domingo, 18 de julio de 2010

El desagüe del Valle de México y luego los canales subterráneos de Salvatierra son las obras hidráulicas de fray Andrés de San MIguel

Participación de fray Andrés de San Miguel
en las Obras del Desagüe del Valle de México
Eduardo Báez Macías

EL DESAGÜE DEL VALLE DE MÉXICO


¿A quién debiste, México mía, a quién debiste no ser sumergida en las aguas que te amenazaban en tiempo del Marqués de Cerralvo, sino al talento y saber de fray Andrés de San Miguel? ... Enrico Martínez, célebre y tal vez el mayor matemático que la América tenía después del humilde hermano Andrés de San Miguel, gastó mucho dinero, sacrificó muchas vidas a sus proyectos, hizo mucho, aunque todo inútilmente; el carmelita descalzo consiguió lo que México deseaba y necesitaba y nadie se atrevía a poner en ejecución; el proyecto del desagüe de Huehuetoca . .. Así es como dio, por decirIo así, la existencia a la gran México, que sale de las aguas con la hermosura de la juventud, cual la fingida Venus del océano ...


Estos magníficos párrafos fueron pronunciados en un sermón por fray Manuel de San Juan Crisóstomo, desde el púlpito del Colegio de San Ángel, en el año de 1831. Pero aparte de la apología ¿cuál fue la verdadera historia de la participación de fray Andrés en la magna tarea del desagüe del Valle?
Los escritores carmelitas que se refieren a este artífice, dejaron de él una descripción equivocada a medias, ya que no llegaron a apreciar todo su valor como arquitecto y, en cambio, le atribuyeron la cualidad más estimable en todo fraile, pero que fray Andrés estaba lejos de poseer: la humildad.
En la historia de sus intervenciones en el desagüe, se revela como un carácter exasperado, soberbio, herido por el despecho y presa de un odio irreconciliable contra Enrico Martinez, a quien los gobernantes habían favorecido con la dirección de la magna obra. Escuece al carmelita, sobre todo, esa inexplicable preferencia por alguien a quien suponía inferior en conocimientos.
Hablemos, pues, de este interesante capítulo de su vida.
Durante los años que corren de 1634 a 1642 no volvemos a saber que hubiera reparado o trazado algún convento, pues la Orden contaba con varias casas, todas en buen estado, y no se pensaba en ninguna próxima fundación; aclaremos, sin embargo, que en estos años desarrolló enorme actividad, pues a su labor en el desagüe hay que agregar, en la misma época, la redacción de su voluminoso manuscrito. Era para entonces un arquitecto completamente maduro, autoritario y áspero, acostumbrado a hacer prevalecer sus opiniones, incluso sobre sus superiores; inteligente, sabio, y conscientemente orgulloso de saberse superior en conocimientos y capacidad. .
Pero este orgullo estaba profundamente herido, ya que para conducir una obra que requería un maestro que tuviera los mayores conocimientos en hidráulica, como era el desagüe del Valle, se había preferido a Enrico Martínez, cosmógrafo e impresor, mientras que a él se le relegaba a una situación secundaria.
Durante la colonia, ninguna obra iguala en dimensiones a la del túnel de Huehuetoca, para evitar las inundaciones de la capital, iniciada en los principios del siglo XVII y protagonizada por figuras tan relevantes como el virrey Velasco, Enrico Martínez, Górnez de Trasmonte, Arciniega, etcétera.
Desde 1607 el marqués de Salinas había principiado los trabajos para el canal del desagüe, primero en su género en todo el mundo, encomendando la dirección y planos a Enrico Martinez, que tenía presentado un proyecto ante las autoridades coloniales, que resultó aceptado, por parecer más ventajoso que otros proyectos de renombrados artífices, como Andrés de Concha, Alonso de Arias, Juan de Cebicos y Damián Dávila. El carmelita fray Andrés, como lo relata él mismo, realizó por entonces algunas mediciones sobre el nivel de las lagunas.
La obra principiada por Enrico avanzó rápidamente, construyéndose un socavón en dirección a Huehuetoca y Nochistongo, que daba salida fuera del Valle a las aguas del río de Cuautitlán y de la laguna de Zumpango, alcanzando en sólo dos años una longitud de 6,600 metros, por donde desaguaban hasta una reguera, cuyo declive las arrojaba en el río de Tula. El mismo fray Andrés se encontró presente cuando la inauguración, en el momento en que se esparció paja sobre la líquida superficie de la laguna de Zumpango, para probar la corriente, deslizándose aquélla con natural fluidez hacia el túnel.
Pero para 1609 aparecieron los defectos, como los derrumbes que lo obstruyeron, y dieron pábulo a los rivales de Enrico para criticar esta obra, en la que se había gastado mucho dinero, sin resolver el problema de las inundaciones. El remedio se buscó principiando otro socavón por la parte de salida, con mayor profundidad, pero cuando apenas llevaban perforada una tercera parte de su longitud, el maestro varió bruscamente el nivel, subiendo hasta el piso del primer socavón, con lo que quedaba inutilizada la obra nueva.
Como las críticas aumentaban, la corona ordenó, por Cédula dada en Aranjuez el8 de mayo de 1611, al virrey fray García Guerra, que hiciera una consulta con las personas más autorizadas, sobre la utilidad que reportaba el socavón, reuniéndose en efecto varios artífices, que después de practicar un examen sobre la obra, en compañía de las autoridades del virreinato, rindieron sus dictámenes, condenando casi todos como inútil la obra de Enrico. Particular animadversión demostró en el suyo Alonso Arias, armero mayor, quien afirmaba que la obra no había servido sino para vaciar el vaso de la laguna de Zumpango, pero que resultaba impotente para desalojar el agua de las otras lagunas, porque las nivelaciones seguidas por el cosmógrafo alemán estaban equivocadas, andando por el mismo camino las declaraciones de Alonso Hernández y Damián Dávila.
En 1614 vino a la Nueva España el ingeniero holandés Adrián Boot, con encargo del monarca de examinar las obras, y habiéndolo hecho dictaminó que no servirían para preservar a la ciudad de las inundaciones. A su vez, presentó un proyecto que no se llegó a poner en ejecución.
En nueva junta celebrada en 1615, se acordó que Enrico Martínez continuara los trabajos, pero las críticas y los tropiezos con que se enfrentaba despertaron tanta desconfianza, que para el año de 1623 el marqués de Gelves ordenó suspenderlos, y que se volviera el río de Cuautitlán a la laguna para observar el incremento de los niveles, experimento o imprudencia, que ocasionó el aumento considerable de los lagos, hasta que en 1629 comenzaron a vaciarse sobre la ciudad. Enrico Martínez, acusado por rumores vulgares de obstruir la boca del desagüe y haber roto el vertidero, fue puesto en prisión, pero la necesidad que se tenía de socorrer a la ciudad forzó al virrey a dejarlo en libertad, para que continuara combatiendo la inundación.
El 21 de septiembre de 1629, día de San Mateo, un formidable aguacero se precipitó durante treinta y seis horas sobre la capital, provocando un gran desbordamiento de los lagos, cuyas aguas no dejaron a flote más que las calles de Santa Teresa y la de las Escalerillas. En semejantes circunstancias, el virrey don Rodrigo de Pacheco y Osorio, marqués de Cerralvo, reunió una junta a la que asistieron los cabildos eclesiástico y secular, la universidad, Inquisición y órdenes religiosas, examinando diferentes proyectos para el socorro de la metrópoli; se optó, una vez más, por encargar a Enrico Martínez las obras.
La desesperación de ver hundida la ciudad y no tener remedio inmediato para evitarlo, habían exaltado hasta el extremo los ánimos. Cuando el virrey, en compañía de Enrico Martínez y las personas entendidas en la materia practicaban una nueva inspección en la entrada del túnel, preguntó al cosmógrafo sobre el remedio que pondría para desalojar las aguas, contestó el interrogado que haría un segundo socavón debajo del ya hecho, respuesta que tal vez no pareció muy comedida al gobernante; fray Andrés, que se hallaba presente, y no dejaba pasar oportunidad para zaherir a su rival, dice en un párrafo de su manuscrito:

