“Salvatierra, y
una historia por contar”
Primero que nada un agradecimiento a
los organizadores de este evento, quienes me han invitado a compartir con
ustedes algunos trozos del antiguo existir de este terruño y su región, muy
especialmente al Mtro. Pascual Zárate quien
me ha pedido que les exponga una parte de nuestras largas conversaciones sobre
la historia de Salvatierra y que ha
creído que pudiera serles de interés a
ustedes, y claro mi agradecimiento a ustedes por su presencia.
Es para mí un enorme privilegio y gran gusto estar aquí aunque sea una
grabación, que ya les explicará el Mtro. Zárate, que por una reciente
craneotomía que se me hecho, el neurólogo que me está tratando me ha dicho hace dos días que no es aconsejable por ahora
viajar. Así que me estoy privando de caminar por las añosas calles del terruño y más, en unas fechas tan
emblemáticas para nuestra ciudad en que se conjugan una festividad religiosa
(la fiesta de la Candelaria, por la principal patrona [1], Nuestra
Señora de la Luz o de las Luces, y otra civil, la del ahora 366 aniversario de
la expedición del título de ciudad.
Esta conferencia, estará dividida en
cinco apartados a través de los cuales
deseo dar algunos aportes para la fascinante historia de nuestra excepcional
ciudad; no se crea que habrá grandes novedades, pero sí una visión diferente de
ellos. He denominado a esta intervención como:
“Salvatierra, y
una historia por contar”
Que será la que, espero sea pronto, se
publique completa y no en parte como ahora, para ustedes junto con otros
materiales que ya tengo seleccionados.
Sobre Salvatierra, se han escrito
ya muy buenos estudios e historias y por mencionar sólo tres ejemplos nos
referiremos al trabajo insuperable del estudioso don Melchor Vera “Guatzindeo-Salvatierra,
Apuntes para una historia local, civil y religiosa “ que fueran reunidos y publicados
en 1939 con motivo la coronación
pontificia de Nuestra Señora de la Luz; otro es el realizado por el inolvidable
y acucioso investigador y cronista, Vicente Ruiz Arias, que si bien su
publicación “Historia Civil y Eclesiástica de Salvatierra…” hecha en el año de
1976, es modesta en su impresión por las circunstancias del momento, no lo es
por su contenido ya que posee una muy importante información y abundantes
imágenes, producto de sus largas investigaciones archivísticas. Y recientemente
las espléndidas publicaciones realizadas por el contador Miguel Alejo López,
actual cronista de la ciudad y que son ampliamente conocidas y difundidas. Hay
muchos más trabajos, conferencias y ensayos que por la brevedad de este evento omito.
Todos estos estudios e historias son loables esfuerzos que tienen por común el
gran aprecio y afecto que ellas y ellos han mostrado hacia nuestra, ahora
mágica Salvatierra.
I
Los antiguos ayeres
Es ya sabido que el mayorazgo don Gabriel
López de Peralta, insistió desde 1640, como lo había hecho en 1608 Jerónimo
López de Peralta, en la fundación de una Villa o Ciudad en el Puesto o Congregación
de San Andrés de los Chochones. En aquel entonces, los protagonistas del
intento de fundación en el Valle de Huantzindeo fueron el ya mencionado
Jerónimo que ofrecía para la misma varias estancias de su mayorazgo y Cristóbal
Cano de Molina dueño de tierras en la región y regidor de la Villa de Celaya
quien era el encargado de realizar las gestiones a nombre de los presuntos
fundadores; el nombre que proponían para la nueva población, como ya es sabido fue
el de la Villa de la Nueva Madrid, y gobernaba por segunda vez la Nueva España
el virrey Luis de Velasco, marqués de Salinas. El asunto de la fundación y sus
complicados antecedentes es interesante, pero no lo trataremos esta vez para
enfocar nuestra atención en otros antiguos ayeres.
Los antecedentes de la
fundación
relativos a esta
Conferencia.
