domingo, 9 de noviembre de 2008

Biografía de Agustín Francisco Esquivel y Vargas por Alberto Carrillo Cázares


Originario de San Andrés de Salvatierra, hijo de cristianos viejos, (4 de septiembre de 1714- 16 de octubre de 1771).

Tratemos de seguirle los pasos desde su casa paterna en Salvatierra, su colegio universitario en Celaya, sus grados en la Real Universidad de México, las órdenes sagradas en la lejana villa de Durango, hasta hallarlo de "cura beneficiado por su Majestad" en el pueblo de La Piedad, de donde partirá hasta alcanzar su sitial en el cabildo catedral de Valladolid del Michoacán y donde será el primer rector del Seminario Tridentino de Valladolid.

Buscando noticias de su origen y su vida, encontramos la valiente relación de méritos que hace llegar a Valladolid hasta la mesa del provisor del obispado el 26 de junio de 1752, en que relata sus primeros afanes en el ministerio parroquial, hace memoria de su aplicación al estudio y declara su tierra y sus ancestros:

"Don Agustín Francisco Esquivel y Vargas, originario presbítero de este obispado, doctor por la Real Universidad de México, comisario del Santo Oficio de la Inquisición de estos reinos, cura beneficiado por su Majestad de este obispado del partido de La Piedad... es originario de la ciudad de Salvatierra, hijo legítimo de legítimo matrimonio de D. Nicolás de Esquivel y Vargas y de Da. María García del Valle y Leyva; nieto por parte paterna del capitán de infantería D. Gerónimo Esquivel y Vargas y de Ana Tamayo Contrera Villaseñor: por la materna del capitán de caballos Corazas D. Blas García Botello y de Da. Lorenza del Valle y Leyva, cristianos viejos, hijosdalgos y conocidos por tales, ocupados en empleos honoríficos..." Archivo Histórico del Antiguo Obispado, "Manuel Castañeda Ramírez" en la Casa de Morelos, Morelia, (en adelante ACM) Neg. Div. siglo XVIII, leg. 227, (1752).

Estudia con los franciscanos del Colegio Universitario de Celaya.

La enseñanza elemental de leer, escribir y cantar, además de la doctrina cristiana, la aprendió en la escuela conventual franciscana de su ciudad natal. Ahí cursó, además, cierta enseñanza secundaria, pues estudió la gramática castellana y latina.(Habiendo estudiado la Gramática en la ciudad de Salvatierra pasó al Real y Pontificio Colegio Universitario de la Purísima Concepción de la ciudad de Celaya en el que fue fundador y colegial de beca de erección que vistió por espacio de siete años para cuyo ingreso, habiendo precedido oposición y examen de Gramática y latinidad de Cicerón y Virgilio: adelantó su aplicación en el estudio de la Retórica" ACM, neg. Div. Siglo XVIII, Leg.227, 1752).

Obtenido el grado, Agustín retorna a Celaya a cursar la teología los años de 1733 y 1736. Efectivamente en ese año vuelve a México a graduarse, obteniendo un segundo bachillerato, ahora en Teología, e iniciando un año de estudios canónicos.

Ordenado sacerdote, inicia su ministerio en Marfil: 1739-1744

En ocasión de su visita pastoral a Salvatierra, el obispo D. Juan José de Escalona le otorgó allí mismo las órdenes menores y una capellanía, poco después el subdiaconado en 1737. Para ordenarse de diacono y presbítero tiene que viajar el año de 1738 hasta la lejana capital de la Nueva Vizcaya, Durango, para recibir las órdenes de manos del entonces obispo de aquella sede, don Martín de Elizacoechea, y quien vendrá pocos años después a gobernar la de Michoacán.

Recién ordenado, el cabildo gobernante de Valladolid lo nombra en 1739 Teneinte de Cura, es decir vicario, del floreciente real de minas de Santiago de Marfil. En este pueblo abigarrado y creciente el novel sacerdote hizo sus primeras armas como predicador en las cuaresmas de cada uno de los cinco años que sirvió como vicario.

Cura de Turicato, Carácuaro y Nocupétaro: 1745-1748.

De la tierra fría don Agustín fue promovido al arduo oficio de párroco en lo más recio de la Tierra Caliente, en el partido de Turicato, que comprendía 105 leguas cuadradas de candente territorio, además de otras 85 que abarcaban los pueblos de Carácuaro y Nocuétaro que, por cierto, a raiz del traslado de Esquivel, también fueron desmembrados de su cabecera para formar una nueva parroquia, donde medio siglo después el señor cura don José María Morelos vendría a ser ilustre sucesor de nuestro párroco en aquellas ardientes soledades, en el mero riñón de la Tierra Caliente. En ese difícil puesto, uno y otro demostraron su calidad humana y su temple pastoral.

