jueves, 24 de marzo de 2011

Texto académico de la investigación sobre José Ignacio Basurto del Colegio de México

TEXTOS Y ESCUELAS EN LOS PUEBLOS DE INDIOS

EN LA NUEVA ESPAÑA

 

Dra. Dorothy Tanck,

 investigadora de El Colegio de México

 

 

En Europa como en América, durante los siglos XVI y XVII, casi todos los libros para niños eran de índole religiosa y didáctica. Su objetivo consistía en enseñar a leer y en transmitir la doctrina religiosa y recomendaciones morales, según las creencias de cada país.

El Kleine Catechismus de Martín Lutero, divulgado en las regiones germánicas, el New England Primer y el Catechism of Mr. Cotton, usados en las colonias inglesas de Norte América y el Catecismo de Jerónimo Ripalda y la Cartilla, repartidos en la Nueva España, presentaban a los niños, por una parte, las enseñanzas religiosas, y por la otra, el alfabeto, las sílabas y las oraciones.[1]

Además de la Cartilla y el Catecismo, había en el México virreinal un tercer libro elemental para niños, el Catón, nombre genérico empleado para una variedad de textos, que presentaban en prosa o verso, historias pequeñas con ejemplos de piedad y moralidad. Estos libritos, de las "tres C", cartilla, catecismo y catón fueron utilizados en orden progresivo como textos para la alfabetización.[2] Predominaba la idea de que la lectura para jóvenes debía enseñar y no divertir.

Pero, en España, miembros de la Sociedad Vascongada de los Amigos del País comisionaron a Félix María Samaniego para que escribiera en verso un libro de fábulas. En 1781 Samaniego publicó un tomo de Fábulas morales que contenía "las máximas morales disfrazadas en el agradable artificio de la fábula" para dar "placer" y "deleite" a los alumnos. De un total de 159 poemas, 19 eran originales y los demás, según el mismo Samaniego, basados en Esopo, Fedro, La Fontaine y especialmente en el inglés John Gay. Un año después, el poeta Tomás de Iriarte publicó en España un libro de 76 Fábulas literarias.[3]

Mientras en 1802 en la Nueva España, lejos de las grandes ciudades de México y Puebla, en la región agrícola del Bajío, un sacerdote en el pueblo de indios llamado Chamacuero (ahora Comonfort), Guanajuato, el padre José Ignacio Basurto decidió escribir, en sus pocos ratos libres, unas fábulas, las cuales encantaron tanto a los niños que insistieron que "se las presente, no escritas en mi puño, sino estampadas en las hermosas letras del molde".[4]

            De esta manera apareció el primer libro recreativo para niños, escrito por un mexicano e impreso en México. El mismo título de la obra presentaba al público la filosofía educativa del autor. Eran "fabulas morales" para la "provechosa recreación de los niños". Vale la pena anotar que para Basurto el sustantivo era "recreación" y el adjetivo "provechosa", así haciendo hincapié en el objetivo de la diversión, y no tanto en el aprovechamiento.

         El autor, José Ignacio Basurto, originario de Salvatierra, Guanajuato, se encontraba empleado en la parroquia de Chamacuero por lo menos desde el año de 1794. Vivía en una casa ubicada en la plaza central del pueblo, donde moraba con una tía y dos sobrinas. A lado vivía el párroco, con su hermano y otro sacerdote. San Francisco Chamacuero era uno de los cuarenta pueblos de indios en la intendencia de Guanajuato. En 1792 vivían ahí 3,456 habitantes: 2,580 indios, 560 criollos y mestizos, 316 mulatos. Los no-indios trabajaban como labradores, arrieros, tocineros, tejedores, panaderos y artesanos, incluyendo dos plateros, un escultor y dos barberos.  Los indios se dedicaban a cultivar sus milpas, a curtir pieles, hacer zapatos y tejer frazadas.[5] Cada año los indígenas elegían al "gobernador, alcalde y demás oficiales de república" (esto es, del cabildo). En el título de las fábulas, se mencionan "las escuelas de primeras letras" que implica que había más de una escuela en Chamacuero. Probablemente había una de un maestro particular y una financiada por la caja de comunidad (tesorería municipal) del gobierno indígena del pueblo.[6]

Las fábulas se destacan por su originalidad y valor histórico. En primer lugar, el sacerdote de Guanajuato presenta animales, insectos, flora y personajes del campo mexicano, todos conocidos por sus pequeños lectores, tales como, la tejedora, la arriera, el petimetre, el rústico, el pobre hortelano, el artesano y el currutaco. Además, aparecen la araña orgullosa, la avecilla tonta, el buey paciente, el perro majadero, el perico charlatán, la torcaza (que en el verso se escribe "torcasa" y "torcaza", ejemplo del estado fluctuante de la ortografía en la época), la culebra, las sabandijas y el sapo. La milpa de maíz, el membrillo y el ganado también dan trasfondo a los relatos.