Las estancias de tierra y
caballerías[2]
ofrecidas por Gabriel López de Peralta y de las que presentó títulos para
justificar su propiedad fueron 42 en 29
números. Esto lo reconfirma el donante en abril de 1646 cuando vino desde México (dos años después de fundada) a la a la nueva ciudad, don Pedro de Navia, fiscal
y juez de comisión por el virrey Sarmiento de Sotomayor, para amojonar la
jurisdicción de la ciudad y repartir las tierras ofrecidas por don Gabriel, el cual hizo la aclaración de
que el reparto de ellas sería sin perjuicio suyo y en tanto no se le remunerara
lo que tenía pedido en la cantidad y estimación de lo que valían. En la
descripción somera que se hizo de cada título numerado como se ha dicho del uno al veintinueve,
destacan para el interés de esta exposición cuatro de ellos, los números 3, 4,2
0 y 21 y son los siguientes:
3. Dos títulos de estancias de ganado mayor en términos de
Yuririapúndaro, el uno a la falda del Cerro que llaman Quluacán, aguas vertientes al río Grande, en el llano que dicen Las
Charcas; y el otro a la falda del Cerro que llaman de Guaruato aguas vertientes al llano
de Tarimoro, donde están dos árboles que llaman guajes, en un arroyo seco que
baja del dicho cerro, de que se hizo merced
el 20 de marzo 1584 a Cristóbal de Vargas Valadez, gobernando en la Nueva
España la Real Audiencia.
4. Un título de un sitio de estancia para ganado mayor en
términos de Yuririapúndaro a la falda del cerro que llaman de Aguaruato, que
por otro nombre dicen La Gavia, aguas vertientes al llano que dicen de Juan
Martín, al linde con estancia de Alonso Rebollar, y se hizo merced el 7 de
marzo de 1584 a Francisco Díaz gobernando la Real Audiencia.
20. Un sitio de estancia y caballería y media de tierra con
otros seis sitios que hubo y compró
el tesorero Jerónimo López de Peralta en almoneda pública, el 12 noviembre de 1580, a los herederos de Hernán
Pérez de Bocanegra, como consta en su favor, y los sitios son los siguientes:
Uno sitio de
estancia de ganado mayor que dicen “Las
Charcas” en la sabana de Tarimoro…; otro sitio de ganado mayor en la falda del cerro de
Guaruato, que va a dar a la estancia de Luis Ponce; otro en
términos de Tarimoro; otro en dichos términos con caballería y media de tierra;
otro en los dichos términos; otro en los dichos términos en unas ciéngas o
arroyo que se dice Urireo; otro a la salida de la sabana de Tarimoro entre dos
cerros que dicen Aruacán (Culiacán) y Auaruato;
otro de ganado mayor en el fin de la sabana de Tarimoro.
21. Íten, otro título de un sitio de estancia para ganado
mayor en términos del pueblo de Acámbaro en la falda de la sierra de Aguaruato,
en una quebrada que la dicha sierra hace, y del que hizo merced el virrey de la
Coruña a Pedro García del Valle, el dos de mayo de 1582 en cuyo derecho sucedió
el tesorero Jerónimo López de Peralta que el susodicho otorgó en su favor el 4
de mayo de 1582.
Queda claro por lo anterior que los dos cerros: el de Culuacán y el de Aguaruato
quedaban juntos y este punto nos servirá para más delante.
II
Sobre este asunto se ocupó arduamente desde finales de la década de los treinta, hasta su sentido
fallecimiento en México el reconocido antropólogo y etnólogo alemán, Dr. Paul Kirchhoff.
Presidiendo el fértile Valle de Huantzindeo[3] se encuentra la señorial ciudad de Salvatierra, frente al imponente cerro de Culiacán (2830 mts), mítico nombre en náhuatl que se ha interpretado como Colhuacatepec y que fray Bernardino de Sahagún identificara como Coliuhquitepetl yctacan, es decir en donde está el cerro Coliuhqui y que situaba en la frontera entre los meshica y michuaca o tarascos.to en 1972 cuando trabajaba incansablemente en la reedición de su
obra “Historia tolteca-chichimeca”; terminaron la misma sus grandes expertos y
ayudantes, los investigadores: Luis Reyes García y Lina Odena Güemes.
