martes, 22 de marzo de 2011

Antología seleccionada por Jesús García y García, de la versión poética traducida para la Biblia Española

De El Cantar de los Cantares, Madrid, Ediciones Cristiandad (vol. X, ¹ de la col. "Los libros sagrados"), 1969, traducción de Luis Alonso Schökel y José Luz Ojeda, con la colaboración de José Mendoza de la Mora, revisión de José María Valverde, introducción y notas de Luis Alonso Schökel.
Introducción.
Dos veces lo dice San Juan en su carta primera: «Dios es amor» (4,8.16).
No se ha dicho cosa más alta de Dios. Ni del amor.
Dice también: «el amor viene de Dios» (4,7); añadimos: y lleva a Dios. Más grave aún: «El que no ama no conoce a Dios, porque Dios es amor» (4,8); ¿podemos añadir que el que ama conoce a Dios o, al menos, que se abre a su conocimiento? Además, el amor ancla al hombre en Dios: «El que permanece en el amor, permanece en Dios y Dios en él» (4,16).
¿De qué amor habla San Juan? Uno responderá que trata del amor purísimo a Dios [...] Alguien pensará que se trata de un amor espiritual o espiritualizado, victorioso de la atracción y deseo corporal. Y esto no es cierto. O bien de un amor superpersonal y generalizante, una especie de amor a la humanidad, sin tropezar con las personas concretas. Y esto no es cierto. San Juan afirma mucho, sin excluir.
Pensemos en el paradigma del amor, el amor de marido y mujer. En el misterioso descubrimiento del otro, a quien darse sin perderse, realizando la plenitud en la unión. El extraño salir de sí,«éxtasis», para encontrarse en otro. La fuerza creadora, el poder fecundo, el momento eterno [...] Pensemos en la intensidad suma de la existencia, que destruye y niega las barreras del tiempo, descubriendo y experimentando el misterio de la plenitud.
Plenitud de la unión personal que, desde dentro, desde un centro, ilumina y transfigura el mundo, elevándolo a la conjunción humana del amor [...] De eso nos habla este brevísimo libro bíblico: colección de canciones para una boda, diálogos de los novios, recordando y esperando [...] Amor efusivo, que canta el encuentro de los dos. Cantos con dos protagonistas por igual. Él y ella, sin nombre verdadero, son todas las parejas de la historia que repiten el milagro del amor [...].
Alguno querrá saber quién es el autor de esta joya literaria; o los autores. No lo sabemos. Tampoco sabemos con exactitud cuándo fue compuesto ni dónde. Quizá no importe mucho: un nombre y una fecha no añadirían gran cosa a la inteligencia del libro.
Pero nos consta que este poema ha sido recibido en el canon, es decir, forma parte de la Biblia, es para nosotros palabra de Dios. Y esto sí que importa.

Fragmentos del poema

1,2 ¡Que me bese con besos de su boca!
Son mejores que el vino tus amores,
3 es mejor el olor de tus perfumes.
Tu nombre es como un bálsamo fragante,
y de ti se enamoran las doncellas.
4 ¡Ah, llévame contigo, sí, corriendo,
a tu alcoba condúceme, rey mío:
a celebrar contigo nuestra fiesta
y alabar tus amores más que el vino!
¡Con razón de ti se enamoran!
3,1 En mi cama, por la noche,
buscaba al amor de mi alma:
lo busqué y no lo encontré.
2 Me levanté
y recorrí la ciudad
por las calles y las plazas,
buscando al amor de mi alma;
lo busqué y no lo encontré.
3 Me han encontrado los guardias
que rondan por la ciudad:
—¡Visteis al amor de mi alma?
4 Pero apenas los pasé,
encontré al amor de mi alma:
lo agarré
y ya no lo soltaré,
hasta meterlo en la casa
de mi madre,
en la alcoba
de la que me llevó en sus entrañas.
5 ¡Muchachas de Jerusalén,
por las ciervas y las gacelas
de los campos,
os conjuro
que no vayáis a molestar,
que no despertéis al amor,
hasta que él quiera!
6,4 ÉL Eres bella, amiga mía,
como Tirsa,
igual que Jerusalén
tu hermosura;
terrible como escuadrón
a banderas desplegadas.
5 ¡Aparta de mí tus ojos,
que me turban!
Tus cabellos son un hato
de cabras que se descuelgan
por las cuestas de Galad;
6 y la hilera de tus dientes
como un rebaño esquilado,
recién salido del baño:
cada oveja con mellizos
y ninguna sin corderos;
7 tus sienes, por entre el velo,
dos mitades de granada.
8 Si sesenta son las reinas,
ochenta las concubinas,
sin número las doncellas,
9 una sola es mi paloma,
sin defecto,
una sola, predilecta
de su madre.
Al verla, la felicitan
las muchachas, y la alaban
las reinas y concubinas:
10 ¿Quién es esa que se asoma
como el alba,
hermosa como la luna
y límpida como el sol,
terrible como escuadrón
a banderas desplegadas?
7,1 CORO Vuélvete, vuélvete,
Sulamita,
vuélvete, vuélvete,
para que te veamos.
ELLA —¿Qué miráis en la Sulamita
cuando danza en medio de dos coros?
2 CORO —Tus pies hermosos
en las sandalias,
hija de príncipes;
esa curva de tus caderas
como collares,
labor de orfebre;
3 tu ombligo, una copa redonda,
rebosando licor;
y tu vientre, montón de trigo,
rodeado de azucenas ;
4 tus pechos, como crías
mellizas de gacela;
5a tu cuello es una torre de marfil,
5b tu cabeza se yergue semejante al Carmelo;
6a tus ojos, dos albercas de Jesbón,
junto a la Puerta Mayor;
es el perfil de tu nariz
igual que el saliente del Líbano
que mira a Damasco;
6b tus cabellos de púrpura
con sus trenzas cautivan a un rey.
7 ÉL ¡Qué hermosa estás, qué bella,
qué delicia en tu amor!
7,8 ÉL Tu talle es de palmera,
tus pechos, los racimos.
9 Yo pensé: treparé a la palmera,
a coger sus dátiles.
Son para mí tus pechos
como racimos de uvas,
tu aliento, como aroma
de manzanas.
10 ¡Ay, tu boca es un vino generoso
que fluye acariciando
y me moja los labios y los dientes!
11 ELLA Yo soy de mi amado
y él me busca con pasión.
12 Amado mío, ven, vamos al campo,
al abrigo de enebros pasaremos la noche,
13 madrugaremos para ver las viñas,
para ver si las vides ya florecen,
si ya se abren las yemas
y si echan flores los granados:
y allí te daré mi amor...
14 Perfuman las mandrágoras
y a la puerta hay mil frutas deleitosas,
frutas secas y frescas,
que he guardado, mi amado, para ti.
8,6 Grábame como un sello en tu brazo,
como un sello en tu corazón,
porque es fuerte el amor como la Muerte,
es cruel la pasión como el Abismo;
es centella de fuego,
llamarada divina:
7 las aguas torrenciales no podrán
apagar el amor,
ni anegarlo los ríos.
Si alguien quisiera comprar el amor
con todas las riquezas de su casa,
se haría despreciable.
.

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