El sol calienta con suavidad en la mañana de invierno. Y es siempre el momento para pensar la lectura de la noche. L, que después sería cronista, repasaba en la casa paterna los versos de la sociedad de los castores del libro "Georgicas Mexicanas" de Federico Escobedo. Le enternecía la metáfora de la solidaridad, la comunicación de los castores, la laboriosidad de todos y su sentido de protegerse comunitariamente de las calamidades del medio natural. Y soñó que su amada, la noble y leal ciudad de San Andrés de Salvatierra, con un poco de promoción de los principio de solidaridad, libertad, participación, bien común, autoridad muy bien sería una sociedad de valores humanos por encima del interés egoísta y codicioso que permeaba ya gran parte de México.
Pero el ejemplo es el comienzo de la enseñanza. Lentamente, miró la puerta de su ventana, fijo su concentración en lo que aprendía de los libros y del legado de los antepasados. Verdaderamente mejoró como persona al tomar en serio las lecturas y las reflexiones que le provocaron los discursos del filósofo J. La influencia de las órdenes mendicantes en la ciudad las sentió presentes en su corazón. ¡Y cómo no! leyó en un archivo parroquial que la cantidad de personas del estado eclesiástico afincadas en la ciudad era de 200 entre frailes, sacerdotes y monjas, el dato era de finales del siglo XVIII, cuando la población citadina de llegó a los 5,000 habitantes. Así que Salvatierra se movía acorde con el horario conventual: maitines, labores, comida, paseo por los hortales, lectura, hora de meditación, misa, relaciones de sociablidad y preparación del siguiente día.
¡Cómo no iba a querer crear un asilo de ancianos! Una misión franciscana, alejada de los apetitos de enriquecimiento personal. Eran días previos a su matrimonio y tenía ingresos económicos escazos. Meditó repasadamente su sueño y supo que no eran tiempos para emprenderlo. Se levantó de su cama y camino por el breve corredor bajo la sombra de los portales que le cubrió del sol matinal. El patio era un jardín enflorecido con arreglos geométricos de tezontle, esa piedra liviana , abundante que construyó las paredes, puentes y calles de Salvatierra.
Se sentó en el jardín hogareño y comenzó a recordar las tertulias, los saraos, los festivales artísticos y los paseos al río Lerma del Club Zorros. Una misión sociabilizadora, igualitaria. Lo mismo asistían las hijas de los hacendados y profesionistas que las de los obreros y ejidatarios. La igualdad social en las oprtunidades de acceder a la vida social del club. Pensó en la descripción de los Castores de las "Georgicas Mexicanas", de su trato con Escobedo y de las veladas culturales cuando visitaba Salvatierra, y que siempre daban la crónica de sus poemas y temas tratados en los periodiquitos mensuales, como el de Luz.
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