El Dr. Kirchhoff estudió con mucho
detenimiento el famoso códice “Historia
Tolteca-Chichimeca” del que se
encuentran varias copias en la sección de Códices Mexicanos de la Biblioteca
Nacional de París. Originalmente se hallaba en Cuauhtinchan, del actual estado
de Puebla, donde fue pintado y al que
posteriormente se le agregaron textos en náhuatl. Este códice contiene diversos
asuntos y narra entre otros la migración
del pueblo tolteca-chichimeca y su salida del lugar de las siete cuevas, el
legendario “Chicomoztoc”, su paso por Tollan o Tula y la llegada y asentamiento
de una rama de este grupo a Cuauhtinchan.
Veamos algunos pequeños trozos de esta narración que como es típico en las
narraciones nahuas y en general prehispánicas son repetitivas. Aclaramos que el
orden en que lo hemos puesto no es el
del original, y se ha abreviado para no
extendernos, por ahora, en este asunto:
Se dice en el códice:
“[Este] es el libro de la Conquista…
aquí están los pueblos que eran complemento del tolteca…“…Cuando amaneció
fueron a Colhuacatepec. El mismo el día 13 Xochitl, llegaron a
Colhuacatepec-Chicomoztoc…”
Es menester decir que este lugar es
identificado por Kirchhoff como el cerro del Culiacán,[4]
y como sustento a su aseveración sus ayudantes Reyes y Odena, dicen: “En apoyo
a esta identificación es necesario agregar que en esta fuente[“Historia tolteca-chichimeca”] en los
párrafos 172 y 179 a este Colhuacatepec
se le llama [también] Culiuhquitépetl ycatcan= [que quiere decir] donde está
el cerro de Coliuhqui y [Fray Bernardino de]Sahagún, quien al hablar de las
montañas [de la Nueva España] menciona el cerro llamado Coliuhqui, y especifica
que está situado en los linderos de los mexica y los michuaca…”
Vemos a continuación la lámina de la hoja 16 v del mencionado Códice donde
se aprecia el Colhuacatepec y dentro del sagrado lugar se encuentra Chicomoztoc o sea donde están las siete cuevas y es
por eso que se la menciona como el Colhuacatepec Chicomoztoc, abajo a la derecha con el cuerpo pintado de
negro se encuentran dos personajes claves en esta narración, en la parte
superior está Icxicouatl y bajo él, Quetzalteueyac.
Siguiendo la narración del , que ahí:]
Icxicouatl y Quetzalteueyac
cumplieron con su deber. [Y que] Allá en Colhuacatepec, hicieron su signo, su
señal.[5]
Y se preguntaba el uno al otro
¿acaso será aquí? [el lugar prometido] A ver, tienta y tentó y dijo ¡Aquí es!
“…y luego se sentaron a hacer sus
ritos invocando a su creador e inventor [y] estaban con aflicción en Colhuacatepec..” e Icxicouatl le preguntó a Quetzalteueyac: “ a ver golpea la cueva, al cerro de Culiuhquitépetl…” y le pidió cumplir
pronto con su labor ya que con su tardanza hacían sufrir al creado y hacedor;
de esta manera golpeó al cerro y a la
cueva. Los auxiliares de Kirchhoff refieren que el hecho
de golpear la cueva significaba un acto
de creación, es decir de hacer surgir al ser humano y citaban para ello que
consignó el franciscano fray Jerónimo de
Mendieta:
Que los antiguos decían “que había un Dios en el cielo llamado Citlalatonac y una diosa llamada Citlaicue y que la diosa
parió una gran navaja o pedernal y los otros hijos de esos dioses espantados
decidieron echar del cielo al pedernal y lo tiraron a la tierra, [y lo arrojaron] en Chicomoztoc,
y de ahí salieron muchos dioses. [6]
Otros pueblos, -sigue diciendo el mismo Mendieta-, aseguraban que el Sol había
echado una flecha en un hoyo (cueva) y del mismo había salido, aunque
incompleto un hombre, y luego una mujer…”
Sea como fuese, el hecho de que Quetzalteueyac haya golpeado la cueva se ha interpretado como un acto de creación y
que esto se había hecho en el interior del Cerro de Culiacán donde se
encontraba el mítico Chicomoztoc. Sigue narrando el códice que:
Pasado un tiempo “…ya salen de
Chicomoztoc, de dentro del
Colhuacatepec, nuestro padre, nuestro conquistador…todos los hombres
chichimeca, todas las …” …“He aquí el relato de los chichimeca…Al salir de Chicomoztoc, los
tlatoque, complemento de Icxicouatl y Quetzalteueyac hicieron grandes y
admirables hechos en Colhuacatepec.
