lunes, 23 de marzo de 2009

El discurso de Jesús Guisa y Azevedo en su ingreso a la Academia Mexicana de la Lengua en 1956

El Club “Zorros” y el doctor Guisa y Azevedo


Por J. Jesús García y García


El periodiquito “El Zorro”, que iba a ser quincenal, en su primera época pudo sacar 37 números en total: 21 del año I (del 17 de agosto de 1952 al 9 de agosto de 1953), y 16 del año II (del 23 de agosto de 1953 al 23 de mayo de 1954). Los directores responsables fueron:  Arturo Mendoza Morales, los 10 primeros números; Juan Montoya H., un número; J. Jesús García y García, 8 números; Onésimo Pérez Pérez, 18 números.
En seguida y durante casi dos años estuvimos sin hacer periodismo, hasta que yo presenté el proyecto de una revistita mensual: “Cauce”, de la cual fui nombrado director. Su duración fue de un año (15 de abril de 1956 a 15 de marzo de 1957), 12 números, de los cuales yo saqué los primeros once. Todos fueron impresos en los talleres gráficos de la revista franciscana “Paz y Bien”.
         Tuve que movilizarme para conseguir colaboradores y por ello entré en contacto con el doctor Jesús Guisa y Azevedo, personaje en el cual los zorros teníamos puesta mucha atención a pesar de que nuestra información acerca de él aún era precaria: sabíamos que había logrado su título en la universidad europea de Lovaina; que era autor de algunos libros y además escribía en periódicos; que era un crítico ácido del gobierno; que a partir de 1950 tenía un pleito casado con don René Capistrán Garza, director del periódico “Atisbos”; que había tenido muy importante participación en los festejos del tercer centenario de la fundación de Salvatierra (ocasión que sirvió para que algunos lo oyéramos mencionar por primera vez)... Apenas esto y, tal vez, sólo un poquito más.  Pero empezamos a allegarnos información complementaria y nuestro aprecio por él fue aumentando.
Lo invitamos a que viniera para hacerle un sencillo homenaje. Aceptó y aquí tuvimos un grato coloquio. Generosamente colaboró don Jesús en “Cauce” enviándonos, para que los insertáramos en nuestras páginas, varios temas del libro que entonces tenía en preparación: Estado y ciudadanía, acaso el más bello y motivante de los suyos.
Apenas iniciaba su colaboración cuando (en el número 2 de la revista) nos dimos el gusto de informar que el filósofo Guisa había sido nombrado individuo de número de la Academia Mexicana, correspondiente de la Española, para ocupar la silla número uno, que estaba vacante por la muerte de don Carlos González Peña. Decíamos en la parte final de la nota:
“...Don Jesús es y será un escritor discutido y combatido. Es natural, pues hace gala en sus polémicas de un carácter rasposo, bronco, muy característico de él y de muchos guanajuatenses, y usa de una apabullante franqueza en sus comentarios sobre los asuntos nacionales. Reaccionario de ‘hueso colorado’, ha tomado parte en política, afiliado a un partido de oposición; y esto sí que no se lo han perdonado los individuos que forman el mundo oficial. Aquí mismo, los viejos políticos no le guardan mucha estimación y sí, en cambio, le atribuyen renegaciones de su tierra natal, olvidos de su origen.- Pero, en lo intrínseco, su literatura está a salvo de toda impugnación. El número de sus libros es mucho mayor de lo que algunos creen y su obra periodística se manifiesta dignísima en ‘LECTURA’, la revista sostenida por don Jesús durante varios lustros.- Uno de los más grandes deseos de este paisano ilustre es, según lo manifestó a nuestro Director, contar con la asistencia de muchos salvaterrenses a la sesión de la Academia en que dirá su discurso de ingreso [...] Aproximadamente un mes después, [...] don Jesús recibirá la presea que lo acredita como académico, y es su intención venir a ponerla a las plantas benditas de la Virgen Santísima de la Luz, mediante ceremonia especial”.
El 31 de octubre de 1956, respondiendo a la invitación que nos hizo el doctor, representantes de los tres organismos sociales que había entonces en Salvatierra (por el Club de Leones, don Manuel Aguilar Rosendo;  por el Consejo de Caballeros de Colón, don Luis Martínez Ortiz,  y por el club “Zorros”, don Antonio España Rentería y yo) asistimos a la solemne ceremonia de recepción de nuestro egregio paisano en la Academia Mexicana.
Estuvimos felices y orgullosos en la bien llena sala Manuel M. Ponce del palacio de las Bellas Artes. Gozamos y aplaudimos el discurso de ingreso del nuevo académico (tema: “La palabra, instrumento universal”) y también el de contestación que corrió a cargo del canónigo don Angel María Garibay y K.  El presidente de la docta corporación lo era don Alejandro Quijano, quien en sesiones previas había podido conjurar la controversia provocada por don Martín Luis Guzmán, intransigente “liberal” que se oponía al ingreso del “mocho” Guisa.
Entre los diecinueve académicos asistentes a la ceremonia yo pude reconocer, además de don Alejandro Quijano y don Ángel María Garibay y K., a don José Vasconcelos, a don Alfonso Junco, a don Jesús Silva Herzog, a don Luis Garrido, a don Manuel Romero de Terreros y a don Carlos Pellicer.
         A un salvaterrense ilustrado e idealista no puede perdonársele que ignore los discursos pronunciados esa noche por el doctor Guisa y el canónigo Garibay. El de quien llegaba a la Academia alcanzó alturas excelsas. El de Garibay fue un modelo de frescura, de amenidad y donaire. Dijo así acerca de Guisa: “Trae sobre las espaldas la toga del filósofo, y en las manos el escalpelo del periodista, sangrante de bronquedades, aunado al látigo que muchas veces ha levantado ámpulas. Ámpulas que se mudan en rojos capullos que le forman guirnalda”. Y en otro momento: “De esa juventud entre las sementeras y del bufido de los corceles o del canto interminable de los gallos, saca Guisa su estilo bronco y másculo [...] la voz de su nativa Salvatierra sigue siendo la pauta en que habla y escribe, aunque haya pasado por las universidades europeas. La tierra del bajío se ha hecho carne y sangre en don Jesús Guisa y Azevedo”.


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