BASURTO Y AGUILAR José Ignacio (1755-1810)
Párroco de Salvatierra. Maestro y literato.
Por J. Jesús García y García
De extracción humilde, nació en Salvatierra el 5 de abril de 1755. Sus padres fueron don José Ignacio Basurto y doña María de la Luz Aguilar. Fue bautizado en el templo parroquial, que a la sazón lo era el de San Francisco, por el párroco fray Miguel Velásquez.
Hizo sus primeros estudios en la propia localidad con varias maestras particulares y después, bajo la protección del señor licenciado y juez eclesiástico don José Javier de Rivera, pasó a Morelia (entonces Valladolid) a proseguir su formación en el Real y Primitivo Colegio de San Nicolás Obispo. Inmediatamente se distinguió por su clara inteligencia, llegando prontamente a maestro de esa misma institución (asignaturas de Moral, Latín y Teología). En 1773, cuando apenas contaba 18 años de edad, tocóle certificar, en su condición de bachiller adscrito al cuerpo docente del Colegio, que el de igual clase Miguel Hidalgo y Costilla había impartido un conjunto seriado de lecciones que versaron sobre el llamado Maestro de las Sentencias (Pedro Lombardo, teólogo italiano del siglo XII). En 1780 Basurto fue ordenado presbítero, pero siguió ejerciendo el magisterio durante algún tiempo, ya que en una lista de Concursantes para beneficios vacantes, publicada por el Colegio en 1785, nuestro bachiller figura como persona calificada para obtener algún beneficio por el mérito de ser “substituto de todas las clases”. Aquí su nombre vuelve a ligarse con el de don Miguel Hidalgo y Costilla, pues éste también aparece en la lista de marras por ser “catedrático de Latinidad y de Filosofía y de Prima y substituto de la Teología”.
El padre Basurto se desempeñó como vicario cooperador en varias parroquias del entonces obispado de Michoacán y creó fama como extraordinario orador sagrado, al par que fino literato. Como en varios escritos se le da tratamiento de humanista, se colige que era notable su dominio del latín y acaso del griego.
Se le recuerda como teniente de cura en Chamacuero (hoy Comonfort, Gto.), y advino como titular al curato de su natal Salvatierra en noviembre de 1805; esta localidad sería su último destino. Aquí puso especial afán en la terminación de nuestro hermoso templo parroquial, y logró la bendición solemne e inauguración del mismo.
En 1802 Basurto publicó la obra literaria de su creación intitulada Fábulas morales
para la provechosa recreación de los niños que cursan las escuelas de primeras letras, con un dictamen de fray Ramón Casaus y un parecer del padre Ramón Fernández del Rincón, impresa en la ciudad de México en un establecimiento “de la calle de Santo Domingo y esquina de Tacuba”. Los críticos que de estas fábulas se ocuparon hace muchos años coincidieron en señalar que son “sencillas y fáciles, sin caer en la puerilidad excesiva a que pudiera haberle llevado el escribir para niños; antes bien, sus asuntos son casi siempre originales, aunque a veces absurdos, y en ocasiones poseen sabor local; la versificación es fluida y generalmente correcta”. Hoy esta obra de Basurto ha sido reevaluada y reeditada. Vaya a continuación un corto pasaje seleccionado de las Fábulas morales:
Cuando una abeja joven recogía / la pura miel de la fragante rosa, / le robó la atención la mariposa / que flor de aquellos prados parecía. / Atónita la deja su belleza; / observa aquella plata de sus alas, / y, suspirando por sus ricas galas, / a su panal se vuelve con tristeza. / Entra llorando al último aposento, / que es puntualmente el que a su madre aloja, / y, entre varios suspiros que allí arroja, / le significa así su sentimiento: / -He visto, madre, entre las frescas flores / la feliz mariposa; su vestido / está de fina plata guarnecido / que brilla entre vivísimos colores. / Yo pretendo un adorno semejante; / mis excelentes prendas nadie ignora, / y juzgo ser por ellas acreedora / a vestir un ropaje más brillante. / Esto dijo la joven; mas la vieja, / llena de sensatez y de cordura, / con rostro grave y maternal blandura / así responde a la quejosa abeja: / -No sólo este gusano, cuyo vuelo / a brillar por el aire lo levanta, / con lo vistoso de su ornato encanta, / sino aun el que se arrastra por el suelo. / ¿No has visto de estos mil que, dedicados / a caminar, rodando la basura, / presentan a la vista la hermosura / del múrice y carmín con oro dados? / ¿Y por qué piensas tú se ha concedido / a animales tan viles la belleza? / ¿No será por gritar que la nobleza / no pende de los brillos del vestido?
Con gran dolor de la feligresía salvaterrense, su párroco don José Ignacio Basurto y Aguilar falleció a los 55 años de edad, el 28 de enero de 1810, menos de ocho meses antes de que su antiguo colega Miguel Hidalgo emprendiera la lucha por la independencia nacional. A las solemnes honras fúnebres asistieron el H. Cabildo de la ciudad, el clero regular y secular, las cofradías y gremios locales y el pueblo en general. Los restos mortales de tan ilustre coterráneo quedaron sepultados en el presbiterio del magnífico templo que a él le tocó terminar tras 59 años de construcción.
