viernes, 4 de junio de 2010

Los salvaterrenses que si entraron al levantamiento de la guerra cristera.

Luz Paola López Amescua
Universidad de Celaya
Roberto Hernández Sampieri
Universidad de Celaya

Llegó Agustín y con simpleza dijo:
-Nomás llega el Gobierno y nos lleva como
vientecito y la lumbre al pasto.
Antioco lo miró y le dijo:
Pos ya estará de Dios...
pa’ eso nos metimos...”
Diálogo entre Agustín Vega
y Antioco Vargas
(cristeros de Tarimoro)
LA PARROQUIA ABIERTA

El 15 de julio de 1926 el arzobispo de Morelia dio a conocer la orden de suspensión de los cultos. Antes de que los templos fueran cerrados, los sacerdotes pusieron en resguardo los objetos de valor que existían en templos y conventos. El 1º de agosto de ese año, se integraron las juntas vecinales para custodiar los templos de:
La Parroquia
El Carmen
San Francisco
Capuchinas
Oratorio de Los Dolores
San JuanSanto Domingo
El párroco de la ciudad, Rafael Lemus, se refugió en la población vecina de Pénjamo, y delegó sus funciones al cura Rafael Méndez. El capellán del templo del Carmen (el más importante de la ciudad), fray Jacinto Coria, también salió de Salvatierra. Fray Gregorio Linares, guardián de la iglesia de San Francisco, permaneció en la ciudad, escondido en casas particulares (Ruiz, 1976).
Cabe destacar que la iglesia denominada como “La Parroquia” fue el único templo de Salvatierra que no cerró sus puertas al culto. Al no haber sacerdotes, grupos de laicos eran los encargados de hacer las celebraciones religiosas (a excepción de las misas), además de los rosarios y novenas (Entrevista a Socorro Aranda, 2005).

LA ZONA DE URIREO Y LOS AGUSTINOS
Los cristeros que salieron de Salvatierra eran en su mayoría campesinos y algunos obreros. Como dice don Francisco Jiménez: “eran gente pobre de las rancherías”. El pueblo consideraba a los cristeros como héroes: “por el valor de haber dejado a su familia y marchado a pelear por sus ideales”. Como ejemplo, está un cristero de nombre Gumersindo López, originario del poblado de Presitas, que como muchos otros, abandonó a su familia y se fue a pelear por la causa. Los cristeros se fueron a pelear con “todos los que andaban en el Cerro de los Agustinos”. Este lugar se ubica en el poblado de Urireo, entre Salvatierra y Tarimoro, y constituía un sitio donde los rebeldes bajaban a comer y abastecerse de víveres para subsistir en la sierra montañosa (Entrevista a Francisco Jiménez,2005)
Precisamente, en el año de 1927, en Urireo se llevó a cabo “uno de los combates más encarnizados”, en los parajes conocidos como Monte Prieto y Rosas Blancas. Los federales, con el apoyo de las defensas rurales, derrotaron a los cristeros y dieron muerte a Susano Ramírez, cabecilla de éstos, así como a la gente que luchaba con él (Ruiz, 1976).
En ocasiones los cristeros llegaron a entrar a la cabecera municipal, pero de manera pacífica, ya que dentro de la ciudad ni siquiera llegaron a enfrentarse con los federales. Algunos de estos rebeldes llevaban en su indumentaria un letrero en un listón que decía:
“Dentente bala, el Sagrado Corazón de Jesús está conmigo”.
Además de los gritos que los caracterizaban: “¡Viva Cristo Rey, viva la Virgen de Guadalupe, viva la iglesia!” (Entrevista a Francisco Vera, 2005).
En Salvatierra existía un comité de mujeres que periódicamente pedían dinero tanto para la manutención de los cristeros como de los sacerdotes. Lo recolectaban “tocando de casa en casa” y luego se lo hacían llegar a los cristeros para que compraran armas y alimento (Entrevistas a Francisco Vera y Francisco Jiménez, 2005).
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ACUERTELADOS EN UNA HACIENDA
En la Hacienda Sánchez, localizada en las afueras de la ciudad, a un costado del camino que conduce hacia Cortazar, se aprovisionó temporalmente la compañía de la 22ª Zona Militar, a cargo del capitán Juan Jaime (Ruiz, 1976; entrevistas a Damián Méndez y Francisco Vera, 2005).
Cuando el ejército patrullaba Salvatierra, la población se escondía por miedo a que los militares tomaron represalias. No se supo de ningún atentado contra las personas de la cabecera municipal, más no ocurrió así en las rancherías aledañas. En 1928, un rancho llamado Puchote fue quemado y desalojado por soldados del Gobierno Federal, quienes buscaban el producto de los robos de algunos supuestos “cristeros” que andaban saqueando los alrededores (Entrevistaa Francisco Vera, 2005; Alejo, 2000).

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