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lunes, 25 de noviembre de 2024

Enlaces a diez biografías del libro "100 salvaterrenses sobresalientes" de J. Jesús García y García, publicadas en Arcadia Salvaterrense

Cinco biografías del libro "Los sobresalientes de Salvatierra" de J. Jesús García y García

por Pascual Zárate Avila
J. Jesús García y García

    Leer de las familias del pasado, y de sus obras sobresalientes, es la mejor manera de forjar la identidad municipal de Salvatierra, con orgullo y estima por el patrimonio conservado.
    Ahora, en tiempos de la era de la supercarretera de la información, tener un libro de estudio sobre 100 personas sobresalientes de Salvatierra, es un gozo cultural imperdible.
    Algunas biografías ya están publicadas en el blog spot de Arcadia Salvaterrense, por ello las vamos a compilar para demostrar la seriedad y rigor del trabajo de investigación biográfica de don J, Jesús García y García. 
 


sábado, 23 de noviembre de 2024

Una ciudad educadora debe conocer su identidad a través de la historia de sus familias

Vídeos del trabajo de J. Jesús García y García sobre la Salvaterridad 

por Pascual Zárate Avila

J. Jesús García y García 

    Con la finalidad de promover la publicación del libro escrito por don J. Jesús García y García sobre su investigación acerca del tema de "Los cien salvaterrenses sobresalientes", publico una compilación de los vídeos hechos con don J. Jesús García y García sobre su trabajo inédito.
    Al final de la sección de vídeos está desarrollado el tema curricular de don J. Jesús García y García, escrito por él mismo.
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Extracto curricular
J. Jesús García y García
           
Nació el 25 de junio de 1930 en Salvatierra, Gto.
            Fue director de las publicaciones de temática salvaterrense El ZorroCauceSan Andrés Arraigo. Desde 1995 es jefe de redacción del semanario El observador de la actualidad, que se edita en la ciudad de Querétaro.
            En cuatro ocasiones ha sido secretario del H. Ayuntamiento y Presidencia Municipal de Salvatierra.
De 1971 a 1974 fue secretario de la Escuela Preparatoria de Salvatierra y, en esta misma, maestro de Taller de Lectura y Redacción, Taller de Actividades Estéticas, Taller de Lectura de Clásicos, Historia de la Literatura Mexicana e Iberoamericana, e Historia de la Literatura Universal.
De 1973 a 1976 fue presidente de la Corresponsalía del Seminario de Cultura Mexicana en Salvatierra y, en esta condición, organizador de actos culturales diversos, dirigidos a la comunidad en general.
Ha sido invitado en numerosas ocasiones a dictar conferencias en su tierra natal.
Es colaborador frecuente del blog “Arcadia Salvaterrense”.
En la capital del país fue uno de los fundadores del organismo denominado Círculo de salvaterrenses residentes en México.           
Es egresado del Instituto Cinematográfico, Teatral y de Radiotelevisión de la ANDA y durante varios años se desempeñó como actor en la ciudad de México.
En Querétaro, entre 1977 y 1984, fue instructor interno de materias administrativas en la empresa Transmisiones y Equipos Mecánicos, S.A. de C.V. (TREMEC).
Ha publicado los siguientes escritos:
·        Guía de archivos. México, UNAM (Instituto de Investigaciones Sociales), 1972.
·        “Salvatierra, Ciudad de”, en Enciclopedia de México, t. XI, México, 1977.

Declaración
Salvaterridad es un término —creo que de mi uso exclusivo— que aplico desde hace mucho tiempo a la designación de un compuesto sin mucha abundancia de elementos, pues sólo tiene dos básicos: el primero, haber nacido en Salvatierra; el segundo, reconocer tal origen en todo tiempo y lugar. Y ya en plan de mejorarlo, podemos añadir otros dos elementos: 1, amar a Salvatierra; 2, hacer algo importante por ella.
El primero de estos elementos lo adquirí gratuitamente, como ya dije, el 25 de junio de 1930, al nacer en esta cabecera municipal como el último hijo —ahora ya sobreviviente único—de una pareja de originarios de San Nicolás de los Agustinos que se avecindó aquí en los primeros años del siglo XX. Los demás elementos de la salvaterridad —si es que merezco atribuírmelos— los adquirí en el seno de mi familia donde siempre se reconoció nuestro origen, se profesó sincero e ilimitado amor al terruño y, en la medida de nuestros alcances, se intentó hacer algo por él.
En mi niñez y adolescencia me tocó presenciar los dos acontecimientos posiblemente más jubilosos que haya vivido Salvatierra en toda su historia: la coronación de la imagen de María en su advocación de Nuestra Señora de la Luz y la celebración del tercer centenario de la fundación de nuestra ciudad. Ello hizo crecer mi incipiente salvaterridad.
Vino luego un período aciago en la historia local —convencionalmente situado entre 1945 y 1965— en que alma, corazón y vida salvaterrenses sufrieron serio quebranto atribuible a la ejecución muy paulatina de mejoras y transformaciones urbanas. En ese contexto nació a principios de los cincuentas el aguerrido Club “Zorros” en cuyas filas milité con entusiasmo hasta 1957 en que emigré a la ciudad de México, donde acabé contrayendo matrimonio y donde nacieron mis tres hijos. Pero con los Zorros —y muy particularmente con la influencia de don Luis Castillo— mi salvaterridad alcanzó el culmen.
En la metrópoli, en la revista San Andrés de 30 de junio de 1960 (núm. 8) escribí lo siguiente:
Uno platica: “Soy de Salvatierra. Y el interlocutor repone: “Salvatierra… Creo que he oido hablar de ella… ¿Dónde queda?” Uno dice: “En el sur del estado de Guanajuato, a 40 kilómetros de Celaya” (No hay remedio, si no menciona uno a Celaya nadie acierta). Entonces el otro afirma: “¡Ah, ya! Sí, una vez pasé por ahí. ¿Es feo, verdad?”. Uno siente entonces ganas de hundirse: quisiera replicar, defender a su tierra, decir que no es fea, pero uno se siente desarmado y calla.
¿Salvatierra? ¿Fea? ¿No será más justo decir mal desarrollada?
Porque los elementos naturales que concurrieron a la integración de la ciudad y del municipio no pudieron ser más buenos, sólo que no balancean con otros no naturales que vienen frustrando el mejoramiento integral salvaterrense.
De suerte que los factores que tuvieron génesis humana han fallado. Y así contamos con un terruño pródigo en bellos parajes, propicio para la industria por su riqueza hidráulica, abundante en tierras cultivables, soleado, regado, pero paupérrimo en servicios públicos, en toda clase de obras materiales, en cultura, en probidad política y en espíritu social. Y ahí radica su fealdad.
¿Qué hacer para remontar ese estado de cosas? ¿Adoptar una actitud pasiva, resignada? ¿Reñir con las autoridades, enfrentarse a los organismos sociales, exacerbar la secular anarquía de algunos sectores, vivir sólo para sí, contribuir, en fin, al caos?
¿O contribuir, en cambio, a la creación de una conciencia popular, de un espíritu cívico, de una sabiduría de los derechos y las obligaciones ciudadanas, pugnar por el buen encaminamiento de los esfuerzos populares, confraternizar, propiciar la labor conjunta de administradores y administrados?
Ensayemos una política de unión para buscar el remedio a las más inmediatas necesidades de Salvatierra. Allí hacen falta más escuelas (particularmente en los Ejidos), algunos centros culturales, una biblioteca. Hace falta dar al pueblo espectáculos cada vez de mayor altura. Hacen falta calles decentes y limpias por donde transitar, jardines bellos donde solazarse, un mercado salubre a donde acudir. Y hace falta, especialmente, que acaben las pugnas de partidos, las pugnas personales, los egoísmos que impiden el progreso local.
¿O estaremos equivocados y no hace falta eso en Salvatierra? ¿Estarán ahí contentos con el actual estado de atraso, con las molestas penurias, con las dolorosas vergüenzas?
Será necesario insistir sobre la unión, que es la virtud más indicada para fincar el resurgimiento […].
Las circunstancias pueden haber cambiado radicalmente (no lo creo; si acaso, parcialmente), pero, con pocas salvedades o ninguna, aquellas opiniones mías siguen influyendo en mi percepción, integran mi filosofía personal sobre mi patria chica, a la que amaré siempre.

