viernes, 13 de marzo de 2009

Federico Escobedo murió rodeado de sus amigos de la Academia de la Lengua

Los últimos días de don Federico Escobedo

Por Jesús García y García 

A propósito de la muerte de don Federico Escobedo, hoy transcribo lo que publiqué en el número 694 de “El Observador” correspondiente al domingo 26 de octubre de 2008:

“DOCUMENTOS PARA LA HISTORIA. Literatos muertos de hambre.- Todavía a mediados del siglo XX lo común en México era que quien se dedicara a escribir no se hiciera, con ello, rico, y hasta podría suceder que —literalmente— muriera de hambre. Ahora las cosas algo han cambiado. Hay —¡magnífico!— un crecido número de gente que vive de las letras. En la corta lista que damos destacan algunos que no solamente “viven” sino que perciben cuantiosos ingresos por sus escritos: Rius, Elena Poniatowska, Carlos Monsiváis, Francisco Martín Moreno, Fernando del Paso, Guadalupe Loaeza, los Taibo, y, en una posición menos sectaria, Enrique Krauze y Carlos Fuentes. Pero he aquí algo en relación con un deceso registrado el 13 de noviembre de 1949: ‘Al ocurrir en Puebla la muerte del presbítero don Federico Escobedo, se repitió el caso de los escritores mexicanos que llegan a sus días finales sin patrimonio alguno, en la estricta condición de parias.- Ya se sabe que el Padre Escobedo fue miembro de la academia de los árcades de Roma (se le rebautizó como Tamiro Miceneo), latinista insigne a quien se debe una versión castellana de la Rusticación mexicana del guatemalteco Landívar, y poeta de vasta producción. (Por cierto que la academia romana aludida, formada para propagar el conocimiento del latín, contó entre sus correspondientes mexicanos a alguno que ignoró de todo a todo la lengua del Lacio).- El escritor desaparecido pudo hacer frente a las necesidades económicas de su póstuma enfermedad, gracias al caballeroso auxilio suministrado por los integrantes de un grupo literario. Y lo adverso se abatió a tal punto sobre el lecho de su postración, que aun días antes de entregar el alma ya andaba por las casas de la Ciudad de los Ángeles un corredor sobrado de facundia y ayuno de vergüenza, proponiendo a tal y tal precio los libros raros y objetos pertenecientes al moribundo. Es triste advertir cómo los hombres de letras retraídos de la feria de la adulación o el entrometimiento hayan de morir en circunstancias tan deplorables’ [ACEVEDO ESCOBEDO Antonio, ‘Miserias e infortunios’, en En la ola del tiempo, México, Jus, 1975, pp. 132-133]”.

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