lunes, 12 de abril de 2010

La utopía de la Compañía de Jesús en Salvatierra

El grabado que ilustra la portada de la publicación de la crónica municipal de 1976, investigada por Vicente Ruíz Arias, es un icono que representa, de manera muy completa, las ideas sociales que la Compañía de Jesús enseñó en la ciudad de Salvatierra, haciendo su magisterio pastoral, con mayor intensidad, en las décadas treinta y cuarenta del siglo XX.
En la parte izquierda esta el dibujo de una de las torres del templo parroquial de la Virgen de la Luz, cuya advocación fue promovida por la orden religiosa de san Ignacio de Loyola en todo el Bajío mexicano. La estatuilla de pulpa de maíz traída a al hospitalillo del valle de Huatzindeo, en 1636 por los franciscanos de don Vasco de Quiroga, tenía el nombre de Virgen de las Luces, como se les nombra a los apóstoles en la simbología de la literatura sacra. Y fue un teólogo italiano de la Compañía de Jesús quien reveló el sentido teologal de la advocación de La Luz, para la Virgen María, como la advocación más perfecta para su papel dentro de la Redención de la Pasión de Cristo. Por ello, la ilustración de la torre parroquial forma parte de la misión evangelizadora de los jesuítas en Salvatierra, Gto.
Luego, está la ilustración de una prolongada nave industrial de manera horizontal, con numerosas ventanas, además de una chimenea que exhala un hilo de humo. La cual representa el espacio laboral donde los jesuítas dirigieron su magisterio. Ellos capacitaron a obreros y empresarios en las ideas sociales de la enciclica Rerum Novarum, cuya autoría proviene de un filósofo jesuíta belga de finales del siglo XIX, Mercier. La fábrica textil, de hilados y tejidos, tiene dibujada una fachada de entrada principal, a una puerta rural, recordando que antiguamente ahí estaba, en la hacienda de la Esperanza, uno de los molinos de trigo de la ciudad.
La puerta principal dibujada en la ilustración, tiene sobre la calle principal, ratratadas casas de un sólo piso, las cuales hacen referencia a las viviendas de los obreros textiles, como personas que tienen una vida fuera de la fábrica, y un patrimonio procurado por la organización de las uniones de obreros. Hay que recordar que por mucho tiempo en la época colonial, los obrajes textiles tenían a los trabajadores como peones acasillados dentro de las haciendas. El icono del dibujo nos refiere a ese comienzo del liberalismo industrial de comprar sólo el tiempo de trabajo de los obreros, y las ideas del social cristianismo sobre la responsabilidad social de la empresa, de proveerlo de condiciones dignas de vida.
Cierra la representación icónica del dibujo, el escudo de Salvatierra, que de acuerdo a la interpretación del cronista Miguel Alejo, la fábrica "La Reforma" queda dentro del tercer cuartel, en el mismo donde estaban ubicadas las propiedades de los Carmelitas Descalzos, dado que la fábrica se instaló sobre los bienes que reservó para sí, Gabriel López de Peralta de entre los donados para la fundación de la ciudad y las naves principales se construyeron después de 1845, luego de que fue promovida su compra por una sección de la logia masónica para que la adquiriera el liberal Eusebio González López, socio español de Patricio Valencia, originario de Salamanca, Gto.
Por los cambios de propietario, hacia 1930 era una inversión adquirida por la Compañía Noriega, propiedad de los hermanos Arrechederra Quintana, españoles originarios de la provincia vasca, quienes tenían experiencia textil en la península Ibérica y en otras localidades de México. Los hermanos Arrechederra Quintana asumieron los principios y valores sociales de la Iglesia Católica e impulsaron la formación de uniones y sindicatos basados en la democracia cristiana, dándole una dimensión social católica a la empresa industrial, y para esta tarea contaron con la participación educadora de los sacerdotes de la Compañía de Jesús.
En lo social, la empresa, en unión con los obreros construyeron una cancha deportiva para futbol y beisbol, formando los equipos correspondientes; crearon un centro recreativo de fiestas en una huerta, con la correspondiente integración de grupos musicales de mariachis, orquestas, tríos y bandas; formaron cooperativas de ahorro para la adquisición de viviendas; una unión médica para la atención de la salud de las familias de los obreros; una escuela de capacitación técnica con validez de estudios de enseñanza primaria; intervinieron en las celebraciones patronales de los templos de San Juan, Capuchinas, Guadalupe, Sagrada Familia, Oratorio y, sobre todo, de la Candelaria; en lo político apoyaron a la Unión Nacional Sinarquista y a su partido Fuerza Popular, tanto financiando al comité nacional como capacitando, a través de sacerdotes jesuítas, a obreros comprometidos con la filosofía social cristiana, como dan testimonio Trinidad Aranda y Joaquín Esquivel.
La utopía de la Orden de la Compañía de Jesús tiene una recia impronta en la ciudad, es parte de la diversidad cultural que coexiste con las utopías de los franciscanos y los carmelitas, quienes tuvieron su tiempo histórico para llevarlas a cabo.
Por lo pronto, este artículo es un apunte conceptual de lo que se debe concientizar, pero no como libro de estudio, sino como un manual de visita a lo que fue el patrimonio industrial, social, sindical, artístico, deportivo, educativo y tradicional de una época florida de la empresa textil, que aún se conserva como parte sobresaliente de la identidad cultural, que historicamente es parte sustantiva, para que se reconozca a si misma la población de Salvatierra.
Habra que definir ahora, cómo es la moderna fábrica de Innovación textil, y cómo es su compromiso como empresa socialmente responsable; sabiendo que la educación social es uno de sus patrimonios más ricos para ofrecer a niños, jóvenes, adultos y mayores.
Esperamos convertir esta nota en un trabajo explicativo unido a la promoción de la cultura que encierran los espacios urbanos y fabriles de la empresa textil.

No hay comentarios: