En las páginas de la Rusticatio Mexicana asoma una religión cristiana de gran pureza y sencillez, que no necesita inclusive el templo, la liturgia, el rito, el oficiante para ofrecer su adoración a Dios. Con ello no aludimos al panteísmo. El sacerdote poeta obviamente jamás cuestiona el dogma y la revelación. El suyo es un catolicismo influido de alguna manera por el racionalismo del siglo XVIII -el Dios Arquitecto- pero que no carcome las bases de su profunda fe religiosa. Tampoco profesa Landívar una fe fatalista porque valora la acción humana. Tomemos como ejemplo la arenga del sacerdote a los asustados habitantes del Jorullo. La fe en Dios salva porque induce no a la pasiva aceptación de la tragedia -como hubiera sido durante la Edad Media- sino a la utilización de recursos espirituales y materiales para afrontarla. De esta manera observamos cómo aun dentro del aspecto religioso, la razón cumple una función útil:
A todos ellos, despavoridos, les dirige la palabra el sacerdote: ¿De qué sirve entregarse pusllánimamente al dolor tan prolongado, exponiendo en tanto la vida al extremo peligro? Acelerad la huida; vale más abandonar los campos. ¡Oh! huyamos -dice-, escapemos de la muerte; lo permite el cielo, aconseja la fuga; huyamos amigos, Debéis, por estas razones, evitar la muerte amenazadora. Dijo, y adelantándose a todos, devora el camino por los atajos del abierto valle, desflorando apenas la tierra con el pie fugaz. (L. II, pp. 80-82)
Resulta muy indicativo dentro de la arquitectura de la obra observar cómo ésta se organiza bajo el signo de la cruz: al inicio, el poeta describe una milagrosa cruz de mármol que se encuentra debajo de una fuente que da así prestigio al manantial mexicano:
Agrégase otro prodigio extraordinario como ninguno, insigne, inusitado, memorable. Una gran cruz, cortada de níveo y macizo mármol, pulida por mano de artífice con exigente cincel, yérguese clavada en el profundo suelo del profundo manantial; y tan obstinadamente arraigada que ni fuerza, ni arte pueden arrancarla. (: .. ) glorifique la fama sólo al manantial mexicano al cual dio nobleza y nombre el signo de Cristo: (L. I, p. 56)
Y diseñando un trazo circular, el poema termina bajo el mismo signo prodigioso cristiano: "la cruz, prenda de amor divino":
La cruz. verdeguea cubierta de florido césped, sin morir nunca, reseca por el frío invernal y ni siquiera amarillarse con las rígidas escarchas. ( ... ) ella sola mantiene sin desmayar el verdor de su mullida hierba ( ... ) El religioso vecindario del célebre pueblo durante largo tiempo conmovido por estos sucesos, con dinero colectado de todas partes ciñó la cruz de un muro, separándola del profano campo, y asimismo la honra con ofrendas y sahumerios numerosos. (" Apéndice", pp. 372-374)
La religión ofreció sin duda un alivio para el dolor del hombre creyente, cual era Landivar. Algunos de los fragmentos de su tierna devoción mariana son excelentes ejemplos de ello.
A todos ellos, despavoridos, les dirige la palabra el sacerdote: ¿De qué sirve entregarse pusllánimamente al dolor tan prolongado, exponiendo en tanto la vida al extremo peligro? Acelerad la huida; vale más abandonar los campos. ¡Oh! huyamos -dice-, escapemos de la muerte; lo permite el cielo, aconseja la fuga; huyamos amigos, Debéis, por estas razones, evitar la muerte amenazadora. Dijo, y adelantándose a todos, devora el camino por los atajos del abierto valle, desflorando apenas la tierra con el pie fugaz. (L. II, pp. 80-82)
Resulta muy indicativo dentro de la arquitectura de la obra observar cómo ésta se organiza bajo el signo de la cruz: al inicio, el poeta describe una milagrosa cruz de mármol que se encuentra debajo de una fuente que da así prestigio al manantial mexicano:
Agrégase otro prodigio extraordinario como ninguno, insigne, inusitado, memorable. Una gran cruz, cortada de níveo y macizo mármol, pulida por mano de artífice con exigente cincel, yérguese clavada en el profundo suelo del profundo manantial; y tan obstinadamente arraigada que ni fuerza, ni arte pueden arrancarla. (: .. ) glorifique la fama sólo al manantial mexicano al cual dio nobleza y nombre el signo de Cristo: (L. I, p. 56)
Y diseñando un trazo circular, el poema termina bajo el mismo signo prodigioso cristiano: "la cruz, prenda de amor divino":
La cruz. verdeguea cubierta de florido césped, sin morir nunca, reseca por el frío invernal y ni siquiera amarillarse con las rígidas escarchas. ( ... ) ella sola mantiene sin desmayar el verdor de su mullida hierba ( ... ) El religioso vecindario del célebre pueblo durante largo tiempo conmovido por estos sucesos, con dinero colectado de todas partes ciñó la cruz de un muro, separándola del profano campo, y asimismo la honra con ofrendas y sahumerios numerosos. (" Apéndice", pp. 372-374)
La religión ofreció sin duda un alivio para el dolor del hombre creyente, cual era Landivar. Algunos de los fragmentos de su tierna devoción mariana son excelentes ejemplos de ello.
No hay comentarios:
Publicar un comentario