Pero, al punto, las bridas aflojando
al bridón, el jinete habilidoso,
con duros aguijones va acosando
la espalda del cornúpedo furioso,
y con la férrea pica refrenando
su cuello vigoroso,
ya defendido queda y a cubierto
de fieros golpes y extermino cierto.
Mas, si el juez que preside la"corrida",
al toro quebrantado en la pelea
por cien heridas, manda que la vida
ya quitada le sea,
intrépidos acuden, en seguida,
a ejecutar la trágica tarea:.
el atleta potente,
armado de un estoque refulgente,
y de un hastil de acero
bien aguzado, el noble caballero.
Y los dos luchadores,
desde luego, provocan con clamores
para que a ellos acuda,
el bravo buey que, con la sien cornuda manifiesta designios vengadores,
y al que acosando van con la pica aguda
para tener a raya sus furores.
Al castigo doliéndose la fiera,
más en ira se enciende y exaspera,
el súbito clamor la vuelve loca,
y acomete ligera
al que con voz y hierro la provoca.
Entonces, tras la capa, que lo oculta,
saca el estoque de siniestro brillo
el atleta cruel, y lo sepulta
hasta el puño, del toro en el morrillo,
o bien, el caballero,
cuando bravo, hacia él, el toro viene,
con un rejón de acero
lo quebranta y sus impetus contiene,
y el acerado astil deja clavado
en la soberbia frente del astado,
que dobla las rodillas, al momento,
y, perdido el aliento,
queda en la roja arena derribado.
Siguiese a esto, del triunfo los clamores y las palmas de mil espectadores,
y del púgil osado,
el resonante triunfo es celebrado
por todos, con aplausos y loores.
(fragmento del libro Los juegos, del poema "Rusticatio Mejicana", en la versión traducida en verso castellano por Federico Escobedo Tinoco, tamiro miceneo, entre los árcades romanos).
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