martes, 20 de agosto de 2024

La vida en la calle Francisco Madero a principios del siglo XX

La casa Guisa en la calle Francisco I. Madero 

por Pascual Zárate Avila


Remate visual de la calle Madero en Salvatierra, Gto.

        La vida en la calle madero a comienzos del siglo XX 

Por Pascual Zárate Avila 

Horacio Larrea Tinoco realizó un relato sobre los ocupantes de la calle de Francisco I. Madero en Salvatierra, de cuyas palabras hay un de Salvatierra en las redes sociales. 

Horacio era entonces, en 2015, una persona de la tercera edad, de clara ascendencia europea, con sus ojos azules, piel blanquísima, pelo rubio y estatura mediana. Su voz era grabe y hablaba lentamente. 

Sus aportaciones al estudio de los estilos arquitectónicos de la primera ciudad de Guanajuato fueron desinteresadas de intenciones lucrativas, preparaba sus temas y las exponía con seriedad y rigor ante la cámara.    

La descripción de la calle Madero hecha por el desaparecido Horacio Larrea Tinoco, fue de cuando la calle se llamaba de los Esquíveles en el siglo XVIII, era la época novohispana y el comienzo del periodo del Primer Imperio Mexicano, fue cuando algunos de los moradores de las casas eran Francisco Agustín Esquivel y Vargas y José Manuel Zozaya y Bermúdez, uno fue el primer salvaterrense en obtener el grado de doctor en Teología en la Pontificia Universidad de México en 1756 y, el otro, fue el primer embajador de México en Estados Unidos en 1821. 

Los dos inmuebles habitacionales narrados por Horacio de la entonces calle de los Esquíveles, cuyo nombre en el siglo XIX se cambió al de calle de la Educación, conservan el estilo novohispano, son el edifico de altos de la esquina y la casa siguiente.   

La calle desde la fundación de Salvatierra vive en sus banquetas el ambiente de peregrinación diaria de fieles camino a la santa misa, ahora es al templo de San Francisco, pero en un principio de la edificación de la ciudad era al templo parroquial de San Antonio. 

En la segunda mitad del siglo XIX, la calle de la Educación tuvo por residente a otro distinguido hombre de estudios humanísticos nacido en Salvatierra, quien alcanzó el grado de Doctor en Filosofía, se trata del filósofo Jesús Guisa y Azevedo, pensador que era admirado por el desaparecido Horacio Larrea.  

José Patricio Guisa Izazaga, se casó en primeras nupcias con Susana Otamendi Tapia en 1888, procreando un hijo llamado Francisco de Sales, tuvo una casa en la calle de la Educación construida con bloques de adobe, con un patio con portales, y hoy en su sitio hay cinco departamentos modernos.  

Patricio Guisa quedó viudo a los tres años de su matrimonio, volvió a tener descendencia hasta 1897 con el nacimiento de María Dolores, luego en 1899 con Lucas Antíoco de Jesús y en 1902 con Antonio de la Luz, quienes fueron hijos naturales tenidos con Josefa Acevedo, quien, según la historia oral, fue una joven carbonera de la hacienda de San Juan Bautista Cacalote, del municipio de Tarimoro, propiedad de la familia Guisa Izazaga. 

El abuelo de Jesús fue el licenciado Francisco Guisa Sotomayor, originario de Coroneo, quien se casó a la edad de 32 años en Acámbaro, Gto., en 1850, con Soledad Izazaga García, una jovencita de quince años cuando tomo estado de casada. 

A Jesús Guisa le toco nacer en la calle de la Democracia #7, cuando ya era aceptada la relación de su papá Patricio con su trabajadora de la hacienda de Cacalote: Josefa, con quien regularía su relación de pareja amancebada mediante el matrimonio para reconocer s sus tres hijos. 

De la infancia de Jesús Guisa hay un interesante relato escrito por uno de su compañero de los estudios elementales llevados a cabo en la escuela franciscana, la cual estuvo ubicada a una cuadra de distancia de la Calle de la Educación, estuvo ubicada frente a la gran puerta de la huerta del convento franciscano, en la calle Morelos.  

Se trata de una página redactada como un testimonio de recuerdos por el poeta José Luz Ojeda López, en ella describe como tema principal los peinados de sus condiscípulos en el primer día de clases, y califica al peinado del niño Lucas Antíoco de Jesús, como el de un aparatoso y bien levantado copete relamido. 

La vida placida en la calle de la Educación cambió en 1915, cuando estaba la Batalla de Celaya, una partida del ejército carrancista llegó a la hacienda de San Juan Bautista Cacalote a robar los caballos. El hacendado Patricio Guisa ante la exigencia de entregar caballos, se los dio, teniendo como respuesta una descarga de balazos de sus armas, y ante tan cruel episodio, su hijo mayor, Francisco de Sales de 26 años, salió corriendo para socorrer a su padre y también recibió una ruidosa descarga de fusiles. 

El espanto causado por los fuertes truenos de las descargas de fusiles, los gritos de los peones y sirvientes llegaron a los oídos de los tres hermanos menores presentes en las habitaciones: Soledad, Jesús y Antonio, quienes corrieron a escapar escondiéndose en los cuartos más alejadas del patio.  

Los trabajadores de la hacienda emboscaron, al ir regresando a Celaya, a la partida de soldados asesinos del ejercito obregonista. 

Los tres hermanos regresaron a su casa de la calle de la Educación en la noche, fueron procurados de atención por sus vecinos y familiares de su fallecido medio hermano mayor, entre ellos por Maura Otamendi García, media hermana de Susana, la primera esposa de Patricio Guisa, y tía apenas mayor por dos años del acribillado joven Francisco de Sales. 

Lucas Antíoco de Jesús en los meses siguientes partió de su calle de la Educación con destino al Seminario de Morelia, de donde lo mandarían becado en 1922 a la Universidad jesuita de Lovaina, Bélgica, donde obtendría el grado de Doctor en Filosofía.   

Fueron estudios realizados por Jesús Guisa con una beca de la Iglesia Católica, con el estatus de laico comprometido con la defensa de la doctrina social cristiana contenida en la encíclica Rerum Novarum del papa León XIII, la cual difundió mediante su participación como político fundador de los partidos Acción Nacional y Fuerza Popular; con sus polémicas publicaciones como columnista en los periódicos nacionales Excelsior y Novedades; y con la impresión de libros críticos al régimen revolucionario en su editorial Polis. 

La calle de la Educación continúa teniendo el mismo paisaje urbano, sigue enhiesta la torre del templo de San Antonio, presentándose como el más bello remate arquitectónico al final de una calle en Salvatierra, como lo aseguraba el desaparecido Horacio Larrea Tinoco, de grata memoria.  

Agradezco a Cremería Nayeli, La Veranda y Joyería Rubí el patrocinio para realizar la investigación histórica de los datos de esta crónica publicada.

 

  

 

  

  

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