viernes, 27 de marzo de 2009

Política, humanismo y poesía en el candiato Henry

Conversando sobre el "Ángel" de la identidad cultural de Salvatierra, con don Pancho, un fabricante de quesos y vendedor de hierbas medicinales en los puestos de lámina del mercado, examinamos dos episodios de la guerra de Independencia vivida en Salvatierra.
La primera pregunta a discernir fue, ¿por qué el ejercito insurgente, que quince días antes de su llegada a Salvatierra bajo el mando de Ignacio Allende, no realizó los mismos desmanes hechos en la alhóndiga de Granaditas? Por qué en Salvatierra se recuerda como una estancia de terciopelo, a pesar de que Salvatierra era una ciudad de españoles, que se regía por las leyes de la Républica de Españoles, donde el cabildo era representante de la Corona Española. La respuesta es que aquí no había los resentimientos sociales que sí generó la explotación minera. Aquí era una ciudad agrícola encalmada con una fuerte vocación hacia el humanismo hispanista. La noción de filosofía hispanista refiere a una visión del mundo que se abre a recibir nuevas culturas. Es decir, es una composición resultante del entramado de las culturas grecolatina, judeocristiana, morisca y mesoamericana. Un humanismo original que ya se gestaba desde entonces en Salvatierra, contrariamente, Guanajuato era visto como la ciudad de la explotación inhumana en las minas.
Una segunda pregunta es ¿por qué en Yuriria el ejercito insurgente quemó los preciosos retablos de madera del templo agustino y, en cambio, en Salvatierra, el insurgente Ramón López Rayón nombró a la Virgen de la Luz alcaldesa de la ciudad?
Hay que recordar que Francisco Agustín Esquivel y Vargas, criollo nacido en Salvatierra, ya había expuesto la nota salvaterrense de ser una ciudad donde convivían de manera armoniosa todos las razas y autoridades de la sociedad novohispana, halagando sobre todo la festividad del Barrio de San Juan con las fiestas del Señor del Socorro, como un ejemplo de convivencia pacífica los miércoles de la semana santa.
La identidad de la nación mexicana está en nuestra historia pero la identidad no es algo que esté en el pasado, sino una visión del futuro que debemos alcanzar. Los poetas definen la esencia del alma de un pueblo, por lo que debemos oírlos. Y el ideal de Jesús Guisa y Azevedo es que la política aprenda de la poesía, su autenticidad, su sentido de lo bello para el alma de un pueblo. Ahora, nuestra pregunta es ¿Podrá el candidato Enrique Villagómez, Henry, encarnar la misión señalada por Guisa y Azevedo para los políticos humanistas? La política debe llegar a las alturas de la poesía. Por lo pronto la esperanza está depositada en Henry.  

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