martes, 31 de marzo de 2009

Un aprendizaje humanista en Salvatierra

El Club “Zorros”, el idealismo y la historia local


Por J. Jesús García y García


Para decir con una sola palabra cuál era la naturaleza o sustancia del Club “Zorros” hay que emplear la palabra idealismo. Pero hemos de olvidarnos de las teorías filosóficas y atender únicamente al uso coloquial y popular del término. Yo diría, dejándome llevar por la Real Academia Española, que idealismo es la “aptitud de la inteligencia para elevar las cosas sobre la realidad sensible por medio de la inteligencia o la fantasía”. Pero como esta definición todavía tiene tintes filosóficos, me inclino por otra: “Tendencia a idealizar o a mejorar la realidad”. Y como aún no me gusta, me voy a una última: “Inclinación a dar vida a una ilusión”.

Como en gustos se rompen géneros, el concepto de idealismo puede considerarse en forma negativa (algo propio de soñadores bobalicones) o positiva. Para mí el idealismo es positivo, como lo es el quijotismo, su pariente... aunque dé lugar a frentazos.

En esta perspectiva, las actividades del Club “Zorros” fueron esencialmente idealistas. Habría que recordar aquellos primeros círculos de estudios, con visita a los monumentos históricos de la ciudad; las conferencias (que llegaron a ser semanales), de las que podríamos señalar principalmente las de los sacerdotes fray Luis María de Jesús Gallardo, Gilberto Farfán, Abel Sereno, fray Anacleto María Vázquez y fray Roberto Ugalde; las de los médicos Cándido Luis Rico, Leandro Marmolejo, Miguel Zárate y Fernando Díaz de la Serna; las de los ingenieros Bernardo Cartas, Fernando Coronado y Salvador Ortiz Vega; las de don Manuel Aguilar y el químico Herminio Ojeda.

¡Qué violentas y apasionadas eran nuestras asambleas, en las que, al final de todo, se imponía el espíritu de fraternidad y la unión! ¡Qué esperanzadoras, aunque hayan acabado en nada, algunas iniciativas como aquella del Congreso Permanente de Organismos Sociales de Salvatierra!

Integramos un conjunto musical bajo la dirección del maestro Alfonso Mercado; se formó un sector femenil, en el que tuvieron destacada actividad Carmela Martínez de Pérez, Alicia Duque de Méndez y Mary de Santoyo; integramos un grupo para detectar sitios arqueológicos en el municipio; se hicieron labores de promoción de la apicultura y de la avicultura; se recogieron, apoyaron y encauzaron iniciativas de mejoras materiales importantes para la ciudad, habiendo participado activamente en la realización de algunas... Y hasta teatro hicimos.

Estudiábamos (macheteábamos), con un ahínco que pudo y debió ser mayor, el libro de don Melchor Vera: “Guatzindeo Salvatierra. Apuntes para una historia local civil y religiosa. Reunidos y publicados por...Lo que alcanzamos a ver nos permitió dimensionar un yerro mayúsculo en que incurrió el canónigo don José Guadalupe Romero, historiador silaoense del siglo XIX, muy consultado y por casi todos ciegamente creído.

Basándose en Romero, al principio de los años 30’s la autoridad municipal asignó el nombre de calzada Andrés de Alderete (personaje inexistente o tal vez ligado a otra localidad) a la que, partiendo de la calle de Hidalgo, conducía a la estación del ferrocarril. Todavía en 1940, en el segundo año de la instrucción elemental, me enseñaron esa patraña romeriana acerca de Salvatierra: “Esta ciudad fue fundada en unos terrenos de la hacienda de Huatzindeo de D. Andrés de Alderete y de su esposa: deseando estos señores formar una población de españoles en las inmensas y fértiles tierras que poseían y que valían entonces quinientos mil pesos, acudieron al rey ofreciéndole la donación de estas propiedades para fundar la ciudad. Pusieron los donantes varias condiciones: entre ellas, que la población sería honrada con el título de ciudad, que ésta se debería llamar Salvatierra para perpetuar la memoria del virrey conde de Salvatierra que gobernaba entonces el país, y que tanto el fundador como sus descendientes habían de tomar cada año con su propia mano 2,000 pesos de las cajas reales como una especie de retribución por las propiedades donadas: admitidas estas ofertas por el año de 1643, se escogió para el asiento de la ciudad uno de los sitios más pintorescos y deliciosos de toda la Nueva España [...]”. La cita proviene de las “Noticias para formar la historia y la estadística del obispado de Michoacán, presentadas a la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística en 1860 por su socio de número el Sr. Dr. D. José Guadalupe Romero, canónigo doctoral de la Santa Iglesia Catedral de Michoacán, México, Imprenta de Vicente García Torres, calle de S. Juan de Letrán núm. 3, 1862, pp. 223-226.

A mediados de 1954 los miembros de una representación de nuestro Club fuimos a pedir al alcalde Ramírez, uno de los de más modesta actuación y de más estrecho criterio que hayamos tenido, que se cambiara el nombre de la calzada Andrés de Alderete por el de calzada de Agustín de Carranza Salcedo, ya que este personaje es, de manera suficientemente probada, el merecedor del título de fundador de nuestra ciudad. El presidente municipal nos contestó que eso sólo sería posible consultándolo antes con el Ejecutivo del Estado y, probablemente, mediando acuerdo del Legislativo, y que él no estaba dispuesto a meterse en las diligencias correspondientes.

De todos modos la calzada Andrés de Alderete habría de cambiar de nombre, esto ya en 1973, cuando el Ayuntamiento que presidía don Manuel Ávila Pizano, mediante un simple acuerdo tomado en sesión ordinaria, la llamó calzada Heroico Colegio Militar, accediendo a una solicitud de la Secretaría de la Defensa Nacional.

Nos interesaba mucho la historia local. En nuestro papel membretado se expresaba así el nombre de nuestra ciudad: San Andrés de Salvatierra, Guanajuato, y en un recuadrito se transcribía lo que la orden de fundación de 9 de febrero de 1644 rezaba: “Por el presente, en nombre de Su Majestad y como su Virrey lugarteniente, concedo licencia y facultad para que, en el dicho puesto y congregación del antiguo pueblo de Chochones, se funde y pueble una ciudad de españoles, conforme a la traza que se diese con toda pulicía, que se intitule y llame la ciudad de San Andrés de Salvatierra, ahora y para siempre jamás.- García Sarmiento de Sotomayor, Conde de Salvatierra y Marqués de Sobroso, Virrey.- Cédula de fundación.

De nuestro Club salió Vicente Ruiz Arias a la ciudad de México a desarrollar su meritoria labor de investigación histórica. Zorro era también Francisco Vera Figueroa, quien escribió sendos libros sobre la batalla del puente y sobre la dinastía de los marqueses de Salvatierra. Y el individuo más representativo de los zorros, don Luis Castillo Pérez, se convirtió en el Cronista de la Ciudad, en cuya condición alcanzó merecido reconocimiento y aún tiene y tendrá grato recuerdo.

Como era inevitable, un día la mazorca empezó a desgranarse. Varios miembros del Club emigramos en busca de superación. Pero todos llevábamos dentro la semilla idealista de nuestro añorado Club “Zorros”, que siguió adelante por varios años más.

Y cierto día sucedió en la ciudad de México que...


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