sábado, 27 de abril de 2024

Germán Cervantes Vega, ante su posible legado de salvaterridad

¿Cómo pertenecer a la salvaterridad?

por Pascual Zárate Avila 


J. Jesús García y García, de la generación de la salvaterridad

Al conversar en Querétaro con don J. Jesús García y García, un salvaterrense estudioso de la cultura local de la ciudad, recordé el ofrecimiento de Germán Cervantes Vega de realizar un homenaje a varios salvaterrenses. Vino a mi memoria debido al trabajo de investigación histórica realizado por don Jesús García sobre los ciudadanos sobresalientes para el impulso artístico, social y económico de Salvatierra. 

Don Jesús lleva más de una década trabajando en el tema titulado primeramente como “125 hombres y mujeres sobresalientes de Salvatierra”. Una investigación llevada a cabo desde su lugar de residencia en Querétaro, empleando sus propios recursos y su tiempo libre.  

Con el ofrecimiento de Germán Cervantes Vega, presidente municipal, cobra un gran significado lo realizado hasta hoy sobre los 125 hombres y mujeres sobresalientes por don Jesús, puede ser un gran apoyo para el propósito del actual presidente municipal, quien puede ser catalogado como miembro del grupo de la salvaterridad. 

He escuchado los discursos de Germán Cervantes Vega en ceremonias de entrega de obra y de comienzo de proyectos, y su habla concuerda con las características pedidas a un salvaterrense por don Jesús García para considerarlo miembro de la elite de la salvaterridad. 

Cito los requisitos impuestos por don Jesús para la fraternidad de la salvaterridad: Salvaterridad es un término —creo que de mi uso exclusivo— que aplico desde hace mucho tiempo a la designación de un compuesto sin mucha abundancia de elementos, pues sólo tiene dos básicos: el primero, haber nacido en Salvatierra; el segundo, reconocer tal origen en todo tiempo y lugar. Y ya en plan de mejorarlo, podemos añadir otros dos elementos: 1, amar a Salvatierra; 2, hacer algo importante por ella.  

La edad de don Jesús será de noventa y cuatro años a partir del próximo cumpleaños, cuya fecha es el 25 de junio. Hoy se encuentra con excelente ánimo para concluir su investigación de los hombres y mujeres sobresalientes, estudio crítico iniciado desde lejanos tiempos de su vida, un trabajo tardado, pues es una elección de personajes localizados por sus obras señeras, abarcando todo el periodo histórico de la existencia de la ciudad de Salvatierra.    

La conclusión de su investigación acerca de los hombres y mujeres sobresalientes será cuando sea publicada como un libro para, al ser leído por las nuevas generaciones, sigan integrándose más hombres y mujeres a la salvaterridad.  

Alabamos el noble propósito del proyecto de salvaterridad del presidente municipal, Germán Cervantes Vega, -quien es hijo de padre y madre nacidos en Salvatierra, quienes, también, son hijos de padre y madre nacidos en la ciudad, - cuya intención de homenajear a salvaterrenses es una contribución a la identidad fraternal de la cultura de paz. 

 

    

  

sábado, 10 de noviembre de 2012

La construcción de la presa de "El Cubo" en Tarimoro, Gto.



HISTORIA SALVATERRENSE: AÑADIDURAS Y RECONSIDERACIONES


Un jirón de la historia del aprovechamiento del agua: salvaterrenses en la construcción de la presa de “El Cubo”


Por J. Jesús García y García


Soledad Cos Villalobos, originaria de Yuriria, nacida en 1848, a los cuarenta años.

    En el Libro número 4 de Registro de Comercio, 1906 a 1910, autorizado con fecha 25 de septiembre de 1905 por el Gobernador del Estado de Guanajuato, Joaquín Obregón González, quien firma al principio y al final del libro en unión de su secretario Nicéforo Guerrero, a fojas de la 38 frente a la 39 vuelta, inscripción 343, partida número 16, se asienta un poder especial que los condueños de la presa de “El Cubo” confirieron al señor don Juan José Rocha. Está fechado el 30 de noviembre de 1909. Registra y da fe el licenciado Ricardo Guzmán, Juez Letrado del Partido encargado del Registro Público del mismo, quien firma con su secretario P. Maldonado.
            
