Quince años de residencia de la familia Escobedo en Salvatierra
Una crónica de familia de 1871 a 1886
La familia Escobedo Tinoco, compuesta por el matrimonio de Leandro, quien tienen la edad de 29 años cuando nace Juan Federico, y Porfiria, quien tiene 24 años cuando da a luz a su cuarto hijo.
El matrimonio es originario de Cerano, municipio de Yuriria, región donde Leandro Escobedo fungió como jefe político del distrito en 1867, a la edad de 22 años, y su esposa tenía 17 años, en ese año de jefatura política de su marido, es cuando Porfiria dio a luz a su primer hijo, José Agustín.
El matrimonio al año siguiente volvió a concebir un segundo hijo de nombre José Francisco.
Leandro Escobedo era de oficio comerciante de ropa y político, como Salvatierra era una plaza fuerte en lo económico, se traslada a esa urba industrial del tejido, con grandes esperanzas e influencias políticas. Llega y le otorgan en renta una casona para su figura de persona principal, las autoridades locales lo acomodaron con su esposa, en una casona histórica ubicada frente a una polvorienta explanada de gran tamaño, haciendo vecindad con el palacio municipal y el templo parroquial de la Virgen de la Luz.
Viene a Salvatierra a fungir como regidor quinto, y al matrimonio le llega su tercer vástago, se trata de una niña, a quien pusieron por nombre Hilaria Refugio, quien nace en 1871 en la ciudad.
Leandro tiene una amarga lucha al intervenir con decisiones a favor del lado conservador criticando a la Constitución Política de México de 1857. En su segundo periodo como regidor primero, en 1873 se niega a jurar la constitución política y es desconocido en su cargo.
La situación es tensa en el municipio de Salvatierra, hay guerrillas combatiendo por el lado de las comunidades de las Cruces, se trata de los Religionarios, un movimiento conservador en armas para defensa el estatus del clero antes de las leyes de Reforma.
Dedicado al comercio de ropa, Leandro recibe a su cuarto hijo en 1874, se trata de Juan Federico, quien desarrollará su vocación religiosa desde sus primeros años de vida en la amplia casona donde nació el 7 de febrero, siendo bautizado al día siguiente por el párroco Rafael Aguilar.
Doña Porfiria, como mamá comprometida con las luchas políticas de su marido Leandro, quien es partidario del lado conservador, educa a Federico con una gran pasión por la devoción de la Virgen de la Luz. Podemos considerar a la negativa de Leandro a jurar la Constitución del 57 como una fuerte influencia para aumentar la devoción religiosa, la cual se manifiesta en un poema de Federico escrito en su juventud, donde relata el juramento hecho a su madre de tener como su primer amor a la Virgen de la Luz.
Tres años después llega a la familia su hermana María Inés de la Luz, el 19 de abril, quien lo acompañará toda su vida y a quién le dedicará poemas pedidos por ella de acuerdo al tema de sus estados de ánimo, de tristeza o de alegría.
La casona donde pasa su primera década de vida, es una de las casas principales de la ciudad, su ubicación es en el perímetro de una espaciosa plaza polvorienta, la cual cruza como a un llano de frente para llegar al templo parroquial, un camino sencillo, fácil de aprender y al cual acude en escapadas infantiles para visitar a la Virgen de la Luz.
Frente a la huerta del convento de la orden religiosa franciscana, había una casa en la esquina frente al abrevadero de los caballos del llamado canal de Gogorrón, ahí estuvo ubicada la escuela parroquial fundada por los franciscanos desde los primeros años de la fundación de Salvatierra. A esa escuela asistió Federico, siendo su maestro un competente docente con carrera de profesor, Sebastián Tejeda.
Los dos lugares visitados con frecuencia por Federico en su primera década de vida se encontraban a una o dos cuadra de su casona de la calle Real.
Cuando cumplió los once años, llegó como párroco un eminente educador de México, un miembro de número de la Academia Mexicana de la Lengua, abogado y hombre de letras, quien acababa de recibir la orden sacerdotal en el Seminario Tridentino de Morelia, Tirso Rafael Córdoba, y su primera parroquia fue Salvatierra.
Como hombre de ciencia en la educación del siglo XIX, Tirso Rafael había elaborado un texto de enseñanza del castellano denominado “Manual de literatura Hispano Americana”. El manual tenía como finalidad ser el libro de texto para llevar en clase la enseñanza. Un recurso de didáctica moderna para el aprendizaje mediante la lectura uniforme para todos los alumnos del curso.
Tirso Rafael Córdoba había sido un articulista de periódicos a favor del partido conservador en sus años de desempeño como abogado en Puebla. Veía con simpatía y aprecio el acto político de Leandro Escobedo realizado en 1873, el haberse negado a jurar obediencia a la Constitución Política de 1857.
