Por ello afirmaríamos que en Landívar se advierten ya algunos albores de liberalismo económico, tan ligados a la estructura política de las democracias posteriores a la revolución industrial, las cuales él oponía a la dependencia de la monarquía española para permitir a nuestros países un trato igualitario en lo económico con otros países del viejo continente, según lo que deducimos de la lectura del texto. Ciertamente la posición de Landívar es moderada, cauta en este aspecto, pues también un liberalismo puro, desde su punto de vista, hubiera tendido siempre a opacar y restringir el sesgo generoso que idealmente todo cristiano practicante debía observar como norma de vida. Una organización y proceso económico que explote al otro, es decir moralmente neutra, será siempre para el escritor guatemalteco una sociedad deshumanizada. Pero también en esto encontramos uno de los límites de su pensamiento económico, pues manifiesta en cierta medida la una visión pasatista y utópica, dirigida al congelamiento de la historia, es decir, imposible de recuperar. A diferencia de Rousseau quien si bien, al principio de sus escritos -esencialmente en su Discurso sobre "el origen de la desigualdad de los hombres" (1775) todavía aseveraba que la virtud del hombre ha sido opacada por el avance de la civilización, más adelante rectifica estos conceptos:
"Cuando madura el pensamiento de Jean Jacques llega a la conclusión de que la virtud del hombre del estado de naturaleza es una especie de bondad negativa, basada en la ignorancia del bien y del mal; el paso al estado civil mediante el pacto social da lugar a una bondad y justicia positivas, en las que intervienen la conciencia de sentirse obligado a respetar la libertad y bienes de los demás y el que sean respetados los propios" 31.
No obstante, Landívar estaba consciente de que la posibilidad efectiva de un contrato social resultaba imposible dentro de la sociedad colonial americana debido a que no existía en principio una situación de igualdad entre las partes, por lo que la corona española saldría siempre favorecida y esto iba en desmedro del grupo al cual el escritor guatemalteco pertenecía: los criollos.
Nuestro autor a pesar de que aprecia las relaciones de trabajo como fruto del azar, de la "tornadiza fortuna", muestra rechazo por lo "material":
Ame el vulgo las recónditas riquezas del suelo y sus entrañas opulentas. (L. IX, p. 206) El subrayado es nuestro
Para nuestro autor existe una división entre ese "vulgo" inculto amante de los bienes materiales y una especie de “aristocracia" rural e intelectual que dirige sus ambiciones hacia valores de carácter espiritual, en otras palabras, a los valores morales de sencillez y sobriedad que constantemente opone al comercio mercantilista.
Mas ¿a qué trabajo no obligará la insensata codicia? (L. VII, p. 174) El subrayado es nuestro.
La codicia es un anti-valor para nuestro poeta. Esta induce a los trabajadores de las minas a arriesgar hasta la vida misma. No se le escapa a Landívar que tal actividad conlleva muchísimos riesgos, pero los mineros sobreponen esa "insensata codicia" a cualquier peligro. Y conforman así ese vulgo codicioso y desdeñable que comete inclusive robos -aunque tangencialmente el autor pareciera justificarlos- debido a las penosas condiciones en que desarrollan su labor:
Bajo esa ropa, sin embargo, oculta las piedrecillas el cavador; otro en heridas que se inflige cruelmente, y otro las disimula entre los broncos cabellos. Pero el malicioso portero examina con ojo atento y esculca el cendal, las heridas y los cabellos. Los hurtos que descubre los guarda para el amo; lo que se le escapa, el ladrón lo mantiene oculto por derecho, sin que en adelante sea licito al amo apremiarlo con un castigo o reclamarle el robo. (L. VII, p. 186) El subrayado es nuestro.
Notamos cómo el poeta señala la situación de explotación que, a su juicio, conlleva necesariamente cualquier actividad no agrícola y en este caso dependiente de manos extranjeras (hispanas). Se duele, por ejemplo, de la situación laboral de los mineros:
Aquella ímproba labor pone con frecuencia en peligro la vida de los muchachos, matando a los
infelices con muerte prematura. Pues el polvo, encerrándose en las fosas nasales invade profundamente el cerebro y se desliza al fondo del pecho y consume la vida en la flor de los tres lustros. Por ello, es necesario contratarlos por crecido salario, para que se atrevan a afrontar riesgo tan grave de su vida. (L. VIII, p. 190)
Frente a esta situación de explotación y codicia simultánea, el padre jesuita opta por privilegiar al trabajo agrícola autárquico o a lo sumo acompañado por un tipo de industrialización artesanal y también autosuficiente que evite el lucro desmedido. La riqueza que impele a atesorar "fugitivas monedas" es vista así:
Sobre todo el oro arrebata el corazón de los mortales, porque enriquece al señor más aprisa y ahorra trabajo. (L. VIII, p. 200-202)
La admiración manifestada constantemente hacia los trabajadores rurales que no ambicionan más que la autosuficiencia frente al desagrado que provocan al poeta los mineros y vendedores de aguardiente, por ejemplo, no impida que Landívar se percate -y lo menciona- que el verdadero dueño de la situación económica se encuentra del otro lado del mar y que los que frecuentemente explotan a los habitantes americanos -como el caso del guardián o capataz de la mina, en el trozo ya citado- no vienen a ser más que intermediarios de los peninsulares.
