miércoles, 24 de diciembre de 2008

Análisis del "Primero Sueño" de sor Juana Inés de la Cruz: la fe

Para sor Juana Inés de la Cruz, siguiendo la concepción de san Juan de la Cruz, la fe es una presencia divina en la mente del ser humano, es el lugar donde habita lo sagrado, que surge por gracia de Dios. Así que el alma recibe una irradación de un espíritu infinito y omnipresente que es necesaria para los actos superiores de la mente. Así el alma se cree fuera de sí, se cree ser el punto más cercano a la luz divina, y esa es otra región del alma, una nueva región a la que sale.
Doctor de la Iglesia mariano Juan Damaceno, escultura en la sacristía de la parroquia de Salvatierra. 
X
" Estos, pues, Montes dos artificiales
(bien maravillas, bien milagros sean),
y aun aquella blasfema altiva Torre
de quien hoy dolorosas son señales
--no en piedra, sino en lenguas desiguales,
porque voraz el tiempo no las borre--
los idiomas diversos que escasean
el sociable trato de las gentes
(haciendo que parezcan diferentes
los que unos hizo la Naturaleza,
de la lengua por sólo la extrañeza),
si fueran comparados
a la mental pirádime elevada
donde --sin saber cómo-- colocada
el Alma se miró, tan atrazados
se hallaran, que cualquiera gradüara su cima por esfera;
pues su ambicioso anhelo,
haciendo cumbre de su propio vuelo,
en la más eminente
la encumbró parte de su propia mente,
de sí tan remontada, que creía
que a otra nueva región de sí salía."
San Juan de la Cruz en su poema "Noche Oscura" dice "y cuando fuera de mí me vi", para referirse a la suspención de la razón en la búsqueda del Amado. La fe es la mirada que surge en la noche para el encuentro con Dios: "El Sol es Dios, y yo la razón, soy en el espíritu lo que la mirada en los ojos". (Solioq. I, 8, 15), sor Juana se ha valido de la intuición para establecer junto con san Agustín un triple reino: el del mundo sensible, elde las almas y el de Dios.
Ha vislumbrado la región más alta, próxima a Dios y se dispone su mente através de sus ojos, la razón, a mirar primeramente el mundo sensible, ahora si libre de cualquier ditracción corporal que le empañe su vista, tiende pues por el mundo su mirada y se encuentra que él solo es inmenso, que si lo ve pero no lo comprende de conjunto. La comprensión en este solo punto se encuentra que su potencia de intelección es poca para conocerlas a todas en una intelección en acto. Pues nuestro conocimiento antes de formarse es formable, es decir, en tanto el mundo es creado po un espíritu infinito, y con respecto a todo lo creado "todas las creaturas espirituales y corpoerales no las conocen porque existen, sino que existen porque El las conoce. La existencia de las cosas nada añade ni modifica la ciencia divina. Por esta causa, asi como nuestra ciencia difiere tanto de la ciencia de Dios, así nuestro verbo originado por nuestra ciencia, es muy disímil del verbo que nace de la ciencia del Padre" (De Trin. XV, 13, 22).
No somos creadores, sino receptores de la verdad. Las mismas cosas nos comunican cierta luz, colaboran activamente en la formación de nuestros conceptos. Pero en este caso las cosas se han presentado a los ojos del alma, la razón, todas juntas y está retrocedió cobarde.
XI
"En cuya casi elevación inmensa,
gozosa mas suspensa,
suspensa pero ufana,
y atónita aunque ufana, la suprema
de los sublunar reina soberana,
la vista perspicaz, libre de anteojos,
de sus intelectuales bellos ojos
(sin que distancia tema
ni de obstáculo opaco se recele,
de que interpuesto algún objeto cele),
libre tendió por lo crïado;
cuyo inmenso agregado,
cúmulo incomprehensible,
aunque a la vista quiso manifesto
dar señas de posible,
a la comprehensión no, y que --entorpecida
con la sobra de objetos, y excedida
de la grandeza de ellos su potencia--
retrocedió cobarde."
Sor Juan se encuentra con el mundo sensible que mira ahora desde su espiritualidad, no ve en el mundo el caudal de percepciones corporales y mundanas, ni lo ve como fuente de riqueza terrena, ahora mira al mundo como un acabado trabajo de creación realizado por la causa primera, como prueba de la existencia de Dios, pero al encuentro de esta visión, sus ojos del alma, su razón, se deslumbra desde esta perspectiva porque nada puede saber de Dios mismo. El fenómeno de deslumbramiento es descrito por san Agustín desde mucho antes:
R.- "Tales deben ser los aspirantes a la sabiduría. A tales busca su casta e inmaculado desposorio. Pero no es único el camino que allí conduce, pues cada cual, según su estado de salud y de fuerza, abraza aquel singular y verdadero bien. Ella es cierta luz inefable e incomprensible de las inteligencias."(Soli. II, cap.13)
Sor Juan procurará seguir el método de la intuición agustiniana para el conocimiento de Dios: "Primero se les mostrarán objetos opacos, pero bañados con la luz, como vestidos, casas, etc. Han de pasar después a fijar la vista en cosas brillantes no por si mismas, sino con el reververo del sol, como el oro, la plata y otros metales, cuyo reflejo no dañen los ojos, luego se les podrá mostrar el fuego terreno, y sucesivamente los astros, la luna, el rocicler de la aurora y el cándido resplandor celeste... tarde o temprano se capacitará para carearse con el mismo sol sin titubeos y con gran deleite". (ibidem).
