Ensayo de Jesús Guisa y Azevedo, que se tomó del libro "Germanismo e Hispanismo", en la página 189, publicado el 15 de septiembre de 1943, como una expresión de la distancia existente entre los países del Eje y el social cristianismo mexicano.
El amor es tópico universal, y de continuo renovado en la literatura. Un amor al que el hombre sabe sobreponerse o un amor que ese mismo hombre, a pesar de todas las dificultades, hace vencer, son los temas de las grandes tragedias. Las literaturas clásicas nos llevan a distinguir diferentes clases de amor, nos dan elementos para juzgar y nos inclinan a preferir. Toman al hombre tal como es, con sus pasiones ciegas y con sus bajos intereses y contrastan esta realidad con otra que también existe, que no es vaga ficción en ellos, ni creación poética, y que es el hombre educado, el que sabe sacrificar sus instintos al deber y manifiesta en este sacrificio la belleza de la virud y el heroísmo.. Las literaturas clásicas tienen de elevado y de perenne no el simplismo, ese que hace triunfar forzosamente al bueno, sino la manifestación, la intervención activa de los heroico. Que éste triunfe o que no triunfe ya es cosa de composición, de historia, de datos concretos; pero que aparezca, que se haga notar su existencia, y que sea un valor que atraiga y que conmueva es necesario porque es lo más cumplidamente humano.
Lo erótico en la literatura germánica desciende a lo amoral. Y ya no es una lucha entre lo noble y lo bajo, sino un instinto deatado y, por lo mismo caprichoso, el tema de amor. Las vías que han conducido a esta degeneración son de la filosofía materialista que hemos visto en la etapa de los incosciente. Había que hacerle de todas maneras un lugar al hombre, pero al hombre despojado ya de su realidad espiritual y por lo tanto de su libertad y se su inteligencia. Un hombre de esta suerte mutilado es un animal, ni más ni menos, esto es , un isntinto, Y la concesión más alta que se la hacía era la de considerar en él una fuerza incognocible para él mismo y para los demás. Y aquí es donde aparece lo inconsciente, que casi se identifica con lo instintivo.
La filosofía materialista nos había hecho considerar la naturaleza exterior. Nosotros mismos formábamos parte de ella y la realidad nuestra, la única que podíamos experimentar, era la que nuestros sentidos nos hacían sentir. Sólo había frío y calor y sólo había instinto. Puesto que tenemos contacto con las cosas y puesto que nosotros mismos somos cosa, una cosa insignificante y perdida en un mundo de cosas inmensas, estábamos determinados a obrar según indicaciones infalibles de la Naturaleza. Ser libre no tenía absolutamente ningún sentido.
El hombre va a subordinarse a la Naturaleza, a formar una sola cosa con ella, a serle dócil. La moral no existe ni puede existir. Hablar de disciplina, de educación, de lo que debe ser; tener una doctrina y una teroía del hombre puede hacer en las cosas por medio de su libertad; afirmar los valores espirituales y defender la virtud y el heroísmo son ficciones pasadas de moda.
La Naturaleza es una y esa Naturaleza domina y es el todo. El amor, si hay amor, es parte de esa Naturaleza y nosotros, al creer que somos el asiento de pasiones nobles, no hacemos sino seguir las inclinaciones de la Naturaleza, las cuales tienen el nombre de instinto.
El amor va a convertirse en algo natural. Lo era natural, sin duda, pero según las leyes de una Naturaleza completa en que existía la parte de los espiritual y de lo material. Lo natural en la filosofía alemana es lo material y el amor va a ser un fenómeno instintivo, determinado por la misma Naturaleza y en el que no cabe ni espontaneidad, ni elección, ni decisión.
Todos los movimientos del instinto son la misma categoría. Nada importan las aberraciones ni los absurdos. Una madre puede tener amor por su hijo y claro que no amor maternal. Lo erótico ya está desatado y un erótico de esta clase va a ser el tema de las literaturas germanizadas.
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