            En segundo lugar, Basurto introduce datos y observaciones detalladas sobre distintos lugares de la región. Menciona "mi patria" y en una nota explica que se refiere a "la ciudad de Salvatierra, que por la abundancia de aguas, que la hacen un paraíso, cuenta en su distrito cinco molinos de trigo". Incluye referencia al uso del "gorguz", "que en este reino es conocido con tal nombre el fierro de la garrocha con que el labrador arrea los bueyes" y a unas hormigas raras que viven en cuevas y son llamadas por los indios "hormigas buxileras" y sobre los cuales el autor explica en una nota que: "No he encontrado noticia en lo que he leído de historia natural y cuyo nombre he aprendido de la gente del campo… y he llevado algunas a mi casa, las que he enseñado a varios amigos".

Un tercer logro es que el autor emplea un ingenioso recurso literario para presentar la moraleja al final de cada poema. En la gran mayoría de las fábulas, uno de los personajes les habla a los demás para resumir la enseñanza. A veces es uno de los involucrados que comenta lo aprendido con emoción, o a veces es un observador de la acción que reflexiona sabiamente sobre lo acontecido. Muchos de los versos, entonces, terminan con el lamento, el grito, el consejo, el enojo o la carcajada de los insectos, animales y personas, aportándole así realismo y ánimo al relato.

Finalmente, es de hacerse notar que todas las fábulas de Basurto son composiciones originales; él no incluyó ninguna traducción o redacción nueva de fábulas anteriormente escritas por otros, como hicieron varios fabulistas.

A finales del siglo XIX, parece que las fábulas de Basurto no fueron conocidas por los literatos de la capital. En 1872, Ignacio Altamirano escribió que: "México no tenía aún, que yo sepa, un fabulista, hasta que el escritor popular Fernández de Lizardi que se disfrazaba con el seudónimo del Pensador Mexicano, … intentó cultivar también este género de literatura como había cultivado ya otro". Erróneamente, Altamirano afirmó que Las Fábulas del Pensador…evidentemente son el primer esfuerzo del talento mexicano, para cultivar un género de literatura útil y benéfico".[7]

Posiblemente autores posteriores a Altamirano descubrieron la obra de Basurto porque en 1910 Luis G. Urbina, Pedro Henríquez Ureña y Nicolás Rangel se refirieron a las Fábulas morales en el "Estudio documentado de la literatura mexicana durante el primer siglo de independencia". Reprodujeron partes de dos versos de Basurto, "Los pollitos" y "Las hormigas buxileras" y opinaron que eran "sencillas y fáciles, sin caer en la puerilidad excesiva a que pudiera haberle llevado el escribir para niños; antes bien, sus asuntos son casi siempre originales, aunque a veces absurdos y en ocasiones poseen color local; la versificación es fluida y generalmente correcta". [8]

            Las Fábulas morales, por su contexto histórico y su calidad literaria, merecen un lugar en la historia de la imprenta, de la literatura y de la educación en México. La convicción de Basurto de que la enseñanza y la práctica de la lectura debieran ser agradables y de que la instrucción escolar pudiera incluir lecturas recreativas eran innovaciones que no fueron introducidas en la educación formal hasta décadas después. Basurto fue precursor de un cambio en la actitud de los adultos hacia los jóvenes: para el sacerdote guanajuatense los niños eran "personas… para mí muy respetables", que merecían ser escuchadas y que podían divertirse al mismo tiempo que aprendían. No tenía pena en admitir que sentía cariño por ellos y así lo mostró en su obra cuando hablaba de su "amor" y su "afecto" a "vosotros o niños", actitud poco común en la pedagogía de la época.

Ignorado por los literatos y los historiadores durante el siglo XIX, y apenas mencionado en 1910, el libro de José Ignacio Basurto volvió al olvido durante el siglo XX. Ahora, a 208 años de su publicación en 1802, pensamos que es importante hacerlo disponible al público y especialmente a los padres de familia y a los niños, no sólo porque se le puede considerar como el primer libro recreativo para niños en México, sino también porque es una obra que efectivamente entretiene a los que leen y escuchan las fábulas.