    Compareció el señor Juan José Rocha, mayor de edad, casado y vecino de Tarimoro y presentó para su inscripción el testimonio de una escritura pública otorgada en el Juzgado Único Municipal de Tarimoro el día veintiséis del actual [1909], siendo testigos don Francisco López, don J. Matilde Salgado y don Federico Ramírez. “Consta por dicho instrumento que los condueños de la Presa del Cubo, señores José O. Guisa, por la casa Guisa Hermanos; doña Soledad Cos viuda de Vega, por sí y en representación de su menor hija señorita Clarita de Jesús Vega; la señora Benita Yrigoyen viuda de Suárez, como albacea y representante de la testamentaría de don Julio Suárez; don Manuel M. Lara; Rafael Ramírez; Miguel Acevedo; Ygnacia Rico V. de Contreras, como representante de la testamentaría de don Antonio Contreras, y don Edmundo Jiménez, por sí y en representación de varios vecinos de Tarimoro, siendo los dos primeros vecinos de esta ciudad, la señora Yrigoyen y el señor Lara de Celaya, y los demás de Tarimoro, otorgaron poder especial al señor don Juan José Rocha para continuar y terminar los trabajos de la Presa del Cubo, para que represente las personas, derechos y acciones que los otorgantes tienen en la mencionada Presa, atendiendo al bien y prosperidad de sus intereses, facultándolo para que prosiga y termine la obra de la Presa levantando la cortina hasta donde se encuentran las casillas de la compuerta y cuyos trabajos de la misma obra comenzarán en el presente mes de noviembre, pudiendo contratar director maestro de obras, albañiles, acopiar materiales, comprar herramientas, etc., etc., para llevar a cabo dicha obra; se le autoriza para que los gastos  que demande la obra de continuación y terminación de la Presa los pida a los expresados condueños equitativamente y según los derechos que cada uno represente, cuyos gastos se exhibirán por los accionistas cada vez que el apoderado lo decrete. Se le faculta asimismo para que haga la distribución de las aguas de la citada Presa, equitativamente y por medio de marcos, conforme a los derechos de cada uno de los socios, y el agua de Tarimoro será la que demarca la escritura de veintitrés de febrero de mil ochocientos ochenta y dos, reconociéndose como regadío desde la mohonera del Rancho de “La Culebra” a los Tepetates; de ésta, por el arroyo grande margen derecha, incluso el solar de Los Arcos, al camino real de Salvatierra y de aquí al Rancho de “El Repartidor”, y de este punto para la acequia margen derecha al punto de partida. Se le autoriza para la formación de un reglamento de aguas, a fin de evitar contiendas, y para que nombre un Juez de Aguas remunerado, que no sea vecino del lugar y fije sus emolumentos que se pagarán en relación con los derechos que disfrute cada uno de los socios, tocándole al Pueblo la vigésima octava parte de ese gasto; también se le faculta para hacer un dique para la distribución del agua por los expresados marcos y todas las mejoras que redunden en provecho de los accionistas. El señor Jiménez, como representante del pueblo, autoriza al mismo señor Rocha para que por cuenta del pueblo se traiga un perito que mida los pequeños solares y huertas para la base de la distribución del agua. El poder no es revocable sino hasta que esté terminada la obra de la Presa y pagadas las deudas que se hubieren contraído con motivo de la mejora emprendida, pudiendo, en caso necesario, representar a los otorgantes ante el Ejecutivo del Estado, tribunales del mismo y de la Federación, conferir poder jurídico, amplio, cumplido y bastante o substituir éste en todo o en parte, en persona o abogado de su confianza cuando algún litigio se promoviere contra los condueños, revocando substituciones y verificando otras de nuevo. Al señor Rocha, según consta del propio testimonio, se le confirió el cargo de Presidente de la Mesa Directiva de los condueños de la Presa del ‘Cubo’; secretario a don Rafael Ramírez; vocales: Edmundo Jiménez y Joaquín Suárez. Consta que se pagó la nota del timbre. Lo que asiento para que sirva de registro y devuelvo al interesado el testimonio a que me remito. Doy fe.- R. Guzmán (rúbrica).- P. Maldonado, Secretario (rúbrica)”. [Todas las veces que en este registro fue mencionada la presa de marras el amanuense escribió “Cuvo”; hice la corrección porque me pareció necesaria. Mantuve, en cambio, la costumbre que a la sazón había de escribir Y en lugar de I (como en Yrigoyen e Ygnacia].
            
    El agua es el recurso más importante del planeta Tierra (no importa que lo haya dicho mucho antes Pero Grullo). Aprovechar debidamente el agua ha sido siempre tarea primordial, no siempre cumplida. El documento transcrito se refiere a la primitiva presa de El Cubo (hoy funciona un nuevo embalse que se construyó entre 1977 y 1982). Es el caso que, hacia 1838, los hacendados de Tarimoro (ese pueblo con las tierras que entonces le eran propias pertenecía entonces a la jurisdicción municipal de Salvatierra) vieron la importancia de captar los caudales pluviales de la Sierra de los Agustinos para aprovecharlos en el riego agrícola y actuaron en consecuencia. Había y todavía hay, además, la circunstancia de que el dren Tarimoro corre más adelante por tierras salvaterrenses antes de desembocar en el río Lerma. En 1909, ya constituido Tarimoro en municipio, todavía no concluida la primitiva presa, entre los condueños de ella figuraban los salvaterrenses Odón Guisa, tío de nuestro doctor en filosofía y letras don Jesús Guisa y Azevedo, con la representación de la hacienda de Cacalote, y doña Clara de Jesús Vega, madre de los hermanos Ortiz Vega, de los cuales el más conspicuo fue sin duda aquel a quien apodábamos cariñosamente “El Bachiller”. Las disposiciones que se dictan en el documento de arriba pueden contraerse en la que señala a Juan José Rocha la comisión de proseguir y terminar la obra de la Presa, “levantando la cortina hasta donde se encuentran las casillas de la compuerta”. Pero muy a poco de esto sobrevino la revolución que inevitablemente trajo sus lógicas inconveniencias, y los planes de los que se ostentaban como condueños de la Presa no se consumaron, al menos inmediatamente. Pero allí queda la evidencia de que el surtimiento del agua ha sido, es y será objeto de preocupación.

martes, 17 de abril de 2012

J.Jesús García y García responde las inquietudes históricas de un joven de Cupareo que está en busca de su identidad salvaterrense

Apreciable señor Juan Pablo Álvarez Guedea:
Infortunadamente es muy pobre la información que puedo proporcionar acerca de Luis de Alba y Alvarado y demás personas que menciona usted en su atento mensaje del 7 de los corrientes.