Y pasado un tiempo, se dice en el códice,
que los tolteca-chichimeca decidieron
emigrar y después de mucho caminar:
“En el año 1 técpatl, llegaron (los
tolteca-chichimeca) a Tollan (Tula). Desde allá de Colhuacatepec partieron los
tolteca chichimeca...junto con los nonualca chichimeca…Durante un año
estuvieron aún contentos los que eran complemento de los tolteca chichimeca. En
año dos calli ya tienen fricciones, ya se enemistan…”
O sea que permanecieron en Tula un tiempo, es claro que no es un año sino
cierto tiempo y en ese lugar surgieron diferencias entre los integrantes del
pueblo y un grupo decidió continuar su peregrinaje y siguieron su migración,
hasta que llegaron a Cuauhtinchan, en el actual estado de Puebla que es donde
se establecieron y permanecieron. Ahí en ese lugar se pintó el antiguo códice
conocido ahora como “Historia Tolteca-Chichimeca” para conservar la memoria de sus andares y lo
en ellos acontecido.
III
Es ya de sobra sabido que el segundo
encomendero de Acámbaro, que lo era ya
desde 1538, fue el destacado personaje y noble cordobés Hernán Pérez de
Bocanegra, casado Beatriz Pacheco y padre de una numerosa familia. [7]
Lo mencionamos debido a que su influencia será determinante para el área de
nuestro estudio, el Valle de Huantzindeo. Pero además hay que recordar que
Hernán Pérez, fue encomendero de una vasta región que comprendió a Acámbaro, Apaseo y Querétaro.
Como es usual, don Hernán, pronto obtuvo mercedes de tierras en toda la
región encomendada, tanto para él y su familia;
pero entre las que interesan a nuestro estudio y de las que solamente
mencionaremos algunas están las siguientes: en enero de 1539, Pérez de
Bocanegra obtuvo una merced de
caballería y media de tierra en términos de Acámbaro en el lugar llamado
Tarimoro o Tarímbaro; en 1543 su hijo Bernardino de Bocanegra obtuvo por merced
una estancia para ganado mayor situada en una ciénagas en la sabana de
Tarímbaro (Tarimoro) y también en unas ciénagas en un arroyo que se dice
Uerireo (Urireo), cerca de una estancia que ya tenía su padre; a su vez Nuño de
Chávez[8],
otro hijo de Hernán, tuvo otra estancia
ahí mismo y otro hermano llamado
Luis Ponce de León, fue mercedado en la misma sabana entre dos cerros llamados
Curoacán (Culiacán) y Auechato (Auaruato). A estas tierras se acumuló una más mercedada en la misma área a otro hermano llamado Juan Pacheco,
y al mismo encomendero se dieron otras
dos estancias, a estas mercedes se unió una para poder hacer un molino. Todas estas
mercedes fueron otorgadas por el Virrey Antonio de Mendoza en el año de 1543. Algunas tuvieron también su hija Leonor de Cabrera.
