lunes, 26 de octubre de 2009

El Padre de la Patria por Fulgencio Vargas


El Padre de la Patria
Acostumbrados estamos a la errónea figura material de don Miguel Hidalgo y Costilla. La generalidad de los llamados retratos del héroe nos lo pintan como un hombre de edad longeva, mejor dicho como un venerable anciano, que es tanto como decir en plena senilidad. Y ello carece de todo fundamento. El hombre de Dolores contaba cincuenta y siete años al iniciarse la lucha de insurrección. A mi me parece verlo, en plenitud de fortaleza y energía, tal y como a diario lo vi, por espacio de mucho tiempo, en lo que fueron mis oficinas cercanas a la Bibliteca de la Universidad de Guanajuato, gracias al hábil pincel de Jerónimo Hijar, guanajuatense. Los lectores pueden apreciarlo en la copia fotográfica que en estos escritos aparece.
Y como complemento, vale la pena transcribir lo que en su historia afirma don Lucas Alamán: "Era de estatura mediana, cargado de espaldas, de color moreno y ojos verdes y vivos; la cabeza algo caída sobre el pecho; bastante calvo y cano, pero vigoroso, aunque no activo ni pronto en sus movimientos; de pocas palabras en el trato común, pero animado en la argumentación a estilo de colegio, cuando entraba en el calor de alguna disputa. Poco aliñado en su traje, no usaba otro que el que acostumbraban entonces los curas de los pueblos pequeños". Ese traje consistía, según sabemos, en calzón corto, chupa y chaqueta de lana, capote de paño negro y sombrero redondo.
No es, pues, un venerable anciano el que va a discurrir por las sencillas páginas de este trabajo, si no el hombre entero, fuerte y laborioso, en el que se adunan las fuerzas de la materia a los dones inestimables de la preclara inteligencia.

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