miércoles, 24 de diciembre de 2008

Análisis filosófico del poema "Primero Sueño" de sor Juana Inés de la Cruz

Introducción

Para entender con mayor claridad los trabajos intelectuales y la concepción del mundo que nos expone sor Juana Inés de la Cruz, a lo largo de sus poemas y, muy especialmente, en el poema “Primero Sueño”, se hace necesario dar un recordatorio general al estado intelectual que imperaba en Europa y su diferencia con la Nueva España, en el siglo XVII.
En lo referente a la institución religiosa, el cristianismo, éste había sufrido la perdida de gran parte de su autoridad en Europa, a partir de la crisis de la Reforma encabezada por Martín Lutero y de la redefinición dogmática de la Contra-Reforma sucedida en el siglo XVI. Esto nos habla de la decadencia de la religión cristiana al escindirse en dos ramas importantes dentro de la cultura occidental: el protestantismo y el catolicismo.
El cristianismo reavivado por el Concilio de Trento, es el que se predica en América, produciendo un esplendor cultural en este continente que podemos definir por el ideal de armonía entre el Pueblo, el Estado y la Iglesia. Pero el espíritu racionalista de Descartes y el movimiento renacentista procurarían introducirse en el pensamiento colonial de la Nueva España.
Con dificultades, y por medio de segundos autores, se propalaron las nociones del pensamiento moderno entre algunos miembros de la le intelectualidad colonial. Tal vez uno de los mayores conocedores de la filosofía moderna lo fue Carlos de Sigüenza y Góngora.
De una manera indirecta de la lectura de los clásicos modernos, sor Juana Inés de la Cruz asimila, fundamentalmente, la aspiración de conocimientos naturales, pregonado por los autores renacentistas. Pero fiel a su fe y creencias no puede desechar la cultura y visión mística del mundo, aunque intenta vindivicarla al pasarla a la práctica para la adquisición de conocimientos naturales en coherencia lógica con la mística deísta, postulándola como una vía factible para ello. El resultado más importante de éste intento sor juanino, es la enunciación de que la tradición mística española de la Contra-Reforma, no logra llegar por la vía naturalista que recorre sor Juana, al objetivo que se propone: vislumbrar a Dios a través del conocimiento y contemplación de los fenómenos naturales.
Pero lo más grave es que tampoco logra sentar conocimientos ciertos de la cosas naturales al no explicar los fenómenos de manera efectiva, sino que se queda en la apariencialidad y en la referencia a otras causas últimas, que por ser últimas nada refieren de la especificidad de los fenómenos en los objetos mismos.
Sor Juana afirma que se logrará mayor acceso al mismo dogma y tratados teológicos investigando empíricamente los objetos naturales, lo cual, según su propuesta, permitirá una revitalización en la comprensión de la doctrina Católica y del mundo.
Por ello, en la lectura del poema “Primero Sueño”, escrito por sor Juana cuatro años antes de morir, podemos encontrar la vitalidad y el altísimo nivel expresivo de la lengua castellana en la Nueva España, del sentido de las interrogantes planteadas en su poema, con cuyas respuestas se construirá la identidad nacional mexicana mediante los continuadores de la elaboración de la filosofía humanista, a la que estarán llamados los pensadores americanos en los siglos posteriores a son Juana.

La Expresión de la Filosofía

En el presente trabajo de investigación sobre la filosofía en sor Juana Inés de la Cruz, nos encontramos, de entrada, con la muy específica manera de manifestar su pensamiento filosófico a través de la poesía. No es ella quien inaugura la expresión filosófica por medio de la poesía, ya antes Parménides y Lucrecio la utilizaron con éxito. Dedicaremos una pequeña parte a estudiar la relación posible de la poesía como medio de expresión de la filosofía.
Nos encontramos que los filósofos han utilizado géneros literarios para expresar su filosofía, así tenemos que el poema lo utilizó Parménides y lucrecio; el diálogo Platón y Berkeley; el tratado o notas magistrales Aristóteles; la diatriba los Cínicos; la exhortación y la epístola los Estoicos; las confesiones san Agustín; las glosas, comentarios, cuestiones, disputaciones y sumas los escolásticos; la guía Maimónides; la autobiografía intelectual Descartes; el tratado geométrico Spinoza; el ensayo Montaigne, Locke y Hume; los aforismos Francis Bacon, Nietzsche y Wittgenstein; el diario filosófico Kierkegaard y Gabriel Marcel; la novela Unamuno, Camus, etc.
No quiere decir que esos modos de exposición antes mencionados fueron las formas exclusivas de cada autor para manifestar su pensamiento filosófico, también, utilizaron otras maneras de expresión, pero al haber sido a través de esos modos por los cuales han dado a conocer parte fundamental de sus respectivas filosofía, por ello que se nos presenta plantear como es que está dada la problemática entre contenido (idea) y forma (exposición).
Es decir ¿se halla la expresión unida al contenido? Desde luego que a cada tipo de doctrina no corresponde una determinada forma de expresión, pero si, los filósofos han adoptado los géneros de expresión que mejor encajan en las formas generales de su pensar o con las más vigentes de su época.
Consideramos que la idea filosófica es separable de la forma originalmente estructurada por el autor, si no de entrada negamos la validez del presente trabajo que intenta explicitar el contenido filosófico expresado en una determinada forma de expresión, a grosso modo, pasar de un lenguaje filosófico versificado a uno prosificado, expresando la misma idea filosófica.