En la enorme parroquia de Turicato, con Carácuaro, Nocupétaro y Etúcuaro a su cuidado, el primer cura de La Piedad desarrolla una tenaz labor pastoral y una maciza obra constructora. Predica el evangelio, enseña la doctrina a grandes y pequeños, pone escuelas para enseñar a leer y escribir a aquellos remontados feligreses, acude a confesar, ungir y llevar el viático a los enfermos de todos aquellos caseríos y trapiches; infunde la devoción al rosario y al canto de la salve; organiza la administración parroquial e inicia los libros de su archivo; restaura sus finanzas para los servicios religiosos y para la construcción y mantenimiento de los edificios parroquiales, repara y edifica sacristías, levanta a su costa un retablo a su más entrañable devoción, la Santísima Virgen de la Luz de Salvatierra, como lo hará más tarde en La Piedad, y construye otro a Nuestra Señora de los Dolores. Adquiere ornamentos y vestuario para sacerdotes y acólitos de su iglesia de Santa Ana Turicato.

En Etúcuaro reconstruye las humildes casa curales. En los más remotos parajes enseña a los indígenas trabajos y oficios para su mejor sustento.

A más de estos sudores y afanes espirituales, contrbuye a la economía del obispado y del reino, colectando los diezmos de azúcar y piloncillo en los trapiches y la contribución de rentas civiles.

En Carácuaro se empeña, aun pidiendo limosna, en llevar adelante la construcción del templo donde alberga la venerada imagen del Santo Cristo, que congrega cada Semana Santa inteminables peregrinaciones de toda la Tierra Caliente y aun de la sierra.

Al venir a La Piedad el jóven bachiller traìa viva la experiencia de aquel santuario de Carácuaro y de aquel Cristo milagroso. Salvatierra, Carácuaro y La Piedad constituyen las raíces de la convicción, que este criollo sostiene, de que las milagrosas imágenes son señal contundente de la predilección divina hacia estas tierras benditas de América indiana. Sus trabajos en Turicato, Carácuaro y Nocupétaro duraron tres largos y fecundos años, de 1745 a 1748. El bachiller Esquivel y Vargas era entonces un juvenil sacerdote de 30 años de edad y 6 de ordenación.

Primer párroco de La Piedad: 1748-1758.

A La Piedad llegó, cumplidos apenas los 33 años de edad, a mediados de mayo de 1748. Traía en sus alforjas el nombramiento de cura beneficiado por su Majestad de la recién creada parroquia de este pueblo, que hasta el 26 de marzo de ese año había sido Vicaría de Tlazazalca.

En la mañana del domingo 19 de dicho mes de mayo se echaron a vuelo las campanas para recibir solemnemente al recien llegado. En el atrio del antiguo templo parroquial, conocido hoy como "La Purísima", se dieron cita para la bienvenida los vecinos principales del pueblo, junto con los de ranchos, estancias y haciendas cercanas.

El extraordinario concurso de fieles desbordaba la pequeña iglesia para la celebración de la misa mayor que sería el marco solemne de la toma de posesión. El nuevo párroco subió al púlpito y dirigió a sus fieles su sermón de estreno, con aquella elocuencia y fervores que se traslucen en su obra escrita.

Termina y bendice el nuevo Templo.

Esquivel y Vargas llega a estrenar parroquia. La situación geográfica de La Piedad lo hace sentirse nuevamente bajo el cielo alegre y el aire fresco de las tierras ribereñas del Río Grande (Lerma) que conoció desde niño en su natal Salvatierra.

Inmediatamente se avoca a la terminación del nuevo templo, que don Pedro Pérez de Tagle, dueño de la hacienda de Santa Ana Pacueco, había dejado casi completo el año de 1748, con sus bóvedas cerradas, al emprender su último viaje de La Piedad a Puebla donde muere poco después. Tres años todavía se necesitarán para acabar el edificio.

Muerto ya el generosos bienechor poblano en marzo de 1749, tocó al nuevo párroco continuar la espléndida construcción. A su celo se debió el decorado del retablo mayor, de once varas de alto, que se doró a todo costo y pulimento, a pesar de los escasos ingresos del curato.

Despliega intensa labor misionera.

Uno de los grandes méritos de Esquivel y Vargas, fue el de la evangelización constante de la feligresía. Por sí mismo, como incansable predicador, y por otros misioneros que complacía en invitar, enseñó la doctrina cristiana en toda ocasión, principalmente en la cuaresma.

Esa segunda evangelización del país, realizada por medio de misiones populares, se llevó a cabo fuertemente en la parroquia de La Piedad gracias a los afanes de este párroco. Durante su gestión entraron a cultivar esta agreste parcela los franciscanos tanto del Colegio de Zacatecas como del de Querétaro.

Es el primer salvaterrense, y piedadense por adopción, doctorado en la Universidad.

La primer vez que aparece el nombre del Pueblo de La Piedad impreso en letras de molde, es en un documento de la Universidad y el primer vecino que sale de La Piedad a recibir el grado de Doctor por esa misma Real y Pontificia Casa de Estudios es precisamente el bachiller don Agustín Francisco Esquivel y Vargas. Nuestro primer cura es, en este sentido, también nuestro primer universitario.

Para él, criollo consciente de su destino, como para todo "novohispano, que finca su orgullo, entre otras cosas y a falta de otras cosas, en su refinamiento y en sus letras, la Universidad resulta una institución indispensable". Más todavía, la Universidad no sólo es elemento fundamental en un doctorado indispensable a la vida novohispana, sino que tiene otra función de mayor importancia: es un factor de dignificación social. El miembro de la Academia, sobre todo el graduado, pertenece por ese solo hecho a una comunidad equiparable en casi todos sus aspectos a una orden de caballería.