Ya para entonces otros estancieros tenían sus tierras en la región, entre
otros: Antonio de Luna, Juan de Cervantes, Alonso Chirino, Martín de Aranda, Bernardo
del Castillo, el suegro de Hernán: Francisco de Chávez, Martín Jofre y el cacique de Acámbaro, los cuales vendieron
sus estancias a Hernán Pérez. Las tierras del encomendero y su familia prácticamente
monopolizaban nuestra región en estudio. Es importante decir que la estancia para ganado mayor que compró
a Martín Jofre, estaba ubicada en los términos del pueblo de Acámbaro y los
Chichimecas blancos, y frontera a un cerro
que se llama la Gavia (o Auaruato). Es decir, en nuestro valle para ese
tiempo había grupos étnicos, uno de ellos era de chichimecas y era conocido como los Chichimecas Blancos.
Cabe hacer la observación de que en muchas de las estancias obtenidas por
esta familia existían muchos “cues” o templos prehispánicos según se menciona
en las mercedes otorgadas. Incluso un encomendero preguntó en una ocasión a don Hernán que si en sus encomiendas no
había “cues” ya que él había sacado gran cantidad de joyas y oro de ellos y que le aconsejaba que los buscara y si los
había que buscara en ellos.
Hernán Pérez y su esposa, tuvieron tantas tierras, casas y haciendas que
para que no se dispersaran decidieron mejor vincularlas, es decir que sus
herederos no las podrían vender sino conservar y acrecentar, para ello
obtuvieron de la Corona, en el año de 1562, la facultad de establecer un
Mayorazgo, que fue conocido como el de los Apaseos y del cual gozaría su
prominente familia, que para entonces estaba enlazada ya con familias de títulos
nobiliarios, con otros que ellos mismos obtendrán a poco. Lamentablemente, no
mucho tiempo después, vendrá un colapso familiar.
La familia López de Peralta, siguiendo el ejemplo de Hernán Pérez formará
muchos años más tarde sus mayorazgos y aprovechando su desventura adquirirá de esta familia varias de sus estancias.
IV
Chochones
El 29 de octubre de 1761 el Ayuntamiento de Salvatierra envió al obispo de
Michoacán Anselmo Sánchez de Tagle una carta en la cual le avisaba que el día
anterior había fallecido el ministro de Doctrina de esa feligresía, y cura del lugar el franciscano, fray Miguel
Velázquez. Como ya estaba vigente la real orden de secularizar los curatos
según fueran vacando, es decir que pasaran de ser administrados por el clero
regular (religiosos de alguna orden) a serlo del clero secular, (eclesiásticos
que no pertenecen a ninguna orden), se presentaba el problema de qué sucedería
con la iglesia y convento franciscano de la ciudad, que al dejar de ser la
parroquia, se ignoraba sobre su destino. En dicha carta el Ayuntamiento hace un breve relato de lo ocurrido desde la
fundación del convento y lo que se pide, vienen en ella interesantes noticias
para nuestra narración. Al efecto dicen:
“Y…para dos fines hemos tenido por conveniente ocurrir a su benigna
atención (la del Obispo)…suplicando a el amor y dignación de vuestra Señoría
Ilustrísima, que en cuanto a el Convento y asistencia de los religiosos del
Señor San Francisco no haya novedad…por la necesidad de pasto espiritual de
esta larga feligresía en que no hay en esta ciudad [sino] escasamente más que dos conventos [el de San Francisco y
el del Carmen], siendo el Valle de los más abundantes y abastecidos, el que provee…[hasta] religiones de otros obispados. Por lo que se
pide [que permanezca] el convento del Señor San Francisco [como convento
de Recolección], pues habrá doscientos
años que se fundó con ese título…porque Martín Hernández, fundador que fue y a
cuya costa se erigió en el Valle de Guazindeo, como bienhechor, les acudió con
cuanto fue necesario: este sujeto, como conquistador, y a quien su Majestad
hizo varias mercedes, una de de las cuales fue conferirle las licencias
necesarias, a su pedimento y el de Juan de Yllanes, que las obtuvieron, [y] en
dicho Valle todavía existen las ruinas
de la primera iglesia; y aunque se pasaron a el otro lado del río, [en
el] paraje de La Isla, que les donó Juan Izquierdo, fue por súplicas y empeños
que le hicieron los vecinos de la Congregación de los Chochones…y también por
la gran necesidad que tenían de no poderse vadear el río en tiempos de aguas y
estar la tierra con mucho peligro por la
belicosa nación de indios del citado nombre de Chochones…”
De la anterior noticia se desprenden varias reflexiones: una es, que al decir del mismo ayuntamiento, la
iglesia y convento de San Francisco, fue fundado
en Huatzindeo como
convento hacia la década del 1560, y que no fue un simple hospitalillo,
pero tampoco quiere decir que fuera un gran edificio
conventual y una gran iglesia. De cuyas ruinas se ha hablado bastante.