Sor Juan seguirá este camino de intuición neoplátonica cristianizada por san Agustín, quien le dibuja el mundo diciendo "que la forma o especie es impresión en un ser de la semejanza con el prototipo o ejemplar supremo con qu está modelada su esencia. La forma es el principio de la distinción y el ornamento". San Agustín admite dos formas: una inmanente y otra trascendente o ejemplar.
El camino andado por san Agustín sera una derrota para la inteligencia de sor Juan, que reconoce no llegar a ningún conocimiento por esa vía intuitiva. Para sor Juana siendo la forma el principio de la distinción, origina la multitud. El fracaso se le muestra a sor Juana como una insuficiencia de la intuición, debido a que para captar las formas que de manera diversa y múltiple existen en las cosas utiliza los sentidos, los cuales no son constantes, cambian y son frágiles. Las potencias del alma para conocer, al contrario de lo que dicen los neoplatónicos, sor Juan afirma que no pueden contener de una manera trasparente a la mirada todo lo existente en un solo acto de conocer. La causalidad no aparece a la mirada intuitiva, pero está ahí, dice sor Juana nada se da, que no hay efecto que no tenga su causa, aunque sea desconocida.
XII
"Tanto no, del osado presupuesto,
revocó la intención, arrepentida,
la vista que intentó desconomedida
en vano hacer alarde
contra objeto que excede en excelencia
las lineas visüales
--contra el Sol, digo, cuerpo luminoso,
cuyos rayos castigo son fogoso, que fuerzas desiguales
despreciando, castigan rayo a rayo
el confiado, antes atrevido
y ya llorado ensayo
(necia experiencia que costosa tanto
fue, que Icaro ya, su propio llanto
lo anegó enternecido)--,
como el entendimiento, aquí vencido
no menos de la inmensa muchedumbre
de tanta maquinosa pesadumbre
(de diversas especies conglobado
esférico compuesto),
que de las cualidades
de cada cual cedió; tan asombrado,
que --entre la copia puesto,
pobre con ella en las neutralidades
de un mar de asombros, la elección confusa--,
equívoco las ondas las ondas zozobraba;
y por mirarlo toso, nada vía,
ni discernir podía
(bota la facultad intelectiva
en tanta, tan difusa
incomprehensible especie miraba
desde el un eje en que librada estriba
la máquina voluble de la Esfera,
al contrapuesto polo)
las partes, ya no sólo,
que al universo todo considera
serle perfeccionantes, a su ornato, no más, pertenecientes;
mas ni aun las que integrantes
miembros son de su cuerpo dilatado,
proporcionalmente competentes.
Mas como al que ha usurpado
diuturna obscuridad, de los objetos
visibles los colores,
si súbito le asaltan resplandores,
con la sobra de luz queda más ciego
--que el exceso contrarios hace efectos
en la torpe potencia, que la lumbre
del Sol admitir luego
no puede por la falta de sostumbre--,
y a la tiniebla misma, que antes era
tenebroso a la vista impedimento,
de los agravios de la luz apela,
y una vez y otra con la mano cela
de los débiles ojos deslumbrados
los rayos vaclantes,
sirviendo ya --piadosa medianera--
la sombra de instrumento
para que recobrados
por grados se habiliten,
porque después constantes su operación más firme ejerciten
--recurso natural, innata ciencia
que confirmada ya de la experiencia,
maestro quizá mudo,
retórico ejemplar, inducir pudo
a uno y otro Galeno
para que del mortífero veneno,
en bien proporcionadas cantidades
escrupulosamente regulado
las ocultas nocivas cualidades,
ya por sobrado exceso
de cálidas o frías,
o ya por ignoradas simpatías
o antipatías con que van obrando
las causas naturales su progreso
(a la admiración dando, suspendida,
efecto cierto en causa no sabida,
por proloijo desvelo y remirada
empírica atención, examinada
en la bruta experiencia,
por menos peligrosa),
la confección hiciera provechosa,
último afán de la Apolínea ciencia,
de admirable trïaca,
¡que así del mal el bien tal vez se saca!--;
no de otra suerte el Alma, que asombrada
de la vista quedó de objeto tanto,
la atención recogió, que derramada
en diversidad tanta, aún no sabía
recobrarse a sí misma del espanto
que portentoso había
su discurso calmado,
permitiéndole apenas
de su concepto confuso
el informe embrión que, mal fomado,
inordinado caos retrataba
de confusas especies que abrazaba
--sin orden avenidas,
sin orden separadas,
que cuanto más se disuelven desunidas,
de diversidad llenas--,
ciñendo con violencia la difuso
de objeto tanto, a tan pequeño vaso
(aun al más bajo, aun al menor, escaso)."

Sor Juan concluye este fragmento afirmando el fracaso del método de conocimiento descrito por san Agustín, dándose cuenta que no produce siquiera resultados empíricos como los que se están explicando en el siglo XVII, siglo de la ciencia. La afirmación de la imposibilidad de generar un concepto con un referente objetivo, expresado en este fragmento, ha levantado la sospecha del cartesianismo de sor Juana, de esa parte de la duda metódica, donde se espera encontrar verdades evidentes e indubitables, cosa que no tienen los conceptos de la intuición agustiniana. La parte sobresaliente es la afirmación de sor Juana de que hay una imposibilidad de esa vía para obtener un conocimiento siquiera empírico, que explique causas de pequeños fenómenos.

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