ESCUELA SECUNDARIA
La secundaria, denominada “Escuela de Enseñanzas Especiales No. 18, inició sus actividades docentes en 1946, un año antes de ingresar en ella; esto es, cuando me encontraba en el sexto grado de primaria, por tanto, me correspondió formar parte de la segunda generación, la cual se integró de 23 estudiantes; 16 alumnos y 7 alumnas. De ésta, 15 miembros eran mayores de 18 años, 8 jóvenes y 7 bellas damitas y tan solo 8 entre 13 y 14 años, edad de los recién egresados de la escuela primaria.
Foto de la Segunda Generación de la ETIC # 18
La heterogeneidad de los alumnos, obedecía a la falta de escuela de nivel medio, en Salvatierra, Gto., quien deseaba continuar sus estudios y disponía de los recursos económicos, emigraba a la capital del estado preferentemente; o bien, a los estados cercanos, Querétaro, y Michoacán; otros, a la ciudad de México, capital de la república.
Al no contar con recursos, para continuar con los estudios, la mayoría se quedaba en la ciudad aprendiendo un oficio o bien esperar la edad requerida para incorporarse como obrero a la fábrica de hilados y tejidos la Reforma.
El programa académico se estructuró con equilibrio razonado, en atención a las características de la zona y en particular de la ciudad, de esta manera, el plan de estudios mostraba armonía entre las denominadas ciencias y la tecnología, sin faltar las recreativas o de oficio; entre las primeras se contaba con matemáticas, álgebra y trigonometría, biología y anatomía, química, física, geografía física y económica, literatura en sus escenarios nacional, española y universal, historia nacional y universal, idiomas, básicamente Inglés, se contaba con talleres de carpintería, electricidad y zapatería; todos ellos, bien equipados y con expertos en el oficio, a cargo de la enseñanza.
Los profesores casi en su totalidad eran profesionistas de la localidad: médicos ingenieros, abogados, el resto eran maestros de carrera, asignados por la Secretaría de Educación del estado de Guanajuato.
Cuánto amor, responsabilidad y dedicación mostraron en sus cátedras los profesores de carrera y los improvisados; de tal manera, que el nivel de estudios, fué calificado de manera oficial como excelente.
Al transcurso del tiempo, más alumnos, en su mayoría, identificados con la edad apropiada, solicitaron su matrícula, siendo necesario la integración de más grupos, de cada grado escolar.
El éxito y acierto de la escuela secundaria llevó a las autoridades a definir y acelerar la construcción del edificio apropiado, que garantizara la seguridad en todos los sentidos, evitando con ello el uso de casonas, que cumplían con su objetivo de servicio, pero resultaban inapropiadas para la enseñanza, situación que se logró muchos años después.
Los terreros donde se construyó la escuela secundaria se localizan en la rivera del río Lerma, en su vecindad con el templo monasterio de San Francisco, ubicado en las calles de José María Morelos, centro histórico de la ciudad, cambiando posteriormente su identidad escolar a escuela secundaria Técnica # 2.
Una vez cumplidos los requisitos para el ingreso a la escuela secundaria, cuyo espacio era una casona de dos plantas y un gran patio interior encementado, que en ocasiones, se rentaba para eventos sociales o pista de patinar, por supuesto antes de ser escuela - recinto de bellos portales coloniales-, se ubica en el centro de la ciudad, exactamente frente al jardín principal, formando parte del conjunto de toda provincia mexicana, en cuyo entorno se localiza el poder político, el dogma religioso y en su derredor las fincas de los que fundaron la ciudad.
Es pues un lugar maravilloso que invita no solo al solaz esparcimiento y convivio, sino también al aprendizaje, pensamiento y ejemplaridad que ha estado presente en cada momento en mi mente y corazón de provinciano identificado con su ciudad natal.
Foto del edificio donde opero la ETIC # 18 a partir de 1946.