Como suelo comprobar la veracidad de los datos que me son dados para guía, a fin de ratificarlos o corregirlos, debo decirle que no hallé nada sobre la actuación de don Luis de Alba como alcalde mayor de Salvatierra por 1672. Cabía esperarlo así por la notable pérdida de documentación de índole administrativa del período en cuestión. Luego quise verificar el que don Álvaro de Soto y la esposa de éste doña Josefa Ponce de León, así como la madre de doña Josefa, Anna Ponce de León, hayan sido fundadores de Salvatierra. Y aunque no aparecen en sendas listas que publican Melchor Vera (Guatzindeo-Salvatierra, 1939) y Armando Mauricio Escobar Olmedo (http://mx.geocities.com/genealogiademexico/primeros/0342salvat.html), que contienen los nombres de las personas que dieron poder para las gestiones de la fundación a don Agustín de Carranza Salcedo o bien se obligaron a avecindarse en la ciudad cuya nueva creación se buscaba, los Soto-Ponce de León ciertamente deben tenerse por fundadores, ya que, independientemente de firmas, sí hicieron con los demás la mudanza de la margen izquierda a la derecha del río Lerma para asentarse junto o sobre el decadente pueblo de Chochones que serviría de referencia para la fundación de San Andrés de Salvatierra (ver archivo referente a la Cofradía del Santísimo Sacramento, que incluye una mención de Luis de Alba).
Otros datos: en el Libro número uno de matrimonios de españoles de la Parroquia de la Luz está registrado el que contrajeron el 19 de octubre de 1687 Gabriel de Pineda y María de Soto, hija ésta de Luis de Alba Albarado y María de Soto. De los padres del varón se dice que son difuntos; de los padres de la novia no se hace comentario alguno, por lo que se supone que para entonces aún vivían.

Seis años antes hubo otro matrimonio que puede estar hermanado con el descrito en el párrafo anterior: Miguel de Sandi y Arenas y Josepha de Soto Ponce de León se casaron el 4 de mayo de 1681 en San Andrés de Salvatierra. Padres de él: Pedro de Sandi Sandoval e Inés de Arenas y Bonilla. Padres de ella: Luis de Ma. (sic) y Ana de Soto (cfr. familysearch,org.)

Hago un añadido en relación con el matrimonio Sámano Turcios-Soto Ponce de León: En el libro antes citado, pero el 4 de marzo de 1691, se asienta la partida referente al rumboso matrimonio de Juan Baptista de Luyando y Bermeo, caballero del orden de Alcántara, originario del puerto de Santa María, en los reinos de Castilla, vecino de la Villa de Santa Fe de Guanajuato, hijo de Agustín de Luyando y Bermeo y Francisca Antonia Camacho (ambos difuntos, vecinos que habían sido del ya mencionado puerto de Santa María), con Gerónima de Sámano Turcios y Peralta, vecina de San Andrés de Salvatierra, hija de don Juan Gerónimo de Sámano Turcios y Peralta y de Cathalina de Soto Ponce de León (ambos también difuntos, vecinos que fueron de San Andrés de Salvatierra). Esta boda tal vez fue la más rumbosa que haya habido jamás en Salvatierra. Los padrinos fueron don Pedro de Arenas Quirós, Alguacil Mayor del Santo Tribunal de la Inquisición y Sargento Mayor por Su Majestad de las ciudades de Celaya y Salvatierra, y doña Nicolasa de Grijalva y Aragón. Fungieron como testigos don Miguel Velázquez de Lorea, Teniente de Alcalde Mayor de esta ciudad, y Blas Botello. El ministro que impartió el sacramento fue don José de Castilla, bachiller, cura párroco por Su Majestad y Juez Eclesiástico de la villa de Santa Fe del Real de Guanajuato. Los contrayentes estaban destinados a ser, a su tiempo, padres de la primera Marquesa de Salvatierra.
Nada más puedo aportar por el momento. Si llego a conocer otro dato, se lo comunicaré gustosamente.
Con afecto.
J. Jesús García y García.

