Virgen santa, pues Tú eres la estrella...
Por J. Jesús García y García
Hablé ya del primero de los dos acontecimientos cimeros de la Salvatierra del siglo XX. Aquí va mi relato del segundo:
El 9 de febrero de 1944, cuando gobernaba nuestra entidad don Ernesto Hidalgo y el licenciado José Martínez Ojeda era nuestro presidente municipal, conmemoramos, tan propia y dignamente como fue posible, el tercer centenario de la fundación de Salvatierra.
Por aquellas fechas las noticias internacionales hablaban casi únicamente de las acciones de la Segunda Guerra Mundial que, básicamente, se desarrollaban en el Viejo Mundo.
En cuanto a antecedentes nacionales de significación, el 22 de mayo de 1942 México se había lanzado de clavado a la conflagración universal, declarándose en contienda armada contra los países del Eje. El gobierno avilacamachista ofreció 14 mil 849 mexicanos para ser enrolados en el ejército estadounidense, así como 302 mil 775 hombres para trabajar en sustitución de los que se habían ido a la guerra. Se abrió así la migración masiva hacia el país vecino. Destacó en su momento (3 de agosto de 1942) la entrada en vigor de la Ley del Servicio Militar Obligatorio que determinó el registro de conscriptos, comenzando con los de la clase 1924. Se creó la Escuela Normal Superior de México. El 19 de enero de 1943 se creó el Instituto Mexicano del Seguro Social y un mes después (el 20 de febrero) había conmocionado a la nación el brote del volcán Paricutín.
Para la conmemoración de los trescientos años de nuestra ciudad, un comité local (don Vicente Soriano Vega, don Eduardo Nava Lara y don Antonio Arrechederra Quintana en los puestos principales) combinó sus esfuerzos con otro que integraron los salvaterrenses radicados en la ciudad de México (don José Trinidad Alonso Villagómez, el profesor Salvador Cisneros y don Andrés Lira Zamudio: presidente, secretario de administración y tesorero, respectivamente).
Los festejos de los días 1 al 9 de aquel febrero fueron muchos y variados. Entre otros:
— Coronación (por el Gobernador del Estado, don Ernesto Hidalgo) de la reina de las fiestas, SGM Carmen I (Melita Ortiz Ruiz para sus allegados; la “Reina del Siglo” para uno de los cronistas de nuestra ciudad). Después de ello se efectuó el Baile de Coronación.
— Varias audiciones de la Banda de Infantería, bajo la dirección del capitán primero Silverio Prieto Pérez, por acuerdo del Secretario de la Defensa Nacional.
— La apoteótica llegada de cinco andarines miembros del Centro de Jóvenes Salvatierrenses en el Distrito Federal, encabezados por Luis Castillo Pérez, quienes hicieron a pie el viaje hasta Salvatierra siguiendo el curso del río Lerma a partir del venero que da origen a éste en el Estado de México.
— Entrega del monumento escultórico que donó al terruño la colonia salvaterrense del Distrito Federal y que estuvo colocado frente al teatro Ideal. El monumento, por cierto, desapareció antes que el teatro.
— Premiación a los vencedores en las diversas competiciones artísticas que se organizaron (en especial la marcha musical “Salvatierra”, de don J. Luz Rico; el poema “Canto secular a Salvatierra”, del presbítero don José Luz Ojeda (un sacerdote que ya para entonces tenía muchas horas de vuelo en la poesía, no menos que en la predicación), y el cuadro “Retrato de muchacha”, del pintor Juventino Rosas Juárez).
El 10 de febrero por la tarde, con un solemne acto religioso, culminó el Congreso Eucarístico Mariano Interparroquial con que celebró la iglesia el tercer centenario de Salvatierra. Estaba prevista una procesión con la imagen de Nuestra Señora de la Luz, dentro de las naves de su templo, como había sido siempre, pero ocurrió entonces lo que muchos tienen como el evento del siglo en Salvatierra. Y aquí sí está bien empleada la palabra evento, pues completamente fuera de programa, sorpresivamente, a la manera como un prestidigitador saca un conejo de una chistera, ocurrió aquello: la imagen de Nuestra Señora de la Luz fue sacada por el pueblo a pasear por las calles, primera vez en, no sé, creo que 20 años. La población entera salió de las casas y se unió o hizo valla a la procesión. Se produjo la mayor euforia colectiva que el más viejo pueda recordar, superando incluso a la que suscitó la fervorosa coronación de la propia imagen en 1939. ¿Quién no cantó ese día, quién no gritó, quién no derramó lágrimas de emoción?
