domingo, 9 de mayo de 2010

Salvador Ortiz Vega, un científico en la ciudad de Salvatierra, Gto.

Salvador Ortiz Vega y Aurora Ramírez Castro
    

Reseña del "Bachiller" Ortiz Vega

Por Pascual Zárate Avila

    El doctor en Ciencias por la Universidad de Nancy, Francia, Guillermo David López Castillo, hijo de la poeta salvaterrense Ana María de López Tena, cuyos estudios de educación básica transcurrieron entre la escuela parroquial José María Morelos y Pavón y la Escuela Secundaria Técnica Industrial y Comercial Nª 18, recordó, en una entrevista realizada en febrero de 2010, que su vocación por la ciencia surgió por motivación de sus maestros, particularmente, por la influencia de su maestro de Química: Salvador Ortiz Vega.

    Recordó ese día, que en su adolescencia compraba libros en el portal del Carmen, donde el doctor Joaquín Castillo, que era su abuelo materno, vendía la colección de la editorial argentina Austral, exhibiendo esa colección de clásicos universales en estantes de madera. Ahí encontró el libro de un premio Nobel de Química del año de 1964, el cual leyó con facilidad, dadas las generosas explicaciones de su maestro Ortiz Vega a cuantas preguntas le hacía, cada que lo visitaba en su casa.

    La ciencia le apasionó, contagiado por su maestro de Química de la secundaria, y aprendió tantas cosas con su asesoramiento, que fueron pocas las teorías y operaciones de reactivos químicos que le resultaron de novedad durante su carrera de Ingeniería Química de la Universidad de Guanajuato.

    Salvador Ortiz Vega, era conocido como "el bachiller", un sobrenombre que también llevó uno de los siete sabios de la Universidad Nacional Autónoma de México, Álvaro Gálvez y Fuentes. 

    Nació en Salvatierra en 1923, sus padres fueron el doctor José Ortiz Almanza y María Clara Vega de Cos.
Vivió en la casa conocida como la casa natal de Federico Escobedo, frente al jardín, a un lado del inmueble conocido como pizzas Güeros. 

    Ortiz Vega cursó las carreras de Química, Ingeniería Química y Física-Matemática, además de un semestre de Filosofía en la UNAM, durante la década de los cuarentas. Su hábito de lectura incluía libros en francés y la revista American Científica, a la que estaba suscrito. Los libros que compiló incluyen todas las áreas del saber, sobre todo tratados de tecnología.
La agricultura lo atrapó, y manufacturó una secadora de chile poblano, calentadores automáticos de diesel contra heladas y una planta recicladora de aceite de automóvil.

    El edificio del club de Leones local fue remodelado por Ortiz Vega, diseñando la bóveda de la pista del patio central con cúpula abierta, como la del Panteón de Roma o como la del recibidor del convento de Capuchinas de Salvatierra.

    Para rescatar al Colegio José María Morelos y Pavón, Salvador Ortiz Vega aceptó la invitación de participar en la creación de una Asociación Civil expresada por el profesor Francisco Bombela en 1970, luego de la jubilación del señor cura Ruperto Mendoza como presbítero responsable del colegio. 

    La hacienda de Panales Galera fue su centro de actividades inventivas y de producción. El laboratorio de Química lo tenía montado con todos los matraces, morteros, refrigeradores, estufas, termómetros y reactivos necesarios para realizar análisis industriales y experimentos. Los tornos, soldadoras, cortadoras, dobladoras, atornilladores, pulidoras ahí también los tenía, para construir maquinaria o piezas de repuesto.

    Las villas industriales era uno de sus temas para atraer inversiones a Salvatierra, lo mismo que hoteles campestres, como lo quiso hacer con la hacienda de Panales.

    Los libros contables de las haciendas de Ballesteros, Santa Ana Maya y Panales Galera los tenía todos completos, en tres cajas almacenados en un cuarto de su casa del jardín, que comprendían un siglo de registros de compraventas, pagos y relatos de las incidencias cotidianas. Los cuales ya están desaparecidos, pero en su momento, no permitió que un doctor en Economía Regional de la Universidad de Celaya realizara un estudio pues, dijo, que ya sabía las conclusiones: "las invenciones consabidas de la tienda de raya, las deudas impagables de los peones y los jornales raquíticos, así que clausuró esa posibilidad".

    En política electoral era miembro del Partido Demócrata Mexicano como militante reservado, cuya cooperación económica figuraba en los archivos históricos del comité municipal del "Gallito Colorado". 

    El jardín principal lo visitaba diariamente, sentado en una banca meditaba por espacio de una hora; invariablemente acudía a misa de ocho a la parroquia de la Luz y, en alguna tarde de la semana, sociabilizaba en la peña de los amigos de Pepe Velarde, donde su arsenal cultural de gran diversidad, hacía que los demás miembros cotidianos, vieran su presencia como una velada para escucharlo.

    Salvador Ortiz Vega murió el 1 de diciembre de 1991, sus restos reposan en una cripta del templo de Capuchinas, aún es recordado gratamente por las generaciones de profesionistas que fueron sus alumnos en las décadas de los 50 hasta los 70as.

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