Párroco de Salvatierra. Maestro y literato.
Por J. Jesús García y García
De extracción humilde, nació en Salvatierra el 5 de abril de 1755. Sus padres fueron don José Ignacio Basurto y doña María de la Luz Aguilar. Fue bautizado en el templo parroquial, que a la sazón lo era el de San Francisco, por el párroco fray Miguel Velásquez.
Hizo sus primeros estudios en la propia localidad con varias maestras particulares y después, bajo la protección del señor licenciado y juez eclesiástico don José Javier de Rivera, pasó a Morelia (entonces Valladolid) a proseguir su formación en el Real y Primitivo Colegio de San Nicolás Obispo. Inmediatamente se distinguió por su clara inteligencia, llegando prontamente a maestro de esa misma institución (asignaturas de Moral, Latín y Teología). En 1773, cuando apenas contaba 18 años de edad, tocóle certificar, en su condición de bachiller adscrito al cuerpo docente del Colegio, que el de igual clase Miguel Hidalgo y Costilla había impartido un conjunto seriado de lecciones que versaron sobre el llamado Maestro de las Sentencias (Pedro Lombardo, teólogo italiano del siglo XII). En 1780 Basurto fue ordenado presbítero, pero siguió ejerciendo el magisterio durante algún tiempo, ya que en una lista de Concursantes para beneficios vacantes, publicada por el Colegio en 1785, nuestro bachiller figura como persona calificada para obtener algún beneficio por el mérito de ser “substituto de todas las clases”. Aquí su nombre vuelve a ligarse con el de don Miguel Hidalgo y Costilla, pues éste también aparece en la lista de marras por ser “catedrático de Latinidad y de Filosofía y de Prima y substituto de la Teología”.
El padre Basurto se desempeñó como vicario cooperador en varias parroquias del entonces obispado de Michoacán y creó fama como extraordinario orador sagrado, al par que fino literato. Como en varios escritos se le da tratamiento de humanista, se colige que era notable su dominio del latín y acaso del griego.
Se le recuerda como teniente de cura en Chamacuero (hoy Comonfort, Gto.), y advino como titular al curato de su natal Salvatierra en noviembre de 1805; esta localidad sería su último destino. Aquí puso especial afán en la terminación de nuestro hermoso templo parroquial, y logró la bendición solemne e inauguración del mismo.
En 1802 Basurto publicó la obra literaria de su creación intitulada Fábulas morales
para la provechosa recreación de los niños que cursan las escuelas de primeras letras, con un dictamen de fray Ramón Casaus y un parecer del padre Ramón Fernández del Rincón, impresa en la ciudad de México en un establecimiento “de la calle de Santo Domingo y esquina de Tacuba”. Los críticos que de estas fábulas se ocuparon hace muchos años coincidieron en señalar que son “sencillas y fáciles, sin caer en la puerilidad excesiva a que pudiera haberle llevado el escribir para niños; antes bien, sus asuntos son casi siempre originales, aunque a veces absurdos, y en ocasiones poseen sabor local; la versificación es fluida y generalmente correcta”. Hoy esta obra de Basurto ha sido reevaluada y reeditada. Vaya a continuación un corto pasaje seleccionado de las Fábulas morales:
Cuando una abeja joven recogía / la pura miel de la fragante rosa, / le robó la atención la mariposa / que flor de aquellos prados parecía. / Atónita la deja su belleza; / observa aquella plata de sus alas, / y, suspirando por sus ricas galas, / a su panal se vuelve con tristeza. / Entra llorando al último aposento, / que es puntualmente el que a su madre aloja, / y, entre varios suspiros que allí arroja, / le significa así su sentimiento: / -He visto, madre, entre las frescas flores / la feliz mariposa; su vestido / está de fina plata guarnecido / que brilla entre vivísimos colores. / Yo pretendo un adorno semejante; / mis excelentes prendas nadie ignora, / y juzgo ser por ellas acreedora / a vestir un ropaje más brillante. / Esto dijo la joven; mas la vieja, / llena de sensatez y de cordura, / con rostro grave y maternal blandura / así responde a la quejosa abeja: / -No sólo este gusano, cuyo vuelo / a brillar por el aire lo levanta, / con lo vistoso de su ornato encanta, / sino aun el que se arrastra por el suelo. / ¿No has visto de estos mil que, dedicados / a caminar, rodando la basura, / presentan a la vista la hermosura / del múrice y carmín con oro dados? / ¿Y por qué piensas tú se ha concedido / a animales tan viles la belleza? / ¿No será por gritar que la nobleza / no pende de los brillos del vestido?
Con gran dolor de la feligresía salvaterrense, su párroco don José Ignacio Basurto y Aguilar falleció a los 55 años de edad, el 28 de enero de 1810, menos de ocho meses antes de que su antiguo colega Miguel Hidalgo emprendiera la lucha por la independencia nacional. A las solemnes honras fúnebres asistieron el H. Cabildo de la ciudad, el clero regular y secular, las cofradías y gremios locales y el pueblo en general. Los restos mortales de tan ilustre coterráneo quedaron sepultados en el presbiterio del magnífico templo que a él le tocó terminar tras 59 años de construcción.
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