El historicismo vitalista como corriente de pensamiento filosófico nos dota de conceptos epistemológicos para comprender el proceso de enriquecimiento cultural de una sociedad local. La sociedad logra sobrevivir y reproducirse mediante un complejo sistema de funciones ideológicas, jurídicas y económicas: traza urbana, modos de producción, relaciones sociales de producción, leyes constitucionales, niveles de gobierno, religiones, escuelas, servicios comerciales y profesionales, industria y agricultura, medio físico, tradiciones populares, arte y literatura, valores y sentido de la vida.
El historicismo define a los productos culturales como determinados por contextos históricos, así todo cuanto está presente en una sociedad local tiene una explicación histórica, científica y es, a su vez, un documento histórico que explica otras manifestaciones culturales.
El vitalismo como corriente filosófica explica la existencia humana por el sentido de la vida guiada por los valores. El vitalismo construye la forma social del cómo se pasa de la conciencia de si, del conocimiento del yo, a una aceptación del otro concibiéndolo como un ser diferente, mediante el proceso del diálogo del tú y el yo, para ligar la convivencia del nosotros bajo una misma aspiración de humanización de las relaciones interpersonales, donde la identidad juega un papel determinante. Aceptar los mismos valores que nos identifican: la paz, la legalidad, la autoridad, la tolerancia, la educación, la ciencia , el arte, la familia y el trabajo.
Para el vitalismo los valores que nos identifican están presentes en todas las partes de la sociedad local, y es en el llamado arte público, el que está más visible, donde se condensa la pluralidad de los valores vitales con mayor simbolismo, y son un reto de explicación historicista local.
Conocer y comprender las instituciones de una ciudad desde una perspectiva histórica da como resultado el aprendizaje de los valores vitales y una experiencia del sentido de la vida comunitaria, además de una emoción personal, sentida como una situación existencial de proyección hacia la realización de aspiraciones de desarrollo del yo unido al nosotros.
Los nombres de las instituciones locales, como bibliotecas, escuelas, calles, tiendas, templos, barrios, hospitales, unidades deportivas y organizaciones de la sociedad civil son el rostro del historicismo vitalista. La instituciones son productos de la historia humana y los nombres específicos de ellas en las localidades nacen del sentido de la vida manifestada para fortalecer la identidad cultural local.
Que un niño conozca la biblioteca de su ciudad le conlleva una experiencia vital, que se llena de imaginación y sentido cuando recibe la explicación de por qué tiene el nombre de un miembro de la comunidad local, quienes la promovieron y en qué circunstancia. El relato historicista le va generando un interés por el estudio y la investigación y lo va haciendo vivir una experiencia formativa mediante un aprendizaje directo que le descubre una multipicidad de sentidos vividos por sus ancestros que se le presentan como opciones de vida, como conocimientos para desarrollar sus potencialidades humanas, como una forma de vivir en la ciudad, y entonces toma a la ciudad como aprendizaje, y a la educación como siendo plenamente su vida.
Historia y valores de Salvatierra
No hay comentarios:
Publicar un comentario