"Cuando madura el pensamiento de Jean Jacques llega a la conclusión de que la virtud del hombre del estado de naturaleza es una especie de bondad negativa, basada en la ignorancia del bien y del mal; el paso al estado civil mediante el pacto social da lugar a una bondad y justicia positivas, en las que intervienen la conciencia de sentirse obligado a respetar la libertad y bienes de los demás y el que sean respetados los propios" 31.
No obstante, Landívar estaba consciente de que la posibilidad efectiva de un contrato social resultaba imposible dentro de la sociedad colonial americana debido a que no existía en principio una situación de igualdad entre las partes, por lo que la corona española saldría siempre favorecida y esto iba en desmedro del grupo al cual el escritor guatemalteco pertenecía: los criollos.
Nuestro autor a pesar de que aprecia las relaciones de trabajo como fruto del azar, de la "tornadiza fortuna", muestra rechazo por lo "material":
Ame el vulgo las recónditas riquezas del suelo y sus entrañas opulentas. (L. IX, p. 206) El subrayado es nuestro
Para nuestro autor existe una división entre ese "vulgo" inculto amante de los bienes materiales y una especie de “aristocracia" rural e intelectual que dirige sus ambiciones hacia valores de carácter espiritual, en otras palabras, a los valores morales de sencillez y sobriedad que constantemente opone al comercio mercantilista.
Mas ¿a qué trabajo no obligará la insensata codicia? (L. VII, p. 174) El subrayado es nuestro.
La codicia es un anti-valor para nuestro poeta. Esta induce a los trabajadores de las minas a arriesgar hasta la vida misma. No se le escapa a Landívar que tal actividad conlleva muchísimos riesgos, pero los mineros sobreponen esa "insensata codicia" a cualquier peligro. Y conforman así ese vulgo codicioso y desdeñable que comete inclusive robos -aunque tangencialmente el autor pareciera justificarlos- debido a las penosas condiciones en que desarrollan su labor:
Bajo esa ropa, sin embargo, oculta las piedrecillas el cavador; otro en heridas que se inflige cruelmente, y otro las disimula entre los broncos cabellos. Pero el malicioso portero examina con ojo atento y esculca el cendal, las heridas y los cabellos. Los hurtos que descubre los guarda para el amo; lo que se le escapa, el ladrón lo mantiene oculto por derecho, sin que en adelante sea licito al amo apremiarlo con un castigo o reclamarle el robo. (L. VII, p. 186) El subrayado es nuestro.
Notamos cómo el poeta señala la situación de explotación que, a su juicio, conlleva necesariamente cualquier actividad no agrícola y en este caso dependiente de manos extranjeras (hispanas). Se duele, por ejemplo, de la situación laboral de los mineros:
Aquella ímproba labor pone con frecuencia en peligro la vida de los muchachos, matando a los
infelices con muerte prematura. Pues el polvo, encerrándose en las fosas nasales invade profundamente el cerebro y se desliza al fondo del pecho y consume la vida en la flor de los tres lustros. Por ello, es necesario contratarlos por crecido salario, para que se atrevan a afrontar riesgo tan grave de su vida. (L. VIII, p. 190)
Frente a esta situación de explotación y codicia simultánea, el padre jesuita opta por privilegiar al trabajo agrícola autárquico o a lo sumo acompañado por un tipo de industrialización artesanal y también autosuficiente que evite el lucro desmedido. La riqueza que impele a atesorar "fugitivas monedas" es vista así:
Sobre todo el oro arrebata el corazón de los mortales, porque enriquece al señor más aprisa y ahorra trabajo. (L. VIII, p. 200-202)
La admiración manifestada constantemente hacia los trabajadores rurales que no ambicionan más que la autosuficiencia frente al desagrado que provocan al poeta los mineros y vendedores de aguardiente, por ejemplo, no impida que Landívar se percate -y lo menciona- que el verdadero dueño de la situación económica se encuentra del otro lado del mar y que los que frecuentemente explotan a los habitantes americanos -como el caso del guardián o capataz de la mina, en el trozo ya citado- no vienen a ser más que intermediarios de los peninsulares.
No hay comentarios:
Publicar un comentario