domingo, 26 de diciembre de 2010

Los días y los meses de la formación moral en Salvatierra


Debo no niego, pago no tengo

Artículo en homenaje a don Jesús García y García, ilustre salvaterrense que ha dedicado gran parte de su tiempo y esfuerzo al rescate y preservación de nuestra memoria histórica para que las futuras generaciones la conozcan, y es ejemplo a seguir para todos nosotros que pretendemos estudiar y conocer el pasado de Salvatierra para enfrentar sabiamente nuestro futuro. Con todo respeto:

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Miguel Alejo López

Cronista de la Ciudad de San Andrés de Salvatierra

En todo tiempo y en cualquier lugar existen y han existido individuos que viven a expensas de otros, empleando una de las grandes mentiras del mexicano: “Mañana te pago” o términos similares según sea la relación que se tenga con quién se pretenda obtener un préstamo, si es muy amigo le lanzan las consabidas frases de: “Hazme el paro” o “Aliviáname papá”, si la relación es formal le dicen: “Sácame de este apuro, te firmo lo que quieras”, y si se percibe que existe alguna duda, le agregan las falsas promesas de: “En la quincena te pagaré”, “Está por llegarme un cheque del otro lado” o “La próxima semana me toca una tanda”.

Por lógica siempre ha habido en estos actos otro elemento indispensable representado por el que presta, por qué cuando pretende cobrar la deuda, recibe frases como éstas: “Estoy como la Magnifica, sin cosa alguna”, “No traigo ni el habla cabal”, “Estoy más seco que el desierto”, y si se les presiona, contestan: “Haber sácale sangre a una piedra”, “Si sigues te borro de la lista de los que les debo” o simplemente lo consuelan diciéndole: “Deja que agarre agua la nube, aguántame tantito . . . . me van a hacer un préstamo en la Caja Popular”, sino es que se acaba de una vez por todas con las expectativas y esperanzas del ingenuo que prestó: “Te pago cuándo me saqué la lotería”

En la época colonial salvaterrense el carácter de estas relaciones ha de haber sido intolerable para mucha gente honrada y de buena fe, ya que la ciudad ha de haber estado plagada de deudores. Para ilustrar lo anterior, he trascrito un documento que apareció publicado en la revista “Cauce” en el año de 1956, en la sección fija “Cuestiones Históricas” de la autoría de don Jesús García y García, el documento consigna la fecha del 26 de abril de 1719. Es muy curioso y simpático, pero que indiscutiblemente ilustra la realidad de de ese tiempo. Lo suscribe D. Rodrigo Álvarez Sobrino ante el Escribano Público D. Agustín Gómez, a la letra dice: “En la ciudad de Salvatierra, a veintiséis días del mes de abril de mil setecientos diez y nueve, ante mí el Escribano y testigos pareció el Alférez D. Rodrigo Álvarez Sobrino, vecino y labrador en esta jurisdicción y dijo: Que por cuanto el susodicho ha mucho tiempo que lo asisten grandes experiencias de las cuales ha conocido las pérdidas, atrasos y menoscabos que ha tenido en su caudal por razón de algunas fianzas que ha hecho a que por amistad no se ha podido excusar y que para lo que en adelante cesen, acordando lo conveniente que le es no fiar a persona alguna de cualquier estado y calidad que sea, en la forma que mejor haya lugar en derecho y cierto y sabedor del que en este caso le compete, otorga por la presente y se obliga a que de hoy en adelante guardará y cumplirá el no fiar a persona alguna en ninguna cantidad de pesos, poca o mucha por palabra, vale, escritura, ni otro instrumento, so la pena que si hiciere dicha fianza sea en sí ninguna y de ningún efecto, y quiere y es su voluntad que luego que pase a hacer cualquiera fianza se le condene por la Real Justicia en ciento cincuenta pesos que aplica para la Cámara de Su Majestad y en cien pesos para el denunciador y en doscientos cincuenta pesos para la Cofradía de las Benditas Almas de Purgatorio que está fundada en la Iglesia Parroquial del señor San Francisco de esta ciudad que por todo hacen quinientos pesos que quiere y es su voluntad que luego que quebrante esta escritura se le saquen irremisiblemente de los más bien parado de su caudal y, siendo necesario, con personeros con su salario acostumbrado de dos pesos de oro de minas; y a que la firmeza de lo dicho obliga a su persona o bienes habidos y por haber con poderío a las Reales Justicias de cualesquiera parte que sean y en especial a las de esta ciudad a cuyo fuero se somete; renuncia el suyo, jurisdicción, domicilio y vecindad, lex sic convenerit para que se lo hagan guardar y cumplir por todo rigor de derecho y como si fuese por sentencia pasada en cosa juzgada; renuncia leyes a su favor con la general del derecho y conciente se le de un tanto de esta escritura a las partes. Y el otorgante, a quien yo el Escribano doy fe conozco, así lo otorgó y firmo siendo testigos Don francisco de Torres Camberos, Juan de Rojas y Miguel Luis, vecinos de esta ciudad.” (Rúbricas)

No cabe la menor duda que don Rodrigo Álvarez Sobrino, además de funcionario del Cabildo como Alférez y de oficio labrador, ha de haber tenido un gran número de compadres, amigos y conocidos, que aprovechándose de su buena fe y fortuna, no tenían el menor empacho en acercársele para pedirle prestado, situación que lo llevó prácticamente a la bancarrota al no recuperar los préstamos que había hecho. Cansado de esta situación, optó por castigarse a así mismo de una manera por demás inverosímil pero eficaz. Acudió con el Escribano Público, los notarios de entonces, y se auto impuso una multa de 500 cada vez que prestara, ya fuera de palabra o por medio de vales, escrituras de hipoteca o cualquier otro instrumento jurídico, y se comprometía a no hacerlo a persona alguna, sin importar su calidad social o económica. Para cumplir su sabia y sensata promesa, dispuso que el importe de la multa se repartiría de la siguiente forma: 150 pesos para la Cámara de su Majestad, o sea para el gobierno, quién ese tiempo estaba urgido de recursos económicos para sostener las innumerables guerras que la Corona Española libraba en Europa; 250 para la Cofradía de las Benditas Almas del Purgatorio, a la que se supone pertenecía y necesitaba de recursos para mantener el templo, ya que éstos eran visitados cotidianamente por los ladrones que cargaban con todo, hasta con el agua bendita; y 100 pesos serían para la persona que lo denunciara ante las autoridades, una buena medida para seguir ayudando, de alguna manera, a sus semejantes.

Valdría la pena pensar si hoy nos viéramos en una situación similar y acudiéramos con un notario para hacer lo mismo, ¿Cómo repartiríamos y destinaríamos la multa?. La parte del gobierno se la pudiéramos dar al DIF, IMSS, o al Hospital General y su Seguro Popular, para que atendieran un poco mejor a tanta gente que requiere de esos servicios públicos. Lo qué le corresponde a la Iglesia se le pudiera hacer llegar a alguno de nuestros hermosos templos y conventos o a las bellas imágenes que albergan, por qué requieren con urgencia una restauración de fondo, y a la que a nadie le importa. Y la parte del denunciante, por ésta no hay problema, estoy seguro que éstos sobrarían y de algún modo habría una derrama económica, además de entretener a tanta gente, sobre todo jóvenes, que actualmente se dedican a actividades de malvivir por la falta de oportunidades laborales y justicia social.

En este malabarismo de tiempo, ¿Verdad qué es difícil saber si hay presente o pasado o si a final de cuentas es lo mismo?. . . . las épocas cambian, pero las personas no.

San Isidro Batanes, diciembre de 2010.

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