Las dificultades en acudir a la iglesia y pasar el rio Grande sobre todo
en tiempos de aguas para acudir a los
oficios eclesiásticos por parte de los lugareños, principalmente de la
Congregación de San Andrés de los Chochones, y por las entradas de los
belicosos indios chochones, impulsaron a
los comarcanos a pedir la reubicación del franciscano convento e iglesia del
otro lado del río, donde obviamente había la mayor población.
El ya muy reconocido hacendado Martín Hernández junto con
Juan de Yllanes favorecieron la nueva fundación, de esta iglesia y convento que
fueron se construidas en el paraje conocido como La Isla, propiedad de Juan
Izquierdo el cual les donó el terreno.
Si se le conoce como la Isla, es decir que estaba rodeada
de agua, por lo que es probable que el actual canal de Gugorrón fuera un
pequeño cauce del río que hacía dejar aislado al nuevo convento, lo que ahora
es aún vivible ya que para entrar a la
iglesia es necesario pasar por un puente sobre el canal. Estos puentes en San
Francisco fueron varios, de los que aún
permanecen al menos dos, en el llamado antiguamente “Bañadero de los caballos”
y que daba entrada a la casa conventual y otro que subsiste cerca de la barda
de la iglesia de San Antonio, de ambos hay la gran obligación de ser resguardados en optimas y adecuadas
condiciones. Otros dos puentes que dan
acceso a la iglesia ya han sido transformados e incluso el añoso canal ha sido
lamentablemente restaurado sin conservar su antiguo aspecto.
Lo más interesante de este escrito para nuestro intento, resulta
la mención de los belicosos chochones, que seguramente eran grupos de
chichimecas. Esto lo veremos en las
reflexiones finales.
V
En 1553, don Antonio Huitsiméngari, hijo del último gran Señor de los
Tarasco, el Gran Cazonci, hizo una información de méritos y servicios para
obtener de la Corona mercedes y oficios que compensaran la acción de su padre
al reconocer al rey como su Señor. El título es significativo para nuestro
ensayo: “Ynformación hecha en la Ciudad de México ante la Real Audiencia a
pedimento de don Antonio Huitsiméngari, hijo legítimo y único heredero del
Cazonci, que fue de toda la Provincia de Tarasca desde los confines de México…”
y fray Pedro de la Peña que presenta la petición agrega hasta Culiacán.
Esto lo confirma el mismo don Antonio en la segunda pregunta de su
interrogatorio para comprobar los méritos y servicios de sus antepasados, en la
que se dice: “Si saben y oyeron decir
que el dicho Cazonci, fue Rey y Señor legítimo de toda la tierra y Provincia de
Tarasca hasta delante de Culiacán que
son más de trescientas leguas de Señorío y por la otra parte de México
fue Señor hasta cerca de Toluca donde tenía su guarnición contra Montezuma y
los Señores de México…” Se vuelve a mencionar el nombre de Culiacán como
frontero y lugar de importancia esta vez para los tarascos, este obviamente no
es el nuestro.