jueves, 9 de diciembre de 2010

La anécdota literaria e histórica

HISTORIA SALVATERRENSE: AÑADIDURAS Y RECONSIDERACIONES

De Largo a Largo

Por J. Jesús García y García
La historia —todos lo sabemos— no desdeña la anécdota. Ésta, en cuanto relato breve y a menudo divertido de un hecho curioso, poco o nada divulgado, puede hacer contribuciones subsidiarias a la historia, o, cuando menos, pone en ella chispazos de entretenimiento al par que proporciona indicios de costumbres y personalidades. La anécdota, en la función que llevo referida, puede narrar hechos difícilmente comprobables o no comprobables en absoluto, pero ellos no deben carecer de cierta base de verosimilitud.
Por ejemplo, no es real el “Largo” Ayala que nos viene presentando alguna anécdota más o menos recientemente formulada, porque mezcla su persona y sus acciones con las de otro paisano del mismo apodo y lo pone en acciones incompatibles entre sí. Es que hubo dos “Largos”: Joaquín Ayala (tío de los hermanos contadores Enrique y Guillermo Ayala Carrillo, a quienes muchos de nosotros conocimos), el que sirvió a un cuerpo revolucionario en el empleo de pagador, y “Pancho el Largo”, tablajero, magistral jinete y certero disparador de pistola.
He aquí mis razones para no admitir la fusión de dos “Largos” en uno:
Como casi todo el mundo, yo apenas si tengo noción de en qué momento de mi niñez empecé a almacenar en mi cerebro recuerdos más o menos estructurados y coherentes. Uno de los más añejos que conservo es el del relato que se hacía en mi casa de un hecho que poco después se convertiría en lugar común de las películas de Gary Cooper y John Waine: el duelo a balazos, premeditado. En Salvatierra hubo uno de esos espectaculares duelos en la céntrica calle de Zavala (Zaragoza), casi esquina con Juárez, entre “Pancho el Largo” y un gendarme del que se perdió el nombre. Los protagonistas “ya se traían”. Quizás el gendarme andaba tras la gloria que le daría el matar al disparador más rápido de estos contornos. El desenlace fue que ambos quedaron muertos. De “Pancho el Largo” no retuve el apellido. Me dijeron que había sido compadre de mi papá y que casi se habían ligado tres sucesos que suscitaban mi interés: el duelo que digo, la muerte de mi padre y mi nacimiento, los dos últimos sobrevenidos en 1930, mientras que el desafío de marras habría ocurrido no recuerdo si en 1928 o también en el 30.
Es muy probable que el “Largo Ayala” haya debido su apodo a la figura que hacía con un capote militar con el que se cubría a menudo, muy largo, que le llegaba hasta el talón. O tal vez lo llamarían así porque sus relatos parecieran muy exagerados; se usaba mucho en la primera mitad del siglo XX la expresión: “¡No seas ‘largo’!”, para censurar el habla hiperbólica. Don Joaquín Ayala, que tal era su nombre, debe haber muerto en los cincuentas. Yo lo traté cuando trabajábamos ambos para el Gobierno del Estado, él en el Registro Civil y yo en la Oficina de Rentas: mis compañeros y yo lo tuteábamos, lo hacíamos blanco de bromas, y él contestaba, como es natural, de forma agria. Bebía con algún exceso. Se le atribuye aquella “travesura” de haberse sentado en un confesonario de la parroquia de la Luz y haber recibido la confesión de una señora que, al darse cuenta de que no era el sacerdote, lo amenazó con acusarlo ante el párroco, a lo que don Joaquín replicó que en tal caso él contaría al esposo de la señora las culpas que ésta había declarado.
Como podemos deducir, las anécdotas, al par que revelan una caracterología ya remota, también alimentan a la picaresca local. Lo que aquí se pretende es aclarar que hubo dos “Largos”, con sus muy particulares características, en contra de lo que afirman algunas versiones.

martes, 3 de agosto de 2010

El canto de las campanas llamándonos a lo nuestro.


Las campanas de nuestro templo del Carmen

Por J. Jesús García y García

La primera vez que emigré de Salvatierra fue hace la friolera de 62 años. Aquella resultó una emigración corta, de pocos meses, con julio incluido. Julio: mes, entonces, de nutridas procesiones al templo carmelita, con alborozadores y prolongados repiques de las campanas salvaterrenses de más grato sonido, mes en que se registraban aquellas reñidas competencias entre los gremios de Matadores y de Panaderos para ver cual de ellos organizaba mejor los festejos en uno de los dos principales días dedicados a la Virgen del Carmen: el 16, día de la fiesta; o el 23, la octava. Y, de manera más que espontánea, puse el tañido de esas campanas en el centro de mis añoranzas.
Mucho había leído yo una antología poética popular, que aún se sigue editando, de la que se me habían pegado estos versos que ahora cito de memoria, originales de Luis Rosado Vega: “¡Campanas, / clamorosas campanas de mi pueblo, / lejanas campanas, / cómo parece que os estoy oyendo!, y profiriéndolos a cada rato buena lata le di a mi hermana mayor, que era mi anfitriona.
Estando nuevamente en Salvatierra escuché una leyenda sobre cómo se fundieron mis campanas favoritas, las que, para mí, suenan a cielo, como diría don Agustín Yánez; leyenda que el columnista Chicharillo captó muy bien para incluirla condensada en su “Escamocha” (Vid. revista Cauce, núm. 4, 15 de julio de 1956): “¿Sabía usted por qué tienen un sonido tan singularmente bello las campanas del templo del Carmen? Pues nada menos porque tienen revuelto oro, plata y joyas diamantinas. En la fecha en que se fundieron se invitó a todos los salvaterrenses potentados a que fungieran como padrinos. Y estando ya en el lugar donde se efectuaba la fundación, los hombres empezaron a desfajarse las “víboras” llenas de monedas de oro ‘de ley’ para vaciarlas en el conducto por el cual corría el ardiente material de fundición; las mujeres, por su parte, dejaban caer en él anillos, brazaletes, collares y joyas diversas. Desprendimiento material de aquella buena gente, que habla mucho de la bonanza de otros tiempos y de la unión fraterna que existía entonces”.
El uso de las campanas es inmemorial y con su tañido se configura un sistema informativo, con algunas variantes según el lugar y el tiempo, que cada comunidad aprende a interpretar. El principal uso de las campanas ha sido siempre el de convocar a los fieles a los actos del culto o, simplemente, a la oración cotidiana, pero muchos otros empleos se les ha dado: han llorado a difuntos de diversas clases y condiciones, han tocado a rebato para poner en alerta, intentado conjurar las tempestades, implorado remedio para epidemias y otras necesidades públicas, anunciado alumbramientos reales, pregonado festividades o noticias civiles, etc., y, en el peor de los casos, han sido tomadas para fundir cañones.
Y, bueno, a pesar de ser tan armoniosas, las campanas de nuestro templo del Carmen no son las de más bello sonido del mundo, ni son tan grandes que hayan necesitado torres más altas para que su sonoridad se esparza más; pero con todo presentan cualidades que las han hecho objeto de la ambición ajena. Así consta en un expediente que hubo de abrirse en 1867 debido a la presentación de un curioso escrito de queja elevado al jefe político de Salvatierra, quien, según mis cuentas, debió serlo entonces don Severo Sierra:
“C. Jefe del Partido:- Los que suscribimos a ruego de los vecinos de esta población, ante usted, por el ocurso más oportuno y de la manera más respetuosa, exponemos: que, sabedores de que los habitantes del pueblo de San Miguel Tarimoro pretenden llevarse la campana mayor de nuestro convento del Carmen, y creyendo que carecen absolutamente de derecho para fundar y conseguir su pretensión, hemos elevado al C. Gobernador un ocurso pidiendo se sirva decretar que no ha lugar a la solicitud de los vecinos de aquel pueblo. Acompañamos a usted dicho ocurso, suplicándole se sirva elevarlo a la Superioridad, e informarlo como a su juicio fuere de justicia. No dudamos que su exquisito conocimiento acerca del carácter de los moradores de estos pueblos le hará manifestar al superior la posible emergencia de un conflicto o motín armado en el caso de que viera la clase baja de esta ciudad atacados sus derechos que, sin que se detenga a raciocinar, juzga perfectamente inatacables. Los indígenas conservan mucho todavía sus antiguas creencias y sus primitivas costumbres, y ningún freno es capaz de contenerlos cuando se convencen de que se da un ataque a la inmunidad de su pueblo. No por esto se entienda que se trata de arrancar con las amenazas un acuerdo favorable para nosotros. El buen juicio de usted comprenderá que nuestro objeto ha sido sólo indicar lo que sin culpa nuestra puede suceder.- Esperamos que informará nuestra representación como pedimos, en lo que recibiremos merced.- Salvatierra, veintiséis de noviembre de mil ochocientos sesenta y siete. Juan B. Arias (rúbrica).- Joaquín López (rúbrica).- Jesús Soto (rúbrica)”.
No he logrado saber qué fue lo que siguió en este caso, aunque es fácil suponer que nada, y lo califico de curioso porque los signantes del escrito se escudan detrás de la población indígena, que nunca ha predominado en Salvatierra ni se le ha hecho el menor caso, y porque, además de pretender que el gobierno estatal emitiera decretos sin sustento, parecían ignorar que bajar de su lugar una campana y sacarla de su población no es igual que cortar al paso una manzana del cercado ajeno.

