viernes, 20 de febrero de 2009

Los objetivos vigentes del Club Zorros

En la ruta del idealismo

Por J. Jesús García y García

En 1955, a los cuatro años de fundado, el inolvidable Club “Zorros” imprimió en folleto su reglamento. En los forros iba impresa la síntesis de su entonces todavía incipiente historia:
“EL CLUB ‘ZORROS’.- Su fundación. 1951.
La sastrería del ‘Maestro Vera’ viene siendo punto de reunión de provincianistas y soñadores, entre quienes se festeja el chascarrillo alegre, lo mismo que, con seriedad, se trata de arreglar el mundo.
Chava Solache, Teodomiro García y Alberto Villagómez, entre otros, gustan de concurrir a este lugar para departir amenamente con Manuel Vera a) ‘El Verrus’ y si ‘a la Bendición’ pasa Luis Castillo, se le detiene, la plática se anima y se tocan mil temas diferentes.
De este medio, un poco añoso y romántico, ha de nacer el Club ‘Zorros’.
Han sido fundados el Consejo de Caballeros de Colón y el Club de Leones, organismos en los que se agrupan los elementos de mayores posibilidades económicas de la localidad. Chava Solache concibe, entonces, la idea de fundar un grupo social de pobretones y denominarlo ‘de zorras’, calificativo que la voz del pueblo aplica, humorísticamente, a quienes se encuentran un tanto escasos de recursos. Su simpática idea es conocida por los demás en una alegre reunión que se efectúa en su taller de zapatería y en la que no falta el tradicional y salvaterrense ‘amarguito de naranja’. Se hacen comentarios, se gastan bromas sobre el nombre propuesto y la idea se fija en la mente de los que, a la postre, habrán de convertirse en los cinco zorros fundadores.
Suenan los últimos repiques del mes de mayo, consagrado a ‘La Generala’, mientras en los cinco amigos se afirma más el deseo de fundar el Club ‘Zorros’. La primera junta formal tiene verificativo el 10 de junio: Solache, Teodomiro, Villagómez, Vera y Castillo, sentados junto al kiosko del Jardín Principal y comiendo cacahuates, deliberan en serio acerca de la fundación del Club. Se nombra a Vera secretario interino para que cite a la sesión constitutiva, la cual se celebrará el 15 del mismo mes. El acta reza: [aquí el texto, que suprimo por abreviar].
Doce días más tarde Luis Castillo y Alberto Villagómez consiguen la aprobación de su proyecto de Reglamento, cuyas primeras líneas nadie habrá de olvidar:
‘CONSIDERANDO: San Andrés de Salvatierra, ciudad guanajuatense, pasa por una época de desunión, apatía e indiferencia en sus pobladores, que originan el que su atraso en todos los órdenes sea manifiesto y que no sean debidamente aprovechados todos los recursos con que la Providencia la dotó. Considerando lo anterior, un grupo de salvaterrenses, unos naturales de la ciudad y otros sólo avecindados en ella, pero plenamente identificados con su vida, se unen para formar una agrupación social que, aunque en forma mínima, busque de desterrar los egoísmos y realizar la unión. Estudiémonos a nosotros mismos, tracémonos un ideal y guiémonos por un propósito inquebrantable. La imaginación, el sentido común y el valor, aun en pequeño grado, producen resultados notables y a veces sorprendentes, con lo que tal vez algún día pueda encauzarse por la verdadera senda del progreso este rincón de la Patria Mexicana’.
Docenas de buenos proyectos bullen en la mente de los integrantes del nuevo organismo social: la instalación de un centro social para la juventud, el establecimiento de una escuela de artes y oficios, la formación de una biblioteca, etc. No cuentan con cosa material alguna para lograr la realización de sus sueños. Son dueños, únicamente, de una irreductible vocación de exponentes del quijotismo provinciano.
Su consolidación y supervivencia.
La idea ha tomado forma y la inquietud se ha despertado. Hay que empeñarse ahora en una lucha sorda por la consolidación y supervivencia de la pequeña corporación.
El primer acto cultural —una charla sobre historia local a cargo de Castillo— sirve de punto de partida a lo que habrá de ser una labor fecunda y provechosa encaminada a lograr el aumento de socios mediante el interés por los círculos de estudio, las conferencias y las visitas a lugares históricos.
Un pequeño local en la calle de Juárez se convierte en el primer centro social del Club. Amueblado con cuatro sillas viejas y una mesa regalo de Villagómez, alumbrado por dos modestas velas, es testigo de los primeros pasos de nuestro organismo, de los primeros debates acalorados, del nacimiento de nuestro escudo y nuestro lema, de las primeras labores en pro de Salvatierra.
Como resultado de una labor de proselitismo en que se destaca Manuel Vera y a pesar del materialismo dominante en esta época, surgen nuevos idealistas que vienen a sumarse a la membresía del Club: Guillermo Vera, José García, Enrique Méndez, Mariano Aguilera, J. Jesús García y García, José Martínez Tenorio, J. Luz Hernández, Enrique y José Sancén, Onésimo Pérez e Ismael Trejo; mientras que tres socios honorarios comienzan a hacer sentir al Club su simpatía y ayuda: el muy reverendo padre fray Luis Gallardo, el doctor Cándido Luis Rico y el doctor Leandro Marmolejo Rodríguez, Q.E.P.D.
Se traslada el Club al viejo teatro Ideal, en donde cuenta con mayor espacio, pero también en donde surgen serias dificultades que ponen en peligro su existencia. Vencidas éstas por ese idealismo excitante capaz de hacerlo todo, el Club entra al fin por la ruta del verdadero progreso. Su nuevo centro social se establece en la calle de Hidalgo; se amplían las actividades culturales, contándose para esto con la colaboración de los más destacados sacerdotes y profesionistas; se amplían, así mismo, las actividades sociales, en las que no sólo participan los socios del Club sino la sociedad entera; se da forma a un centro recreativo decoroso con biblioteca; nace la ‘Típica Zorril’ y ve la luz primera el periodiquito ‘El Zorro’; se estrena la marcha ‘Club Zorros’, composición del maestro Alfonso Mercado; el número de socios se eleva considerablemente, y en el ambiente general llega a hacerse notorio un sentimiento de estimación y respeto para el Club ‘Zorros’. Su combatividad, su unión, su entusiasmo, hacen que pronto la sociedad lo considere no como un organismo más, sino como al organismo capaz de hacerlo todo.
Un día la necesidad exige el cambio a un local más amplio y así el Club se traslada a su domicilio actual, en donde sigue realizando sus actividades.
Cuatro años van desde su nacimiento, cuatro años de lucha, de trabajo, de idealismo, de perseverancia y fe en los destinos de nuestra Salvatierra; cuatro años de historia que los ‘viejos zorros’ entregan a los nuevos. Sean ellos quienes, desprendiéndose de ese materialismo absurdo tan carente de valores reales, continúen esta obra que, por ser IDEALISTA, es espiritualmente grande: que, por ser DE CAUSA NOBLE, es imperecedera, y que por ser DE GENEROSO SERVICIO, merecerá el reconocimiento permanente.
San Andrés de Salvatierra, Gto., junio de 1955. Luis Castillo Pérez”.

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