sábado, 22 de mayo de 2010

Biografía del pintor salvaterrense Alfredo Ojeda Villagómez por Jorge Ojeda


Respecto de
Alfredo Ojeda Villagómez.

Sucede que apenas amanecía el ya lejano 1922, hizo presencia en el horizonte salvaterrense un pequeño que con el paso del tiempo dejaría hendidura pictórica, al que impusieron en la pila bautismal el nombre de Alfredo. Su progenitor, Don David Ojeda Rivera; su madre Doña Ma. Guadalupe Villagómez Ríos, lo criaron con esmero al parejo que su numerosa prole.
Con el andar de los tiempos, el chaval Alfredo mostraría inquietudes y aptitudes artísticas premonitorias que al corto plazo lo llevarían a conquistar grandes espacios y escalar los más altos peldaños rumbo a sus más dorados sueños.
Para ello y apenas cargando 16, metamorfoseó sus saberes empíricos en académicos: pasó 2 calendarios inmerso entre ideas, telas, pinceles y pigmentos en la Escuela Nacional de Pintura y Escultura de la ciudad de México, mejor conocida como ‘La Esmeralda’, donde enseñaban por esos días dibujo, composición y pintura gentes como Diego Rivera y Frida Khalo, lugar en el que el joven salvaterrense conoció al también pintor guanajuatense José Chávez Morado. De ese crisol de artistas emergió Alfredo en 1940 cargando un costal de juveniles ilusiones, con un grupo de pujantes camaradas generacionales denominado “La Cuña” con quienes expuso sus trabajos en el vestíbulo del Palacio de Bellas Artes capitalino. Ojeda mostró 11 telas de varios temas, tanto al óleo como al temple…
ENSEGUIDA y mientras terminaba de fraguar el artista, sucedieron otros asuntos en el transcurrir de su primera etapa adulta: casó, fue jugador de fútbol, cantador, ranchero, constructor, arrendador de inmuebles y comerciante exitoso…
Frente a la necesidad que sus retoños brincaran a un peldaño superior de educación, mudó prole, casa e ilusiones del rumbo salvaterrense del Lerma al celayense tresguerrista, donde abrazó con su habitual tesón menesteres varios que incluían por supuesto el pintar en caballete temáticas variadas, que hacía tiempo ya ejercía con oficio, solvencia, eficiencia y el desparpajo propio de los versados en ese esquivo oficio artístico.

PERO, sus mejores talentos y sentimientos, los vaciaría el pintor Ojeda en su esencial tarea de vida: Sería al finalizar los años 50 que el destino que todo lo ve, teje, desteje e hila, le lanzó un reto que ya le tenía reservado, que si para la mayoría de los mortales sería un atemorizador asunto, no lo fue para Alfredo, que emocionado, puso manos a la obra, que sin proponérselo de esa manera, lo encaminaría a un nicho de inmortalidad: El artista fue requerido para afrontar el gran desafío de plasmar en añejos muros, varios pasajes medulares del Nuevo Testamento que incluía una mítica imagen de Francisco de Asís bajando de la Cruz a Jesús ya muerto.

10 MURALES marcarían su vida para siempre: El templo franciscano de La Santa Cruz en la ciudad de Juventino Rosas, Guanajuato sería el primer lugar en que crearía en gigantesco formato 4 monumentales temas bíblicos.
Así, y luego de haber aceptado el gran reto muralístico, de un día para otro y ante la mirada curiosa de la rezadora feligresía mañanera, se le vio inmerso en diversos menesteres: madrugándole al gallo adelantándose a los pesarosos tañeres, trepando y bajando andamios, ideando, hurgando historia, dibujando, resolviendo, trazando, aplicando color, borrando, corrigiendo y volviendo insistentemente a colorear…todo ello salpicado de largas y profundas cavilaciones y reflexiones, en las que solo se escuchaba el silencio. De ese modo, fueron tomando forma las ideas a manera de mensajes: el cielo, las nubes, los cerros, los árboles y, en ese ambiente impresionantemente místico, a Francisco de Asís abrazado de serenidad mística, bajando de la cruz en el Monte Calvario de Jerusalén, el cuerpo inerte de Jesús de Nazaret, el hijo de Dios…Corría presuroso el ya lejano año del 59.

