miércoles, 20 de octubre de 2010

La memoria del edificio industrial de La Reforma.




Mirando a lo lejos, desde el jardín principal de Salvatierra, la calle Hidalgo termina en una sobria fachada con reloj, y un triangulo de mampostería que rememora los templos griegos, sin cantera que la revista y le de un aire de elegancia, es la actual puerta principal de la fábrica textil "La Reforma", que no olvida su aire rústico de la puerta de la que fue la hacienda de "La Esperanza".
El montículo sobre el que se eleva permite visualizar el dato del año inscrito en el centro por encima de la puerta de hierro 1845.

El edificio es parte de la memoria colectiva de la ciudad, es la inmensidad de un paisaje industrial que nos sorprendía en la infancia, camino al campo deportivo "Reforma".
El espacio que ocupan los salones industriales actuales, formaban parte de la hacienda de "La Esperanza", que en la época colonial fue propiedad
de Gabriel López de Peralta, quien recibió licencia del Virrey para utilizar el agua de un canal, en 1618, para fundar un molino al que llamó, "La Esperanza".
La Independencia de México trajo consigo a hombres convencidos en la posibilidad de construir una nación soberana, como Lucas Alamán, quien propuso impulsar la industrialización del país como una riqueza mayor a la agricultura e impulso
la industria de hilados y tejidos.
Tecla y Patricio Valencia de Salamanca se encontraron entre sus partidarios. Los hermanos Valencia administraban un comercio de pulpería y tabaco, cuya materia traían de Orizaba, Veracruz en mulas a Guanajuato, donde salía a vender Patricio Valencia, visitando en su ruta de comercio a Salvatierra.
Patricio Valencia se hizo acreedor de una leyenda sobre la riqueza que llegó a poseer, pues él era analfabeta. El origen de su riqueza se explica, según la leyenda, por su afortunado hallazgo de un tesoro en las barrancas del Pico de Orizaba.
A Tecla Valencia le atribuyen la iniciativa de montar, en 1842, una fábrica de hilados en su casa de Salamanca, con maquinaria automática que le compró a una casa de Inglaterra. Tecla contrató tres técnicos ingleses para que enseñaran a manejar las máquinas automáticas y construyó un gran salón industrial, que después se convirtió en hospicio, dado que la caldera de vapor no era posible alimentarla con carbón vegetal, y la solución de emplear la tracción de mulas era excesivamente cara.
Patricio Valencia en sus viajes a Orizaba conoció a un inteligente joven español, Eusebio González, a quien contrato para que trabajara en su comercio y en la fábrica de hilados.
La exitosa integración de Eusebio al negocio de los hermanos Valencia, lo llevaron a proponer construir una fábrica textil en Salvatierra, para aprovechar la energía hidráulica, por lo que en informes al emperador Maximiliano en 1865, se consigna que el edificio del molino de La Esperanza lo compró Patricio Valencia el 19 de noviembre de 1845, para instalar la fábrica de hilados "La Perla", una sociedad de Patricio Valencia y Eusebio González.
La idea no resultó del todo positiva, pues siguieron empleando la tracción de mulas, y en 1848, el Gobernador de Guanajuato, les propuso decidirse a utilizar la energía del agua.
La sociedad de Valencia y González protocolizó la compra de más de doscientas hectárea de la hacienda de La Esperanza en 1847 y, para 1853, encontramos un informe donde se señala que la fábrica de hilados cuenta con 900 husos, 65 operarios y emplea el agua como motor.
Eusebio se enamora de la segunda hija de Patricio Valencia, Emeteria, y se casa con ella en 1851; era una jovencita de 17 años, con la que se va a vivir a Celaya, a una señorial casona de la plaza principal.
Patricio Valencia dicta su testamento a un escribano de Salvatierra, en 1854, donde le hereda a sus cuatro hijas las propiedades de la villa de Salamanca y la fábrica de hilados de la ciudad, que queda en propiedad de Eusebio y Emeteria cuando muere en 1855, con los auxilios espirituales del párroco del templo de la Virgen de la Luz.
De esos primeros diez años de activa y fructífera labor de Patricio Valencia, han pasado episodios nacionales como la Invasión Norteamericana en 1847, la Reforma Constitucional de 1857, la Intervención Francesa y al caída del Imperio de Maximiliano en 1867, el arribo al poder presidencial por Porfirio Díaz en 1877, la Revolución Maderista de 1910, la Guerra Cristera de 1926, el reparto Agrario del Cardenismo de 1936, el movimiento social del Sinarquismo de 1937 y, en todo esta agitación política y militar del país, la fábrica "La Reforma", se mantuvo produciendo mantas de cambaya y gabardinas de algodón, a pesar del incendio del 13 de abril de 1913, por lo que el 19 de noviembre de 1945, bajo la comisión presidida por el sacerdote Gilberto Farfán y el trabajador textil Florentino Rodríguez, se coronó a la Virgen del Rosario de Capuchinas para celebrar los cien años de vida de la fábrica de hilados y tejidos "La Reforma".
Un edifico contiene la memoria que une a las generaciones con su historia, y les enseña a conservar las tradiciones, los conocimientos y los paisajes que le dan identidad cultural.

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