JUAN MIGUEL Y SU
TRASCENDENCIA EN LA HISTORIA SALVATERRENSE
por Ismael Zamora
El valle de Huatzindeo es rico en historia, es
rico en agricultura, aunque el español armó el diseño de la muy noble ciudad de
Salvatierra, ocupó del indígena, del nativo, de la mano de obra barata y
calificada. En esta telaraña de historias de vencedores y vencidos, surgieron
personajes que trascendieron de alguna u otra forma en la historia local, y de manera indirecta a la nacional.
De caserío, a pueblo, de pueblo a Ciudad, de ciudad
a Pueblo Mágico, y lo distintivo de un pueblo mágico son sus iconos únicos, en
Salvatierra, en el ámbito religiosos tenemos a la Virgen de las luces, quien
irradió sus luces y expandió sus milagros en este valle de Huatzindeo, al
cobijo del campesino, al cuidado del indígena; tenemos también al Señor del
Socorro, imagen encarnada en un árbol que permanecía impaciente de ser
encontrado en uno de los cerros guardianes del valle. La fiesta en honor al
Señor del Socorro es una de las más originales del país y la Virgen de las
luces ha trascendido a nivel Nacional, además de sus milagros, por ser la
protectora de un obispo quien llegó a ser Virrey 2 veces, fue nombrada Capitana
por Iturbide y otros militares y hasta protectora de la naval mexicana.
Estos dos iconos salvaterrenses tienen algo en
común, al indígena Juan Miguel Hernández de la Cruz, hijo de Diego Hernández y
de Doña Catalina de La Cruz; él trabajó desde temprana edad en la Hacienda de
San Nicolás de los Agustinos, se casó con Catalina Ponce de León. Siempre se
mostró con fervor católico, fue encargado de la festividad de San Juan
Bautista, él entregó la imagen del santo patrono a los otomís.
Fue en el año 1631, cuando este indígena, caminando
entre los jacales abandonados del abandonado Huatzindeo, husmeando o viendo si
no había muertos que enterrar, y a lo mejor buscando que pudiera servir, entró
y entre el polvo de los años y la basura del descuido encontró a la “Virgen del
Valle”, ese jacal era de alguien a quien nombraban Juan “el Viejo”, uno de
tantos quien había muerto por la peste; lo que encontró Juan Miguel fue una
imagen de talla de la “Limpia Concepción de Nuestra Señora de la Virgen María”,
nombrada en Acámbaro “Nuestra Señora de la Purificación”; la sacó para
limpiarla con mucho cuidado, le acompañaba otro indígena llamado Gabriel, entre
los dos cargaron a la Virgen en sus brazos hasta la iglesia del convento de San
Nicolás de los Agustinos, porque ahí era el mejor lugar en ese entonces para
resguardar una Virgen de pasta de caña; los religiosos la recibieron, le
celebraron una misa a cargo del Rvdo. Fr. Alonso Farfán.
Juan Miguel fue encargado en un tiempo de sus
festividades, en ese tiempo en que el español era dueño y señor, cuando no se
le podía contradecir al hacendado, cuando se pagaba con castigo corporal
cualquier ofensa en contra de los amos. En ese ambiente Juan Miguel buscó un
terreno para hacer su casa y vivir con su familia en Salvatierra; sin embargo,
de una u otra forma le cerraron muchas puertas, y él abrió una, solicitando
unos terrenos al sur de la ciudad, en un lugar poco ambicionado por el español,
inteligentemente lo expuso como un reducto de indígenas, lugar de peones y
mulatos; tuvo que ir hasta la ciudad de México a seguir trámites para su
encomienda. Les concedieron los terrenos a Juan Miguel y a sus compañeros,
fundaron su barrio, adquiriendo él medio solar, donde vivió con sus 2 hijos y 2
hijas.
Siguieron teniendo como patrón protector a San Juan
Bautista, a quien habían adoptado desde que eran peones en San Nicolás de los
Agustinos. Juan Miguel fue el primer mayordomo del templo del Barrio de Indios,
y fue el encargado de comprar 2 campanas, un atril y un estandarte; así mismo,
fue alcalde del barrio en 1659.
En este barrio construyeron una capilla en 1667,
que se convirtió en templo en 1735, dedicado a San Juan hasta que encontraron
al Cristo que bautizarían como “Señor del Socorro”, a quien le festejaron en el
mes de noviembre, después de la celebración de muertos y antes de Santa
Cecilia, el segundo domingo del mes de noviembre. Al ser peones y campesinos,
sus ofrendas eran en su mayoría productos del campo, y mientras algunos altares
se cubrían de oro, el altar del barrio se fue adornando de fruta. En este
barrio Juan Miguel fue encargado de recibir a las máximas autoridades indígenas
de la región, como a Don Diego Jacinto Serrano, Gobernador de de los indios
otomís; además, se encargaba de recolectar las limosnas para los franciscanos,
de hecho, fue Alguacil Mayor de la doctrina del convento de San Francisco; en
1672 defendió a los habitantes del barrio de indios en contra de Doña Juana
Merino, Viuda de Don Agustín Ponce de León, por la posesión de unos terrenos.
En este contexto, pudiéramos decir que los
españoles tenían a su jefe de Cabildo y los indígenas tenían a Juan Miguel como
líder, él supo manejarse con diplomacia y disciplina; en esos tiempos el barrio
de San Juan era un lugar de paz, algunos historiadores lo califican de “lugar
de vida casi monástica”, por lo disciplinado de sus habitantes, sus buenas
costumbres y que trataban de mantener alejados a los de malas mañas.
Así pues este indígena, Juan Miguel, influyó en los
dos símbolos religiosos más importantes de Salvatierra: La Virgen de las Luces,
ahora, Virgen de la Luz, y el Señor del Socorro; además, dio ejemplo de
organización y de diplomacia entre el campesino y el hacendado, hombre
religioso, disciplinado y atrevido, hombre de campo quien fue cumpliendo las
meta que se fue trazando con esmero y trabajo, haciendo equipo, atreviéndose a
reclamar un lugar en una ciudad planeada para españoles, una ciudad que después
de 370 años sigue añorando ser española, y trata de negar su origen mestizo y
relega a personajes como Juan Miguel porque reconocerlo es reconocer que el
español no pudo solo edificar una ciudad como parecen querer hacérnoslo creer.
Murió en 1670, y sus restos fueron colocados en el
templo de San Antonio, y aunque se fue de esta vida 12 años antes de la
aparición del Señor de Socorro, fue encontrado por una necesidad del templo que
él ayudo a erigir, y su veneración creció con el fervor de la gente que pobló
el barrio que él fundó, con una devoción que él les inculcó.
Tec. Ismael Zamora Corona
Febrero 2013
Ponencia en el Seminario de Historia en el Carmen
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