lunes, 17 de noviembre de 2008

La rusticatio salvaterrense; un paseo por los campos

Sentado en el corredor de la casa, con un aire fresco oliendo a río, el pensamiento de L., que después será cronista, vagaba recordando los días cuando realizó la caminata por la rivera del río Lerma, desde la ciudad Lerma hasta Salvatierra. Una travesía que, cuando tenía que telegrafiar noticias a Salvatierra sobre lo que veían, buscaba un árbol de sabino, se entaba en una raiz sombreada, y con mucho cuidado abría el libro para releer algunos pasajes de las "Georgicas Mexicanas" de Federico Escobedo, sobre todo los capítulo del agua, el de los Ríos y el de los Manantiales. Y sentía con una enorme fuerza las palabras descriptivas, aquella parte de ver el caudal de agua convertido por la luz en una cinta de plata al amanecer, y una cinta de oro que luego veía surgir L. de entre los remolinos de las aguas encalmadas al atardecer.
El nombre que le puso a su libro Rafael Landívar a su monumental poema sobre la ciencia natural en América, fue el de "Rusticatio Mexicana", que literalmente tradujo Octaviano Valdés como "Un paseo or los campos de México" y Federico Escobedo tomó en cuenta que no sólo era un paseo por los campos, sino además eran versos en hexámetros latinos, igual a los que compuso Horacio sobre la vida rural. Así que para indicar que su obra era en verso y sobre el campo, él titulo a su trabajo de traducción "Georgicas Mexicanas". Y ese voluminoso libro lo consultaba L., cada vez que tenía que escribir un telegrama, procurando ser sintético y versificando. Y así mandaba frases como "Cause rio ensancha aumentan ladridos, saludos muchos familias pescadores ribereños".
Sentado en su casa, recordando cómo se poblaba su mente de imágenes de ríos, de fuerza de los diferentes causes de los demás ríos de México, mientras caminaba acompañando la corriente del Lerma, que luego en pequeñas cascadas el agua se despedía cantando al aumentar la velocidad y dejando atrás a los andarines exploradores.
Caminando por los hortales del río, el grupo de andarines descansaban con una fogata de ramas de árbol de sabino. Con los pies cercanos a la lumbre, l., que despues fue cronista., hablaba de su sentido de libertad.
--Esta tierra es nuestra, el agua, las aves, las ardillas, son nuestras porque con este viaje a pie las estamos estudiando e investigando, sabiendo de su existencias a todo lo largo de este caudaloso río que nos da vida en Salvatierra. Respiremos los aires de libertad que tenemos con agradecimiento para quienes nos enseñaron la ruta de la independencia. Dijo L. que despues será cronista.
-- Es muy bonito estudiar nuestra riqueza, las fotos que tomo con mi camarita nos darán un inventario de lo que somos y tenemos de esta tierra que Agustín Francisco Esquivel y Vargas escribió como el paraiso. Ya les conté que dice que los cuatro río de la Biblia muy bien pueden ser las cuatro acquías que cruzan a Salvatierra. Esta semana de travesía me hace recordar cuando nadaba como explorador los remanzos del río frente a la cascada del Salto en nuestra querida Salvatierra. Dijo C. que después será fotógrafo en una parte de la vieja casona solariega del palacio del diezmo en la calle principal.
-- Sí, algún día tus fotos amigo C. formarán un libro de recuerdos de nuestra tierra, yo lo haré. Las familias vestiendo elegantes prendas desde la época del Imperio de Maximiliano, los contrafuertes de los conventos que están demoliendo, la llegada de los tractores americanos que tanta emoción causan hoy en las muchachas y muchachos que creen en nuestro porvenir agrícola. También hay que difundir a los salvaterrenses ilustres que han impulsado las instituciones para el desarrollo en un futuro donde vivamos como ciudadanos bien avenidos y pacíficos. Lo expresó L, que será cronista en sus años de jubilación.
-- Pero, to digo, que es muy necesario hacer publicaciones, que la memoria este siempre presente en los paisanos. Hay que hacer revistas de temas sobre la belleza de nuestros edificios. El filósofo J., es un enamorado de la ciudad, hay que animarlo a escribir sobre estos temas, que descance de los temas políticos contrarrevolucionarios de su revista Lectura, allá en México. J. es el único contrarrevolucionario manifiesto, y vende a tostón su revista en los templos. Todos rieron de buena gana ante lo que dijo G., que después hizo una monografía para la Enciclopedía de México.
Mientras el aire humedo, después de cruzar el río Lerma, llegó con frecura al rostro de L. y lo despertó del ensueño en su rincón solarigo bajo los partales de su casa paterna.
Se levantó con calma de su silla y se dispuso a recorrer la ciudad, le dolía una nostalgía calmada por todas las obras culturales olvidadas de la ciudad. Y sintió el dolor ancestral de perder la memoria del pueblo sentida por los indígenas, en su propio dolor de perder la atención en la eseñanza del pasado de la ciudad de Salvatierra.
Si la identidad la perdemos, nuestra vida carece de sentido, se dijo L. que después será cronista. Y caminó a su habitación, no bastaban los libros como el suyo "Recuerdos Gráficos de mi Tierra", vendidos todos y aún el olvido le pesaba, las escuelas nunca decían nada de Salvatierra y sentía apremio por hacer más.
Caminó esperando que la gracia de la Virgen de la luz le mandara una nueva generación de salvaterrenses que siguieran los pasos del Club Zorros.

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