lunes, 26 de julio de 2010

Las tareas diplomáticas del salvaterrense Zozaya durante el I Imperio Mexicano

El diplomático Zozaya percibió oportunamente
los verdaderos sentimientos de Estados Unidos respecto a México

Por J. Jesús García y García
      
    Doy por hecho que todos mis coterráneos medianamente ilustrados saben que el primer enviado extraordinario y ministro plenipotenciario que hubo por parte del México independiente ante el gobierno de los Estados Unidos fue el salvaterrense licenciado don José Manuel Antonio Zozaya Bermúdez, nombrado para ese alto cargo por el emperador don Agustín de Iturbide. Y, por añadidura, creo que todos saben que el mismo Zozaya, entre otras cosas, fue el fundador de la primera fábrica de papel que hubo en nuestro país.
El número de enterados se vuelve mucho menor cuando se abordan algunos detalles de la interesante biografía de este abogado.

    Para el desempeño de su misión, largas listas de instrucciones, unas de carácter general y otras reservadas, fueron entregadas a Zozaya. Entre las primeras destaco las siguientes: que debía gestionar el reconocimiento del Imperio Mexicano; que debía proponer tratados de amistad, comercio y alianza, y negociar otro de límites entre los territorios de las dos naciones; que en caso de una guerra entre México y España, procurase obtener de los Estados Unidos la ayuda financiera, militar y marítima para defender la independencia nacional; se le facultaba para negociar un préstamo de diez millones de pesos y se le autorizaba a empeñar, para el caso, las rentas públicas en general del Imperio Mexicano. En las instrucciones reservadas se le recomendaba averiguar cuál era la verdadera disposición de ánimo de los angloamericanos respecto a la forma imperial del régimen mexicano, la dinastía implantada y las fronteras de Luisiana y Texas; se le autorizaba a ratificar y proponer enmiendas al tratado de límites; debía lograr un convenio en el sentido de que los fugitivos de la justicia de una de las dos naciones fueran aprehendidos en la otra si allí se habían refugiado... en fin, “poca cosa”.

    El 12 de diciembre de 1822 el licenciado Zozaya fue recibido oficial y solemnemente por el Presidente Monroe y su secretario de Estado Adams, quienes le concedieron el tratamiento propio de un ministro plenipotenciario, con los privilegios y las inmunidades respectivos. Esto en sí constituyó el reconocimiento oficial de los Estados Unidos de América al Imperio Mexicano y a Agustín I.

    Pero como nuestro enviado extraordinario ejerció el cargo por un lapso muy breve y en medio de graves problemas económicos, directamente afectado además por la caída de Iturbide, apenas si alcanzó a producir algunos informes, todos muy certeros y muy de tomarse en cuenta. He aquí la parte conducente de uno de ellos:

        “La soberbia de estos republicanos no les permite vernos como iguales sino como inferiores; su envanecimiento se extiende en mi juicio a creer que su capital lo será de todas las Américas; aman entrañablemente a nuestro dinero, no a nosotros, ni son capaces de entrar en convenio de alianza o comercio sino por su propia conveniencia, desconociendo la recíproca. Con el tiempo han de ser nuestros enemigos jurados, y con tal previsión los debemos tratar desde hoy que se nos venden amigos, de cuyo modo debemos conducirnos oficial y privadamente [...] En las sesiones del Congreso General y en las sesiones de los Estados particulares, no se habla de otra cosa que de arreglo de Ejército y Milicias, y esto no tiene sin duda otro objeto que el de miras ambiciosas sobre la provincia de Texas [...]”.
Escrito lo anterior el 26 de diciembre de 1822, fue un anuncio, con un cuarto de siglo de anticipación, del gran despojo de que nos harían víctimas nuestros vecinos del norte.

    La aventura del ilustre salvaterrense es evaluada así por el analista sajón Mac Elhannon: “El embajador mexicano merecía el elogio de su Gobierno por su conducta en las circunstancias más comprometidas. Poseía la habilidad de avalorar los informes y supo emitir conclusiones que la Historia comprobó que eran correctas. Solo, desamparado, sin amigos, eludido por otros funcionarios diplomáticos, recibido con frialdad en los Estados Unidos, atacado por la prensa angloamericana y mortificado por la forma de su Gobierno, Zozaya anduvo por la ‘cuerda tensa de la diplomacia’ con paciencia, destreza y honor, que es un crédito para su nación y para los pueblos hispanoamericanos. Su misión estuvo predestinada al fracaso, porque los angloamericanos nunca podrían ser persuadidos a tolerar una monarquía en su frontera” (Vid. RUBIO MAÑÉ J. Ignacio, “Iturbide y sus relaciones con Estados Unidos de América (Concluye)”, en Boletín del Archivo General de la Nación, segunda serie, tomo VI, núm. 4, México, 1965, pp. 757 a 845).

martes, 20 de julio de 2010

El Centenario de la Independencia y el progreso de Salvatierra con el alumbrado público

Del petróleo a la electricidad
en el alumbrado público

Por J. Jesús García y García


Jardín principal con columnas de alumbrado público.