Visita a las instalaciones de la escuela, invitación formal de la dirección para conocer e identificar las instalaciones y cada lugar, aun cuando solo existían dos salones, uno para el primer año y otro para quienes cursaban el segundo grado, además de las instalaciones de la dirección general, oficinas para la secretaria y personal administrativo, así como otros espacios amueblados con librero y escritorio, salones que a la postre supe que se llamaban cubículos para el personal docente, además y, por supuesto, los talleres para carpintería, electricidad y zapatería.
Todo aquello me pareció maravilloso, tanto que si en ese momento nos hubieran llamado a clases, con gusto lo hubiera aceptado. Ensimismado en ese pensamiento, seguimos el recorrido por pasillos, escaleras, patio, baños, etc.
Al concluir el recorrido y escuchar las palabras del Director de la Escuela, Profesor Cifuentes, deseándonos feliz estancia y mejor empeño académico, me percaté de la diferencia de edades entre los probables alumnos y compañeros del primer grado, seguramente a ellos les causó el mismo efecto, pues nos vieron con asombro, exclamando “están muy pinolillos”, apodo con el que algunos nos llamaban con frecuencia, así pues, no quedaba más que esperar el inicio formal de clases.
La espera duro aproximadamente dos semanas, tiempo suficiente para la compra del material escolar y libros de cada materia, los cuales afortunadamente existían ya en las papelerías de la ciudad.
El horario de clases iniciaba a las ocho de mañana y concluían a las dos de la tarde, reanudando a las cuatro para terminar a las seis.
Primer día de clases, muy temprano me levanté, desayuné y esperé impaciente el momento de salir de casa rumbo a la escuela, la cual quedaba, tan solo, a dos cuadras , en ese primer paso me acompañó mi madre, situación que resultó de comentario entre los compañeros mayores, a partir del siguiente día y por todo el tiempo posterior me encaminé solo.
De manera recreativa, de las once a la doce del día se tenían actividades deportivas, de tal manera que se organizaron equipos de futbol, como ahora se le conoce como futbol rápido. Un equipo lo integramos “los pinolillos”, o sea los de menor edad y el otro los estudiantes mayores.
La agilidad y rapidez de los menores influía en el resultado de los partidos, de cada cinco jugados, ganábamos tres, lo que molestaba a los mayores.
Cada partido crecía en rivalidad; de tal manera, que se jugaba por los refrescos, los cuales se compraban en el puesto bajo los portales, localizado a la entrada de la escuela, local que era atendido por un hombre joven con parálisis cerebral de nombre Wences, seguramente se llamaba Wenceslao.
El resultado de los juegos no cambio la proporción; de tal manera, que cada miembro del equipo de menores teníamos un inventario de hasta diez refrescos disponibles en el puesto de Wences.
Una ocasión, muy ceremoniosa por parte de los mayores, quienes pretendían a algunas de las compañeras, jóvenes muy guapas, se concertó el partido a doble refresco, el partido inicio con porras y gritos, pusimos en él más empeño; de tal manera que triunfamos, lo que molesto aún más a nuestro rivales.
Al retirarse el público, o sea las chicas de nuestro salón, los perdedores nos amenazan con castigo, todos corrieron fuera de su alcance, el único taimado y confiado fui yo, me sometieron con gran facilidad, amarrándome en las lonas que se colocaban como protección en el patio cuando se celebraban eventos.
Ante tal situación, el conserje de nombre don Ignacio o don Nacho como todos le decíamos, intervino cuando se dio cuenta de la situación; no obstante, ya estaba fuertemente atado, para liberarme, tardo en desbaratar los nudos, pasando su reporte a la dirección, por lo que resultaron castigados los culpables, a quienes les dió más coraje por todo lo acontecido.
Al poco tiempo todo quedo olvidado y continuaron los partidos, los que fueron siendo más parejos a través del tiempo, incluso se integró un equipo formal que competía en la liga municipal.
