domingo, 14 de septiembre de 2008

Cartas transcritas por una copista de los manuscritos autógrafos del cristero Manuel Bonilla.

A continuación las copias facsímiles digitales de las cuatro cartas de Manuel Bonilla que se encuentran en Salvatierra, Gto.


En la serie de post se colocaron las copias digitales de las cartas que existen en custodia de una familia salvaterrense.
De acuerdo a Jean Meyer, a quien consulté por correo electrónico, preguntándole sobre quién fue el autor de las cartas, el especialista en la guerra cristera me contestó que se trataban de las cartas que están relatadas en el libro "Entre las patas de los caballos", de Luìs Rivero del Val, libro donde el autor da cuenta de la muerte de Manuel Bonilla, un joven estudiante de la Acción Católica de la Juventud Mexicana, reclutado en Tlalpan para el combate en defensa de la fe. De acuerdo al libro, Manuel Bonilla llevó un diario y escribió unas poéticas cartas de despedida la noche anterior a su fusilamiento en Viernes Santo, las cuales fueron muy difundidas por el mismo gobierno federal de Plutarco Elías Calles.


El apellido Bonilla es uno de los apellidos consignados como de las primeras familias que se asentaron en la muy noble y leal ciudad de San Andrés de Salvatierra desde su fundación en 1644. El testimonio oral de sus parientes en Salvatierra, es que la famila se avecindó en Celaya, y el joven cristero se encontraba en Tlalpan estudiando cuando lo sorprendió la guerra cristera.

De los manuscritos que presentamos, sabemos que seguramente se trata de una transcripción hecha directamente sobre los originales por parte de una familiar oriunda de Salvatierra, Gto., ciudad donde actualmente se encuentran estos documentos transcritos y de los cuales presentamos el archivo digital, Jean Meyer también lo considera así.
Con la publicación de estas cartas nos proponemos contribuir a ilustrar la gesta cristera en el Valle de Guatzindeo, y en Salvatierra Pueblo Mágico, para dar a conocer a los visitantes que la ciudad tuvo la iluminada decisión de pedir la intersección de la Virgen de la Luz para darle paz a la Iglesia mexicana y libertad religiosa al pueblo de México. Las cartas son un llamado a la reconciliación y al derecho natural de creer en su religión.
A continuación en la parte final de las copias publicadas, el relato de Luís Rivero del Val relativo al autor de las cartas que presentamos en los post subsecuentes:








"El 13 de abril de 1927 los cristeros del general Manuel Reyes cayeron en una emboscada en Puente de la Melera, Estado de México, y sufrieron gran descalabro. Huyó Manuel Bonilla con un compañero herido, a quien llevó en ancas de su caballo. El 15 de abril llegó a las 5 de la mañana a la hacienda de San Diego, después de mucho rodear y ocultarse. Haciéndose pasar por comprador de ganado, solicitó hablar con el dueño de la hacienda, un señor Trevilla, a quien abrió su corazón preguntándole:

--¿Es usted católico?

El señor Trevilla contestó afirmativamente, por lo que Manuel no tuvo inconveniente en confesarle que era cristero y venía huyendo, suplicándole proporcionara alguna ayuda al herido que traía, y los medios para que él se disfrazara. Le entregó el dinero que tenía como tesorero que era de su grupo; se afeitó totalmente la barba y el bigote, que durante la campaña le habían crecido, y escondió en el lugar que le indicó la bandera que llevaba y su pistola, y dejó su magnífica yegua en los corrales.

Mientras esto ocurría, por el teléfono de la misma hacienda se dio parte de la llegada al general callista Urbalejo, y momentos después llegó un carro con militares que se dirigieron directamente a Manuel, y lo encerraron en uno de los cuartos de la hacienda.

Mientras estuvo preso escribió cuatro cartas, una de ellas para su madre y otra para lucha, su novia. Además, envió por correo un lacónico recado a su casa diciendo:

--“Madre, ven luego, estoy preso en la hacienda de San Diego de Linares, junto a Toluca. Quiero tu bendición y despedirme. Juan”. Este era el nombre de guerra de Manuel.

No hubo formación de causa, ni el más mínimo simulacro de juicio: sólo una orden de muerte, y de la hacienda de San Diego lo llevaron a Toluca y de allí al rancho de la Marquesa, junto al Monte de las Cruces. Pidió unos momentos para encomendar su alma y poniéndose de rodillas oró. Al concluir escribió en un troza de papel sus últimas palabras: “Muero por Dios. Manuel Bonilla”. Erguido abrió los brazos en cruz y gritó: ¡Viva Cristo Rey! La escolta disparó sobre él. Murió en Viernes Santo, a las tres de la tarde, el 17 de abril de 1927".

(Fragmento del libro de Luís Rivero del Val “Entre las patas de los caballos” ed. porrúa, méxico, segunda edición, 2005, pp 122-123)


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