Para terminar con estas menciones y pasar a las
reflexiones finales, diremos que a un lado de Culiacán, en Sinaloa, hemos encontrado
un lugar llamado Aguaruto que es también conocido como Aguaruato, Igual al de
los dos cerros citados en la primera
parte, y fronteros en nuestro Valle, este último ahora denominado La Gavia, ¿será una mera coincidencia
la cercanía de ambos?
Cabe también recordar que entre los pueblos que habitan la zona norte de la región denominada
"Mixteca Alta" y limítrofe con Puebla, principalmente en el ex
distrito de Coixtlahuaca está un grupo étnico conocido como los chochos, chocholtecas, chochones o
chuchones, ¿Será otra nueva coincidencia?
Reflexiones finales
Hemos visto en el primer apartado, cómo se mencionan dos lugares cercanos
en las mercedes de tierras que darán en parte origen al fundo legal de Salvatierra, y son los cerros de Culiacán y
Auaruato.
En la parte segunda recordamos cómo el destacado etnólogo y antropólogo
alemán Paul Kirchhoff, cofundador de la Escuela Nacional de Antropología e
Historia identificó como Colhuaca o Coliuhqui o Colhuacan y el centro mismo del inicio de la
peregrinación de las siete tribus, el mítico Chicomoztoc, en nuestro cerro de
Culiacán.
Mucho se ha dicho ya sobre este tema pero lo que deseamos es más que
especular, aportar datos e información histórica en apoyo de la propuesta de Kirchhoff, quien afirmó que fue aquí, en
este valle donde se inició una gran migración, al menos del pueblo tolteca
chichimeca, lo que es corroborado por el valioso códice que lleva ese nombre y que se encuentra como
se ha dicho en la Biblioteca Nacional de Paris.
Es indudable que nuestro valle presidido por el majestuoso Culiacán tiene una muy especial significación no solo
para la historia local y del estado sino para la historia antigua de México. El
valle de Huantzindeo-Culiacán, fue un lugar densamente poblado de al menos: chichimecas,
tarascos, otomíes, nahuas, entre otros pueblos.
Queda comprobado por diversas fuentes que esta región estuvo copiosamente
habitada por chichimecos, y se agrega que eran los llamados chichimecos
blancos, no por el color de su piel sino porque acostumbraban a pintarse de ese
color.
En la parte tercera vimos cómo la presencia de Hernán Pérez de Bocanegra
fue definitiva para cumplimentar el poblamiento de nuestro Valle, ya abundoso
de estancias repartidas.
El Valle de Huaztindeo estuvo densamente poblado debido a la fertilidad del
mismo, a su carácter sacro y a la confluencia de varias culturas que dejaron en
él su huella. Todavía hemos sabido y comprobado que en las diversas tierras de
labranza se siguen encontrando abundantes rastros de esas culturas.
¿Por qué entonces no se ven entonces los restos de aquellos pueblos?
Seguramente la respuesta está en la pregunta que aquel encomendero le hizo a
Hernán Pérez de Bocanegra de que buscara en los abundantes “cues” los tesoros
que albergara; los otros estancieros harían lo mismo y otro tanto los López de
Peralta, y eso que hablamos de mediado del siglo XVII. ¿Qué no se haría con
estos vestigios en el resto de los siglos?
¿No es urgente preservar lo poco que aún subsista con apoyo del INAH, pero quedando
acá lo que encuentre?
En la parte cuarta hemos utilizado
información de primera mano que menciona tanto la fundación del primitivo
convento franciscano en Huantzindeo y su traslado al lugar en donde ahora está
y que uno de los motivos para ello fue la presencia de los belicosos chochones,
¿Quién fue en realidad ese pueblo de los Chochones del que poco se sabe?
¿Pertenecieron al mismo grupo de chichimecas que migraron desde acá rumbo a
Tula y luego a Puebla donde aún hay grupo étnico con ese nombre en el que solo
se coincide el nombre?
Por último en la parte quinta se ha visto que al hacer su información de
méritos y servicios don Antonio Huiztiméngari, gobernador de Michoacán e hijo
del Gran Cazonci, Señor que fue de la Provincia de Tarasca menciona entre los
límites de su Señorío a Culiacán, el de Sinaloa junto a la cual se encuentra
coincidentemente el nombre de Auaruato mismo que está en nuestro Valle.