El Lenguaje Poético

Podemos empezar marcando una distinción de los lenguajes en dos tipos: un lenguaje llamado cognoscitivo, propio de la obra científica, y un lenguaje llamado emotivo, propio de la obra literaria y, en general, artística. También, al lenguaje científico se le llama: indicativo, enunciativo, referencial y, a veces, simbólico. Al lenguaje emotivo se le llama, a veces, evocativo o lírico. Al lenguaje cognoscitivo se le asigna una función informativa y al lenguaje emotivo una función expresiva. En el lenguaje cognoscitivo la forma puede ser separada del contenido, mientras que el lenguaje emotivo forma y contenido son indisolubles. Se considera al lenguaje científico reversible, mientras el lenguaje emotivo es irreversible. El lenguaje cognoscitivo enuncia de algo si existe o no, si es o no de cierto modo y, por tanto, sus enunciados son verdaderos o falsos,; mientras el lenguaje emotivo es indiferente a la verdad o falsedad de sus expresiones. El lenguaje cognoscitivo es un lenguaje abierto, susceptible de rectificación, de acuerdo con las observaciones, mientras que el lenguaje emotivo es un lenguaje cerrado; una vez constituido, la obra de arte es inmodificable y forma un universo aparte.
A este modo de dividir los lenguajes se le han lanzado varias críticas, principalmente la de considerar que el lenguaje artístico, particularmente el poético, no se reduce a lo emotivo y evocativo. Tampoco se considera que el lenguaje poético no diga algo acerca de lo real, aunque lo que dice es algo distinto de los enunciados por el lenguaje científico.
Aunque se mantiene una diferencia entre los dos lenguajes pero resistiendo a llamara uno enunciativo y al otro evocativo, pero sus diferencias se mantienen en una línea de continuidad. Así tenemos que entre los enunciados científicos algunos no dependen directamente de las observaciones de la realidad exterior y se atienden a ciertas exigencias de la construcción conceptual. y, también, que en el lenguaje poético hay expresiones que se refieren a realidades exteriores. Se llega al acuerdo de que puede ser que la diferencia entre la obra científica y la literatura sea sólo una diferencia de tendencias. Considerando la innegable diferencia de estructura entre los dos lenguajes (por ejemplo, el carácter respectivamente reversible e irreversible de cada no de ellos), no impide que ambos coincidan en un terreno común: de ser ambos lenguajes sujetos a las mismas leyes de todo universo lingüístico, y de participar de las dimensiones sintáctica, semántica y pragmática.
Se considera, también, desde el punto de vista del lenguaje que la expresión poética en vez de no decir nada, dice, por el contrario, muchas cosas. esto se debe a que el lenguaje poético es primordialmente implícito, en tanto que el lenguaje científico tiende a ser explícito; las expresiones del lenguaje poético no tienen, como la científica, una, ni como la puramente exclamativa, ninguna significación; se puede considerar que el lenguaje poético es más rico que el científico, pero por ello sacrifica lo que el lenguaje científico logra: la precisión, unisignificativa, de la expresión.
De tal forma se desarrollo el lenguaje poético que puede, cuando se usa para manifestar ideas filosóficas, dar pie a confusiones en la interpretación. Por ello se hace necesario un análisis de los conceptos usados, en sus múltiples significaciones, de tal manera que podamos hacer, aunque la empresa se presenta difícil y ardua, una explicitación del lenguaje implícito para una correcta interpretación de las ideas filosóficas que se encuentran implícitas en ese lenguaje poético, aunque podemos correr el peligro de querer ver en ciertas palabras, una referencia filosófica donde sólo se encuentra en su uso poético distante del filosófico.
Ahora bien, puede existir un uso metafórico o figurado de ideas preponderantemente filosóficas, donde el vocablo de referencia directa es sustituido por otro análogo o similar, pero esto nos presenta el problema de saber la validez de tal uso, por ello dedicaremos una cuantas reflexiones al respecto; dado, también, a que consideramos que sor Juana trató un tema cognoscitivo en una estructura poética, da ahí que sea factible separa lo cognoscitivo de su forma, sin por ello ser disolvente de la idea.

