miércoles, 30 de junio de 2010

Un relato sobre "Las Moradas" de la Virgen del Carmen en Salvatierra, Gto.



Una crónica del memorable Horacio Larrea Tinoco
sobre las obras de los frailes carmelitas descalzos
en Salvatierra, Gto.

En Salvatierra se comprende el trazo de la ciudad siguiendo el libro de oraciones de santa Teresa de Jesús 

por Pascual Zárate Avila

El papa Juan Pablo II visitó México y nombró a la Virgen de Guadalupe "Patrona de América", recorrió los caminos de lo que fue la conquista espiritual y justificación de la colonización española, y nombró a nuestras tierras americanas como el “Continente de la Esperanza".
El Papa recordó que el Nuevo Mundo se convirtió en una utopía social para las órdenes mendicantes, -las de los votos de pobreza: franciscana, agustina, dominica y carmelita descalza-, que fueron alentadas a realizar la evangelización a partir de los dogmas y autos de fe de la Contrarreforma Católica.
La misión espiritual desde los primeros religiosos que llegaron al valle de Guadzindeo, franciscanos y agustinos, fue construir conventos con dimensiones monumentales para que fueran la atracción de la concentración poblacional indígena: los agustinos en Yuriria y Salamanca; los franciscanos en Celaya y Acámbaro, pero los carmelitas descalzos, en Salvatierra y Celaya, levantaron conventos pequeños, austeros y, sin embargo, de gran belleza arquitectónica.
Para la ciudad de San Andrés de Salvatierra, la consolidación del imperio español marcó el inicio para forjar una urbe civilizada que tomara como lugar central a la cultura religiosa, que debería dirigir el sentido de la vida humana siempre hacia Dios.
Salvatierra es, en el estado de Guanajuato, la primera ciudad con cédula real y la única fundada empleando los recursos científicos y las doctrinas humanistas más avanzadas de su época, que fue la Europa del Renacimiento.
El incipiente capitalismo industrial promovió el sueño de fundar una ciudad, basada en el enriquecimiento de la población española y criolla, gracias a la producción de la harina de trigo a través de la fuerza del agua de tres canales que movían las ruedas de cinco molinos: La Esperanza, de la Ciudad, El Mayorazgo, San Buenaventura y Los Batanes, formando el primer emporio económico con una gran diversidad de ofertas de trabajo para los vecinos del valle, que unidos a las haciendas, vaquerías y comerciantes, lograron poblar y edificar la primera ciudad en la ruta de la plata Zacatecas- México.
El ideal del Imperio Español y de la Iglesia Católica tuvo una concretización sobresaliente en la traza y edificación de la ciudad de San Andrés de Salvatierra, pero en ésta ciudad, las Ordenanzas reales para la fundación de ciudades españolas se perfeccionaron con la ciencia psicológica y espiritual de la obra de santa Teresa de Jesús.
Fray Andrés de San Miguel, el principal arquitecto de los carmelitas descalzos en la Nueva España, vino a Salvatierra hacía el final de su vida y, con la experiencia de haber trazado y edificado seis conventos novohispanos, dejo la impronta del Carmelo teresiano en toda la ciudad.
A las ordenanzas del Rey de construir centros urbanos que albergaran los edificios de la alcaldía, el templo mayor, los portales, la plaza principal y las casonas de los vecinos principales, la psicología del Carmelo teresiano introdujo la ciencia arquitectónica para la mejor educación espiritual de los vecinos:
Al convento de San Ángelo Mártir le dio el cuerpo de la obra teresiana, que refiere al alma como un castillo interior, por lo que el templo conventual tiene muros almenados logrando producir una remembranza de los castillos medievales, es de altura y extensión armoniosa, exenta de adornos labrados en cantera, empleando recursos helénicos de manera arbitraria con la finalidad de resaltar en las puertas un mensaje de humildad pero con sobria belleza manierista.
Para mantener la virtud en el comercio, la recreación y el trabajo, cuya vida cobra lugar en los portales de las ciudades novohispanos, los carmelitas intervinieron para que se materializara el principio de trabajo y oración, procurando que estuvieran cerca de su misión predicadora: en la hacienda de San José del Carmen, en los cinco mesones del portal de la Columna y en los portales de los tres jardines del convento.
Para la vida familiar, la virtud de los padres y el buen trato a los hijos, los principios psicológicos de soledad y comunidad quedan reflejados en los amplios patios de las casonas señoriales, las grandes habitaciones y los corredores domésticos, tal como el sabio renacentista, fray Andrés de San Miguel, les enseño a trazar a las familias de los fundadores.
La meditación personal es considerada por santa Teresa, como flores de los pensamientos propios, por lo que la atmósfera social de los jardines de la ciudad, siguiendo el espíritu teresiano, debieron de responder al principio psicológico de combinar habitación y campo, dando un ambiente de tranquilidad y reflexión humana con las zonas arboladas de la ciudad.
Para la Santa de Ávila el templo debe figurar a la contemplación como siendo una bodega de vino, donde el alma añeja una actitud de trabajo y caridad con el prójimo, bajo el fermento de los predicadores del evangelio; por lo que el interior del templo carmelita es austero y pequeño pero de una gran belleza en sus proporciones y el equilibrio de su perspectiva visual.
Las visiones intelectuales e imaginarias relatadas en “El Castillo Interior”, tienen en los dos relicarios laterales del templo principal, la materialización visible para reflexionar: en no esta la imagen de Cristo Crucificado para motivar la meditación del papel de la Pasión de Cristo para la historia y la cultura del mundo; en el otro relicario esta la imagen de la Virgen de Guadalupe para motivar la reflexión sobre la visión imaginaria que motiva la creencia en las cualidades de protección de los símbolos religiosos.

Es en el retablo mayor donde quedó la síntesis del sendero teresiano, pues las calles se trazaron haciendo que
fueran amplias avenidas cuyo final es el encuentro de la persona con las puertas del templo de la Virgen del Carmen, donde los retablos simbolizan artísticamente la aspiración teresiana de la unión del alma con la Trinidad.
La estatua de tamaño natural de la Virgen del Carmen preside el camarín central del retablo mayor, y con sus atuendos representa los valores culturales de la feligresía salvaterrense, -legada por las generaciones pasadas-: trabajo, meditación, paz y obediencia, que están simbolizados por el escapulario, el bordado con hilo de oro, el Niño Jesús en su mano y su vestimenta de color café.

En este mes de julio vive las tradiciones de Salvatierra, visita las fiestas del Carmen compuesta de peregrinaciones, verbenas, platicas espirituales, fieles vistiendo el escapulario; y date un espacio para la convivencia familiar en la explanada de Carranza y Salcedo.












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