Las anteriores son reflexiones que basadas en fuentes documentales de
archivo nos invitan a una profunda meditación.
Con justicia se ha designado recientemente a Salvatierra como pueblo
mágico, sin que haya un menosprecio en el rango pueblo-ciudad. Pero se debe
estar muy alerta que esa designación sea para beneficio de toda la población y
no solo para unos cuantos. Que nuestros salvaterrenses tengan empleos dignos y
no subempleos. Que preferencia sean los mismos quienes inviertan en
Salvatierra.
Importa mucho que se conserve la estructura urbanística actual y su
ecosistema, ya muy deteriorado de por sí y que no vengan como dijo Alessandro Barico: “Las nuevas oleadas de
destructores de la civilización… que olvidan que el pasado es la herencia de la
humanidad presente”.
En varias conversaciones que tuvimos hace años con el destacado arqueólogo
Wigberto Jiménez Moreno en su visita a este valle y al ver los restos que aún
quedaban de esos pueblos, se confesó
admirado del mismo y veía el Culiacán y a su valle con ese respeto y emoción
que compartimos, de quien observa un
lugar sagrado de nuestros antiguos pueblos, para los toltecas- chichimecos: ¡el
mítico Chicomoztoc! Mismo que tenemos aquí cerca.
¿No acaso merecen por ellos ser nuestro Valle y Ciudad declarados, Patrimonio Mundial de la Humanidad?
Muchas gracias
Armando Mauricio Escobar
Olmedo
Morelia, febrero 5 de
2013
[1] El otro patrono San Andrés, lamentablemente ha sido olvidado, pero
aún se le rinde homenaje, como tal, en la parte superior del altar mayor de la
iglesia parroquial.
[2] Caballería “Se llama también en las
Indias cierto repartimiento de tierras o haciendas que permitieron los
Reyes se pudiesen dar a la personas que fuesen pobladores de las partes que se conquistaban, para que
se avecindasen y mantuvieran en ellas…Una caballería es de 100 pies de ancho y
200 de largo…” Diccionario de Autoridades, Madrid, 1729, tomo segundo, página
4.
[3] Lugar de las Huananchechas
o adoratrices del sol, según la versión del Mtro. José Corona Núñez; también
conocido como Huatzindeo, Guatzindeo, etc,
[4] Paul Kirchhoff: “¿Se puede localizar Aztlan?”. 1961
[5] Historia Tolteca Chichimeca, Fondo de Cultura Económica, 1989, p 160.
Es decir que lo reconocieron como un lugar sagrado, como el lugar prometido.
[6] Cabe recordar que Curicaueri, el
dios principal de los tarascos era representado precisamente como un pedernal o
navaja.
[7] Los hijos fueron Bernardino Pacheco de Bocanegra; Nuño de Chávez
Pacheco; fray Fernando de Córdova; Luis Ponce de León; Alonso Pérez de
Bocanegra; Francisco Pacheco; Juan Pacheco y Leonor de Cabrera.
[8] Nuño de Chávez,
Señor de los Apaseos, se casó con Marina Vázquez de Coronado, Marquesa de
Villamayor, su hijo Francisco de Córdova y Bocanegra será Marqués de Villamayor y Conde de los
Apasseos quien casó dos veces, la segunda con Juana Colón de la Cueva,
descendiente de Cristóbal Colón. De esta manera una trasnieta de Colón fue
encomendera de Acámbaro.
2 comentarios:
lo que lei esta muy interesante por yo no sabia mucho del cerro de Culiacan
es muy interesante
me gusto lo del templo y todo lo k dice
pero yo recomendaria las ruinas del tempo las saquemos a flote para que se despierte mas el interés sobre el cerro
también es importante la flora y la fauna que esta en el cerro y cuidarlo mas para que el cerro sea muy hermoso y despierte a la gente para que se meta mas a fondo sobre el cerro
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