[1] Martín Lutero, Der Kleine Catechismus, Germantown, Pennsylvania, 1803. The New England Primer…and Mr. Cotton´s Catechism, Providence, Rhode Island, John Watermann, 1775. Gerónimo de Ripalda, Catecismo y exposición breve de la doctrina christiana, Puebla, Pedro de la Rosa, 1784. Cartilla o silabario para uso de las escuelas, Puebla, Pedro de la Rosa, 1811. [Cartilla común], Puebla, Pedro de la Rosa, 1814.

[2] Se describe el método para enseñar a leer en la Nueva España en Dorothy Tanck de Estrada "La enseñanza de la lectura y de la escritura en la Nueva España, 1700-1821", en Historia de la lectura en México, México, El Colegio de México, cuarta edición, 2005, pp. 49-93.

El título Catón se refiere al gramático de la Roma antigua, Dionisio Catón. El sabio Catón. Avisos y ejemplos de el sabio Catón censorino romano, Puebla, Pedro de la Rosa, 1804.

[3]  Jesús María González de Zárate, Las fábulas de Samaniego, sus fuentes literarias y emblemáticas, Vitoria, España, 1995, pp. 23-25, 61.67.

 

[4] "Prólogo", en José Ignacio Basurto, Fábulas morales que para la provechosa recreación de los niños que cursan las escuelas de primeras letras dispuso el Br. D. José Ignacio Basurto, teniente de cura en el pueblos de Chamacuero del Obispado de Michoacán, México, Imprenta de la calle de Santo Domingo y esquina de Tacuba, 1802.

 

[5] Archivo General de la Nación, Indios, vol. 24, exp. 337; vol. 36, exp. 300, ff. 268-269; vol. 51, exp. 194, ff. 208-209; vol. 54, exp. 37, ff. 350-354; vol. 59, exp. 245, ff. 255-266; Padrones, vol. 26, ff. 288-302, 971-979; Tierras, vol 1225, exp. 15; Tributos, vol. 31, exp. 7, ff.151-152.

[6] Archivo General de la Nación, Historia, vol. 499, ff. 46-61. Dorothy Tanck de Estrada, Pueblos de indios y educación en el México colonial, 1750-1821, México, El Colegio de México, segunda edición, 2000, pp. 247-248.

[7] Altamirano se refirió a Joaquín Fernández de Lizardi, Fábulas del Pensador Mexicano, Oficina de D. Mariano Ontiveros, Calle de Espíritu Santo, 1817. "Prólogo" escrito en 1872 por Ignacio Altamirano en José Rosas, Fábulas de José Rosas. Recomendadas por la Academia de Ciencias y Literatura y adoptadas por el ayuntamiento de México para servir de libro de lectura en las escuelas municipales, México, Antigua Imprenta de E. Murguía, calle del Coliseo Viejo, núm.2, 1905, p. XIX-XX.

[8] Luis G. Urbina, Pedro Henríquez Ureña y Nicolás Rangel, "Estudio documentado de la literatura mexicana durante el primer siglo de independencia, primera parte, 1800-1821", obra compilado bajo la dirección de Justo Sierra, en Antología del Centenario, edición facsimilar de la de 1910, México, Secretaría de Educación Pública, 1985, pp. 726-731.

2 comentarios:

benescal dijo...

El el ensayo La Fábula Insurgente Mexicana de Benigno Espinosa Calderón, del 21 de abril de 1990,del Suplemento Sábado de Uno Más Uno,del Maestro Huberto Bátis, ya se había presentado con antelación una visión más completa, aguda y acabada del apólogo mexicano. Benigno Espinosa Calderón(1955, Uruapan,Mich),autor de Fábulas Ilustradas(Impresos Gutiérrez, Uruapan, 2009)y La Historia Universal de la Fábula(Inédita)Pasante y egresado de la Carrera de Lengua y Literaturas Hispánicas (1979-1983),FES ACATLÁN,UNAM. El 10 de febrero de 2010 se presentó el libro Fábulas Ilustradas de Benigno Espinosa Calderón, con el invaluable apoyo de la Maestra María de Lourdes López Alcaraz, coordinadora de la Tesis Variaciones de la Fábula en Hispanoamérica de Benigno Espinosa Calderón. benescal@hotmail.com Maestra María de Lourdes López Alcaraz, del Programa de Investigación y Doctorado, de la FES ACATLÁN,UNAM,Teléfono 56231525.

benescal dijo...

En el Ensayo La Fábula Insurgente Mexicana de Benigno Espinosa Calderón, del Suplemento Sábado de Uno Más Uno, dirigido por el Maestro Huberto Bátis, ya se había presentado con antelación una visión más aguda y completa del apólogo y no lo digo yo: son palabras que me comentó la Doctora Mireya Camurati, autora de La Fábula en Hispanoamérica, UNAM,1978