sábado, 5 de junio de 2010

Pintura religiosa de Alfredo Ojeda, por Jorge Ojeda


“LA SANTA CRUZ
ES RECUPERADA DE LOS PERSAS
E INTRODUCIDA EN JERUSALEN POR
EL EMPERADOR HERACLIO.
AÑO 630”

Dimensiones:
Técnica: Óleo sobre yeso
Ubicación: Lado sur-poniente del Presbiterio
del templo de la Santa Cruz
Juventino Rosas, Gto.
Fecha: 16 de julio de 1960

Temática:
La Santa Cruz es recuperada de los Persas
e introducida en Jerusalén por el emperador Heraclio.

ESTE IMPRESIONANTE MURAL compuesto, aunque de ficción, es un mensaje muy emotivo y reflexivo de la época, no solo del suceso de viernes santo, ya andando la vespertina, sino de las pedregosas sendas que la propia Cruz debió sufrir a lo largo de siglos, para finalmente arribar a su destinado lugar, donde reposa en la grandiosa dignidad que el hacedor supremo le señaló: ser el sitio donde su amado hijo expirara, para enseguida ir a sentarse a su diestra por los siglos de los siglos…
AL FRENTE, la mítica imagen ojedista de Jesús de Nazaret, cargando la Cruz, para hender su amargo Cáliz, su cansino andar rumbo al sacrificio, como más de 6 siglos después llevaría de nuevo a cuestas la Cruz, en nombre de la humanidad, para arrastrarla a la vieja Jerusalén, acompañado por el emperador Heraclio, a un lugar de reposo eterno, custodiada por estrictos frailes Franciscanos.
ATRÁS, en otro cuadro, el propio Heraclio, junto con un personaje de testa coronada son ayudados por un alma piadosa que por voluntad se echa a cuestas la Cruz, para paso a paso arrastrarla por la arcada puerta de la muralla, hasta arribar a Jerusalén.

“…Este Mural realmente requirió de gran puñado de horas en vela, profundas meditaciones, de mil hacer y deshacer, hasta lograr dar acomodo a todos los actores en su justo sitio: al protagonista máximo Jesús, al centro y al frente; luego, la Cruz; y más allá, al emperador Heraclio, los altos jerarcas y la gente común...”

LA COMPOSICIÓN de éste mural es mixta, de alta exigencia geométrica, artística y mística, por la doble escena que se representa. Sin embargo, es de aplaudir lo ingenioso del resultado, pues todos y cada uno de los actores incluidos, encontraron posición precisa y encarnación perfecta. Notable es la presencia de la luz intensa luz frontal que resaltar bien la primera escena.

Pintura Religiosa

EL TEMA RELIGIOSO en la pintura, es tan antiguo como el género humano… Recurrir con plegarias a un Ser superior es algo innato en el hombre. Darle imagen visual a una divinidad, a un santo o a un paraíso, es papel del pintor, procurando que la colorida representación irradie bondad, caridad, tristeza, sufrimiento, la gloria o el averno...
Uno de los temas religiosos más procurados en la Era cristiana por frailes y artistas plásticos, es el de Jesús, José y María de Nazaret.
Alfredo Ojeda vació su retórica colorística en poblaciones como Juventino Rosas, Gto, en el franciscano templo de la Sta. Cruz en 4 monumentales murales. Ahí, en el presbiterio del lado de los ocasos, se puede admirar al santo de Asís en acción mítica, bajando a Jesús de la Cruz ya muerto. En otro, pintó también a Francisco pero ahora en gran comunión con Dios, en espiritual escena nocturna, preñada de gran dosis de misterio que arrebata por sí mismo con su claroscuro intenso. Los otros 2 murales santacrucenses platican amplio de otro calvario, el andado por la Cruz, poco después que bajaron de ella al hijo de Dios ya difunto.

EN CORTAZAR, GTO, en el santuario de San José, moran par de murales con temática del padre putativo de Jesús. Uno, del lado de las auroras, narra La Revelación que un ángel le susurró en sueños para enterarlo de los planes de Dios al elegir a su esposa María para madre de su unigénito, Jesús, sin mediar varón, solo por intercesión del Espíritu Santo. Al lado poniente del presbiterio, se engalana otra vieja pared con una bien lograda escena de “La Huida a Egipto”, en una interpretación de aquel sobrecogedor drama, estrujante instante en tiempo y espacio, mostrado con maestría en el todo y en sus fragmentos.

8 MURALES ojedistas más, yacen en yeso vertical, también con argumentos religiosos, presencia espiritual y, por supuesto, gran puñado de visión plástica…Todos desperdigados por diferentes rumbos del terruño guanajuatense, resguardados por estrictos ojos franciscanos.

EL PINTOR OJEDA, además de narrar en grandes espacios, también caminó fuerte la vereda del Caballete con variados asuntos, en particular, el Retrato, en los que por costumbre capturó en lienzo con singular óptica, ingenio y destreza, no solo la geometría de un rostro, también la idiosincrasia, la imagen interior, los anhelos y temores, a manera de involuntaria radiografía del alma, escarbados en algunos de los más recónditos pensamientos del retratado…

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