    El 27 de noviembre de 1901 la sociedad “Hijos de Argomedo” solicitó del H. Ayuntamiento presidido por el doctor don Benito Soriano Filiberto, la concesión para establecer en Salvatierra una planta generadora de luz eléctrica que serviría tanto para el servicio público como para uso de los particulares. La empresa cotizaba el alumbrado de las calles y pretendía que se fijaran cláusulas extraordinariamente favorables para ella, tales como la exención de impuestos y la garantía de operar en condiciones de exclusividad durante sesenta años.

    El Ayuntamiento encomendó el estudio del asunto a una comisión integrada por los concejales Catarino Juárez, Rosalío Lira y Jesús Ramírez, quienes razonaban de este modo en su dictamen de 23 de diciembre siguiente: “si bien es cierto que la electricidad es una de las principales conquistas del siglo que acaba de pasar [el XIX] y uno de los principales ornatos con que se embellecen las ciudades que van a la vanguardia del progreso, también lo es que su implantación, en el estado de crisis por que atraviesa la república con motivo de la baja de la plata y el marasmo de otras industrias productoras, es una imprudencia por los costosos gastos que demanda y la falta de arbitrios para cubrir esos gastos. 

    El Municipio no puede disponer, para atender el alumbrado público, sino de la suma de $ 2,000.00 anuales, y, a lo más, con gran sacrificio, de otros $ 800.00 más que vienen a formar un todo de $ 2,800.00; así es que no podría hacer frente al ofrecimiento que hace la empresa solicitante porque sería necesario aumentar el presupuesto con una cantidad igual a la enunciada; y aun así el servicio quedaría deficiente, pues quedaría la ciudad en tinieblas precisamente en las horas que los criminales escogen para cometer sus fechorías, de las doce de la noche al amanecer [...] La misma empresa solicita [...] ciertas condiciones, de las cuales unas son procedentes, aunque exageradas, y otras del todo improcedentes: nos referimos a la exención de impuestos y a la exclusiva por 60 años. En cuanto a lo primero, la misma ley provee, concediendo esa exención a las industrias nuevas, y el Ayuntamiento, [según] cree la comisión [...] no se opondría a conceder esa exención dentro de los límites de su arbitrio; mas, por lo que hace a la exclusiva por 60 años, la misma comisión entiende que no sería posible concederla por varias razones: sería cerrar la entrada a la competencia que tan magníficos resultados da en los negocios, poniéndose en pugna con la legislación vigente, la cual manda que todos los ramos de la administración municipal se provean por subasta; se crearía una servidumbre ruinosa para la ciudad y un monopolio perjudicial porque éste mata toda iniciativa y estanca el movimiento [...]”.

    Se dio entonces un regateo sobre el particular y la empresa ocurrió, inclusive, al gobernador del estado, que lo era el licenciado don Joaquín Obregón González, quien cedió en algunos puntos y expidió un decreto para formalizar la exención fiscal que se concedía a los “Hijos de Argomedo”. Éstos, juntamente con el Jefe Político, acudieron a otorgar la escritura-contrato respectiva, la cual quedó asentada en el protocolo del escribano público licenciado Luis G. Vallejo, a fojas 2 fte. a 5 fte., y de la cual transcribo algunas partes conducentes:

    “En la ciudad de Salvatierra, a las 9 nueve de la mañana del día 10 diez de julio de 1902, mil novecientos dos, ante mí el Escribano Público licenciado Luis G. Vallejo y los testigos instrumentales que al fin se expresarán, comparecieron los señores don Juan D. Argomedo y el doctor don Benito Soriano F., aquél como gerente de la sociedad mercantil ‘Hijos de Argomedo’ y éste como presidente y en representación del honorable Ayuntamiento de esta ciudad, a cuyas personas doy fe conocer, así como su aptitud legal para contratar y obligarse, y dijeron: que en 27 veintisiete de noviembre del año próximo pasado la sociedad ‘Hijos de Argomedo’ solicitó del ilustre Ayuntamiento concesión para establecer en esta ciudad una instalación eléctrica productora de luz, tanto para el servicio público como para uso de los particulares [...] que aceptadas por ambas partes las proposiciones formuladas con las modificaciones en que convinieron, sólo faltaba, para ultimar el contrato, recabar del Supremo Gobierno del Estado la aprobación de aquellas y la autorización para otorgar la escritura del caso, y que, habiendo obtenido una y otra como consta de la comunicación de fecha 24 veinticuatro del referido junio, suscrita por el ciudadano Nicéforo Guerrero como Secretario del Gobierno del Estado y que yo, el infrascrito Notario doy fe haber visto agregada en el expediente que con motivo de esta concesión formó el honorable cuerpo municipal y obra en su archivo, para llevar adelante lo estipulado por este instrumento y su tenor legal, el señor doctor don Benito Soriano F., Presidente Municipal de esta ciudad y en representación de su ilustre Ayuntamiento, otorga a la sociedad ‘Hijos de Argomedo’ concesión para que establezcan la luz eléctrica para el servicio público y privado, bajo las bases y condiciones que se expresan en las cláusulas siguientes: 

    PRIMERA. Los señores ‘Hijos de Argomedo’ se obligan a establecer en esta ciudad una instalación eléctrica productora de luz en el punto que mejor les parezca, aplicando como fuerza motriz el vapor o el agua, según les sea posible o lo estimen más oportuno. 

    SEGUNDA. Para el servicio del público se obligan los concesionarios a instalar 14 catorce focos de arco de 450 cuatrocientos cincuenta watts, o sean 1200 mil doscientas bujías, y 100 cien incandescentes de 16 diez y seis bujías cada uno, en los puntos que indique el honorable Ayuntamiento, por la suma de $ 2,844.00 ¢ dos mil ochocientos cuarenta y cuatro pesos anuales. 

