SANGRE Y ARENA
Reseña de histórica taurina de Salvatierra
MIGUEL ALEJO LÓPEZ CRONISTA DE SALVATIERRA, GTO.
Las primeras noticias que se tienen sobre la fiesta brava en la ciudad se remontan al año de 1690, al consignarse en los autos de los protocolos de Escribano Público y de Cabildo la descripción de la planta urbana y su nomenclatura, que la primera plaza de toros estuvo ubicada sobre la actual calle de Morelos, en terrenos pertenecientes a la hacienda de la Esperanza, justo en el límite de ésta con las tierras pertenecientes al barrio de indios de San Juan Bautista, seguramente se trató de una construcción muy sencilla y austera de la que hoy no quedan vestigios. Su existencia se confirma todavía para los años de 1814 y 1815 al celebrarse en ella espectáculos de coleaderos de reses bravas cuando Agustín de Iturbide visitaba la ciudad. En actas de Cabildo correspondientes al año de 1822, se manifiesta también que el Ayuntamiento organizó corridas de toros en esta plaza con motivo de la coronación de Iturbide como emperador de México, donde se lidiaron novillos de la hacienda de la Magdalena.
Existen fuentes documentales que indican que, durante el siglo XIX, hubo en la ciudad una gran actividad del espectáculo taurino. En el libro de Contestaciones del H. Ayuntamiento correspondiente al año de 1838, está asentada una solicitud que varios vecinos hacen a la autoridad local a través de un regidor, para que autorice una prórroga para realizar unas corridas de toros a que se habían comprometido. La solicitud al respecto menciona lo siguiente: “Tengo el honor de acompañar a Ud. la solicitud que hicieron varios vecinos de esta ciudad, para que les sea permitida una prórroga á las ocho corridas de toros que se les concedió por la superioridad en el mes anterior. Á esta Jefatura le consta los sacrificios que han impedido en la realización del indicado objeto, y por esto se toma la libertad de suplicar á Ud. sirva interponer sus respetos con el Y. Ayuntamiento al logro de la solicitud antes dicha; dignándose Ud. así mismo, aceptar con este motivo mi respetuosa consideración y crecido respeto.- D. y L.
Salvatierra, 18 de Enero de 1838. (Rúbrica)”1
La plaza “La Macarena”, cuyo nombre, además de españolado, denota y confirma una vez más, la entrañable devoción que los salvaterrenses profesan a todas las advocaciones marianas, en este caso a la Virgen de la Macarena. En la época colonial en este sitio había una construcción, parte abovedada y parte con techo de tejamanil y tejas, en donde se guardaban las vaquillas y toros que eran bajados del cerro destinados para ser sacrificados en el rastro de la ciudad, y en ocasiones especiales también ahí se guardaban los animales de lidia procedentes de la hacienda de la Magdalena y de la de Maravatío, para ser lidiados en la plaza de toros de la ciudad. La finca aparece para el año de 1744 como propiedad de don Juan José García Botello. Se consigna que el lugar y la calle eran terrenos muy inundables en épocas de lluvias, por lo que no se podían con toda propiedad realizar tientas de vaquillas, más que en épocas de secas. El actual inmueble lo construyó en el año de 1896 don Jesús Villagómez, , en el predio conocido desde la fundación de la ciudad como el pantano de Cantarranas en la antigua calle de Maguelles, hombre acaudalado y criador de toros de lidia en Santiaguillo, oriundo de El Sabino y vecino de la ciudad de Yuriria. Al morir don Jesús, heredó la plaza su nieto don Antioco Villagómez, y éste la heredó a su viuda doña Macrina Carrera. En 1943 doña Macrina enajenó el inmueble a don Manuel Arechederra, uno de los propietarios de la fábrica “La Reforma”. Años después, pasó a poder de don Pedro Oyervides, un gran mecánico y herrero, mejor conocido por el apodo de “El Radio”, después fue propiedad de don Alfonso Morales, también mejor conocido en nuestra sociedad con el apodo de “La Poncha”, por una deuda que el señor Oyervides le debía, a su muerte la heredó su hijo el Dr. Rafael Morales. De éste último la adquirieron sus actuales propietarios2.