Aquí cedo el uso de la palabra a Esperancita López Aguilar: “Pero cuando fue bajada de lo alto de su altar, y majestuosa y solemne llegó a la puerta de su iglesia, surgió el impulso avasallador y unánime de llevarla triunfante por todas las calles de la ciudad, como Dueña y Señora que es de Salvatierra.- La noticia se esparció por todas partes, encendiendo en el corazón el júbilo y el entusiasmo desbordantes y en un momento la ciudad entera se engalanó para recibirla. Cortinajes blancos y azules pendían de los balcones, y de las casas humildes grandes lazos de papel China.- Las calles eran insuficientes para contener el río humano que seguía a la imagen. Las flores, el confeti, las serpentinas, parecían cascadas multicolores que se desprendían de las azoteas y los balcones tratando de llegar hasta Ella, mientras que de todos los corazones y de todas las gargantas, anudadas por la emoción, se elevaba el canto que el pueblo elevaba sin cesar:
Hoy eleva su voz Salvatierra,
conmovida de inmenso placer,
a la Reina del Cielo y la Tierra
a quien debe su vida y su ser.
[...]
Una cadena humana de brazos varoniles entrelazados fuertemente fue la escolta que le hizo valla de honor durante el largo recorrido que se interrumpió cuando la imagen entró a los templos del Carmen y San Francisco que antaño la cobijaron bajo sus naves, y para dejar oír las vibrantes palabras que brotaron como torrentes líricos de la inspiración del vate salvatierrense José Nieto Anguiano, del señor Ricardo Ojeda y de la hermosa improvisación que dijera nuestro eminente y culto periodista doctor Jesús Guisa y Azevedo, y cuyas palabras aún parecen vibrar en mí, como la cristalización y el anhelo de todo un pueblo: ‘No te bastó, Señora y Reina, saber que son tuyos nuestros corazones y nuestras vidas. Fueron insuficientes las naves de tu templo para contener el amor y el cariño de tus hijos, y quisiste salir a recogerlos a la calle con tus propias manos; quisiste tomar posesión Tú misma de nuestros hogares, de nuestra ciudad toda, de tu río, de tu puente centenario. Desde este momento, todas estas cosas son más tuyas, y los que tenemos que partir sabemos que desde este momento estamos más cerca de tu regazo y de tu corazón de Madre’.- Dulces palabras que dejaron en nuestros corazones y en nuestras almas la renovación de un amor y una veneración que sintetizan la esencia de la vida del hombre. El amor a lo divino y el amor a la madre tierra. Dos amores que, unidos siempre en el corazón del hombre, harán la verdadera humanidad nueva con que sueña el mundo”.
A la sazón existía el periódico local Antena, semanario independiente de acción social, dirigido por el profesor José Baeza Campos. En su crónica de aquella insólita procesión afirmó que ella había durado en total ¡siete horas! De ellas, quién sabe durante cuántas (porque acabaron completamente afónicos) habrán cantado en el trayecto los componentes de un entusiasta grupo de salvaterrenses radicados en México la canción que para este caso compuso José S. Ortisánchez, “El Bajito”. Yo la escuché tanto en esa tarde-noche que me la aprendí para no olvidarla jamás:
“Mi Generala,
estamos presentes,
hoy día de gala
venimos aquí
a pasar lista
tus hijos ausentes,
los salvaterrenses
nacidos aquí...”
No he olvidado el resto, pero lo omito en gracia de la brevedad. El gran entusiasmo que imprimieron aquellos paisanos a su desempeño coral estuvo suscitado por Luis Castillo (¡cómo no!), por Carmela Pérez (¡pues claro!) y por el propio “Bajito” que, al mismo tiempo, tocaba la guitarra.
Las Juntas (local y del D. F) que se formaron para la conmemoración del tercer centenario dejaron una semilla consistente en la iniciativa y algunas gestiones iniciales de mejoras materiales muy importantes, por las cuales todavía hubo que insistir y trabajar durante mucho tiempo: la dotación del agua potable, la introducción del drenaje, la escuela secundaria, una biblioteca...
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