Novela de provincia mexicana
por Pascual Zárate Avila
J. Jesús García y García con Francisco Guisa Hohestein en el museo de la ciudad de Salvatierra, Gto. en septiembre de 2010.
Repasaba el texto escrito para leer en el homenaje al filósofo J., en el primer centenario de su natalicio. Estaba en su habitación tranquilamente releyendo. G., ya un redactor en jefe del periodico El Observador de la diósesis de Querétaro, recordaba los años de energía vigoroza de la oratoria del filósofo J. Un recuerdo melancólico al ver en su imaginación al filósofo J., tratando de convencer a los humildes campesinos adheridos al Partido Fuerza Popular. Todo ellos curtidos sinarquistas intransigentes en la lucha por la libertad religiosa en la educación. Y eran muchos los seguidores en la lucha, aunque amenazados de muerte cada vez por asistir a los mitines. Ya el movimiento nacionalista del social cristianismo sufría las consecuencias de la persecución despues del 2 de enero en León, donde fueron masacrados en multitud por protestar el fraude del partido oficial.
Sin embargo, la frase de los apóstoles la empleaban para sentir ánimos de lucha y no desfallecer: "Con la sangre de nuestros mártires abonaremos la fuerza de nuestra lucha por la salvación de México" . Si, para ellos la verdad de una causa la daba en la historia un plebiscito de los martires sacrificados defendiendo un ideal.
Describió la lucha desigual en la biografía que presentó en el homenaje de J. La campaña nutrida con la oratoria magistral del filósofo J., que radicaba su tema en la paz del movimiento social cristiano y en la necesidad de votar por quien debería ser el mejor hombre para trabajar por el bien común. Gobernar, dijó, según recordó G., un negocio donde toda la capacidad debe estar presente durante todo el día. Y G., copió del libro "Estado y Ciudadanía" del filósofo J., la leyó en el homenaje adjetivándola como poesía política, porque era una ráfaga de las campañas europeas, basadas en la enunciación de los valores de la cultura occidental cristiana, y era Aristóteles, y era Santo Tomás, y Jaques Maritain y era él, cuando hablaba de los males de México: el ejido, la educación socialista, el fraude ancestral en las elecciones y la corrupción, pero siempre proclamando una esperanza para la resurrección de México. Tantas ilusiones en la pieza oratoria daban su efecto en los corazones inflamados de los humildes campesinos sinarquistas al escuchar decirlas a J., con la mano en alto y el dedo índice señalando al creador.
Y para mayor muestra de valor en la campaña para diputado local, el filósofo J., como candidato opositor se coloca siempre cerca de la presidencia muncipal para que lo oigan los empleados del gobierno, y ahí lo escucha G., en la esquina del jardín de Salvatierra, entre la calle de Madero y Juárez, bajo la brisa suave del viento que le conduce la voz atronadora de J., cuando denuncia con ademanes de indignación la pésima moral pública de los gobernantes oficiales del estado y del municipio, parado con garbo J., bajo la sombra de un laurel de la india, unos árboles robustos y de amplio follaje en sus cincuenta años de vida vegetal.
Y por la otra parte, el candidato oficial Flores Malagón en una campaña electoral tradicional para su partido: carnitas a los campesinos, acarreo desde sus localidades hasta el salón ejidal de Urireo o de Gervacio Mendoza para hablarles de la semilla regalada si hay compromiso, no de votar, sino de dejarles a los de su partido hacer el relleno de urnas en su comunidad.
Claro que perdió J. la elcción de ese año, y eso recordó G., al seguir releyendo la biografía de J. Y la leyó el día del homenaje con su acostubrada capacidad de entonación de la voz y el manejo teatral de las manos, que fue una delicia para el auditorio que lo escuchó. G., más bien simpatizaba con el oficialismo, para cuyos gobiernos muncipales trabajo un periodo largo de su vida, antes de emigrar a Querétaro, al final de un bienio pasivo de administración municipal.
Pero leyo con interés apasionado el libro de Civismo del filósofo J., y lo tomo como un libro de estudio para la enseñanza de los valores cívicos en las escuelas de Salvatierra, que como secretario del ayuntamiento les recomendó a los maestros estudiarlo.
Los integrantes del Club Zorros siempre atendimos a J.,en sus enseñanzas de cultura, filosofía y educación, mucho ganamos estudiando su obra publicada, dice G., al terminar de reseñar la vida del filósofo J.
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