Comprender esta condición de letrado del hombre que inicia la institución parroquial en La Piedad, es comenzar a entender la fisonomía singular de este pueblo que nace precisamente en el siglo de la integración nacional.

Traslado a Chamacuero y a Valladolid (1758-1771)

A su cargo estuvo el curato de La Piedad hasta el 22 de octubre de 1758. El 16 de mayo de 1759 es nombrado su sucesor el Br. Cristóbal Fernández de Códova.

De La Piedad pasó al curato de San Francisco Chamacuero en mayo de 1758. Allí permaneció como párroco solamente dos años.

El autor de El Fénix, llega finalmente al Cabildo de la Catedral. En 1761 desempeña el cargo de tesorero y en 1763, es ya canónigo lectoral. Para 1764, año de la publicación de su obra, El Fénix del Amor, además de la canonjía lectoral, se encarga del oficio de tesorero del cabildo catedral y poco después también de las rentas del colegio seminario, entonces en plena construcción por el nuevo impulso que le dio el obispo Sánchez de Tagle.

Rector fundador del Seminario Tridentino de Valladolid.

En 1770 el mismo Sánchez de Tagle, que lo distinguió con singular estimación y estaba emparentado con los dueños de la hacienda de Santa Ana Pacueco, lo elige rector fundador del seminario tridentino.

La solemne apertura del seminario se hizo estrenando el espléndido edificio que Sánchez de Tagle, auxiliado por Esquivel y Vargas, acababa de terminar "en la plaza mayor frente a la puerta principal de la catedral" es decir, el que hoy es el Palacio de Gobierno (incautado ochenta años después, en 1859, por Epitacio Huerta).

Don Agustín dirigirá sabiamente el colegio seminario que tanto necesitaba el obispado de Michoacán, especialmente frente a la decadencia del de San Nicolás y al golpe dado al de la Compañía con el destierro de los jesuitas.

Otras obras que salieron de su pluma.

Catorce años antes de publicar El Fénix del Amor, en el segundo año de su ministerio al frente del curato piedadense, Esquivel escribió una novena al Señor de La Piedad, que mandó imprimir en México, en la imprenta de la viuda de José Holgal, en 1750. Esta novena no salió con su nombre, cosa frecuente en esa época, tratándose de esos breves escritos de devoción popular, sino bajo el nombre del patrocinador que costeaba la edición, en este caso Blas de Urbanejo y Rodríguez. De esta obrita devota hace memoria en uno de los capítulos de El Fénix del Amor: "En los nueve días antes de la Pascua de Navidad, se hace la novena y se le cantan sus misas, que costea el devoto autor, que la hizo y dio a la estampa" (Cap. XIX). Su título fue el siguiente:

Insinuación de reverente desseo a practicar exercicio novenario. A la planta, que los crió a todas, y eligió para su Trono la más humilde. Al Hijo Eterno, Redentor del Mundo y de esta tierra Conservador. A la Zarza de amor más encendida. A la incomprensible marabilla del milagroso Artífice. Al Señor de la Piedad. Assí como estuvo practicándola en el Árbol Santo de la Cruz pidiendo a su eterno Padre por los que le crucificaban: Que se venera en la Iglesia Parroquial de San Sebastián Aramutarillo, oy de la Piedad. Cuyo Autor admita el afecto, que le consagra y dedica Blas de Urbaneja y Rodríguez, su indigno Esclavo. Impresa, con las licencias necessarias, en México por la Viuda de D. Joseph de Hogal. Año de 1750.

A los 57 años de edad muere en su natal Salvatierra (1771)

Hallándose de visita en Salvatierra, le sorprendió la muerte en octubre de 1771, cuando sólo tenía 57 años de edad. Así, en su ciudad natal y en la casa paterna, volvió su alma a Dios este insigne Padre de la Piedad.

El doctor Agustín Francisco Esquivel y Vargas es uno de los hombres más ilustres que han dejado huella en la historia de La Piedad. Su acción pastoral consolidó la sociedad de este incipiente vecindario sobre las bases de un orden social regido por el espíritu y la cultura novohispana. El prestigio de su personalidad puso los fundamentos para el prestigio mismo del pueblo que comenzaba a figurar entre las poblaciones vecinas que lo aventajaban en antigüedad y número de habitantes. Pero su mayor contribución fue darnos el libro fundamental de nuestra historia, en El Fénix del Amor. Este legado esquiveliano consolidó definitivamente la identidad histórica y social piedadense. Como fundador de la parroquia (1748) y como historiador del pueblo (1764) el doctor Agustín Francisco Esquivel y Vargas tiene ganado en la memoria piedadense un sitio de honor, que tanto la sociedad civil como la eclesiástica le están debiendo en justicia hasta el día de hoy.

Texto tomado de Carrillo Cázares, Alberto "El Fénix del Amor" La Piedad, 2000, pp 9-22.

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