Hoy sábado presencié un acontecimiento inusual en la ciudad. Por la tarde, a las siete, mientras estaba en el balcón de la casa vi acercarse de la calle Morelos entrando a la calle Madero, una camioneta gris pequeña que llevaba a la Virgen del Rosario y detrás suyo a 14 jóvenes de entre 18 y 22 años, citadinos que componían el contingente de la procesión. No rezaban con mucho misticismo, más bien un poco con nerviosismo. La mayoría eran varones, las mujeres si rezaban fuerte y animaban a sus compañeros que estaban más ocupados en saber quién los veía pasar.
Inusual una procesión religiosa de jóvenes de la misma edad. Realmente fue una sorpresa grata, visto desde la preservación de las tradiciones. La procesión de jóvenes es la primera de la que me doy cuenta desde que vivo en esta ciudad, y es una muestra evidente de la energía pedagógica de la identidad cultural de Salvatierra.
La esperanza mostró su rostro, 366 años de historia contemplaron el andar de la procesión, como si la visión de la comunidad de la tercera orden franciscana, que se asentó como una ranchería a orillas del entonces llamado río Grande, los aompañara realizando la utopía que soñaron al fundar la ciudad novohispana de San Andrés de Salvatierra.
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