El cuento que leyó Laura Casillas de manera impecable, dramatizado como soliloquio, me recordó a un campesino que fue Presidente municipal, no sé si sea el mismo del cuento. Pero este Señor, oriundo de una comunidad sobresaliente por la historia y los inmuebles monumentales, era analfabeta funcional, pero ducho en la organización campesina, pobre como lo puede ser un ejidatario líder en su sector campesino. Era la época de los acarreos y de los operadores para llevar campesinos a los mítines políticos del partido casi único, que se auto llamaba, "La Aplanadora". Los "jefes" le debían muchos trabajos de votos en "carrusel" y "acarreo" de militantes, los cuales los realizaba sin mediar un pago, sino por deber partidista. Así que un día expresó al Presidente del partido, del "invencible", que quería ser el presidente municipal de su pueblo, Slvatierra. Le dijo que sí el entonces líder partidista, oriundo de Acámbaro, estando en las oficinas del comité estatal en la ciudad d Guanajuato. Ya con esa expresión, el Campesino con ambiciones políticas se vino todo el rato que duró el viaje por carretera, entusiasmado, platicando con su Compadre que conducía el automóvil, diciendo que en llegando él llamaría por teléfono a unos amigos de la ciudad para celebrar su próximo cargo. Y efectivamente les llamó, y su amigo de copas le dijo que estaba desvariando sobre su candidatura a presidente municipal, que en el radio ya habían dado el nombre de otra persona. Pues sucedió que en ese periodo de las elecciones ficticias, las candidaturas se vendían, y ya el que resultó con el cargo pagó mientras el campesino viajaba con sus ilusiones de Guanajuato a Salvatierra, la cantidad de cien mil pesos.
Pero en en el siguiente trienio el "partidazo" quiso erradicar esas prácticas que vulneraban la democracia interna, y el líder nacional, un campechano de los tiempos de Madrazo, Sánsores Pérez, creo la "democracia transparente". Era un proceso de elección de un delegado sectorial a la asamblea electiva municipal, por cada cien militantes reunidos para nombrarlo. El Frente Juvenil de esa época alcanzó a nombrar cinco delegados. El sector campesino nombró a 155 delegados, el obrero a 52 y el popular a 24. Se inscribieron 14 pre-candidatos entre ellos el campesino operador de mítines. Y ganó en la asamblea efectuada en el salón del sindicato textil. Los más de 200 delegados pasarona votar al proscenio del salón, frente a los visores de los candidatos y del comité municipal y estatal. Delante de ellos tachaban y se retiraban, obvio que la inmensa mayoría de delegados había llegado llevado por el Campesino tenaz. Y ocurrió que también debían definir a los regidores de la planilla, y como nadie conocía los nombres de los enlistados, esa tarea se le dio el voto de confianza para que el Campesino armara su planilla.
Y vino la elección constitucional, contra el candidato del partido de la entonces oposición leal, otro campesino ya con residencia citadina, y las votaciones se dieron bajísimas, menos del quince por ciento de los votantes salvaterrense acudieron a las casillas. Así que las urnas las tuvo que "Maquillar", el "alquimista electoral", "Chencho", y ese rudimentario y rústico Campesino del que habla el cuento de Tacho, que puede ser el mismo, hizo los desvaríos de los nombres de los héroes de la patria, incluyendo una dosis de equidad de género con los nombres de las damiselas locales en lugar de la "gûera" Rodríguez.
Bien por la excelente lectura en voz alta de Laura Casillas. Y bien por el autor de lo que llamaré las "evocaciones fantásticas", que nos plantean preguntas sobre lo que vivimos en esa época de visiones de progreso de medio siglo XX, donde los campesinos eran una fuerza actuante y determinante para obtener el poder político.
¡Felicidades al Encuentro de Escritores! realmente esta jornada de lecturas ha sido de grandes resultados para forjar la identidad de quienes habitamos a Salvatierra en algún periodo de nuestra vida.
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