El primer cartel taurino de la plaza “La Macarena” de que se tiene noticia, fue publicado en el periódico local “La Verdad”, fechado el sábado 20 de noviembre de 1909. Anunciaba la gran corrida lidiando toros de la ganadería de Santa Teresa por los dos grandes diestros de la época, Tomás Coeto (Tomasín) y Genaro de la Torre. La plaza ha desempeñado a través de los años un papel importante en la diversión y esparcimiento de la población. En ella se dieron cita los monstruos sagrados del toreo para la gran corrida de la fiesta de La Candelaria, que alcanzó prestigio nacional: Balderas, Lorenzo Garza “El Ave de las Tempestades”, la dinastía de los Silveti, Luis Castro “El Soldado”, Luis Procuna, Fermín Espinosa “Armillita” acompañado de su hermano Juan, que sin duda alguna fue el mejor banderillero que ha dado México, David Liceaga, Jaime Rangel, Joselito Huerta, Manolo Martínez, Eloy Cavazos, “Curro” Rivera, Antonio del Olivar y muchos más, con ejemplares de prestigiadas ganaderías como Torrecillas, San Diego de los Padres, Piedras Negras, Xajay, Campo Alegre, Moreno Reyes, El Junco, entre otras. Los toreros llegaban a la ciudad en el transcurso de mañana, ya fuera al hotel Isabel de doña Lupe Ponce o algún otro, para vestirse de luces. Y no faltó el hecho de que un toro volara hacia los tendidos y fuera muerto de un tiro de máuser por uno de los soldados que colocaban estratégicamente en lo alto de las tribunas alrededor de la plaza para guardar el orden. Del juez de plaza ¡Ni qué decir! don Carlos Nava Lara: toda una institución taurina en nuestro medio. Se presentaron también en ella, las inolvidables charlotadas taurinas organizadas por el club de Leones, y las de “La Familia Apagón” de don Felipe Flores para beneficio del templo de Capuchinas. En el ambiente de la plaza no se puede dejar de hablar del público ¡Y vaya que de veras era conocedor de la tauromaquia! sabía apreciar una buena faena o los esfuerzos de un torero cuando por desgracia le tocaba un animal con poca ley. Tampoco faltaban los gritos propios de la fiesta brava además del ¡Olé! En punto de las cuatro de la tarde se empezaba a escuchar la consabida frase ¡Ya es hora señor juez! o la gran cantidad de mentadas y otras linduras que a viva voz partían de los tendidos de sol cuando llegaban las autoridades municipales a tomar su lugar para presenciar la corrida, quienes, por cierto, al fin políticos, las contestaban saludando con la mano en alto y esbozando la mejor de sus sonrisas, como si la Virgen les hablara. Las que por ningún motivo escapaban a los alegóricos y aguardientosos gritos del respetable eran la reina de las fiestas, sus princesas y demás damas acompañantes: ¡Acá hay lugar preciosas! . . . ¡Hasta que llegaron unas con zapatos!. Los toreros, y sobre todo los picadores tampoco estaban exentos de larecomendaciones, a los picadores iban dirigidas frases como ¡Ya no lo castigues tanto que si hizo la tarea! . . . ¡Mejor hazlo picadillo! y si por alguna causa o razón el torero no acertaba con el estoque en la suerte de matar, no faltaba quién le gritara ¡Llévatelo al Seguro Social, ahí si lo matan!
Se han presentado también toda clase de espectáculos: charreadas, los inolvidables jaripeos de la empresa “Repite Huandacareo”, los espectáculos ecuestres de Gastón Santos y su caballo “Rayo de Plata” y el de los caballos educados a la alta escuela de Antonio Aguilar y Flor Silvestre, lucha libre, box, y hasta circo, sin dejar pasar los actos y eventos religiosos como han sido las presentaciones de Martín Valverde, Ultreyas, Rosarios Vivientes y otras cosas. En la época de don Antioco Villagómez, se construyó en el tendido oriente, sobre la puerta de cuadrillas, una especie de foro para presentar obras de teatro y como la plaza en ese tiempo estaban techadas las tribunas, el ruedo se cubría con una lona para mayor comodidad del público asistente.
Y hablando de circos, en uno de tantos que visitaban la ciudad, en la década de los cuarenta, llegó don Silvano3, quién por alguna razón se quedó a vivir entre nosotros, y fue precisamente en algunos de los cuartos de la plaza. Hombre culto, con facilidad de palabra, malabarista, mago, cuentacuentos, al que visitaban los jóvenes y niños de ese tiempo para pasar ratos agradables. Como hombre de mundo, don Silvano tenía muchas gracias, una de tantas: fabricaba las mejores banderillas de la época, la cuáles eran requeridas en muchas plazas de la región para sus corridas de toros. En esos tiempos, el día de la fiesta de La Candelaria, por la mañana, se celebraba el desfile taurino por las principales calles amenizado con los pasos dobles que magistralmente ejecutaba la banda de música, acompañada por una multitud de aficionados que terminaban el recorrido en la plaza, para ir a ver el encierro en los corrales, antes de que metieran a los animales en sus respectivos cajones para lidiarlos esa tarde. El desfile, imprescindiblemente lo abría don Silvano, quién portaba en un zarzo (especie de percha) las banderillas que se usarían en la corrida. ¿No será don Silvano, el verdadero precursor del actual desfile de manolas en el día de La Candelaria?
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Notas de referencia
1 Archivo Histórico Municipal. Libro de contestaciones delH. Ayuntamiento. Año 1838. f. 3.
2 Entrevista con don Carlos Nava Lara, realizada el 29 de agosto de 2011.
3 Entrevista realizada al Dr. Alfonso García Álvarez, el 29 de enero de 2013.
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