... esta respuesta tuvo el Marqués, y todos los presentes muy pesadamente, y se la reprendió con palabras harto graves.


Empero, Enrico Martínez continuó dirigiendo los trabajos, y este nuevo nombramiento desató la ira del carmelita, que desahogó en la relación que escribió en 1631 al general de la Orden, fray Esteban de San José, vapuleando muy a su sabor al impresor y cosmógrafo alemán. Del primer socavón, ejecutado en 1607, le critica haber optado por el túnel y no por un tajo abierto, haber equivocado las nivelaciones.» y haber escogido, cosa que no podría nunca defender Enrico, la menor de tres profundidades que se habían propuesto, pues habiéndole hecho un socavón:


... no había de ser el costo más porque el socavón se abriese diez varas más abajo o más alto ..


y cuando se refiere al segundo socavón, su inquina se envenena más, avivada por los yerros nuevamente cometidos por su rival, que dieron armas al carmelita para escarnecerlo hasta la crueldad. Le reprocha que, habiéndole iniciado con buena profundidad por la parte de salida, suficiente para desalojar hasta la laguna de México, variase súbitamente el declive, subiéndolo de golpe hasta el plano del socavón antiguo, con lo cual inutilizaba la obra nueva; y lo que es peor, agrega el fraile, que fue haber salido con el plano del socavón más alto que la superficie de la laguna de Zumpango, de lo que se burla escribiendo:


... y como si no pudiera ya ser gran maestro en yerros, cometió aquí el que puede ser corona de todos los que había cometido ...


