viernes, 6 de marzo de 2009

Los agentes del desarrollo en Salvatierra, homenajeados

En la ruta de los homenajes

Por J. Jesús García y García

En 1953 el Club “Zorros”otorgó por segunda vez el nombramiento de Salvaterrense Distinguido, y obtuvo, como en la primera, la participación del Club de Leones. En esta ocasión la persona homenajeada fue la señorita profesora María Refugio Vera Rivera. He aquí una relación sucinta de los méritos de la muy conocida Cuquita:
Casi setenta años duró su fructífero servicio a la comunidad.
Nació en Salvatierra, el 6 de noviembre de 1890, quinta y última de los hijos de don Antonio Vera y de doña Nazaria Rivera, originarios, respectivamente, de los poblados de La Quemada y San Nicolás de los Agustinos de esta demarcación municipal.
Quedó huérfana de padre a la corta edad de once años, y así tuvo que poner en juego un gran esfuerzo personal para su formación y desarrollo. Con sobresaliente aprovechamiento cursó en esta misma ciudad la instrucción primaria, en la escuela oficial para niñas número uno (más tarde escuela “Benito Juárez”). Estimulada por la maestra María García de León y por la inspectora escolar María Paz Pérez, fue a la ciudad de León, Gto., a recibir un curso de capacitación para maestros. Su primer empleo como docente lo desempeñó en Dolores Hidalgo, en 1916. Convertida ya en profesora de grupo regresó a su ciudad natal y pasó a formar parte de la planta de maestros de la escuela Modelo Urbana número uno “Benito Juárez”, misma de la que había egresado, quedando bajo la dirección del profesor Pedro Rico.
Por méritos propios fue designada directora de la Escuela Urbana número 2, ubicada en el ex convento de Capuchinas, donde tuvo por colaboradoras a las maestras Catalina Juárez, Aurora García y Ma. Trinidad Espino.
El 20 de julio de 1934 Plutarco Elías Calles dio el “alarido de Guadalajara”, proclamando que los niños eran propiedad del Estado y que debían tener una enseñanza socialista. Como secuela de ello, para 1936 el régimen del general Cárdenas había logrado extender a toda la república la educación sectaria. Entonces se exigió que todos los servidores públicos se adhirieran en cuerpo y espíritu al programa gubernamental, y la maestra Vera Rivera, considerando que dicho programa estaba en contra de sus particulares principios morales y religiosos, renunció a su puesto. Por consejo del eclesiástico don Rafael Lemus, fundó una escuela católica clandestina que, más tarde, gracias a los cambios de la política nacional, se convirtió en el colegio particular “Miguel Hidalgo”, el cual, si bien nunca llegó a estar oficialmente incorporado a la Secretaría de Educación, operó en consonancia con los programas oficiales cuando éstos dejaron de ser rabiosamente sectarios.
Da testimonio de la encomiable labor de la maestra Cuquita durante siete décadas la formación, entre sus alumnos, de un buen número de profesionales: sacerdotes, maestros, médicos, ingenieros, abogados, etc., de los cuales ella se sentía verdaderamente orgullosa. Y la sociedad salvaterrense sintió por lo menos en dos ocasiones la necesidad de expresarle su reconocimiento: el 14 de junio de 1953 los clubes “Zorros” y de Leones la homenajearon, y posteriormente el H. Ayuntamiento de la ciudad hizo otro tanto cuando la maestra andaba ya alrededor de los dos tercios de siglo en servicio activo.
Murió nuestra dilecta paisana, cumplidos los 95 años de edad, el 24 de noviembre de 1985.

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Otros dos homenajes, a cual más merecido, rindió el Club “Zorros” a continuación: en vida, al licenciado don Melchor Vera Vallejo, y en forma póstuma, al señor canónigo don Federico Escobedo y Tinoco. Con sendos artículos en “El Zorro” se hizo difusión de los méritos de ambos coterráneos.
Del primero se dijo (“El Zorro”, domingo 6 de septiembre de 1953, Año II, Núm. 2):
“QUIÉN ES EL LIC. MELCHOR VERA V.- Nota de J. Jesús G. y G.
“Diez años hubo menester para acopiar los datos con los que estructuró su libro ‘Guatzindeo-.Salvatierra’, impreso a las volandas ante la proximidad de las fiestas de coronación de Ntra. Sra. de la Luz y al calce de cuyo título puso la siguiente modesta leyenda: ‘Apuntes para una Historia Local Civil y Religiosa, reunidos y publicados por Melchor Vera’.
Hasta entonces, nada o muy poco se sabía del pasado de Salvatierra. Privaban falsedades históricas como la lesiva que resultaba de considerar como gestor principal de la fundación de la ciudad al fantasmagórico Andrés de Alderete. Se ignoraba a Agustín de Carranza Salcedo y a Gabriel López de Peralta y nuestra gorda vista hacía poco aprecio de la personalidad de Fray Andrés de San Miguel, director de los trabajos de construcción del puente sobre el Lerma, y el mayor hidrógrafo de su tiempo.
“La única edición de la obra citada, aparecida en 1939, fue costeada íntegramente por su autor, sin que jamás haya podido recuperar más de una ínfima parte del dinero invertido, pues el precio de venta de cada volumen fue bastante reducido, aparte de que nunca se agotó la edición.
“Las fatigosas pérdidas de tiempo y de dinero que suponen las búsquedas por los archivos y las consultas de obras costosas, hablan mucho muy diáfanamente de su cariño hacia el suelo que lo vio nacer, cariño que se resume en la primera frase del preámbulo de su obra citada: ‘A mi amada tierra natal, norte de mis afectos y término de mis peregrinaciones...’
“Vino luego 1944 y la celebración del tercer centenario de nuestra ciudad. Su opúsculo ‘Salvatierra’ mereció imprimirse, por acuerdo del C. Gobernador, en la Imprenta del Estado.
“Abogado y Notario Público, ha ejercido su profesión durante varias décadas en San Luis Potosí, S.L.P., habiendo fungido como Rector de la Universidad de aquel Estado, tras de haber servido a la misma como maestro de los más queridos y respetados. Actualmente es Magistrado del Supremo Tribunal de Justicia de la mencionada entidad [...]”.
En esta visita al terruño el licenciado Vera abanderó al Club “Zorros”, en ceremonia pública, el 15 de septiembre de aquel ya lejano 1953.
El otro homenaje tuvo efecto el domingo 7 de febrero de 1954. Ese día se colocó en la casa entonces marcada con el número 161 de la calle de Hidalgo una placa por la que se recordaba que ochenta años atrás había nacido allí el eximio literato canónigo don Federico Escobedo y Tinoco, académico de la lengua, llamado Tamiro Miceneo entre los árcades romanos. Los méritos del homenajeado habían sido relatados en el periódico “El Zorro” del domingo 6 de diciembre de 1953, Año II, Núm. 8, en el artículo “Un coloso de la literatura”, escrito por J. Jesús G. y G. con motivo del cuarto aniversario de la muerte de don Federico.


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