    TERCERA. Dichos focos estarán encendidos desde las 5½ cinco y media de la tarde en el invierno y de las 6½ seis y media de la misma en las demás estaciones del año hasta las 12 doce de la noche en todo tiempo, con excepción de aquellas en que alumbre la luna durante esas horas. Es condición convenida que en tales noches se establecerá o interrumpirá la corriente eléctrica por los circuitos según que vaya a aparecer o a desaparecer la claridad de la luna, siempre que esto se verifique durante las horas en que los concesionarios están obligados a proporcionar la luz. También se conviene en que en casos excepcionales, como en la fiestas patrias, por ejemplo, o en otras semejantes, la autoridad política podrá pedir y los concesionarios deberán tener encendida la luz durante las horas expresadas, a pesar de que alumbre la luna. Los focos que hayan de instalarse en los portales serán encendidos todas las noches durante las horas estipuladas. 

    CUARTA. El honorable Ayuntamiento se obliga a pagar los $ 2,844.00 ¢ dos mil ochocientos cuarenta y cuatro pesos por mensualidades vencidas, o lo que es lo mismo, se obliga a satisfacer a los concesionarios, cada mes, la suma de $ 237.00 ¢ doscientos treinta y siete pesos. 

    QUINTA. Si en lo sucesivo el ilustre Ayuntamiento pidiere para el servicio público diario la instalación de nuevos focos, ya sean de arco o incandescentes, los concesionarios estarán obligados a proporcionarlos, a razón de $ 8.00 ¢ ocho pesos mensuales los primeros, y de $ 1.25 ¢ un peso veinticinco centavos los segundos, cada uno, de la misma potencia que los ya instalados y bajo las demás condiciones estipuladas en esta escritura. 

    SEXTA. El término del contrato para el servicio público de luz será de 10 diez años: los 5 cinco primeros forzosos para ambas partes y los otros 5 cinco forzosos para los concesionarios y voluntarios para el ilustre Ayuntamiento, quien se obliga a dar aviso con 6 seis meses de anticipación si debe o no continuar el contrato por los últimos 5 cinco años. En caso de que el ilustre Ayuntamiento opte por la continuación del servicio, los últimos 5 cinco años serán también forzosos para ambas partes, y lo mismo sucederá si se omite el aviso a que se refiere la presente cláusula. 

    SÉPTIMA. El mismo honorable Cuerpo exime a los concesionarios del pago de todo impuesto municipal que se decrete para las empresas de este género, tanto por el servicio público como por el particular, durante el término de 10 diez años, ya sea que subsista el contrato por todo ese tiempo o por sólo la mitad según lo explica la cláusula anterior. Tal término empezará a correr desde el día en que esté concluida la instalación. 

    OCTAVA. Si durante el plazo a que alude el plazo anterior algún individuo o compañía pretende establecer , o en efecto estableciere, nueva o nuevas instalaciones de la misma especie, no se le otorgarán las exenciones ni privilegios que por la presente se conceden a los señores Hijos de Argomedo [...] 

    UNDÉCIMA. Los concesionarios garantizan el cumplimiento de sus obligaciones en los términos generales que previenen las leyes, y convienen en que si a los 6 seis meses, contados desde esta fecha, no estuviere debidamente concluida la instalación del alumbrado público, perderán todo derecho a la concesión y el Ayuntamiento quedará en libertad para contratarlo con quien le conviniere. 

    DUODÉCIMA. Transcurridos los 5 cinco o los diez años que, de acuerdo con la cláusula 6ª. sexta, serán forzosos para el servicio del alumbrado público, y al Ayuntamiento y a la sociedad ‘Hijos de Argomedo’ no les conviniere renovar el contrato, subsistirá, sin embargo, la concesión para el servicio de alumbrado particular y los concesionarios tendrán derecho de seguir ocupando las calles con los postes necesarios para sostener los alambres que exija el referido servicio, sin que por el establecimiento de otra empresa del mismo género caduque aquel derecho, del cual podrán usar por el término de 60 sesenta años, sin otra limitación que la de no interrumpir el tránsito público [...] 

    El señor don Juan D. Argomedo manifestó que es mayor de edad, casado, comerciante y vecino de este lugar y su representación la acredita con el testimonio de la escritura de sociedad otorgada el 10 diez de junio de 1891 mil ochocientos noventa y uno, ante el ciudadano licenciado Clicerio Zuriaga, Juez de Letras del Partido en aquella época y encargado del Protocolo Municipal, y yo el suscrito Escribano doy fe tener a la vista dicho documento y que por la cláusula 8ª. octava aparece que es gerente de la sociedad que gira bajo la razón social de ‘Hijos de Argomedo’. El señor doctor don Benito Soriano F. expuso que, igualmente, es mayor de edad, casado, de la profesión que indica su título y de esta misma vecindad, y que el carácter de Presidente Municipal le corresponde por ser Jefe Político del distrito y que en la presente escritura lleva la representación del Ayuntamiento por haberlo autorizado y conferido las facultades necesarias para ello dicho honorable Cuerpo en la sesión verificada el día 23 veintitrés de abril último, según aparece de la comunicación dirigida a los señores ‘Hijos de Argomedo’ el día 1º. primero de mayo próximo pasado y que el suscrito da fe y certifica haber tenido a la vista y devuelto. Leída que fue a los interesados, e impuestos del valor y fuerza de su contenido, fueron conformes, la aprobaron, ratificaron y firmaron en unión de los testigos instrumentales, señores Trinidad Cos y Wenceslao González, mayores de edad, viudo el primero y casado el segundo, empleados y de esta vecindad, a quienes conozco hábiles para testificar. Doy fe.- Hijos de Argomedo (rúbrica).- B. Soriano F. (rúbrica).- T. Cos (rúbrica).- W. González (rúbrica).- Ante mí, Luis G. Vallejo, Escribano Público (rúbrica)”.
En los términos de esta escritura y de no haber ocurrido atrasos —ni tampoco adelantos— el servicio de alumbrado público por electricidad en Salvatierra debió inaugurarse a principios de 1903 (atención a la cláusula undécima) y no en 1900 o 1901 como ha llegado a decirse.