No todo era juego, partidos, porras y demás entretenimiento, también lo eran las clases que progresivamente nos entusiasmaban y alentaban, comprometiéndonos con mayor plenitud cada día, como si fueran competencias deportivas, no solo para mejorar calificaciones, sino en verdad para saber más o ignorar menos.
En este sentido las clases impartidas por los profesores, recibían todo nuestra atención y empeño respetuoso, los jóvenes o pinolillos, recién salidos de la primaria, llevamos ventaja en el aprendizaje frente a los mayores, por la continuidad en el hábito en el estudio y disciplina.
En ellos se había adormecido por la inactividad, representándoles más esfuerzo la concentración y atención para el entendimiento inmediato y para compensar esta realidad, hacían uso de su razón madura y conocimiento de la vida, para lograr mejores resultados, los cuales llegaron al poco tiempo, registrando elevados índices en las calificaciones mensuales, semestrales y del año escolar, en beneplácito de los maestros y de la escuela misma.
Al igual que en la escuela primaria las matemáticas, trigonometría y cálculo fueron de las materias favoritas, tanto de ello se dio por los maestros Ing. Cartas e Ing. Barajas, quienes me distinguían con su atención y preferencia, compañeras y compañeros de los tres grados, casi siempre de los mayores, me invitaban a comer o merendar, para repasar lo visto en clases y atender las tareas y solución de los problemas o simplemente, estudiar conjuntamente y lograr mejor comprensión académica.
La historia de México y Universal, continuo en mi preferencia, los profesores de estas materias abundaban en mayor detalle, acerca de las causas, consecuencias y resultados en la realidad socio-económica y política, de ahí que con mayor precisión y certeza se entendía y percibía la forma y modo de convivencia histórica de nuestro país o de otras regiones, al explicarse los diferentes estilos de comportamiento político y definición de prioridades para lograr óptimas condiciones de vida para los habitantes.
Así, bajo este contexto, con calidad profesional de los profesores y esmerada atención de parte de los alumnos, conocimos a plenitud las grandes características de los imperios y culturas de la humanidad, a través del tiempo, las cuales se significaron por su extraordinario desarrollo en los escenarios de su época, logrando sometimiento y hegemonía en su entorno, tal es el caso del Egipto esplendoroso, por tres milenios, antes de la era cristiana, cuyos vestigios descubiertos y conservados hasta el presente maravillan a su vista, en nuestros días.
Otra gran cultura fue la Grecia cultural, dogmática y filosófica, que heredó a la humanidad valiosos conocimientos, los cuales han orientado, y lo seguirán haciendo, en beneficio de las ciencias y conducta del hombre.
Otra gran cultura fue la romana, cuyo tránsito político por la monarquía, la republica y el imperio, le llevaron a convertirse en el dominador de una buena parte del mundo occidental, y al igual que las culturas egipcia y griega, dominaron su época y su mundo, dejando constancia de ello en las maravillosos hallazgos que lo confirman plenamente.
En el mundo moderno, en un marco de consideraciones y rasgos diferentes, los países como: Portugal, España, Inglaterra, Francia, Alemania, se convirtieron en su momento, en estados con dominación sobre otros pueblos, a los cuales sometieron, obteniendo grandes ventajas.
En el mundo contemporáneo, países como Estados Unidos de Norteamérica, representa, conjuntamente con el Reino Unido de la comunidad europea, la directriz del desarrollo socio-económico a través de lo llamado globalización.
La clase de biología y anatomía, llamó poderosamente mi atención, hará algo maravilloso conocer las diferentes formas de vida, e ir avanzando poco a poco al interior de la existencia del ser, percatarse de su funcionamiento, de lo que ocurre en los casos en que esa armonía y equilibrio de altera por diferentes motivos, hasta llegar a situaciones graves de salud.