La Metáfora

Aunque no está claramente abordado el problema del uso de la metáfora en filosofía, encontramos antecedentes de su uso para expresar ideas filosóficas y no por ello se le ha restado validez al pensamiento filosófico que así se expresa.
El antecedente más ilustre y significativo lo representa Platón, quien utilizó el lenguaje figurado con cierta frecuencia sin precisar en qué consistía: a veces se trataba de una imagen, a veces del hecho de comparar. Para Platón el verbo metaforizar significa simplemente, como se ve en el Critias, traducir un nombre de un lenguaje a otro lenguaje, de acuerdo con la significación primaria del término: transportar (una carga) de un lugar a otro.
Platón no presenta una teoría que permita saber exactamente qué es la metáfora, por qué se considera legítimo su uso en filosofía, y en qué se distingue de la mera comparación o símil. Pero de cualquier forma parece evidente, sin embargo, que Platón no consideraba la metáfora y el lenguaje figurado en general, como un procedimiento ilegítimo para la exposición del saber filosófico. Esto es importante para nuestro estudio del uso que de él pueda hace sor Juana, ya que ella antes que nada recobra la sabiduría griega. Aunque para llegar a un claro conocimiento de la cuestión es necesario ante todo forjarse una mejor y más precisa definición de la metáfora que la proporcionada por Aristóteles en la Poética y en la Rhetórica: “La metáfora es una transferencia del género a la especia, o de éste aquel, según relaciones de analogía. La comparación es, también, una metáfora, pero mientras la primera es explícita (se dice por ejemplo: Aquiles lucho como un león), la segunda es implícita ( se dice que Aquiles era un león)”.
No basta, en efecto, hacer de la metáfora una comparación sintetizada; hay que agregar que mientras la comparación aparece como algo externo, la metáfora es interna a la frase y forma parte de ella, no pudiendo ser eliminada ni sustituida. Por lo tanto, la metáfora es este sentido no explica, sino que describe. Unamuno decía que “el discurrir en metáforas es uno de los más naturales y espontáneos, a la vez que uno de los más filosóficos modos de discusión. Los que se creen más libres de ellas, andan entre sus malla enredados” (Ensayos, 1917, pp 44-45).
Frente a la abundancia del lenguaje figurado en Platón, Aristóteles predicó la necesidad de una extrema sobriedad. Cierto que en diversos pasajes de la Rhetórica Aristóteles trajo normas para el uso de la metáfora. Pero ello se refería al lenguaje poético, donde el buen uso metafórico es una muestra del genio.
En el lenguaje científico, en cambio, la metáfora debe suprimirse si quiere evitarse la ambigüedad y la equivocidad. Aristóteles dice que “si en la discusión dialéctica hay que evitar las metáforas, es obvio, así mismo, que no hay que usar metáforas en la definición” y que “en todos los casos en que un problema resulta difícil de atacar, hay que suponer que necesita una definición o que ha sido expresado multívocamente o en sentido metafórico”, no sólo, pues, que Aristóteles rechace las metáforas de Platón por considerar que ciertos términos que éste ha usado como rigurosos no son más que metáforas; la oposición a lo metafórico es constante y formal y se halla en muchos otros lugares del corpus aristotélico, Los filósofos de dirección aristotélica siguieron esta tendencia a diferencia de los filósofos de inclinación platónica, que usaron con frecuencia la metáfora. Ahora bien, aún los platónicos se inclinaron en emplearla más a modo de símil o comparación, que con vistas a la expresión formal de su pensamiento.
No es el lugar adecuado el presente trabajo para entrar en análisis de la relación entre la metáfora y la realidad, metáfora y lenguaje, bástenos saber que como es obvio la metáfora no puede constituir ser la manera de mayor precisión para expresar las ideas filosóficas. El lenguaje filosófico de expresión formal no ha prescindido del uso de la metáfora como apoyo para hacer más accesible a la comprensión sus enunciados, y, en algunos casos, las hipótesis empiezan por ser metafóricas, descriptivas, cuando aún no se desarrolla la teoría que daría la explicación formal. Tradicionalmente los filósofos se han valido de la metáfora, no como instrumento fundamental para expresar sus sistemas filosóficos, pero si como instrumento mental imprescindible del pensamiento filosófico, pues la metáfora se emplea cuando una nueva significación surge a la cual hay que darle un nombre o aplicarle una expresión sin forjar un neologismo o utilizar una fórmula simbólica, antes al contrario, empleando el repertorio del lenguaje usadero. La corriente lógico-positivista que tendía a evitar equívocos y ambigüedades en los términos y, consecuentemente, se oponía al uso de la metáfora, al intentar un sistema de símbolos con significados fijados por definición, se olvidó del proceso de extensión continua y del consiguiente estado permanente de fluencia del lenguaje.
Lo que muchas veces nos parece ausente de metáfora es una metáfora muerta. El significado de cada término del lenguaje como sistema de comunicación, no simplemente como un sistema formal, no puede ser representado por un punto fijo, sino por un área, que se contrae y distiende y que, desde luego, se comunica con áreas a veces contiguas y a veces remotas. A excepción de algunos términos forjados convencionalmente para propósitos científicos, no hay términos de un lenguaje natural cualquiera que no sea o no haya sido metafórico, por lo menos en un sentido anticuario, es decir, que su significado actual se originó en una extensión de una significación más antigua, esto claro, si pudiéramos rastrearlo en su historia.

3 comentarios:

Unknown dijo...
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