viernes, 16 de julio de 2010

Atlixco, un diseño conventual del Carmen influido por Andrés de San Miguel

EL CONVENTO DEL CARMEN DE ATLIXCO
Un tercer convento levantaron los carmelitas en Atlixco, antigua Villa de Carrión:
Hay en aqueste reino de la Nueva España, en el valle que se llama de Atlixco, fundada una hermosa villa, cuyo nombre es Carrión ...
En esta villa, pues, tan rica y apacible, se fundó un convento nuestro.
En este monasterio se repite el proceso común a todas las primeras fundaciones: el primer convento era pobre, incómodo, improvisado sobre unas casas donadas a los descalzos por el vecino Hernán Pérez de Olarte, pero transcurridas apenas dos décadas, en circunstancias eco- nómicas bonancibles, los frailes emprendieron la reconstrucción completa. A Nicolás de San Alberto correspondió iniciarla, siendo prior por primera vez (1604-1612) y concluirla, cuando lo era por la segunda, entre 1616 y 1618. En otro documento consta que, para 1620, se concedía un lugar para sepultura "en la capilla mayor del templo" a doña María de Santillana, madre del Provincial fray Rodrigo de San Bernardo, "correspondiente al que había tenido en la iglesia vieja".
También fray Agustín de la Madre de Dios evoca las festividades que habían acompañado a la dedicación del nuevo templo, recordando los nombres de los benefactores: María de Galarza, Pérez de Olarte, Alonso de Toro; pero ninguna palabra acerca del arquitecto que hizo la construcción, a pesar de que la califica como una de las mejores fábricas que tenía la religión.
El claustro se terminó, a su vez, entre 1624 y 1627, siendo prior fray Alonso de Jesús. Obra sumamente destruida, desconocida y silenciosa, esta construcción contiene reminiscencias de la influencia dominante de Andrés de San Miguel, aunque es muy poco probable que haya participado directamente en ella.
La iglesia tiene la planta característica, alargada y angosta, aunque su presbiterio es ochavado; la fachada ostenta un barroco popular que vino a cubrir la obra original, y el cuerpo de la iglesia está cubierto con bóvedas que substituyeron a la probable primera techumbre de madera. Una sola hilera de ladrillo recuerda el sitio en donde estuvo la espadaña. El claustro pequeño, al lado de la Epístola, repite con exactitud a los de San Ángel y Puebla, pero a diferencia de éstos, el de Atlixco ha sufrido un despiadado deterioro. Todavía es posible visitarlo, quién sabe por cuanto tiempo más, y admirar, dentro de su abandono, la nobleza y el carácter de sus elementos, letalmente corroídos por la yerba y las zarzas que serpentean indolentes, invadiéndolo por las jambas, las bóvedas y las cornisas.

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