miércoles, 23 de julio de 2008

Leyes, gobierno, educación y valores la patria deseada en la Rusticatio Mexicana

por Lucrecia de Penedo, Universidad Rafael Landívar. Ciudad de Guatemala, Guatemala.

En lo relativo a la concepción de la organización de la sociedad, es útil recordar que no existió un criterio uná­nime en los hombres de la Ilustración. Mientras que algu­nos radicales propugnaban por la abolición de la pro­piedad privada (Morelly, Mably, Meslier); otros sostenían una libertad limitada a través de un contrato, como en el caso de Rousseau, quien anhelaba una democracia de pe­queños burgueses libres e iguales, ni muy ricos, ni muy pobres; y, finalmente, otros como Voltaire, Hollbach, Hel­vecio y algunos enciclopedista se mostraban favorables a que la substancial limitación de la igualdad económica no dañaba la libertad individual ilimitada. Ciertamente resultan evidentes algunos puntos de contacto entre Rousseau y los radicales: ambos rehúsan el "materialismo"; anhelan un orden social basado en la ra­zón; critican la evolución histórica que ha producido la de­sigualdad y tratan de reducir con sus teorías la desigual­dad económica. No obstante, en líneas generales, el pensa­miento ilustrado presenta como ideal un sociocentrismo, es decir aquel que refleje a la naciente y consolidada so­ciedad burguesa. Pero pensadores como Rousseau no de­jan de observar los aspectos negativos y conflictivos que tal sociedad llevaría en su seno, es decir que confronta, por un lado, la vida pacífica del hombre en su estado "na­tural" (ej. la primitiva sociedad de pastores) frente a la so­ciedad moderna cargada de competitividad. Por supuesto que Rousseau está consciente de que esta "evolución" negativa de la historia es irreversible y que, a su juicio, ha constituido más un regreso que un progreso. Por lo tanto, propone un ideal social basado en la libertad, la igualdad y la tolerancia, realizado idealmente a través de una fuer­za moral suscitada por el ejemplo y el impulso de un buen gobierno y un buen pedagogo. (Algunos le han criticado a Rousseau el no haber explicado de dónde surgiría tal per­sonaje).
Resulta importante señalar que para Rousseau este buen ciudadano necesariamente deberá someterse a un contrato social, que no es producto de una ley natural, si­no producto de una convención social, la cual supuesta­mente ilustra la voluntad general de una sociedad de ten­dencia democrática: Asimismo, es indudable mérito de es­te pensador y escritor el haber descubierto la dicotomía del hombre burgués en su deslinde del interés egoísta y el interés general; en otras palabras entre la persona priva­da y el ciudadano abstracto. Sin embargo, la posición roussoniana presenta un aspecto de estatismo porque opone a un orden natural -base en parte del "buen salva­je”, tan de moda en la época- y el orden "corrupto" en proporción gradual al alejamiento de la naturaleza.
Rafael Landívar asume una posición relativamente similar a la de Rousseau en el sentido de buscar una solución culturalista y ética al problema sociopolítico. Para nuestro poeta, a diferencia de Rousseau, sin embargo, pa­rece ser que el estado natural del hombre fuera una cons­tante donde la historia realiza o debería realizar relativa­mente pocos cambios y en última instancia, estos cam­bios deberían estar en manos americanas. Seria pues erró­neo calificar su posición de “revolucionaria" en el sentido que algunos dan hoy al término, es decir como un cambio radical de las estructuras. Mas bien diríamos que el poeta Jesuita se muestra favorable a un reformismo democráti­co y anti-anárquico. Es por ello que tampoco podría haber participado de la aprobación de un despotismo Ilustrado voltaíreiano, pues precisamente en su obra no­sotros creemos encontrar albores de pensamiento inde­pendentista de cualquier monarquía -es decir antitotalí­tarismo- por ilustrada o progresista que ésta pudiera ser. Nos parece que su posición se acerca a la de un moderado en la cuestión económica, es decir donde exista pro­piedad privada que por su propia limitación no estorbe el interés general o colectivo. Esto ya ha sido señalado va­rias veces por los críticos, que como Mata Gavidia, dis­ciernen una utopía socieconómica y política en el Libro que se refiere a los castores. Para dar solidez a sus argu­mentos, Landívar se apoya no sólo en su actitud racional, sino también en argumentos doctrinarios cristianos.

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