Hoy la ciudad amaneció perezosa en la expectativa de los tres días del festival de La Marquesada por lo que un leve airecillo de frescura recorrió sin empacho el jardín principal muy temprano. La soledad del jardín se acentúa por las barreras del larguísimo corral azul del encierro de toros, no se ve a quienes caminan por arrollos y corredores del centro de la ciudad. Las fachadas porfirianas y neoclásicas de las calles principales parecen entrecerrar sus ventanales como un gesto de resignación franciscana de paciencia: ¡Éstos pobladores del siglo XXI ya de nobles y leales sólo conservan el título de Marquesada!
Vi a una muchacha guapa montar en el pasaje del Convento del Carmen, frente a la notaría de los carmelitas descalzos, un puesto de playeras del festival de Cultura Brava, pense en su radiante ingenuidad juvenil mostrada en su expresión corporal de entusiasmo por los estampados de serigrafía: la cúpula del edificio virreinal del Mayorazgo, la rueda del molino y una dupla de toro bravo azuzado por un jóven corriendo. Realmente los colores son vivos y llamativos en ese estampado, la chica guapa tiene aplomo al colgar las playeras blancas, rojas y negras. Tiene algo en su actitud como para contagiar de su entusiasmo por un festival poco atractivo para las personas adultas.
En la explanada del Carmen levantan por la mañana un tapanco con techo de color crema, un escenario anticipando visperas para mañana sábado, día del desfile de bandas de viento. La versión opuesta de la jovencita madrugadora con sus mercancías es un dentista en la pandería de la calle Hidalgo que pregunta --¿Por qué están cerrando la calle de la explanada? -- No atina a comprender el festival, y aunque dice ser de Maravatío del Encinal, una comunidad a diez kilómetros de la cabecera municipal, expresa no estar enterado, además de encontrar contradictorio el gasto con tantas necesidades y estrecheces económicas de las familias.
El festival parece que llegará como un relámpago, o no llegará la diversión. Ya están desde la mañana reunidos en el recinto de la feria las 70 bandas de viento llegadas de todos los rincones del estado y del municipio. El ensayo general es con Juan Manuel Arpero, un concertista de trompeta graduado en Italia, originario de Villagrán. El tumulto de músicos deberán ser tan estruendosos como lo necesite la ciudad para despertar de su rutina diaria de bailar con las bandas de viento en cada festividad religiosa. Y sí, una jovencita, dependiente de la panadería, si bailó los ojos con la conversación del encuentro de bandas, pidiendo saber más del programa.
Dice el programa del Instituto de Estatal de la Cultura que hoy celebraremos un encuentro con la identidad y el sabor de lo mexicano y, efectivamente, la identidad siempre contagia de entusiasmo a la ciudad, como un remolino de viento cruzando las calles coloniales de Salvatierra.
En lo personal estoy predisponiendome a visitar el recinto ferial, pues la identidad me golpea de lleno en el pecho, mi hijo menor, como buen salvaterrense, es parte de una banda de viento, aunque es la tercer trompeta su gusto musical lo entusiasmó para pasar todo el día conviviendo con todos los banderos del estado de Guanajuato.
Bueno, la identidad es la participación espontánea en las actividades culturales de la comunidad, y así me sucede a mí, pues de pensar en la pereza del día, pasé al entusiasmo de la tarde porque me veo reflejado en ese evento al gustar de la música de que interpretan los amigos de la banda de mi Hijo.
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