Para la poesía de Antonio Soto, la ciudad es una diversidad de lugares con diferente significación: la fábrica, el mercado, las fuentes, el panteón, el río y los encuentros sexuales de los jóvenes en sus orillas, como en el sabinal, y los cambios que se suceden, del desaparecido teatro ideal y de las vestimentas nuevas de las muchachas. La ciudad tiene paternidad y es el lugar de la imaginación en los niños. El poeta define su vida por los lugares que transita, por la repetición de las conductas que terminaran por extinguirse. Esta es la visión de una ciudad civil, campirana, distinta a la de los habitantes de las casonas del jardín, quienes sienten el llamado de la evangelización, de la partida, que deben ir tras su misión civilizatoria a enseñar la fe católica.
Escuchemos la vivencialidad sencilla de un maestro rural:Cuando la tarde se oscurece
Al paso de las nubes,
Los aguaceros bajan retozando
Por las calles
Y mojan al transeúnte
Con sus manos traviesas
De niño campesino.
Después se van;
Se van
No sé por dónde;
Pero en el cielo hay un señor de siete luces
Que rompe la humedad con su guitarra
Y sus notas se alejan transparentes
Sobre la faz de un verde rebozante
Que cubre la región del Huatzindeo.
II
La mañana puntual
Vacía su cántaro de imágenes.
Salvatierra despierta
En la colina.
Los obreros acuden al llamado
De la sirena impertinente
Y las mujeres con sus bolsas de mandado
Van y vienen por calles
En la refriega diaria de la vida.
III
Ya no tengo la infancia;
Pero estoy en tus huertas guayaberas
Cargado en la memoria
La imagen franciscana
Con el lobo a sus pies;
Lamiendo sus sandalias.
IV
Soy la lechuzaque caza por las nochesa la orilla del río,
donde a veces las sombras
de los enamorados
se vuelven llamas
y se van en pos de las estrellas.
V
En cada insecto cruzo los maizales
Y em poso en los ojos
Del último coyote.
Cabalgo en la cresta de las olas
Y en las aletas de los bagres.
Soy el lamento del sapo
En busca de pareja
Y el violín del grillo milenario.
En los viejos sabinos
Soy el eco de las aves que huyeron
Un día después de la tormenta.
VI
Salvatierra:
De donde vienes vengo,
En la pezuña del caballo,
En la afilada punta del gorguz
Y en la coyunda cruel.
Del jorongo, huarache y calzón blanco.
De los metates y machiguis,
De allá vengo.
De las chozas de paja y las haciendas,
De los tranvías tirados por mulas,
Del teatro Ideal que aún recuerdo.
Vengo en el tiempo, de tu tiempo
Entre las patas de la hormiga zigzagueando,
De las raíces que guardo en tu panteón.
VII
Hoy;
Todo es diferente.
Mis ojos de cigarra
Se fijan a los tenis
Y a las playeras
Que lucen las muchachas
VIII
…espero el deceso de mis sueños
con estas manos tristes
sudando la impotencia:
entro y salgo en el cuadro más difícil
que Vincent Van Gogh
hubiese imaginado.
IX
Por las venas oscuras de mis brazos
Transita el llanto de la noche
Con la carga inocente de unos besos
Y las sandalias de una pena interminable.
Pero también me entregas una máscara sonriente
Cuando el ídolo soy de los infantes
Y recorremos en notas de alabastro
Las brillantes galaxias de la imaginación.
X
Por ello,
Déjame viajar en las cenizas de mi cuerpo
Para volver un día en las túmba
gas lunares,
Disfrutar de las obras Carmelitas,
Honrar el espíritu fundador
Y humedecer mis pasos
En la fuente de los perros.
Bueno hemos dado un breve recorrido por las formas distintas de sentir de los poetas de Salvatierra, y hemos visto cómo con la imagen del agua expresan distintas cosas, distintas penalidades, variada mentalidad. Pasamos de la asociación del agua con la religión a la asociación del agua con el canto de sí mismos de los poetas más recientes.
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