al efecto organice, compuesta previamente de vecinos de la Ciudad, un edificio de madera, concreto o tabique, con techo de material ligero, como ruberoide o alguno otro del mismo estilo, convenientemente adecuado, con foro, patio, plateas y galerías para los espectadores, según el plano que tiene presentado, empleando material de primera calidad y haciendo dirigir la construcción por ingeniero competente que garantice la solidez del edificio, el que deberá tener todas las seguridades que invoca la ciencia para el resguardo de las vidas y de los concurrentes. Tercera. El señor Gómez se compromete a construir una banqueta de un metro de ancha alrededor del edificio; y la caseta que se propone construir para la instalación de un aparato cinematográfico será cubierta de un material incombustible interiormente, a fin de evitar un peligro de incendio. Cuarta. El Ayuntamiento se compromete a formar un jardín frente al edificio que construya el señor Gómez, cuyo jardín debe ocupar el sobrante de la plazuela haciéndose todos los gastos por cuenta del Municipio, hasta dejarlo en su completo desarrollo y embellecimiento; y a la vez el señor Gómez se compromete, una vez en ese estado, a cuidar de su conservación por su propia cuenta. Quinta. Durante el tiempo de la presente concesión, el edificio estará exento de toda contribución municipal, con excepción de la de espectáculos, por lo cual sólo pagará el señor Gómez, invariablemente, la de un peso por cada uno, de cualquiera clase que sea, con los recargos actualmente en vigor o que en lo sucesivo se decreten por la Federación o el Estado”.

    Doce días después, el 24 de ese febrero, ante Daniel Moreno, Juez Único Municipal, por impedimento legal del C. licenciado Agustín Lira, Juez letrado del Partido, encargado del Protocolo Municipal, se presentó un grupo de connotados vecinos de la ciudad con el fin de constituir legalmente una sociedad anónima que quisieron que se denominara “Sociedad Recreativa de Salvatierra”, cuyo objeto sería la construcción y explotación de un teatro-salón de acuerdo con la concesión que le fue otorgada por el Ayuntamiento de la ciudad al señor don Flavio Gómez. 

    La duración de la sociedad sería de veinte años y el capital de $ 9,000.00, dividido en acciones con valor nominal de $ 50.00 cada una. Los accionistas fueron: con veinte acciones, don Flavio Gómez (contando ocho con las que se le remuneró por sus trabajos especiales para el proyecto), con quince acciones, don Enrique Lira; con doce acciones, don Ignacio Sancén y don Mariano Juárez; con diez acciones, don Juan Estreyer y doña Jesús Otamendi viuda de Olace; con cinco o menos acciones, don José Odón Guisa, don Rafael Nieto, don Jesús Zavala, don Francisco D. Herrera, don Jesús Espino, don Isidro Pérez, don José Suárez, don Agustín Rodríguez, don José Patricio Guisa, don Rosalío Lira, don José Trinidad Ojeda, don Teófilo Méndez, don Francisco Méndez, don Alberto Méndez, don Ramón P. Otamendi, don Juan N. del Río, don Jesús Soto, don Domingo Molina, licenciado don Antonio E. Sancén, doctor don Joaquín Castillo, don Juan Ocampo, don Francisco Rodríguez, don José Scanlan, don Ignacio Flores, don José E. Aguilar, don Gumecindo Zamudio, don Antonio Flores Lule, doctor don Francisco Díaz Barriga, don Trinidad Ortega, don Eutimio Mercado, doctor don Ramón Ruiz, don Francisco García, don Félix Almanza, don Nicanor Carrillo, don Atilano Rosillo, don Bartolo A. Villagómez, don Ramón Rodríguez, don José Castillo, don Francisco Pérez Figueroa y don Agustín Núñez.

    El primer consejo de administración de la sociedad estuvo integrado así: presidente, don Flavio Gómez; tesorero, don Enrique Lira; primer vocal, don Agustín Rodríguez; segundo vocal, don Ignacio Sancén, tercer vocal, don Rosalío Lira, y secretario, doctor don Francisco Díaz Barriga. La vigilancia de la sociedad quedó a cargo de don Mariano Juárez y don Ramón P. Otamendi, comisarios propietario y suplente, respectivamente.

    La exhibición de películas cinematográficas fue la actividad dominante en el teatro Ideal. Éste fue regenteado por don Flavio Gómez, don Lucas Lira y otros hasta que, iniciada la década de los treintas, vino de Acámbaro don Cleofas Morales y tomó en alquiler el negocio de la Sociedad Recreativa de Salvatierra en tanto construía a sus personales expensas el cine Rex, el cual fue inaugurado alrededor de 1938.


El monumento a la Juventud, construido en Salvatierra en 1944, inspirados en el capítulo final de la obra "Geórgicas Mexicanas" de Federico Escobedo, una traducción de la obra de Rafael Landívar realizada en hexámetros latinos "Rusticatio Mexicana". Se perdió en las demoliciones de 1964.


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