CONCLUIDO este primerísimo monumental mural, los pinceles guanajuatenses del artista que no querían reposo ni lo buscaban, siguieron al hilo y con el mismo entusiasmo, ritmo y frenesí, casi sin pausa los temas de: “Oración nocturna de Francisco de Asís”, “Sta Elena encuentra la Santa Cruz en el Monte Calvario, Jerusalén” y “La Sta. Cruz es recuperada de los Persas e introducida a Jerusalén por el emperador Heraclio. Año 630.”

CORTAZAR, de su estado natal, por esos mismos lejanos ayeres, en el añejo templo franciscano de San José, también ocuparía los diestros servicios de los pigmentos, ideas y visión del maestro Alfredo Ojeda. Sería éste el segundo lugar donde pintaría 2 temáticas en gran Pared, también del Nuevo Testamento: “La Huida a Egipto” y “San José y el Ángel”; éste, platica quedo pero firme, cómo el alado celestial reveló al padre putativo de Jesús el papel que el Señor tenía reservado para él en la historia cristiana... Siempre en gran formato, de factura estrictamente académica, profundo mensaje, fuerza espiritual y la monumentalidad que solo la pintura mural proporciona.

OTROS 4 MURALES del pintor Ojeda Villagómez, moran desperdigados pero resguardados por celosos ojos franciscanos en diferentes rumbos de Guanajuato, tocando temáticas diversas, siempre religiosas, y por supuesto, esencialmente espirituales, descriptivas, impactantes e inolvidables.

LA MERCED, templo guanajuatense en Celaya, también alberga un trozo de los talentos colorísticos de Ojeda Villagómez: Una imagen de caballete de gran formato, con la efigie de Dios Hijo y la inscripción: “Jesús, yo confío en ti”, yace allí, silente, testificando una de muchas pinturas religiosas en tela del artista de Salvatierra.

ASÍ realizó Alfredo Ojeda Villagómez su inquieta y productiva existencia, abrazando los diferentes menesteres que le escarbaban la mente, pero principalmente, tocando las estrellas al acariciar el temerario atrevimiento de resolver en tema, formas, color e ideas, mensajes sacros, plasmados sobre amplios espacios verticales, con temas universales solo reservados a los grandes…asunto muralístico que lo arrastraba siempre de la agonía al éxtasis…Su impactante huella en Muros permanecerá allí, indeleble, tan infinita, que ni el mucho andar de los tiempos podrá borrar…

HOY, en ausencia material del artista, nos lega su enseñanza esencial: Que Dios existe, que fue Su voluntad que el propio Hijo bebiera de ese cáliz, que María llevara a cuestas su propio trozo de sufrir por Jesús, y, que la misma Cruz andara su propio camino, rumbo al calvario…Todo ello mostrado en sus Murales como una manera de entender el simbolismo esencial espiritual cristiano a través de su pintura monumental.
ALFREDO, luego de dormir brevemente en la aurora de 2005, despertó despabilado y sereno, sabiendo que ya tenía la encomienda de otro mural, éste sería pintado en el Cielo, seguramente por encargo de Dios…
Hasta siempre artista…



2 comentarios:

Marcela dijo...

Es un verdadero orgullo como mexicana y familiar haber tenido entre nosotros al gran pintor Alfredo Ojeda Villagomez,
hombre de extraordinaria personalidad,cultura y presencia. Te extraño querido tío y me conforta que mi madre y tú estén en la presncia de Dios.
Eloísa Marcela Ortega Ojeda

Anónimo dijo...

El maestro Alfredo Ojeda ademas de ser un gran artista era un gran ser humano. Yo en lo personal lo conoci muy bien, nos criamos juntos en salvatierra en los trientas. Para mi y para mi familia fue como un hermano y por eso ne confiaba en mi y con toda honestitad les puedo decir que el fue muy desdichado en su vida personal. Porque desde chico asta su vida de adulto le falto amor de su familia. Deacanse en paz maestro.