Añadiendo este otro sarcasmo:


Cosa es para admirar y en que se ve claro ser Enrico el azote con que Dios azota esta ciudad, pues habiendo cometido tantos y tan pesados yerros que uno sólo bastaba para que otro hubiera perdido el reino o la vida, y que él se haya conservado acerca de los virreyes en tan grande opinión, como si hubiera hecho los mayores servicios a Su Majestad y reino, que hombre pudo hacer en el mundo ...


y no paraban aquí los ataques, agregando en la misma relación que, desde el año de 1607, el marqués de Montesclaros había querido ahorcar a Enrico, comentando lo siguiente:
De grandes trabajos y gastos perdidos hubiera librado a la ciudad y naturales si lo hiciera.
Deseo que no concuerda muy bien con la virtud que los cronistas refieren de fray Andrés y que, por otra parte, parece una afirmación falaz, porque las relaciones entre Enrico Martínez y el marqués de Montesclaros eran más bien cordiales.os
Desahogada su inquina, el carmelita presentaba en el mismo informe un proyecto para hacer el desagüe a tajo abierto, pero parece que por el momento no fue debidamente considerado, siguiendo al frente de las obras el cosmógrafo alemán, hasta su muerte acaecida en el año de 1632.
Desaparecida la influencia de Enrico Martínez, volvieron a presentarse proyectos que en general coincidían en llevar el desagüe a tajo abierto, aprovechando en parte la obra anterior. En 1634, el virrey, marqués de Cadereyta, hizo reunir nueva junta en la que examinaron diferentes proyectos, entre los que se encontraba otro del carmelita fray Andrés. A partir de esa fecha, el gobierno de la colonia tomó la obra en sus manos, directamente, auxiliado por maestros competentes. Desaparecido Enrico Martínez, continuóse la obra a tajo abierto, según el proyecto del fraile carmelita y de otros artífices. Sin rivales ni contradictores, sin diatribas ni violencias, libre de sus resentimientos, el religioso alcanzaba a mirar a los realizadores del desagüe sujetarse a su proyecto, con la consecuente satisfacción de su orgullo legítimo de sabio. Aunque la superintendencia de las obras se encargó al franciscano Luis Flores, la dirección técnica, indudablemente, competía a fray Andrés.
El mismo año de 34, dirigía y trabajaba en un profundo socavón, a 50 estados bajo el nivel del suelo, cuando sus barreteros descubrieron, engastado en el tepetate del tajo, el colmillo de un enorme animal, perteneciente a alguna especie extinguida, que los llenó de asombro, y que los descubridores fraccionaron y se repartieron.
Otra prueba de que su actividad en el desagüe fue ininterrumpida, es la relación existente en el Archivo General de la Nación, fechada en 30 de mayo de 1639, con la que daba cuenta a sus superiores monásticos de los trabajos que se habían ejecutado bajo su dirección, entre los lugares conocidos como la zanja de San Gregorio y la cata de San Francisco, tales como la doble compuerta para contener las aguas del río de Cuautitlán, cuya corriente aprovechaban. para limpiar la tierra de la zanja, el reforzamiento de los tramos que habían quedado de socavón, correcciones en la nivelación, etcétera. Se queja en este informe de cierto molinero y ciertos labradores, que practicaban sangrías en el río desviando sus aguas, necesarias para la obra, proponiendo como remedio justo que se les vigilase, cuidadosamente, que no tomaran más agua que la indispensable para sus labores.
Firma este breve informe en el Colegio de Santa Ana (San Ángel) adonde había acudido a tomar la bendición de sus prelados:
De Vuestra Excelencia menor siervo, fray Andrés de San Miguel.
Gobernaba la colonia don Juan de Palafox y Mendoza, en el año de 1642, cuando aún se luchaba tenazmente contra las inundaciones. La Orden del Carmen había prescindido por varios años de su primer arquitecto en beneficio de la ciudad, pero quizás su altruismo se iba agotando, porque empezaron a recurrir a un medio sutil y legal para retener al arquitecto entro del claustro, aplicando estrictamente las constituciones, entre cuyas prohibiciones figuraba la de no dejar que los frailes vivieran fuera del convento.
En efecto, los permisos para dejarlo asistir a los trabajos del desagüe principiaron a hacerse discutibles en los Definitorios, y bajo el virreinato de Palafox fue preciso que el obispo, personalmente, reclamara su presencia para no exponer el resultado y buena marcha de la obra, como se infiere del acta correspondiente a la reunión del día 17 de julio de 1642:
También se propuso en esta sesión otra petición del señor Obispo Virrey, que pedía la asistencia del hermano fray Andrés de San Miguel, el pitipié de esta provincia en la obra del desagüe de esta ciudad, por la plena inteligencia que dicho hermano de ello tiene ...
Ya no le encontraremos aquí por más tiempo, pues en 1644 se marchó a Salvatierra para encargarse del convento y del puente que iban a edificar. El desagüe continuaría aún por muchos años, pasados los de mayor peligro, prosiguiendo su ejecución en los mismos términos en que el carmelita lo había proyectado, a tajo abierto. Enrico Martínez había tenido la audaz concepción de buscar salida al agua de las lagunas, perforando la sierra que rodea el Valle, pero había sido necesario que alguien, con mayores conocimientos en cálculo y en hidrología, viniera a corregir los yerros que en la práctica no había conseguido vencer el primero.

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