Leandro Escobedo fue un político con filiación ideológica cercana al bando conservador, aunque realizó funciones de gobierno en el periodo de la Restauración de la República por los liberales como jefe político de Yuriria en 1867, en una primera vez, y en 1876 en una segunda ocasión, volvió a ocupar el cargo de jefe político en el vecino municipio de la laguna.
También fungió como juez municipal de Salvatierra en 1881, y en 1887, fue procurador del Ayuntamiento.
El párroco Tirso Rafael Córdoba encausó la continuidad de los estudios escolarizados de Federico Escobedo, enviándolo al prestigioso Seminario Palafoxiano de Puebla.
Tirso fue maestro de Federico en la escuela superior de instrucción elemental del “Sagrado Corazón de Jesús”, fundada por Tirso en cuanto tomó el cargo parroquial, de cuyas clases Federico escribirá testimonios en la revista La Espiga de Oro de Puebla, donde ocupaba el cargo de secretario de redacción, sobre las prácticas educativas de Tirso, como la ocasión cuando llevó al grupo de estudiantes a la cárcel municipal, ubicada en el antiguo convento de San Francisco, para escuchar el testimonio de reos arrepentidos de sus crímenes cometidos para deshonra y sufrimiento de sus madres.
Cuando Federico partió a la ciudad de Puebla, la familia Escobedo Tinoco se componía de los siguientes miembros: Agustín, Francisco, Hilaría Refugio, Federico, María Inés de la Luz, Luis, Julia, José Cruz y el recién nacido Vicente, era el año de 1886 cuando sale en tren a la ciudad de Puebla.
Cuando parte Federico va a dejar una casona con pilares chaparros, con dos corredores en escuadra y un patio con un limonar. Los techos pequeños y amplios los cuartos, con una sala comedor de dimensiones suficientes para albergar a la familia comiendo, teniendo una pequeña ventana entre la cocina y el comedor para pasar la comida a los comensales.
El piso de los corredores será empedrado y las habitaciones el piso de baldosa de barro. La casona será adquirida en 1892 por una prima de su mamá Porfiria, también originaria de Yuriria, la señora Soledad Cos Villalobos. La familia sigue viviendo en la casona.
La explanada frente a la casona era entonces un baldío terregoso, con grandes piedras en los costados. Solo se alzaba como plaza monumental por las casonas y la ubicación de la parroquia teniendo al lado al palacio municipal.
Partió Federico y dejo a una ciudad dinámica, con avances surgidos de la desamortización de los bienes del clero. La hacienda de San Nicolás de los Agustinos, junto con las haciendas de Maravatío, La Virgen, Guadalupe, San José del Carmen, Sánchez, Santo Tomás Huatzindeo habían atraído una gran migración de trabajadores extranjeros y mexicanos para suplir a los frailes en las tareas agrícolas.
La industria textil había crecido con la instalación de dos grandes fábricas de hilados y tejidos, una llamada “La Reforma” propiedad de Emeteria Valencia Ibarra e instalada en 1845. Otra instalada a partir de 1870, llamada San Isidro Batanes, propiedad de Juan José Argomedo Rousin.
La construcción del ferrocarril le dio un gran florecimiento económico y cultural a Salvatierra. El comercio era pujante y había tiendas de grandes dimensiones como “La isla de Cuba”, cuyo propietario fue señalado en el índice económico mexicano como uno de los mejores comerciantes del país. Se trató de Francisco Rodríguez Ayala, bisabuelo de las hermanas Silvana y Ma. Eugenia Ruiz Dunkin, quienes conservan la casona de su antepasado en inmejorables condiciones, como cuando ganaron el premio a la conservación del patrimonio cultural edificado de Guanajuato en 1999.
Parte Federico a una ciudad notable por la cultura de sus habitantes, una ciudad amante de la lectura, con la historia de haber sido la primera ciudad con biblioteca pública de América, la cual fue creada por el obispo Juan de Palafox y Mendoza en 1646.
Mientras se ausenta Federico de Salvatierra, en su ciudad natal, su padre Leandro volverá a protestar contra el régimen, ocupando él el cargo de procurador del Ayuntamiento, firmará en 1887 un manifiesto de protesta contra la exclaustración de las monjas Capuchinas, en alianza con dos regidores, uno de ellos, el licenciado Pomposo Martínez.
En su ausencia habrá grandes modificaciones en la edificación de la ciudad, se urbanizará la huerta y plazuelas del convento de San Ángelo Mártir, donde moraban los sacerdotes de la Orden de los Carmelitas Descalzos.
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