Conocer la estructura ósea del hombre, sus órganos, internos y su función en el cuerpo humano, en fin todo aquello me llegó tan profundo que pensé definitivamente, que al concluir los estudios de secundaria, escogería el bachillerato de medicina para concluir la carrera de médico y después decidiría la especialidad en base al comportamiento que se diera durante toda la carrera.
En ese entendido se fue fortaleciendo la idea en cada año de los tres de secundaria, sin descuido del resto de las materias antes mencionadas.
De esta manera, tradicional y costumbrista, se fueron desarrollando rápidamente los tres años de la escuela secundaria, el prestigio que fue ganando por su nivel de estudios, invitó a los estudiantes de los pueblos colindantes a incorporarse en los diferentes grados; de tal manera, que se dio el retorno de algunos estudiantes que se encontraban fuera de la ciudad, para de esta forma estar cerca de sus familiares y disminuir los gastos que ello les ocasionaba y fue así como conocí a más compañeros de estudios.
Las labores asignadas en la pequeña fábrica de cambaya de mi padre, cada día las desarrollaba con mayor habilidad y rapidez, de tal forma que no representaban inquietud y robo de tiempo para asistir a clases, estudiar y cumplir perfectamente con las tareas asignadas.
Por el contrario, esta combinación de actividades me resultaba placentera y significaba a la vez un camino real y efectivo a la conjunción de responsabilidad, experiencia y conocimiento directo e indirecto por consejos de mis mayores, en el sentido de que los estudios son el medio verdadero para encontrar caminos más ciertos de la superación y así con ese pensamiento, continué estudiando y trabajando hasta concluir la escuela secundaria.
Al final de cursos del tercer año, la dirección de la escuela programó una velada de despedida para la segunda generación, en la que se sumaron algunos rezagados de la primera.
Fiesta artística bohemia y tradicional, que fue amenizada por algunos conjuntos musicales de la ciudad, los cuales abundaban, -desde las bandas de tambora, orquestas formales, mariachis, rondallas, tríos, etc.- conjuntos que tomaban cada vez más arraigo, por ser esta manifestación el medio para invertir el tiempo y obtener eventualmente parte del sustento.
Esa festividad de despedida, la llevo muy grabada en mi mente y corazón, sobre todo porque en una de las voces de esos grupos, se localizaba una tan parecida a la de los mejores cantantes de tango de esa época, entonando en nuestro honor, la melodía arrabalera llamada “adiós muchachos”.
El solo recuerdo de esa velada me transporta a aquel momento y me pone melancólico, pero a la vez contento por los pasos que he dado en el acontecer de mi vida, al lado de mi familia –esposa, hijos y nietos- gracias a todos ellos y a los que han estado en mi vida en cualquier lugar y momento.
Al confirmar mis padres el apoyo total, para continuar los estudios, se decidió que la familia entera emigraría a la ciudad de México, la gran capital de nuestro querido país, y así se hizo.
El medio ambiente era desconocido para mí, no tanto para mi padre, sin embargo el equilibrio emocional, social y laboral tardo un poco más de lo esperado, la falta de documentos escolares, toda vez que salimos de Salvatierra sin ellos, impidió mi ingreso a la preparatoria de la UNAM, el envío de ellos por parte de la dirección de la escuela, no fue tan oportuno como lo requería el protocolo universitario.
Ante esta circunstancia, ese primer año la pase desesperado e inquieto, para tranquilizarme y no estar de ocioso, como él decía, mi padre me incorporó a trabajar en los talleres de ropa y elaboración de artículos de piel, propiedad de sus hermanos; tiempo después, con algunos de sus amigos.
Pasado un tiempo y acordé con mi intención y propósito, me incorporé a la compañía de seguros de vida de los trabajadores ferrocarrileros, por recomendación de un amigo y paisano de la familia, gerente de esa empresa.
Efectivamente encontré en este trabajo, el apoyo de todo el personal y a la vez orientación para, en su momento, reiniciar los estudios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario