domingo, 10 de agosto de 2008

El Cucharón, ave descrita en la Rusticatio Mexicana

Mas, si hasta aquí, de nuestra Fauna hermosa
os presenté la vista grandiosa,
tiempo es ya de que saque del profundo
cerrado bosque una ave prodigiosa
para, con ella, recorrer el mundo,
pues que tiene --entre varias cualidades--
ésta la más preciosa,
que al bienestar de todos se encamina,
en las enfermedades
ser remedio eficaz y medicina.
Del umbrífero bosque en la florida
soledad, escondida
mora esta ave gentil; muy delicada
por su frágil hechura,
pero de negras plumas tan pobladas,
que en su pequeño cuerpo una figura
nos presenta menguada.
Mas de ella contemplad ya la figura,
Corta cauda presenta,
luengas pierna y sutil, en que se sustenta
del cuerpo el andamiaje,
y dos notas distintas que engalanan
la delicada urdimbre del plumaje.
Una que, con ardiente
carmín, el dorso llena de hermosura,
Otra, que deja el pecho reluciente,
del cisne con nítida blancura.
Grandes las dos, empero y distinguidas,
y por el ancho cuerpo difundidas.
Mas, ¡ay! que de tan rico
tesoro los primeros torpes afea
el Cucharón con su deforme pico
que en su vario color, nos da la idea
de concha nacarada
muy hermosa, en verdad, pero manchada.
Pico que para daño
del Cucharón, le grava con exceso,
pues casi de un pulgar llega el tamaño
y, además de ser grueso,
se alarga mostruoso,
aun más que el cuerpo, en plumas abundoso.
Mas suavísima al tacto y delicada
-- de sedas y de rasos para mengua--
una pluma hábilmente modelada
representa la lengua.
La que tiene la gracia
--por cierto peregrina--
de ser, con eficacia,
de cardiacas dolencias medicina.
Y es así la verdad; pues que el enfermo,
una vez que ha arrancado
es ésta ave oscura, del obscuro yermo,
donde tiene su estrado,
temeroso la asila
y espesa jaula en la prisión obscura,
y con fuertes prisiones la asegura,
y cuidadoso siempre la vigila.
Esta, mientras que, ardiente
matando esta su sed en la corriente
de refrescante río,
y, con limpieza suma,
de su lengua la pluma
enjuga, varias veces con rocío,
Aquél, con sitibunda
boca, recibe de agua los caudales
en que el ave lo inunda.
Y repitiendo aquesto con frecuencia,
del corazón arroja las dolencia,
y libre ya se ve de los fieros males.
(Páginas 447 y 448 del libro Geórgicas Mexicanas, de Federico Escobedo)

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